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ОглавлениеLo que don Carlos me contó
La salida de Reinosa
Mi aita, como llamamos a papá en euskera, vivía en Reinosa con su hermana Rosy y con su abuela, porque su madre había muerto cuando él tenía solo 3 años. Tiempo después le surgió una oportunidad de trabajo con su tío Dulce, que era el padre de Isa, la prima segunda de mi padre, una mujer de gran fortaleza, colaboradora incondicional y extraordinaria persona.
Dulce abrió una carbonería en Ávila. Don Carlos se fue allí y empezó a trabajar durante varios años. Aprovechó para estudiar, pero sus notas no terminaban de ser satisfactorias. Padecía el síndrome de Marfan, un trastorno hereditario que afecta al tejido conjuntivo, es decir, las fibras que sostienen y sujetan los órganos y otras estructuras del cuerpo. El síndrome de Marfan afecta más frecuentemente a los vasos sanguíneos, al esqueleto, al corazón y a los ojos. Don Carlos no veía muy bien y tenía el corazón más grande de lo normal, algo que no me sorprendió, ya que siempre fue un hombre de gran corazón, en el sentido más emocional.
Se le presentó la oportunidad de ir a trabajar para una compañía de seguros de Gijón. Se convirtió en vendedor de seguros, un extraordinario corredor de pólizas. Don Carlos llevaba la venta en la sangre. Le encantaba tratar con las personas, negociar, encontrar puntos de acuerdo, sabía cuándo renunciar a algo para ganar otra cosa. Desde que yo era niña, negociábamos todo el tiempo: primero con pequeñas cosas; horarios, viajes de familia, reglas de la convivencia... Luego lo haríamos con cosas más serias. Yo estaba aprendiendo con el mejor de los maestros. Lo cierto es que obtuvo muy buenos resultados vendiendo las pólizas que se sabía de memoria, pues no veía casi nada.
Don Carlos era sumamente intuitivo, lo que se sumaba a su gran potencial como empresario. Sabía, como dice Peter Drucker, que «la oportunidad puede estar en cualquier lado, sólo hay que estar expectante, observar». Era un hombre inquieto que pensó: «si soy capaz de generar resultados para otros, ¿por qué no hacerlo para mí mismo?» Ser un emprendedor es, sin lugar a dudas, una cuestión de actitud. No tenía estudios suficientes, no veía bien, carecía de recursos económicos, pero tenía el mejor de los activos: la actitud de atreverse e ir adelante con respeto y sin miedo.
En el mercado apareció un nuevo producto: los primeros colchones que se hacían con cola de látex proveniente de las ruedas de los coches Peugeot. De inmediato se despertó su olfato de negocio y quiso incursionar en esa industria. Significaba un proyecto innovador y un salto importante en su carrera profesional. Pero debía resolver algo muy importante: su problema de visión. Una limitación que le impedía estudiar y trabajar.
Marchó a Barcelona a operarse con un gran oftalmólogo, el Doctor Barraquer. Allí conoció a Carmen, mi madre, mi ama (como decimos en euskera), una mujer brillante, incansable en su búsqueda de la felicidad. Mi padre se operó y aprendió todo lo que podía saberse sobre los nuevos colchones. Partió a Bilbao para desarrollar el modelo de negocio que le daba vueltas en la cabeza. Hombre emprendedor, luchador incansable, curioso y muy intuitivo obtuvo, a través de la venta de colchones, los recursos necesarios para montar Laxy, la fábrica de colchones.
Se va a vivir con su tía Domi a Bilbao, a mi tierra, la que me ve nacer, deja a su hermana Rosy y a su abuela en Reinosa, y va a desarrollar su modelo de negocio de colchones en esta ciudad, donde considera que hay proyección del negocio. Sin embargo, recién operado, también busca, de alguna manera, el calor de un hogar, ya que sus recursos eran muy limitados, tanto los económicos como los emocionales. Era un hombre solitario que iba y venía en función de la necesidad y de su gran olfato. La intuición de mi padre era un rol innato, natural, impresionante. Y así es como monta la fábrica de colchones Laxy en Bilbao y empieza a vender los primeros artículos de descanso.
Don Carlos era todo un emprendedor, viajero, luchador, investigador, que nunca paró de buscar, ni en lo espiritual ni en lo personal.