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Capítulo 3

Riesgos únicos para la salud cerebral

de la mujer

Uno de los avances más alentadores en el campo de la salud y el bienestar de la última década ha sido el reconocimiento de que centrarse en la singularidad de los pacientes abre la puerta a estrategias más efectivas para la prevención y el tratamiento de las enfermedades. Esta noción es la base sobre la cual se erige la “medicina de precisión”, un enfoque novedoso que analiza un espectro amplio de determinantes de salud que van más allá de las predisposiciones genéticas para incluir elementos como la forma en que viven los pacientes, dónde trabajan, a qué tipo de toxinas están expuestos, cuánto estrés tienen en su vida y varios aspectos adicionales de su historia clínica pasada y actual. Con esa conciencia, uno puede atender riesgos específicos y la forma en que interactúan entre sí antes de tiempo.

La salud cognitiva pertenece a este mismo marco de referencia. Nuestra capacidad para pensar con claridad y mantener una mente aguda es producto de las interacciones entre una variedad de factores que, aunque contemplan la edad y la composición genética, también sufren el impacto del entorno y del estilo de vida, así como de las condiciones médicas coexistentes como la obesidad, la diabetes y las cardiopatías. Para las mujeres es crucial vigilar nuestras hormonas, además de darnos tiempo para manejar mejor nuestra salud. El cerebro de las mujeres experimenta alteraciones desencadenadas por cambios hormonales, los cuales pueden hacernos vulnerables al envejecimiento y al deterioro cognitivo. Aunque ésta no es una verdad absoluta para todas las mujeres, este riesgo puede reducirse mediante la medicina preventiva y haciendo modificaciones específicas en el estilo de vida.

Ya contamos con muchas herramientas necesarias para evaluar factores de riesgo genéticos y no genéticos del envejecimiento cerebral y la demencia. Al asociar esta información con nuestras elecciones en términos de estilo de vida, tendremos en nuestras manos la clave para contrarrestar y reducir estos riesgos. Al considerar nuestra singularidad biológica y ser proactivos con las alternativas específicas para nuestras necesidades básicas, podríamos superar lo que hasta ahora se creía insuperable. Y en vez de conseguirlo mediante cirugía o fármacos, lo lograremos a través de la prevención.

Nuestra individualidad biológica incluye, por supuesto, ser mujeres. Las investigaciones han mostrado cómo las mujeres experimentamos las cardiopatías de forma radicalmente distinta a los hombres, lo cual deriva en diferentes síntomas y resultados. Debemos estudiar la salud mental de forma similar. El cuerpo, el cerebro y la vida de las mujeres difieren de los de los hombres en maneras diversas que interfieren con la salud cognitiva y el estado de ánimo a nivel general, y que pueden desencadenar la pérdida de memoria y la demencia.

El campo del alzhéimer ha proporcionado la evidencia más clara de que el cerebro femenino requiere un cuidado distinto al masculino al destacar la existencia de bases biológicas únicas que sustentan esa disparidad de género. Ahora está claro que hombres y mujeres recorren caminos distintos hacia la demencia. Varios científicos hemos identificado más de treinta factores genéticos, médicos, de estilo de vida, culturales y sociales que tienen un impacto distinto sobre el riesgo de deterioro cognitivo dependiendo del género. Gracias a una serie de aspectos únicos del cerebro femenino, algunos de estos factores incrementan el riesgo de forma más dramática en mujeres que en hombres, mientras que otros sólo aumentan el riesgo en las mujeres. Curiosamente, se ha visto que los cambios hormonales en los años previos y posteriores a la menopausia actúan como mecanismos subyacentes clave que pueden activar estos riesgos, así como predisposiciones existentes. Para muchas mujeres, la menopausia es el punto de inflexión donde los riesgos médicos pueden convertirse en verdaderos problemas de salud. También es el momento en que nuestro cerebro se vuelve particularmente vulnerable a los estresores de nuestro entorno y estilo de vida. Aunque quizá no todos estos riesgos sean aplicables a tu realidad en este momento, es de vital importancia que todas las mujeres entiendan con qué deben tener cuidado para garantizar su bienestar a futuro y para ayudar a otras mujeres a protegerse.

En este capítulo, analizaremos los riesgos genéticos, médicos, hormonales y de estilo de vida que tienen un mayor impacto en las mujeres. A continuación se describen algunos de los principales factores y se explican a detalle a lo largo de todo el libro, acompañados de recomendaciones efectivas para minimizar y, aún mejor, erradicar sus efectos negativos en nuestro cerebro. Porque la realidad es que la pérdida de memoria no tiene que ver con la edad; en gran medida, está determinada por las elecciones que hacemos y las experiencias que tenemos a lo largo de la vida.

