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Epidemiología

A diferencia de los genitales, el ano es una estructura anatómica común a todos los seres humanos, independiente del género o la identidad sexual. Tiene una rica inervación sensitiva, por lo que forma parte de la sexualidad de muchos individuos. Probablemente por eso, y por la disminución de los prejuicios frente a distintas prácticas sexuales, el coito anal ha aumentado en los últimos años.

Estudios poblacionales de 1994 indican que en ese tiempo una de cada diez parejas heterosexuales reconocía practicar sexo anal. En diez años, esta proporción parece haber ascendido a una tercera parte, a la luz de una encuesta realizada en 2004 a 12.571 hombres y mujeres de 18 a 44 años.6

Según datos del Instituto Kinsey, el 46% de las mujeres de entre 25 y 29 años practicó sexo anal al menos una vez en su vida. Este porcentaje es progresivamente mayor en las poblaciones más jóvenes, lo cual refleja la normalización de esta conducta en las últimas décadas.7

De acuerdo con un estudio realizado en veinte ciudades estadounidenses, el 30% de las mujeres y el 35% de los hombres habían mantenido prácticas sexuales anales heterosexuales durante el último año.8 Otro sondeo realizado a 4.170 adultos de 20 a 69 años en Estados Unidos reveló que el 37,3% de las mujeres y el 4,5% de los hombres mantenían relaciones sexuales anales.9 Aunque varían mucho de un país a otro e incluso entre ciudades, estas cifras reflejan una alta prevalencia del coito anal heterosexual.

No se cuenta con estadísticas locales sobre este tema.

Como las personas heterosexuales, aquellas homosexuales también viven su sexualidad de distintas maneras. De los hombres que tienen sexo con otros hombres, la mayoría disfruta del coito anal pero no todos lo practican. Algunos no mantienen relaciones sexuales de ningún tipo y otros prefieren sólo el sexo oral ya sea genital o anal.10

Aquéllos que efectúan la penetración anal se denominan activos; aquéllos que son penetrados se llaman pasivos y quienes disfrutan de ambas prácticas, versátiles. De los 15.039 varones homosexuales encuestados para el United Kingdom Gay Men´s Sex Survey de 2014, cerca del 90% aseguró haber practicado sexo anal en algún momento de su vida; 11 Éste y otros trabajos desmitifican la creencia popular de que la totalidad de los hombres gay disfrutan del sexo anal pasivo.12 Por su parte, Breyer y colaboradores observaron que el 46% de ellos prefiere ser activo, mientras que el 43% elige el rol pasivo.13

Por lo tanto, no debe darse por sentado el tipo de práctica en función de la elección sexual, como tampoco suponer la orientación sexual del paciente de acuerdo al modo en que se viste o expresa. El único modo de conocer la realidad de cada individuo es a través de preguntas formuladas en el marco de la consulta. Los Centros para el control y la Prevención de Enfermedades (CDC) de Estados Unidos sugieren formas de abordar la sexualidad.14

Durante la entrevista se debe preguntar acerca de la orientación sexual, tipo de prácticas sexuales, número de contactos, nueva pareja, antecedentes de infecciones sexualmente transmisibles, consumo de sustancias que alteren la conciencia y la utilización irregular o inadecuada del preservativo. De acuerdo con la literatura, el uso de preservativo durante las relaciones sexuales anales es poco frecuente pese a que también conlleva riesgo de contagio. Muchas mujeres lo utilizan sólo durante el sexo vaginal y no durante el anal porque sólo temen un embarazo. Por otro lado, con la falsa sensación de tener controlado el Virus de Inmunodeficiencia Humana (HIV), las conductas sexuales seguras también se han relajado y ha aumentado la incidencia del resto de las infecciones como sífilis y gonorrea, entre otras.15-17

De 99 varones homosexuales evaluados de manera prospectiva en mi consulta, 36 dijeron que no usan preservativo de manera regular, 49 contestaron que se lo colocan para el coito ano-genital pero no para el sexo oral, y sólo 14 aseguraron que lo utilizan también para prácticas orales. Éstos últimos tenían diagnóstico de hepatitis B activa o HIV, es decir que son más conscientes de los riesgos de contagio y por lo tanto se cuidan más. Cabe destacar el elevado nivel cultural e informativo de estos encuestados y señalar que, pese a eso, la inmensa mayoría desconocía los aspectos básicos de la prevención de infecciones sexualmente transmisibles.18

De acuerdo con el United Kingdom Gay Men´s Sex Survey, el 64,1% de los encuestados tuvo al menos una relación sexual anal sin preservativo en el último año.11 El porcentaje de heterosexuales que utiliza condón de manera regular durante el sexo anal es aún menor. Según un estudio sobre 20.621 personas de 15 a 44 años que lo habían practicado, sólo el 20% de las mujeres y el 30% de los varones había usado el preservativo siempre.19

Estos datos son importantes porque, de los diferentes tipos de relación sexual, el coito anal es el que supone más riesgo de transmisión de infecciones. Como es la práctica que produce mayor fricción, aumenta la probabilidad de lesiones cutáneo-mucosas que a su vez facilitan el ingreso de diferentes patógenos.

A continuación revisaré los aspectos anatómicos y funcionales más relevantes, que permiten comprender mejor la relación entre erotismo anal y salud.

Salud anal y sexualidad

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