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Capítulo 1

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Karen cogió la cámara que le tendía su ayudante, Denise, y enfocó a las dos modelos, que permanecían estáticas bajo las luces de los focos. Los disparos comenzaron a sonar mientras ella se movía de un lado a otro. Apoyaba una rodilla en el suelo o bien se acercaba más y más a las chicas haciéndole indicaciones con la mano para que se juntaran o se separaran. Por un instante permaneció de pie sin mover uno solo de sus músculos. Solo sus ojos de color claro escrutaban los rostros de las chicas. Asintió y se volvió hacia su ayudante para devolverle la cámara.

—Vale, ya está bien por hoy —le dijo a esta con una sonrisa antes de dirigirse a las modelos—: Chicas, hemos terminado. Creo que con la cantidad de fotos vuestras que tengo le bastará al cliente. Buen trabajo, y gracias por aguantarme.

—¿Por aguantarte? —Denise elevó una ceja.

—Sabes que soy muy pesada en mi trabajo. Llevamos toda la mañana.

—Muy exigente, que no es lo mismo. Pesada serías si hicieras que las modelos se movieran aquí y allá para nada. Que no encontraras el enfoque adecuado, que tuvieran que retocarles el maquillaje, el peinado… No sé, cosas de ese estilo —le resumió encogiéndose de hombros—. Pero tú siempre tienes claro lo que quieres desde que pones un pie en el estudio. De todas formas, ellas están acostumbradas a todo eso. Es su trabajo también.

—Me pongo el listón muy alto. Eso es todo.

—Por eso mismo te has ganado a la crítica. Tienes un prestigio que mantener y hay pocos profesionales como tú. En serio. ¿Quién ha llegado a tener tantas portadas en revistas de todo tipo? ¿A quién llaman los diseñadores más prestigiosos de la actualidad?

—Gracias por agrandar mi ego. Pero me limito a disfrutar con lo que hago. —Karen se apoyó contra la mesa, se apartó algunos mechones morenos del rostro y sonrió cruzando los brazos a la altura del pecho.

—Por eso mismo has llegado a la cima. El mundo de la moda te respeta. Te quieren en sus campañas. Insisto en que has publicado imágenes en las revistas de viajes y de naturaleza más conocidas. Has expuesto tus propias fotografías en espacios reservados a los grandes. —Miró a su amiga y jefa con las cejas elevadas esperando que la contradijera. Pero Denise sabía que no podría hacerlo porque no le estaba contando nada que no fuera cierto, ni que ella misma no supiera.

—¿Has acabado de adularme? Porque, si es así, te invito a comer. Ah, y que sepas que parte de mi éxito se debe a que cuento con la mejor ayudante del mundo. Siempre tienes el equipo a punto para captar la mejor imagen. Y un consejo para mejorarla. Y eso, lo creas o no, es muy importante para mí. Y ahora, deja que te eche una mano para recogerlo todo. De ese modo nos podremos ir antes.

Denise se limitó a sonreír.

Minutos después, las dos chicas comían en una brasserie en el barrio Latino de París.

—¿Cuál es el siguiente encargo que tienes? ¿Te ha comentado algo Nora?

—Solo por encima. Algo importante para la agencia. Tengo que pasarme después por las oficinas.

—Esperemos a ver de qué se trata.

—Conociéndola… —Karen rodó sus ojos dándole a entender a su amiga lo que pensaba al respecto de ello—. Sabes que en ocasiones le gusta exagerar. —Sonrió porque sabía cómo era Nora. Le gustaba anunciar las propuestas a bombo y platillo para dar publicidad a la agencia.

—Deberías cogerte vacaciones. Estamos en verano. Lárgate lejos y disfruta. No creo que haya mucho trabajo en esta época del año. Se te están pasando los años.

—No sé lo que son desde hace… —Resopló mirando a Denise—. Lo que sucede es que mi trabajo va ligado en parte a estas porque, cuando llegan los meses de verano, me marcho lejos a trabajar.

—Sí, a trabajar para alguna publicación de viajes. Tienes que pisar el freno, Karen. Disfrutar un poco más de la vida, de los amigos, de tu pareja…

—Ya lo hago. De vez en cuando me pierdo por ahí lejos. O acudo a las concentraciones de motos que me pillan cerca de París. Ya me conoces, soy un espíritu inquieto. —Movió sus cejas arriba y abajo con celeridad y rio divertida.