RIESGOS GENÉTICOS

Como se mencionó antes, para la mayoría de las personas el ADN no es tan determinante como alguna vez se pensó. Sin embargo, existen factores que están arraigados en nuestro ADN (aunque no siempre son causa de una enfermedad) que de cualquier modo pueden incrementar el riesgo de desarrollar deterioro cognitivo y demencia. Estos factores contemplan si tienes antecedentes familiares de demencia; algunas variantes de riesgo genético; y tu origen étnico.

Antecedentes familiares

Una vez palomeadas las casillas de (a) envejecer y (b) nacer mujer, tener antecedentes familiares de alzhéimer es el siguiente factor más importante para padecerlo (así como otras formas de demencia). Éste es el caso particular de las familias que se ven afectadas por las mutaciones genéticas que provocan enfermedades. Más adelante descubriremos cómo determinar si tú o alguno de tus seres queridos posee alguna de estas mutaciones. Sin embargo, algunos avances recientes en la investigación médica indican que optimizar nuestro cuidado médico y nuestro estilo de vida puede hacer maravillas para la salud cerebral, incluso para aquellos que poseen mutaciones genéticas que provocan enfermedades.

Si en tu familia no existen mutaciones genéticas, si alguno o ambos padres tienen (o tuvieron) alzhéimer, se considera que tú estás en riesgo. Subrayo que, aunque uno de tus padres haya sido afectado por la enfermedad, no significa que tú también saldrás afectada; sin embargo, sí tienes una predisposición y debes prestar más atención a tu salud. Algo que también vale la pena mencionar es que implica más riesgo que tu madre haya sufrido alzhéimer a que tu padre haya padecido la enfermedad.1 Es comúnmente ignorado que las mujeres se encuentran en el centro del problema en ausencia de mutaciones genéticas. Pese a que aún no sabemos con certeza cómo los antecedentes familiares incrementan el riesgo, sí sabemos que un estilo de vida saludable puede reducir las posibilidades de desarrollar demencia incluso para quienes poseen un riesgo genético más alto.

El gen ApoE

Actualmente, el único factor de riesgo genético que tiene un impacto en la salud cognitiva se conoce con el nombre de apolipoproteína E, o de manera más sencilla, ApoE. Gracias a los medios de comunicación, este gen les ha dado a los médicos mucho trabajo extra, pues ha sido presentado de una manera que simplifica en exceso su influencia sobre la probabilidad de que una persona desarrolle alzhéimer. Vayamos, pues, al meollo del asunto: todos tenemos un gen ApoE que forma parte de nuestro ADN. Existen tres variantes distintas o “alelos”: épsilon 2, épsilon 3 y épsilon 4, los cuales abreviaré como ApoE-2, ApoE-3 y ApoE-4. Cada una de estas variantes tiene efectos distintos en la salud.2 La variante ApoE-2 protege contra la demencia. La variante ApoE-3 es ampliamente neutral. La variante ApoE-4 no provoca alzhéimer (sólo incrementa el riesgo de padecerlo). A pesar de esto, el ApoE-4 se ha promovido como una mutación genética peligrosa, a tal grado que algunos periodistas lo han llamado “el malvado gen del alzhéimer”, aunque innumerables portadores de ApoE-4 tienen vidas largas y felices sin ningún rastro de demencia; mientras que más de 60 por ciento de los pacientes con alzhéimer ni siquiera porta el gen ApoE-4.

En todo caso, existen dos razones principales para tomar en cuenta el estatus ApoE de cada persona. Primero, aunque el ApoE-4 afecta tanto a hombres como a mujeres, las mujeres con ApoE-4 son más proclives a desarrollar deterioro cognitivo o alzhéimer.3 Las mujeres con ApoE-4 también son más propensas a tener un peor desempeño en términos de memoria, un mayor encogimiento cerebral y una mayor acumulación de placas de alzhéimer desde que alcanzan la mediana edad.4 Pero el motivo más importante para tomar en serio esta información es que los efectos del ApoE-4 pueden mitigarse al utilizar el programa descrito en este libro. En los próximos capítulos, destacaré todas las pruebas y recomendaciones que funcionan particularmente bien para aquellos con ApoE-4 y luego profundizaremos en cómo utilizar la información genética para decidir a qué intervenciones someternos.

