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Una cartografía extraña

1.

Hay tantísimas fronteras

que dividen a la gente,

pero por cada frontera

existe también un puente.

Gina Valdés

Este proyecto surge de los sucesivos movimientos de entrada y salida a Chile en el periodo posdictatorial. Del cierre y apertura de ciclos y de revisar los propios deseos e impulsos al moverse. Surge también de la incomodidad ante las lecturas estereotipadas y simplistas en torno a lo que significa desplazarse y vivir fuera, como si salir de Chile fuese un evento siempre marcado por el binomio triunfo-fracaso. Este proyecto ha querido proponer una visión poliédrica de la experiencia migratoria, específicamente en el entorno cultural y artístico, y por tanto compleja, disímil, fragmentaria y heterogénea.

Nos encontramos en febrero de 2016 en Barcelona, defendiendo nuestra tesis doctoral con apenas un día de diferencia. No coincidimos viviendo en la ciudad en la misma época, por lo que cada una tenía una experiencia diferente en cuanto a la vida social y cultural de Barcelona. Nuestras experiencias eran diferentes pero hermanadas por las gestiones necesarias para tener papeles, vivienda, trabajo o amistad. Una de nosotras se inscribió en el doctorado en el momento que caducaba su visado; para algunas los estudios eran una posibilidad de vivir legalmente, un privilegio lleno de burocracia y papeleos institucionales que a veces parecían interminables. Cada una demoró diez años en terminar su programa de estudios. Las razones por las cuales nos demoramos tanto son múltiples: la precariedad, el tener que hacer otras cosas urgentes, tener hijes1, no contar con una beca, no tener redes, etcétera. Para las dos terminar ese proceso fue un importante cierre de ciclo. Y nos encontramos ahí, tratando de pensar en lo desconocido. Entre la alegría de finalizar y la incertidumbre de seguir, imaginamos un futuro juntas y con otras donde poder pensar en los procesos de salida (y entrada) que habíamos vivido durante los últimos quince años.

Si bien organizamos la investigación a partir de los relatos de artistas, curadoras y creadoras chilenas residentes, o que habían residido, en el extranjero, las narrativas desbordan la práctica artística porque la experiencia migratoria no es algo que se pueda circunscribir al sistema del arte. Las conversaciones con estas mujeres desplegaron una serie de eventos anecdóticos, reflexivos, políticos y subjetivos que nos han permitido repensar la relación con Chile desde otros lugares. De alguna forma estas narrativas le devuelven a Chile una imagen histórica y situada desde sus márgenes y afueras, donde la condición de extranjería no es un punto de llegada sino una procesualidad variable con muchas capas de sentido cultural, social y subjetivo que se mueven pendularmente. Apreciamos que el marco referencial del arte también se ve supeditado o entroncado como un elemento más de la existencia y sus posibilidades, como un hilo conductor que forma parte del tejido parcial de las vidas que aquí se narran, y a su vez de un tejido mayor que se configura con estas extranjerías puntuales y disímiles.

Decidimos hacer este libro y esta investigación, no centrada en el trabajo ni en la obra pública de cada una de las participantes, sino a partir de materiales autoetnográficos, memorias y eventos biográficos, sin excluir con ello la práctica artística o cultural, pero sí indagando en un tipo de materialidad sensible y social a la vez, que no tiene por fin el análisis de la producción cultural sino las elaboraciones emocionales de la historia y de la política (Ahmed 2015, 31-38). Y esto último desde la singularidad que tiene toda posición histórica de una persona, aunque sea local y situada en un contexto que resulta ajeno a los límites territoriales físicos del Estado-nación llamado Chile.

Muchas de las participantes de esta investigación han podido revisar durante este proceso los motivos y circunstancias que facilitaron la partida, el abandono y a veces la renuncia a permanecer en Chile, y también las razones de volver que ha tenido cada una, por periodos largos o cortos. Si bien hay pocos casos en los que las participantes perciben su partida como un exilio (o un sexilio), en la gran mayoría se trata de salidas que se dieron en un momento específico de la historia de Chile: la “transición” a la democracia y su proceso fracasado. Un momento en el que los pactos institucionales profundizaron la privatización neoliberal del territorio, de la vejez, de los recursos, de la salud, de la educación y en definitiva, de la vida, mientras que se inauguraban las políticas culturales concertacionistas2, que con su triunfalismo ahogaban la subsistencia de algunas. Mirar a Chile desde afuera podía considerarse una forma de “tomar aire”. Salir también permitía desaparecer de alguna forma, o más precisamente, una forma de “devenir imperceptible”, no ser visible para los demás mientras algo sucede bajo los puntos de mira, estar siendo en otro lugar. Esta condición que podríamos ir adquiriendo las personas que participamos de esta investigación nos ha permitido conectar con lo menor o con lo que Perlongher llamó “devenires minoritarios”, lo cual permite posicionarse desde un lugar que pese a no corresponder a una subjetividad directamente visible o audible en ese contexto, incluso así coexiste con sus diferencias y alteridades. Hoy más que nunca, tras una revuelta social, una pandemia mundial y un proceso constituyente, este devenir imperceptible que se tiene desde afuera se hace más explícito que nunca.