—¿Y qué pasa con Vincent? Ya sé que es un tema delicado, pero hace tiempo que no me cuentas nada.

Karen esbozó una media sonrisa mitad ironía, mitad decepción. Cogió la copa de vino y dio un sorbito para aclarar la garganta.

—¿No irás a salirme con que se me pasa el arroz? —Karen entornó sus ojos oscuros hacia su colega y sonrió con malicia—. Vincent y yo queremos cosas diferentes. Somos como el mar y el cielo, parece que se tocan, que incluso se unen, pero nada más lejos de la realidad. Soy consciente de que mi trabajo es complicado. Viajes a cualquier parte, estancias de días o semanas en otras ciudades… Y él no puede seguir mi ritmo. —Ella bajó la mirada hacia el pie de la copa que movía entre sus dedos—. Prefiere una vida más acomodada en su despacho. Es así. —Abrió los ojos como platos y sonrió—. ¿Y tú, que me cuentas de tu vecino? Ese que toca el violín y da clases en el conservatorio, ¿eh?

Denise sonrió al pensar en él y el calor inundó su rostro, al mismo tiempo que se le formaban dos hoyuelos en las comisuras.

—Nos saludamos cuando nos vemos, charlamos en el descansillo, en el portal…

—¿Pero…?

—Bueno, un día pasó por casa para preguntarme si le molestaba que practicara con el violín.

—¿Y qué le dijiste?

—Que para nada lo hacía. Al contrario, le aseguré que me encantaba escucharlo porque me relaja bastante.

—Para otra vez que llame a tu puerta, pídele que te dé un concierto privado. —Karen le guiñó un ojo en complicidad.

—Ya, claro… —ironizó Denise.

El sonido de su móvil captó la atención de Karen, lo cogió y resopló cuando leyó el nombre en la pantalla.

—La jefa —le informó a Denise antes de contestar a la llamada—. Dime, ¿qué sucede?

—¿Habéis acabado por hoy?

—Sí, hemos terminando con la sesión. Si me llamas por las fotografías, luego las reviso y te envío las más aceptables para el cliente. Denise y yo estamos en plena comida en el barrio Latino.

—Eso es lo de menos. Necesito que vengas a la oficina cuanto antes. Tengo que hablarte de la propuesta que te he comentado, y que es muy atractiva e interesante.

—Me pasaré en un momento.

—Más te vale. He de dar la confirmación al cliente esta misma tarde o llamarán a otro.

—Entendido. Estaré allí en veinte minutos.

—Que sean mejor quince o diez.

—Sí, vale. Lo que tú digas…

Karen frunció el ceño e hizo un mohín con los labios dando a entender a Denise que Nora parecía cabreada.

—Quiere que esté allí en diez minutos.

—Pues vámonos —le instó ella haciendo un gesto con el mentón para que terminara.

Pero Karen se limitó a sonreír. Luego extendió el brazo con la mano abierta hacia su ayudante y sacudió la cabeza.

—No tengas tanta prisa. Que espere un poco. El cliente no se va a ir a ninguna parte, ni se va a echar atrás si tanto interés tiene en que me haga cargo de su trabajo. Es una estrategia de Nora.

—Estás muy segura de ello.

—Los años y la experiencia me lo han enseñado —le aseguró guiñándole un ojo y apurando el vino antes de llamar la atención del camarero para pagar.

—¡¿Una boda?!

Karen se quedó perpleja al escuchar a Nora referirse a ese nuevo proyecto tan importante. ¿Una boda? Repitió en su mente sin terminar de creer que hubiera escuchado bien.

—Es la propuesta que nos han hecho. Mejor dicho, que te han hecho, porque preguntaba expresamente por ti.

—Pues que vaya otro. Yo no me dedico a sacar fotografías de novios. Ya lo sabes —le dejó claro señalándola con su dedo.

—¿Qué problema tienes con las bodas, si puedo saberlo?

—Ninguno. Solo que no me dedico a celebraciones de ese tipo.

—El cliente ha preguntado por ti, insisto. Y va a pagar una buena cantidad de dinero. Necesitamos este encargo en la agencia. Y te vendrá bien cambiar el registro de tus trabajos. Él correrá con todos los gastos de desplazamiento y alojamiento.