Otros riesgos genéticos

Más de veinte “riesgos genéticos” o variantes genéticas adicionales se han vinculado a un mayor riesgo de desarrollar alzhéimer.5 Sus asociaciones no son tan fuertes como las del ApoE y necesitan establecerse con mayor firmeza. Sin embargo, vale la pena prestarle atención al hecho de que la mayoría de estos genes tiene un efecto similar en nuestro cuerpo y en nuestro cerebro: influye en nuestra respuesta a la inflamación. Como discutiremos más adelante, en el apartado de “Riesgos médicos”, la inflamación crónica suele afectar más al cerebro femenino que al masculino, un dato que debe tomarse muy en serio.

Origen étnico

Si se ha hecho tan poco por abordar las disparidades de género en temas de salud mental, se ha hecho mucho menos por reconocer que las mujeres de color se encuentran en una desventaja mucho mayor. Las mujeres afroamericanas son dos veces más propensas a sufrir derrames cerebrales y a desarrollar alzhéimer u otras formas de demencia6 que las mujeres blancas. De igual manera, en contraste con las mujeres blancas, las de origen hispano son 1.5 veces más propensas a desarrollar demencia, cardiopatías y diabetes.7

Trágicamente, lo que se sabe sobre el diagnóstico, el manejo y el tratamiento de estas condiciones se basa casi exclusivamente en estudios con gente blanca, sobre todo hombres. Las personas afroamericanas e hispanas conforman sólo entre 3 y 5 por ciento de los participantes en ensayos clínicos de alzhéimer, lo cual limita aún más nuestra capacidad para desarrollar intervenciones más específicas. Sin embargo, existe un esfuerzo continuo de producir datos de alta calidad en minorías raciales y étnicas para entender y tratar mejor cualquier riesgo mayor. En los próximos capítulos revisaremos la mejor evidencia que existe hasta el momento.

RIESGOS MÉDICOS

Existen varios factores que han sido vinculados a un mayor riesgo de desarrollar deterioro cognitivo y alzhéimer en mujeres que en hombres. Éstos incluyen factores específicos sobre todo para las cardiopatías, la obesidad y la diabetes. Adicionalmente, la depresión durante la mediana edad puede tener un impacto en la memoria y en el estado de ánimo, y se cree que incrementa en las mujeres el riesgo de padecer alzhéimer. También existe cada vez más evidencia de que haber sufrido alguna lesión cerebral traumática o varias conmociones cerebrales tiene efectos negativos más duraderos en la salud cognitiva de las mujeres. La enfermedad tiroidea es otro gran riesgo, junto con infecciones e inflamación crónica.

Viendo el lado positivo, todas estas condiciones pueden identificarse con facilidad y comúnmente mitigarse, si no es que revertirse por completo, mediante el cuidado médico adecuado y los cambios al estilo de vida descritos más adelante. Cuanto más pronto los afrontes, mejor, porque puedes cambiar tu futuro literalmente.

Cardiopatías

En muchos países, las enfermedades cardiovasculares (un término paraguas para muchas condiciones que afectan al corazón, como el derrame cerebral, la angina de pecho y los ataques cardiacos) es la principal causa de muerte tanto en hombres como en mujeres. También es un gran factor de riesgo para desarrollar deterioro cognitivo y demencia, donde hasta 25 por ciento de los casos de demencia se atribuye a derrames cerebrales y ataques isquémicos transitorios (TIA, por sus siglas en inglés) o “miniderrames cerebrales”.8

Aunque por lo general los hombres suelen sufrir más padecimientos cardiacos que las mujeres, una vez que una mujer llega a los cincuenta años, o la edad natural de la menopausia, su riesgo de padecer cardiopatías es igual al de un hombre de la misma edad. Por si esto fuera poco, los ataques cardiacos son más severos en mujeres que en hombres. En el año posterior a un ataque al corazón, las mujeres tienen más de 50 por ciento de probabilidad de morir que los hombres. En los siguientes cinco años, el 47 por ciento de las mujeres morirá, desarrollará insuficiencia cardiaca o sufrirá un derrame cerebral, en comparación con el 36 por ciento de los hombres.

¿A qué se debe esto? Una teoría es que, antes de la menopausia, el estrógeno mantiene bajos los niveles del colesterol malo (LDL), mientras mejora los del colesterol bueno (HDL), protegiendo así las arterias de las mujeres de la acumulación de la placa que contribuye al padecimiento de ataques cardiacos y derrames cerebrales. La caída en los niveles de estrógeno y el aumento en el colesterol LDL durante la menopausia son dos elementos clave que aumentan el riesgo de cardiopatías en mujeres, aunque se requiere mayor investigación para explorar todos los mecanismos involucrados. Dado que la salud cardiaca se encuentra sumamente conectada con la salud cerebral y que lo que es benéfico para el corazón también lo es para el cerebro, cuidar nuestro corazón también es crucial para proteger nuestro cerebro. Mientras que las cardiopatías y los derrames cerebrales comúnmente pueden tratarse con medicamentos y rehabilitación, llevar a cabo prácticas preventivas y procurar un estilo de vida que cuide al corazón es mucho más efectivo.

