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Mapocho. Palabra enigmática para quienes se proponen establecer su etimología. Para algunos, proviene de la contracción “mapu-ch(e-c)o” que significa “río de los mapuche”. Lo único cierto es que fueron ellos quienes le dieron este nombre, tal vez, uno de tantos en su milenaria trayectoria.

Río Mapocho: único testigo sin lenguaje de la historia de Santiago.

Su recorrido que nace en las alturas del cerro Plomo con sus nieves eternas y desemboca en el río Maipo ha sido siempre caprichoso. Durante siglos, sus brazos secos eran la amenaza de lo impredecible y sus intempestivas crecidas aún hoy día inundan los lugares aledaños burlando la fortaleza de sus tajamares.

Su presencia de siglos ha marcado un hito importante en la urbanización de Santiago y, sin dar orden alguna, indicó la dirección de su avenida principal. Aquel antiguo brazo que se extendía desde la Plaza Baquedano hasta la Plaza Constitución, creando un islote donde se construyó el centro de la ciudad, fue rellenado con tierra y lo que era La Cañada de San Francisco se convirtió en la Alameda de las Delicias. En 1820, Bernardo O’Higgins transformó aquel basural en un paseo y, desde Mendoza, un fraile trajo los álamos que la adornarían. Por allí paseaba la aristocracia santiaguina mientras al otro lado del río Mapocho –depositario de los desechos de la ciudad– La Chimba era el espacio de los crecientes sectores que los burgueses llaman “populares”.

Paralela al río, la Alameda se extiende hasta el límite poniente de Santiago y, hacia el oriente, una plaza con dos nombres (Italia, Baquedano) marca su fin. Pero no es su fin, esta avenida continúa siendo la misma aunque con un nombre distinto: Providencia, en homenaje a aquel asilo de huérfanos a cargo de las Hermanas de la Providencia y construido entre 1881 y 1890 por el arquitecto italiano Eduardo Provasoli. Gran parte de este edificio fue demolido en 1941, quedando en pie la capilla y el claustro lateral que ahora constituyen la Parroquia de la Divina Providencia.

Esta fractura solo creada a nivel denominativo responde a la escisión entre ricos y pobres y la estatua de aquel ángel caminando con un león en el rincón de la plaza que da hacia la orilla del río y la Escuela de Leyes, bien podría ser un símbolo de los dualismos sencillos que ocultan una situación social por siempre problemática. No obstante los diseños urbanos que acentúan las divisiones sociales, Santiago es también un espacio de flujos y entrelazamientos inesperados de los cuerpos.

Santiago: cuerpo a cuerpo

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