Karen frunció el ceño y apoyó las manos sobre la mesa mirando a Nora con sorpresa e incredulidad al escuchar aquellas últimas palabras.

—Un momento. ¿Has dicho gastos de viaje y alojamiento? No es aquí en París, entiendo.

—No. Por eso mismo deberías dejarme llegar al final de lo que tengo que decirte antes de dar tu opinión y rechazarlo de plano. Pero, como de costumbre, te anticipas; algo a lo que me tienes acostumbrada, y que ya no me sorprende lo más mínimo. He tomado la determinación de dejarte hablar y hacer oídos sordos a tus protestas antes de darte toda la información.

Nora cruzó las manos y posó los codos sobre la mesa dejando su mirada fija en Karen. Esta era impetuosa, rebelde, decidida, todo un portento en su trabajo. Pocos lograban unas imágenes como ella, la verdad. Por eso solo la llamaban las grandes marcas y las firmas de ropa para sus campañas de moda. Su caché era alto y pocos podían permitírselo. Claro que su trabajo lo valía cuando acababa y entregaba las fotografías. Y no tenía ni treinta años. Nora le auguraba un futuro muy prometedor…

Ella apartó las manos de la mesa y las dejó en alto en señal de rendición.

—De acuerdo. Cuéntamelo.

—Digamos que tu cuartel general estará en Inverness…

—Eso está en Escocia —le interrumpió nada más escuchar el nombre de la ciudad—. En las Tierras Altas.

—Sí. Tendrás que desplazarte desde allí para la boda.

—¿Dónde?

—A Eilean Donan. Supongo que lo conoces por haberlo visto en películas, series de televisión, guías turísticas y demás. Uno de los castillos escoceses de más renombre. Por cierto, ahora que lo pienso, nunca he visto una fotografía tuya de este.

Karen cogió aire y apretó los labios. ¡Era cierto, el castillo de Eilean Donan era uno de los pocos lugares que no había fotografiado! Y se le presentaba la oportunidad de hacerlo.

—Ah, eso es porque no he estado allí.

—Pues esta es tu oportunidad de hacerlo. ¿Vas a dejar escapar la posibilidad de conocerlo y no fotografiarlo porque se trate de una boda? —Nora le hizo la pregunta con un tono de sorna y sorpresa que a Karen le provocó una carcajada.

—Tratas de ponerme los dientes largos con tu puesta en escena. El cliente debe de ser muy rico para organizar una boda en un sitio así, ¿no?

—Es dueño de una destilería en aquella región. Pero a nosotros no nos incumbe su patrimonio. Él te quiere en la boda de su hija.

—¿Cuándo se supone que tengo que estar allí?

—Dentro de tres días.

—Pero es algo precipitado. Me refiero a organizar el viaje, llegar a Escocia, ir al castillo…

—Ha enviado billetes de avión, para Denise y para ti. Supuse que no querrías ir sola.

—Por supuesto. No acepto un trabajo sin ella. Ya lo sabes.

—Os han reservado una habitación en un hotel céntrico en Inverness. Alguien os irá a recoger al aeropuerto y os llevará a este. Por cierto, tenéis que hacer escala en Londres. No hay vuelos directos a la capital de las Tierras Altas desde aquí. Lo verás todo en el dosier que ha enviado el cliente, y que ya debes de tener en la bandeja de entrada de tu cuenta de correo.

—¿Nos espera alguien de la propia familia?

—Solo sé que el contacto es un tal Andrew McFarland. Es posible que se trate de un hijo; por el apellido. El cliente se llama Roger McFarland. Tenéis todos los gastos cubiertos durante una semana. Quieren que estéis con tiempo suficiente para visitar el castillo y prepararlo todo.

—De acuerdo. Todo parece estar bien claro. Llevaré mi propio equipo.

—Como quieras, ellos me han comentado que podrían prestarte uno. Lo que no podrás llevarte es tu moto, como puedes suponer —le recordó entre risas—. Confío en que puedas pasar sin ella la semana que estés en Inverness.

—Siempre puedo alquilar una para ir al castillo. Sabes que soy una mujer con suficientes recursos —la retó con ironía haciendo ver que así era.