Trastornos metabólicos

La diabetes tipo 2 es un factor de riesgo para desarrollar alzhéimer y representa entre 6 y 8 por ciento de todos los pacientes con demencia.9 En especial, afecta a las mujeres mayores y posmenopáusicas. El síndrome metabólico (la resistencia a la insulina y la obesidad abdominal que incrementan el riesgo de diabetes y cardiopatías) también se está convirtiendo en un problema cada vez más prevalente para las mujeres posmenopáusicas. Junto con la resistencia a la insulina y la prediabetes, todas estas condiciones pueden afectar significativamente10 tanto el cuerpo como el cerebro, sobre todo al causar inflamación y acelerar la producción de radicales libres. Esto es algo grave, pues tanto la diabetes como la obesidad han alcanzado niveles epidémicos en muchos países. Hoy, casi la mitad de la población estadunidense tiene prediabetes o diabetes,11 ya sea diagnosticada o sin diagnosticar.

Una vez más, nuestras hormonas están involucradas. En términos generales, las hormonas femeninas tienen un efecto favorable en los niveles de glucosa en la sangre, los cuales promueven la sensibilidad a la insulina. La insulina es una hormona que ayuda a eliminar la glucosa del torrente sanguíneo al transportarla hacia nuestros músculos y otras células hambrientas para que podamos mover nuestro cuerpo y darle combustible a nuestro cerebro. La resistencia a la insulina ocurre cuando la insulina se vuelve incapaz de hacer su trabajo de forma efectiva. A medida que las mujeres envejecen, el estrógeno pierde su capacidad de mantener bajos los niveles de insulina. Como resultado, la glucosa permanece en nuestra sangre por más tiempo del que debería y es absorbida en forma de grasa en el vientre. Por eso la combinación de menopausia y resistencia a la insulina puede derivar en algo que las mujeres detestan: aumento de peso. Si a eso añadimos un metabolismo más lento, muchas mujeres se vuelven propensas a desarrollar diabetes tipo 2 después de la menopausia, un problema que abordaremos a fondo más adelante.

Otros riesgos relacionados con el corazón

Además de las cardiopatías, la diabetes y la obesidad, otros riesgos vasculares que hay que vigilar son la hipertensión, colesterol alto y altos niveles de triglicéridos. Todas estas condiciones afectan tu cerebro al igual que tu corazón y pueden aumentar el riesgo de que una mujer sufra un infarto y también ocasionar diversos problemas en el cerebro. El lado positivo es que éstos también pueden mitigarse y comúnmente revertirse por completo mediante el cuidado médico correcto y cambios concretos en el estilo de vida.

Lesión cerebral traumática

La lesión cerebral traumática es una condición provocada por una conmoción (un golpe o sacudida de cabeza). Esto puede afectar el suministro de sangre y oxígeno al cerebro, y producir inflamación. La inflamación cerebral traumática, sobre todo si a ésta le sigue una pérdida de conciencia, ha sido asociada con un mayor riesgo de pérdida de memoria y demencia en el futuro.12 Pero incluso las consecuencias inmediatas de una lesión cerebral traumática “leve” pueden ser incapacitantes al provocar dolores de cabeza, migrañas, altibajos emocionales y sueño interrumpido, así como lentitud para pensar y recordar palabras, dificultad para tomar decisiones y una menor capacidad para planear y funcionar de forma efectiva. Aunque estos síntomas pueden desaparecer en cuestión de meses, en algunos casos pueden durar años.

Durante décadas, las investigaciones sobre lesiones cerebrales traumáticas sufrieron el mismo sesgo de género presente en otros campos. Buena parte de la investigación realizada sobre las lesiones cerebrales se centraba en deportes dominados por hombres como hockey sobre hielo, boxeo, deportes de combate y futbol americano. De igual manera, casi todos los cerebros donados a los bancos cerebrales dedicados a la investigación de la lesión cerebral traumática eran masculinos, lo cual llevó a los médicos a tratar las conmociones cerebrales en hombres y mujeres de la misma forma. Un golpe a la cabeza era un golpe a la cabeza, sin importar si tenías uno o dos cromosomas X.

