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Leí más libros. Me entrevisté con todo aquel que hubiera seguido el caso. Frecuenté el círculo de interesados en el tema, un grupo aparentemente heterogéneo de abogados, escritores, cineastas, psicólogos y periodistas, algunos de los cuales habían arropado y adoptado a uno o dos excolonos, dándoles un lugar en su obra, en sus preocupaciones, algunos pocos hasta en su casa, como Fernández.
Comenzaron a reconocerme como uno de los suyos y me invitaban a algunos eventos: la presentación de un libro, el cumpleaños de una excolona, una lectura de cargos en los tribunales, hasta una visita a la cárcel...
“Tú te sales de la secta pero la secta no sale de ti. Y lo descubro cada día en cosas muy triviales. La manera en la que tiendo la ropa, por ejemplo. En cómo hago la cama. Incluso la manera en la que camino. Cuando camino, no sé si debo pisar o no los rayados de las baldosas. Inconscientemente pienso: ¿seré castigado o no?”, me dijo Efraín, un excolono, en uno de esos actos melancólicos y solitarios. Se trataba de la presentación de un libro de dos periodistas jóvenes. No los conocía pero Fernández me recomendó que los entrevistara, era el libro más completo escrito hasta el momento sobre el tema.
Uno de los periodistas me presentó a Kay (o Klaus, otro excolono, un señor elegante y muy alto, de unos 40 años), que me tomó del brazo como si yo fuera una antigua amiga, o una sobrina, y me llevó caminando hacia la mesa donde servían el vino. A los pocos minutos me confesó que lo habían contactado para una película. Él tenía el archivo más completo sobre la colonia y los cineastas lo querían como asesor. Yo tenía entendido que el archivo más completo estaba en Hamburgo, en casa del primer colono fugado, Wolfgang Knesse, pero él meneó la cabeza e hizo una mueca de desagrado.
–Lo que les he dicho a estos muchachos cineastas es que yo aporto toda la información, pero que ellos podrían darme un papelito en el filme. ¿No le parece justo?
La última parte de la conversación fue escuchada por otro alemán, un poco más joven, no sé bien quién era, nadie me lo había presentado. Se acercó entusiasmado preguntando si él también podía reclamar algún rol, podía hacer del doctor, se parecía mucho, todos se lo decían.