Ya lo había hecho en algunas de las ocasiones en las que había estado en otros países y continentes. Tenía decisión y recursos para lograr lo que se proponía.

—Como quieras. ¿Alguna cuestión relacionada con este trabajo?

—Ninguna por el momento. Echaré un vistazo al dosier que me has enviado. Si se me ocurren te las iré haciendo sobre la marcha.

—Perfecto. Cerramos el tema de Escocia hasta nueva orden. Otra cosa, ¿qué tal la sesión de fotos de hoy?

—Todo controlado. Veré las que merecen la pena y te las enviaré para que las vea el cliente.

—Estupendo. Ya verás cómo al final me agradecerás este trabajo en Inverness.

—Lo único atractivo que veo en este son los parajes de la región a la que vamos y el castillo de Eilean Donan, por supuesto —ironizó Karen segura de lo que decía.

—Aprovechad Denise y tú para conocer la región, como bien dices. Por cierto, ¿irá Vincent?

—Acabas de decirme que han enviado dos billetes de avión. Uno es para mí y el otro para Denise. —No dio opción a Nora a que dijera nada más.

—Pero él podría reservar uno. Y una habitación en el hotel en el que os alojéis Denise y tú.

—Ni me molesto en comentárselo.

—¿Marchan bien las cosas? Sabes que puedes contar conmigo…

Karen asintió con una mueca irónica.

—Descuida, lo sé. Solo que no hay mucho que contar. Ambos queremos cosas distintas, ya te lo he contado en alguna que otra ocasión. Cada día nos distanciamos más.

—Está bien. Estaremos en contacto antes de que os marchéis.

—Te mando las fotos en cuanto llegue a casa.

—De acuerdo.

Karen salió de la oficina y caminó sin rumbo durante una hora. La verdad era que no sabía qué pensar de todo aquello. ¿A quién no le gustaría ir a las Tierras Altas escocesas y fotografiar sus parajes? Ni qué decir de visitar Eilean Donan, aunque fuera para asistir a una boda en este. Rechazaba fotografiar las celebraciones de todo tipo, pero en especial las bodas. No creía en estas después de presenciar el desastroso matrimonio de sus propios padres. Eso de para toda la vida… Lo sentía, pero no creía en ello. Tal vez por ese motivo siempre había tenido relaciones con hombres que pensaban como ella; nada de compromiso. Y si en algún momento atisbaba una sola señal de que a su pareja se le pasaba por la cabeza formalizar la situación, entonces… comenzaba la fase de enfriar la relación. Eso se le daba de maravilla. No quería ataduras, ni sentimentalismos, ni nada que se le pareciera. Siempre iba con la coraza puesta cuando conocía a un hombre que parecía mostrar interés en ella. Casi hasta agradecía que Vincent estuviera perdiendo el interés en ella. Resopló cuando sintió una ligera opresión en su pecho que le hacía respirar con dificultad.

Tendría que llamar a Denise para contarle la noticia. A ver qué le parecía. Suponía que esta no pondría ningún reparo; al contrario, podría imaginar la cara que pondría. Se le iluminaría el rostro. Y en cuanto a Vincent… Se mordió el labio con gesto pensativo. ¿A qué venía la sugerencia de Nora de contárselo e incluso pedirle que las acompañara? Se preguntó gesticulando en mitad de la calle mientras algunos peatones se la quedaban mirando. No tenía sentido hacerlo. No cuando llevaban algunas semanas sin apenas comunicarse, porque era lo que hacían a través del móvil. Mejor así.

Llegó a casa y se puso a seleccionar las fotografías de las modelos que eran aptas para el cliente. Luego se las enviaría a Nora, y llamaría a Denise. Pero no hizo falta porque esta se le anticipó.

—Iba a llamarte ahora mismo. Estoy revisando las fotos de la sesión de esta mañana. —Había pulsado el altavoz de su móvil y lo había colocado en la mesa baja del salón. De ese modo ella podría ir trabajando en las imágenes.

—Genial. ¿Qué te ha contado Nora del nuevo proyecto?

—Se trata de hacer el reportaje de una boda.

—Vaya…

El tono de falta de emoción impregnó la respuesta de Denise. Lástima que ella no pudiera ver la cara que tenía Karen. Una sonrisa traviesa bailaba en sus labios porque era consciente de cómo iba a cambiar de parecer en cuanto le dijera dónde tenían que irse.