Investigaciones recientes, sin embargo, están refutando esa noción. Resulta que las mujeres son más vulnerables y responden de forma distinta a las lesiones cerebrales traumáticas. Las mujeres suelen sufrir más conmociones que los hombres en deportes similares, presentan más síntomas y tardan más tiempo en recuperarse.13 Las hormonas, junto con la fisiología más delicada de los huesos del cráneo y los músculos del cuello femenino, son posibles explicaciones de por qué las mujeres viven las conmociones de manera distinta. Por ejemplo, las atletas femeninas suelen experimentar un mayor riesgo de conmoción dependiendo de la etapa del ciclo mensual en que se encuentren. El tiempo de recuperación también varía de acuerdo con los niveles hormonales.

Aunque la mayor parte de las investigaciones sobre lesiones cerebrales traumáticas se centra en atletas, es importante reconocer que existe otro grupo de mujeres que ha estado sufriendo conmociones, aunque en su mayoría en silencio: las sobrevivientes de violencia doméstica. Los datos sobre este tema son escasos, porque todavía existe un gran estigma alrededor de la violencia doméstica y aún se reporta poco. No obstante, se estima que, tan sólo en Estados Unidos, la violencia doméstica afecta al menos a 10 millones de personas cada año, en los cuales las lesiones de cabeza y cuello son algunos de los problemas más comunes, que ahora sabemos causan más daño a las mujeres. Aunque también hay hombres víctimas de violencia doméstica, la experiencia es mucho mayor entre las mujeres.14 La diferencia más significativa entre los sexos se encuentra en el ámbito de la violencia sexual, ya que las mujeres son cinco veces más propensas que los hombres a ser atacadas sexualmente.15 Las mujeres también padecen más violencia repetida y sistemática, ataques y lesiones más graves, y son hospitalizadas con mayor frecuencia que los hombres. Claramente, esto debe cambiar. Este libro no pretende ofrecer estrategias o soluciones a la violencia doméstica, sino brindar otro tipo de recomendaciones. Me gustaría enfatizar que el apoyo a las víctimas debe ir más allá de la asesoría psicológica y legal (ambas sumamente necesarias) para incluir estrategias médicas y abordar posibles consecuencias neurológicas, sobre todo relacionadas con la inflamación.

Inflamación

La inflamación puede ocurrir de diversas formas. Ya sea que una bacteria o un virus dañino entre a tu cuerpo, que te raspes la rodilla o que tengas un absceso en un diente, cada uno de estos eventos le envía una señal a tu cuerpo para que ponga en marcha sus defensas. Nuestro cuerpo posee células centinela que alertan al sistema inmunitario de la presencia de invasores. Luego se liberan sustancias químicas que preparan al cuerpo para pelear, rodeando a los “intrusos” y frenando su avance. Otro grupo de guardaespaldas, llamados macrófagos, libera citoquinas, luchadores de gérmenes altamente especializados. En el cerebro existe una primera línea de defensa similar, donde versiones neurales de macrófagos, llamados microglía, patrullan constantemente. Producen inflamación para defender al tejido cerebral contra aquellas cosas que no deberían estar ahí, incluyendo virus, bacterias, células cancerígenas y placas de alzhéimer. Una vez que han cumplido su misión, el sistema inmunitario les indica que se retiren y todo vuelve a la normalidad.

A veces, por distintas razones, la respuesta inflamatoria no logra apagarse y entonces sobreviene la inflamación crónica. A diferencia de la inflamación aguda que sigue a una infección o lesión repentina, la inflamación crónica produce un exceso de actividad continua y tenue que, de no atenderse en el largo plazo, puede contribuir al desarrollo de muchas enfermedades.

Ahora existen pruebas consistentes de que la inflamación cerebral crónica de bajo grado está relacionada con el desarrollo de deterioro cognitivo e incluso alzhéimer. Aunque la inflamación no provoca estas condiciones, diversos estudios han indicado que podría acelerar el proceso, posiblemente al actuar como un detonante.16 Casualmente, al parecer, este proceso es peor en las mujeres.17 Las investigaciones sugieren que, debido a las diferencias hormonales, las células microgliales están conformadas de manera distinta en cada sexo, lo cual podría ocasionar una respuesta inmunológica menos eficiente en las mujeres. No debería sorprendernos entonces que 75 por ciento de los estadunidenses diagnosticados con enfermedades autoinmunes como lupus y artritis reumatoide sean mujeres.

Por otro lado, la inflamación de bajo grado es un actor oculto dentro de los factores de riesgo para la demencia que hemos mencionado hasta ahora, incluidas las cardiopatías, la obesidad, la diabetes y las conmociones cerebrales, los cuales resultan muy nocivos para el cerebro femenino. Por si esto fuera poco, la inflamación puede afectar terriblemente los niveles hormonales tanto en tu cuerpo como en tu cerebro.