***

Durante esta investigación nos acompañó un título provisional para ella: “Diaspóricas”3. Este nombre para nosotras se ha ido convirtiendo en una figuración que carga una contradicción en su interior. Una figura permite una aproximación distinta a la literal porque amplía sus dimensiones, permite la emancipación del realismo, de la verdad. “Lo que las figuras señalan son trayectorias de efectos, a modo de una tecnología narrativa, teórico-metodológica” (Aguirre 2011, 126), una tecnología narrativa que elabora versiones alternativas abriendo los relatos o llevándolos hacia otros lugares (Aguirre 2012, 12). Para Braidotti “Una figuración es una versión políticamente sustentada de una subjetividad alternativa” (Braidotti 2000, 26) que no está contenida por el orden logocéntrico y heteropatriarcal. Las figuraciones son “imágenes de base política que retratan la interacción compleja de diversos niveles de subjetividad” (Braidotti 2000, 30) y podrían llegar a ser más efectivas que los sistemas teóricos o puramente científicos positivistas. En este sentido la “diaspórica”, o más bien su propia nomenclatura, aparece como una ocurrencia pasajera, algo irónico y sintético que como nombre se fue fijando a los títulos de los emails, los archivos digitales, las carpetas y los documentos, y aunque siempre pensamos que era algo provisional, su adherencia fue persistente, como algo o alguien a quien una no invita pero se instala ahí. Esta figura, la diaspórica, no siempre responde a la definición de diáspora, caracterizada por condiciones de desplazamiento forzado de las “tierras nativas” (¿existe acaso esa noción en un contexto como el que se denomina “chileno” marcado por el despojo y la privatización y concretamente para un grupo de personas que son blancas y/o mestizas cuya condición nativa está atravesada por múltiples complejidades?) dado por “la esclavitud, el colonialismo, el imperialismo y la migración” (Jabardo 2012, 112), y esta falta de correspondencia para nosotras es importante de evidenciar para no evadir su especificidad política en las formas de control de los cuerpos en las fronteras y más allá. También es parte de lo que la constituye como una figuración contradictoria pero que nos permite a la vez poner en tensión esta situación al interior del libro. Figuramos a la diaspórica como una persona depositaria del privilegio de la movilidad, incluyendo el deseo inconsciente colonizado4 de estar en el centro, o en alguno de los “centros” del mundo5, buscando un lugar donde vivir cosas que aparentemente en Chile no se pueden vivir. Esa sensación de imposibilidad, de frustración a veces, y de estar desencajada son parte de los motores de la diaspórica que se entrelaza a una tradición figuracional como pueden ser de Gloria Anzaldúa la nepantlera (2009) y la nueva mestiza (2016) o la deslenguada como escribe val flores6. La diaspórica tendría una condición dividida, fragmentada y a la vez la posibilidad de desviarse de las narrativas y trayectorias pre-escritas por la propia historia individual y social. Esta figuración es algo que ha aparecido y se ha ido “pegando”7 a esta investigación durante el proceso. Su condición provisional nos llevó a intentar borrarla como palabra durante el desarrollo debido a su falta de correspondencia exacta y a veces a su carácter contradictorio. Sin embargo de alguna manera así se fue constituyendo como figura: “pegándose” al proceso de esta investigación.

Este libro es entonces una cartografía extraña que registra la experiencia del desplazamiento físico incluyendo miradas descentradas y deslocalizadas en torno a Chile. A través del movimiento de lejanía y cercanía las narrativas fueron aportando no solo imaginarios sociales y subjetivos, sino también los rastros de un Chile que existe fuera de Chile, a veces menos visible. Se trata de una deslocalización difícil de registrar a través de una sola experiencia, y por esta razón las diferentes voces aquí registradas conforman una posibilidad colectiva de problematizar estas representaciones cartográficas unitarias. Cada singularidad aporta un tono en esta cartografía extraña, y es en esta reunión donde pueden percibirse las diferentes maneras de componer un relato sensible por estos territorios en transformación. La investigación se planteaba poder pensar en un Chile desterritorializado en su sentido menos dramático, conectando con la potencia implícita en esa posibilidad. Un Chile que se reterritorializa, que vuelve a componerse de otras maneras en lugares diferentes, con otras capas de sentido, con fragmentos de las memorias, violencias, exclusiones, suavidades e intensidades que operan como tráfico emancipado de las lógicas de lo importado/exportado. No se trata de un programa estable de circulación a un solo tipo de lugar, sino que implica un vaivén de posibilidades oscilantes, guiado por la necesidad de construir nuevos relatos frente a un agotamiento de referencias de localización y afectos activos por un lugar.

Esta investigación no ha buscado construir una verdad o una mirada objetiva en torno a un fenómeno, sino por el contrario, hemos querido acercarnos desde la palabra balbuceante, desde las zonas desenfocadas de la propia memoria para poder repensar juntas lo que puede contener el hecho de moverse y permanecer, por más o menos tiempo, fuera. Es una reflexión que evoca el movimiento pendular de nuestras experiencias, un ir y venir de diferentes territorios físicos y existenciales que permea los lugares por donde pasa.

Una cartografía extraña

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