—Todavía no te he dicho dónde es, de manera que siéntate si te pillo de pie porque no te lo esperas.

—¿Qué pasa, que no es aquí en París?

—¿Qué tal tu inglés, o tal vez sería mejor especificar un poco, tu escocés? Ya sabes que tienen sus propias palabras para diferenciarse de los ingleses. —Karen seguía trabajando en las imágenes de la sesión de fotos de esa mañana, pero controlaba el móvil de reojo esperando la respuesta de su amiga.

—¡¿Qué?! ¿En Escocia? Pero… pero… Habrás dicho que sí, ¿no? Sé que no eres fan de los reportajes de boda, por eso te lo comento. Pero… Es Escocia…

—No te preocupes por eso. He aceptado el encargo.

—¡Sí!

—Sabía que tu visión inicial cambiaría nada más que supieras el destino. Pues todavía no conoces lo mejor.

—¿Hay más? No creo que…

—¿Qué te viene a la mente si te digo Eilean Donan?

—¿El castillo dónde se han rodado películas, series y anuncios? ¿Me estás diciendo que la boda se va a celebrar allí mismo?

—Exacto. A ver, nuestro cliente es el padre de la novia. Ha enviado a Nora billetes de avión para Inverness, y nos ha reservado una habitación en un hotel en esa ciudad. Tenemos que coger el vuelo a Londres pasado mañana según veo en la fecha de estos. Haremos escala y cogeremos otro a Inverness. Allí nos esperan para llevarnos al hotel. Una vez allí tendremos que encargarnos de todo lo referente a la sesión de fotos, claro. Lo demás corre por cuenta de este. Espero poder concretarlo todo con el tal Roger McFarland, según dice aquí en el correo que Nora me ha enviado. Bueno, esto es, a grandes rasgos, el tema.

—Entonces, vamos a pasar unos días en las Tierras Altas de Escocia —resumió Denise.

—Así es. Eso sí, hay que currar, ya lo sabes. No vamos a hacer turismo.

—No hay problema. Curraremos a tope. Y el tiempo que nos quede libre podremos recorres los alrededores de Inverness.

A Karen le encantaba el cambio que había experimentado la voz de su colega.

—Genial. Bueno, pues eso era lo que tenía que contarte. Vete preparando la maleta.

—¿Llevaremos nuestro propio equipo fotográfico?

—Nora me comentó de pasada que ellos estaban dispuestos a facilitarnos uno… Pero sabes que soy una maniática y que prefiero trabajar con lo que ya conozco.

—Lo que tú digas. ¿Algo más que deba saber?

—Los billetes están en mi correo y del hotel no tenemos que preocuparnos. Lo único que te pido es que tengas tu pasaporte en regla.

—Descuida. Lo renové hace un par de años. Está vigente.

—Genial, pues por el momento está todo dicho. Si necesitamos algo te pego un toque. Oye, por cierto, ese violín que suena de fondo…

—Es el vecino. Está practicando.

—Pues es muy bueno.

—¡Qué me vas a contar!

—Aprovecha la melodía para relajarte. Yo voy a enviarle a Nora las fotos de esta mañana. Estamos en contacto.

—Claro. Lo que sea. Adiós.

—Adiós —dijo deslizando el dedo por la pantalla de su móvil y centrando toda su atención en su trabajo. Terminaría lo antes posible, se daría una ducha y buscaría algo de información sobre Inverness y sobre Eilean Donan, claro estaba. No le gustaría que Denise y ella se presentaran a ciegas. Al menos conocer un poco por dónde iban a moverse. Y de paso entrar en la página del hotel y echar un vistazo a este.

***

El timbre de la puerta sonó cuando terminaba de secarse el pelo. ¡Qué oportuno quien fuera! Pensó camino de esta descalza y envuelta en el albornoz. Se acercó a la mirilla y resopló cuando reconoció a Vincent esperando en el descansillo. Contó hasta cinco y abrió.

Cuando él la vio se quedó sin saber qué decir y sin poder mover un pie del sitio que estaba.