Entonces, ¿qué podemos hacer? Tratar la inflamación crónica no es tan sencillo como parece. Los antiinflamatorios están disponibles en todas partes, pero la información que se tiene sobre su eficacia es tema de debate, sobre todo cuando se trata de la salud cerebral. En general, los ensayos clínicos con medicamentos antiinflamatorios no esteroideos (AINE, como el ibuprofeno y el naproxeno) no han mostrado ningún beneficio e incluso han llegado a empeorar los síntomas en pacientes con demencia. Algunos datos recientes sugieren ciertos efectos protectores si se inicia la terapia con AINE antes de que se presenten síntomas, pero eso aún está por validarse.18

Para la mayoría de las personas, mantener la inflamación bajo control se reduce a cuestiones básicas como evitar aquello que provoque inflamación y practicar aquello que ayuda a disminuirla. Como discutiremos a detalle en el capítulo 10, éstas incluyen comer bien (con un enfoque en alimentos antiinflamatorios), mover tu cuerpo con regularidad, descansar más, bajar de peso si es necesario y dejar de fumar. Otras opciones son buscar tratamiento para cualquier fuente de inflamación como exposición a toxinas, colesterol alto, bacterias nocivas e incluso enfermedad de las encías. Seguir estas recomendaciones al pie de la letra ayudará a frenar la inflamación crónica antes de que se extienda por todas partes, y a aliviarla si está presente. Hablando de bacterias…

Infecciones

Sabemos desde hace tiempo que otra causa de inflamación, la infección sistémica, puede ocasionar problemas cognitivos que se asemejan a la demencia. En el diagnóstico de demencia, rutinariamente revisamos a nuestros pacientes para ver si existen infecciones bacterianas o virales como infecciones del tracto urinario, herpes o enfermedades transmitidas sexualmente, como sífilis o VIH. Otras condiciones que debemos monitorear son el virus Epstein-Barr, la enfermedad de Lyme y la babesiosis. Si descubrimos algún hallazgo positivo lo abordamos de inmediato, lo cual suele mitigar cualquier síntoma cognitivo.

Tradicionalmente, este tipo de infecciones han sido consideradas como algo que debe descartarse durante el proceso de diagnóstico. Después de todo, gracias al sistema de defensa incorporado del cerebro, conocido como la barrera hematoencefálica, estos patógenos son incapaces de introducirse en el cerebro. Sin embargo, las investigaciones más recientes muestran que quizás hayamos subestimado el problema al ignorar un factor clave. A medida que envejecemos, la barrera hematoencefálica pierde fuerza, por ende más virus y bacterias consiguen atravesar y alcanzar el cerebro, y pueden acelerar el avance del alzhéimer, quizás incluso son capaces de desencadenar su aparición.19

Este último descubrimiento es relevante para hombres y mujeres, pero con una excepción: en primer lugar, las mujeres son más susceptibles a las infecciones. Por ejemplo, las mujeres sufren síntomas de gripe más severos que los hombres, pese a que en realidad suelen albergar menos virus (¡y suelen quejarse menos!). Las mujeres también tienen mayor riesgo de desarrollar infecciones del tracto urinario. Esto se debe a que las infecciones pueden desestabilizar nuestro equilibrio hormonal, provocando que nuestros ciclos se descontrolen.20 Este desequilibrio debilita nuestra respuesta inmunológica, volviéndonos más vulnerables a nuevos gérmenes y más inflamación. No puedo evitar pensar que la relación entre la inflamación y el alzhéimer adquirirá mayor importancia a medida que desentrañemos las asociaciones entre las toxinas y la disrupción que provocan en el cuerpo y en el cerebro. Pronto ahondaremos en ello.

Depresión

La depresión es un problema médico serio que tiene un impacto muy directo en las mujeres. En casi todas las culturas, es muy común atribuir el mal humor de una mujer a sus hormonas. Incluso cuando las mujeres están teniendo un mal día o respondiendo a estresores externos extremos o violentos, comúnmente se les reprende o hace burla, y la gente suele atribuir su estado mental al síndrome premenstrual o a algún otro tipo de alteración hormonal. Ésta es una conversación que requiere actualizarse.

Contrariamente a la creencia popular, la depresión clínica no es una “parte normal de ser mujer” ni una “debilidad femenina”. Las enfermedades depresivas son problemas médicos serios que afectan cada año a más de 19 millones de adultos estadunidenses de dieciocho años y mayores (de los cuales 12 millones son mujeres).21 La depresión puede ocurrir en cualquier mujer, en cualquier momento y por diversas razones, como factores de desarrollo, reproductivos, hormonales y sociales, incluyendo el estrés laboral, las responsabilidades familiares, los problemas económicos y, por supuesto, los múltiples roles y expectativas que deben cumplir.

