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V

Nunca fui una cinéfila empedernida ni tampoco soñé con ser guionista y menos con ganarme la vida escribiendo películas. Me gusta el cine, ¿a quién no? Yo quería escribir, solo eso. Y la gran oportunidad había llegado en forma de guión. Un guión que era un regreso a mi país. Después de tantos años de exilio y de tanto tiempo dando vueltas por el mundo, la historia de una pequeña comunidad sometida a un régimen tiránico en el sur de Chile era una manera de volver al país en que nací.

Sin embargo, igual que llegaban las oportunidades, se iban.

Desde Los Ángeles, California, mi productor me informó que Dignity tenía que aplazarse indefinidamente. Les había caído un proyecto enorme en Hollywood, una superproducción de verdad, con un gran estudio, y no le quedaba más remedio que concentrarse en ello. Entendía que yo no pudiera esperarlo. Me aconsejaba seguir moviendo el proyecto con otro productor, me recomendaba a su exmujer, que tenía contacto con unos productores alemanes, tal vez con ellos podría desarrollarse. Estaba seguro de que alguien lo tomaría. Era una película que tenía que hacerse.

Entonces, hasta ahí llegaba la cosa.

Había sido un año lindo, me dije. Un año agradable: sentarme todos los días a escribir, lo que siempre soñé: escribir, viajar, investigar, esas cosas.

Ahora recuerdo el glamour y el lujo de Londres, todo lo que no tengo ahora. Estoy en la cama de un hotel de mierda en un pueblo de mierda, justo al lado (una burla terriblemente cruel) de lo que iba a ser mi gran oportunidad, y no puedo evitar darle vueltas a todo lo que pudo haber sido y no fue. No vale la pena pensarlo, pero si la película hubiera resultado, ¿tendría mi vida resuelta? ¿Viviría como mi productor, entre Londres y Los Ángeles? De seguro, no tendría que dar talleres en pueblos del fin del mundo.

Yo usé 14 años la misma ropa, un solo pantalón. ¿Cuántos parches tenía? No los conté pero estaba parchado por todos lados. Y si trabajando o pescando me manchaba o me mojaba, no había nada para cambiarme.-

Franz Baar,excolono

Me entregaron un pantalón a los 15 años. Y lo tengo hasta ahora. Hasta los 25 años toda la ropa de las mujeres es común, y había que ir donde una señora y pedirle lo que necesitábamos, una blusa, una falda. Cuando cumplí 25 años, me entregaron una ropa para guardarla. Los hombres, hasta los 40 años tienen que ir a pedir cada cosa, una camisa, un pantalón. Era cómodo. Nos la lavaban, y la arreglaban cuando algo estaba roto.-

Ingrid Szurgelies,excolona

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