—Cierra cuando hayas entrado —le pidió caminando hacia su habitación para vestirse. ¿Qué narices hacía él allí? Llevaban tiempo sin verse y de repente se presentaba en su casa sin avisar—. ¿Qué haces aquí? —le preguntó apareciendo en el salón vestida con unos pantalones de hilo y una camiseta de manga corta. Se había recogido el pelo en lo alto con una pinza salvo por algunos mechones que caían a ambos lados de su rostro.

—¿No puedo pasar a verte? —le preguntó él mostrándose sorprendido por el recibimiento.

—¿Quieres la verdad? Después de pasarnos días enteros sin vernos y casi sin hablar… si exceptuamos algunos mensajes de WhatsApp… No te esperaba. Y que conste que no te lo echo en cara porque yo también tengo mi parte de culpa en ello.

Vincent frunció los labios y asintió.

—Me parece bien. Y ahora, dime, ¿qué tal estás? De haber sabido que ibas a recibirme desnuda…

—Desnuda es lo que tú hubieras querido. Llevaba el albornoz puesto, por si no te diste cuenta. A lo mejor estabas demasiado centrado en imaginarte si llevaba algo puesto bajo este.

—Apuesto a que no había nada excepto tú. —Vincent sonrió con sarcasmo—. ¡Te marchas a Escocia! —Hizo un gesto con la mano hacia la documentación sobre el viaje que ella tenía abierta en su portátil.

—Trabajo.

—¿Cuándo?

—Pasado mañana.

—¿Ibas a decírmelo?

—¿Para qué? No vas a venir. Como en otras ocasiones que he tenido que viajar.

—Ya. Bueno, veo que has tomado tu propia decisión.

—Vincent, no sé qué quieres que te diga salvo que cada uno de nosotros vivimos en nuestro propio mundo. Tú quieres que yo encuentre un trabajo algo más tranquilo en el sentido de viajar. Y yo no puedo quedarme sentada en una oficina viendo caer las horas.

—Lo sé, y no te pido que…

—Es inútil seguir con esto cuando ambos sabemos que no habrá el final del cuento. Y disculpa si te soy tan sincera, pero durante todo este tiempo que apenas nos hemos visto me he dado cuenta de que es inútil seguir adelante.

—Siempre he admirado tu sinceridad, Karen —le dijo con un tono irónico que buscaba hacer algo de daño.

—Es decir la verdad.

—¿Cuánto tiempo te marchas a Escocia?

—Algunos días. Lo que dure los preparativos de la boda y esta.

Vincent apretó los labios y asintió. Sabía que ella tenía toda la razón porque aquella relación no existía como tal. Los trabajos los separaban. Ella viajando para los reportajes y desfiles de moda. Y él en su bufete del que había ocasiones que pasaba por casa para darse una ducha, cambiarse de ropa y regresar. La verdad, no era una vida para tener una pareja. Para ninguno de los dos.

—Está bien. Te dejo que sigas con tu nuevo proyecto. Yo aprovecharé para ver a un cliente y comentarle un par de cosas. Disfruta de ese trabajo en Escocia. Ya me enseñarás las fotos a la vuelta. Si tenemos a bien vernos…

Ella no esperaba aquella reacción por parte de él, pero allí estaba. Una despedida como si fueran a volver a verse, o tal vez no. Porque la disculpa de que le enseñara las fotografías a su regreso era eso: una disculpa para quedar bien antes de marcharse. Tenía la impresión de que él también daba por terminada la relación. Era más, hasta pensaba que le venía bien. Una despedida fría, cortante, sin un beso, una caricia… Ni siquiera se había molestado en preguntarle a qué localidad de Escocia iba. Ni de qué iba este nuevo proyecto. Esos eran los detalles que le habían hecho ver la clase de vida y de relación que le esperaba si seguía con él. Por eso había sido lo suficientemente clara para que se diera por enterado. Y, a decir verdad, parecía que él estuviera esperándolo porque no había hecho nada por revertir la situación. Karen echaba en falta una pareja que estuviera dispuesta a pelear por ella. A hacerle ver que estaba dispuesto a que ambos acoplaran sus trabajos y sus vidas para encontrar un punto que los uniera. Ella estaba dispuesta a renunciar a algunos proyectos si veía el compromiso en su compañero.

Se quedó contemplando la puerta de su piso sin saber qué hacer. Al menos, centrarse en preparar el viaje a Escocia. Eso era lo que en verdad le tenía que importar desde ese momento.

Boda en Eilean Donan

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