El resultado es que las mujeres tienen el doble de posibilidades de desarrollar depresión que los hombres, una diferencia que surge en la pubertad y empeora durante la menopausia.22 Aunque la menopausia no causa depresión, muchas mujeres, incluso aquellas que nunca en su vida la han padecido, experimentan síntomas depresivos y fragilidad emocional durante la transición. Esto es preocupante porque la depresión en la mediana edad también es un factor de riesgo para desarrollar alzhéimer. Aunque esto aplica para ambos sexos, el riesgo parece ser mayor en las mujeres. Por ejemplo, en una evaluación a 6,000 mujeres, muchas de las cuales estaban en edad menopáusica, los síntomas depresivos fueron asociados con un riesgo doble de desarrollar deterioro cognitivo leve y demencia en el futuro.23

De manera importante, la depresión es una enfermedad médica perfectamente tratable. Desde la terapia psicológica, medicamentos o un estilo de vida más saludable, existen muchas opciones disponibles. Así como la depresión afecta a cada persona de manera distinta, no existe un tratamiento “único” para curar a todos. Lo que funciona para una persona podría no funcionar para otra. Al informarte lo mejor posible, podrás encontrar tratamientos que te ayuden a superar la depresión, sentirte feliz y recuperar la esperanza. Más adelante ahondaremos en ello.

RIESGOS HORMONALES

Enfermedad tiroidea

La tiroides es una pequeña glándula con un gran trabajo: libera las hormonas llamadas triyodotironina (T3) y tiroxina (T4), que controlan el metabolismo del cuerpo. A veces, la tiroides produce estas hormonas en exceso (hipertiroidismo), provocando síntomas como pérdida de peso, taquicardias y temblores en las manos; a veces no las produce en cantidad suficiente (hipotiroidismo), causando los síntomas opuestos: aumento de peso, frío en exceso y baja frecuencia cardiaca, entre otros.

Resulta que las mujeres son más propensas que los hombres a tener problemas con la tiroides. Una de cada ocho mujeres experimentará estos problemas en su vida.24 Los padecimientos tiroideos también pueden interferir con los ciclos menstruales, ocasionando dificultades durante el embarazo y la menopausia. Asimismo, la enfermedad tiroidea puede ocasionar problemas cognitivos que imitan los síntomas de la demencia leve, razón por la cual, como veremos más adelante, la función tiroidea se monitorea rutinariamente durante la evaluación clínica de la demencia.

Embarazo y menopausia

Como hemos mencionado a lo largo de este libro, nuestras hormonas influyen en la salud y el bienestar de nuestro cerebro todos los días. Por lo general, estos efectos son sutiles y difíciles de precisar, excepto durante la ovulación o justo antes de la menstruación. Si eres como yo, seguro tienes una estrategia personal cuando llega ese momento del mes (en mi caso, se trata de una reserva de emergencia de chocolate). Sin embargo, este libro pretende ayudar a las mujeres a desarrollar estrategias a lo largo de toda su vida (y eso también incluye chocolate).

Esto es crucial, dado que existe evidencia creciente de que exponerse al estrógeno de por vida podría ser un indicador importante de salud cognitiva de largo plazo en las mujeres. En otras palabras, cuanto más tiempo circule el estrógeno en el cuerpo de una mujer y más duren sus años fértiles, tanto ella como su cerebro parecen conservarse25 más jóvenes y sanos.

El lapso de vida fértil de la mayoría de las mujeres suele durar cuarenta años. Algunas mujeres tienen lapsos más largos, lo cual por lo general significa que desarrollaron su ciclo a una edad temprana, antes de los trece años, y atraviesan la menopausia más tarde de lo normal, en sus cincuenta medios o altos. En el otro lado del espectro están las mujeres que tienen lapsos fértiles relativamente cortos, en algunos casos tan cortos como quince años. Los lapsos más breves pueden deberse al inicio de la menstruación más tarde de lo normal y llegar a la menopausia más pronto (ya sea de forma natural o debido a una cirugía). Entonces resulta que cuanto más tiempo sea fértil una mujer, su riesgo de padecer enfermedades relacionadas con la edad será menor (mientras que un lapso fértil más corto está asociado con un riesgo potencialmente mayor de padecer deterioro cognitivo26 e incluso demencia).

En los siguientes capítulos dedicaremos tiempo a revisar los factores que pueden fortalecer tu salud hormonal, retrasando así la menopausia. También analizaremos algunos factores negativos a tener en cuenta, sobre todo aquellos relacionados con la menopausia precoz.

Por último, los dos momentos más sobresalientes en la vida reproductiva de la mujer, el embarazo y la menopausia, están acompañados de enormes cambios hormonales que pueden tener efectos igual de grandes en el cerebro. Dada la importancia que tienen el embarazo y la menopausia en la salud de una mujer, y el gran estigma que aún existe en torno a sus efectos sobre la mente femenina, el capítulo 4 está dedicado en su totalidad a estos estados (¡porque seguro pasarás por uno de ellos!).

RIESGOS RELACIONADOS CON EL ENTORNO

Y EL ESTILO DE VIDA

Nuestro cuerpo posee una capacidad notable para recuperarse de los agravios, siempre y cuando no debilitemos sus defensas constantemente al introducir nuevos agresores provenientes del exterior. Es aquí donde nuestro entorno y estilo de vida entran en juego. Un ambiente contaminado y un estilo de vida poco saludable son una fuente incesante de problemas con los cuales el cuerpo tiene que lidiar, y ambos tienen un impacto concreto sobre la salud cognitiva. Su impacto en las mujeres es notablemente distinto al que tiene sobre los hombres. He aquí un adelanto.

Por principio, una alimentación saludable es crucial para proteger nuestro cerebro sin importar nuestro sexo (pero resulta que las mujeres requieren una dieta más específica y, en algunos casos, suplementos especiales. Por otro lado, la falta de actividad física ha sido fuertemente asociada con un mayor riesgo de deterioro cognitivo en ambos sexos), pero las mujeres suelen ser menos activas físicamente que los hombres, lo cual puede llevarlas a padecer aún más las consecuencias de un estilo de vida sedentario.

Otro factor del estilo de vida que puede aumentar el riesgo de alzhéimer en mujeres y hombres es un menor grado de educación y la falta de logros ocupacionales. Sin embargo, históricamente las mujeres han tenido menos oportunidades de acceder a la educación superior y al mercado laboral, lo cual actualmente contribuye a la mayor prevalencia de alzhéimer en mujeres. Por supuesto, las cosas están cambiando en casi todo el mundo, y con suerte ayudará a proteger a las nuevas generaciones de mujeres contra esta gran desventaja. Por otro lado, la estimulación intelectual es igual de crucial para mantener nuestro cerebro activo y una poderosa herramienta preventiva para el deterioro cognitivo. Todos estos factores pueden ajustarse y corregirse, sobre todo porque puedes controlarlos tú misma. Más adelante veremos exactamente cómo hacerlo.

También hablaremos acerca del estrés, el sueño, las interacciones sociales, el tabaquismo, la exposición a toxinas y las reacciones a medicamentos, así como sobre los múltiples factores culturales y sociales que terminan por impactar más a las mujeres. Un ejemplo obvio de esto es la “carga de la cuidadora”, una condición que afecta a más mujeres que hombres, ya que es más probable que las mujeres tengan que desempeñar el rol de cuidar de otros familiares, enfermos o no.

¿Qué ocurre con los hombres?, ¿acaso existe algún factor que los afecte a ellos en específico y deje indemnes a las mujeres? Resulta irónico descubrir que el principal factor que se sabe aumenta el riesgo de alzhéimer en hombres más que en mujeres es… que carezcan de una mujer en su vida. Los hombres que nunca han estado casados o los viudos tienen mayor riesgo de desarrollar la enfermedad en comparación con hombres casados o “en pareja”, y también las mujeres solteras o viudas.27 Esto podría deberse a que, tradicionalmente, las mujeres han sido las encargadas de cuidar a la familia, al asegurarse de que todos se alimenten bien, y de atender a sus cónyuges enfermos cuando se presenta la ocasión. Por supuesto, cabe la posibilidad (y resulta lógico) de que estar en una relación amorosa sea lo que realmente establezca la diferencia, sin importar el género de la persona con la que se está. No obstante, las cifras hasta ahora indican que las mujeres son verdaderas profesionales en el cuidado de otros. Mi esperanza es que este libro sirva para que todos aprendamos a cuidar mejor de nosotros mismos.

De acuerdo, ahora respiremos profundo… ¡ya hemos escuchado y superado algunas estadísticas difíciles! Podríamos comer un poco de chocolate (¿o quizá tomar algo más fuerte?) y escuchar algunas buenas noticias: todos los factores de riesgo que hemos visto hasta ahora pueden gestionarse y, en muchos casos, revertirse por completo. En los capítulos siguientes discutiremos una serie de estrategias que de manera comprobable impulsan nuestra memoria, calman nuestros estados de ánimo, mantienen nuestros niveles de estrés bajo control y reactivan nuestro metabolismo. Estas prácticas, diseñadas específicamente para las mujeres, nos ayudan y mantienen nuestro cerebro femenino feliz, bien nutrido y revitalizado.

El cerebro XX

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