Читать книгу Íntimamente, Julia - Luis Alfonso Beltrán Grau - Страница 12
Julia
ОглавлениеPor su parte, Julia ha pasado una noche muy placentera. No es persona a la que le cueste dormirse, así que ha dormido como un bebé recién amamantado, de un tirón. En su mente no está otra cosa que el trabajo. En este momento ni se acuerda del vecino que la estaba observando desde la ventana. Solo trabajo. Está muy metida en su ascenso y en la labor que puede hacer en la empresa. Eso le produce una gran ilusión y unas profundas ganas de superarse a sí misma.
—Buenos días, Julia —saluda su compañero Luis, un chico algo mayor que ella, de cuerpo más bien normal. Nadie en quien te fijarías si vas de caza, aunque muy agradable y de fácil conversación. Un chico de los que Julia les contaría cualquier cosa, ya que, más que como un compañero, a veces se comporta como un verdadero amigo. Y de esos en el trabajo hay muy pocos.
—Buenos días, Luis. ¿Qué tal ayer?
—Bien… Lo de siempre. Mi vida no es muy excitante. Enganchado a una serie. Que, por cierto, te recomiendo, Julia —le comenta Luis.
—¿Sí? Dime, ¿cuál es?
—Se llama Sense8. Al principio parece un poco rayante. No sabría explicarte, pero va de unas personas, en concreto ocho, que están en ocho países diferentes, pero están conectadas sensorialmente. ¡Sienten hasta cuando follan! —explica Luis.
—¿Qué? A ver, explícame eso.
—Por ejemplo, hay una pareja de lesbianas en Nueva York y se ponen a hacer el amor. Pues bien, un chico, que es actor, mientras ensaya su papel en su camerino empieza a notar una excitación sexual sin saber por qué. No sé, algo raro. Ya te digo, al principio es un poco rayante, pero conforme avanza la serie está superinteresante —le explica Luis.
—Será cuestión de verla. Parece interesante. En fin, vamos al tajo, que ahora más que nunca necesitamos que nos miren bien. Ya seguimos hablando luego, Luis.
Julia se va para su puesto de trabajo y así deja que pase el día, esperando el fin de semana y poder salir a tomar algo. Aunque aún no tiene planes ni sabe con quién saldrá.
*****
Pasan varios días y tanto Tono como Julia siguen con sus vidas. Hasta que un día a Julia se le ha olvidado comprar unas verduras para su dieta, así que baja a comprar al comercio del barrio, Frutas y Verduras JÓEME, donde van a comprar casi a diario. El nombrecito tiene tela, ya que para ser un comercio de ese tipo de productos… pues puedes pensar en otras cosas. Dejémoslo ahí.
Tono, desde el día que vio a su vecina por la ventana en plena masturbación, no ha dejado de ir todos los días, incluso varias veces el mismo día, para ver si coincide con ella. Con la excusa de que no recuerda comprar esto o aquello, vuelve a la frutería. Y no es porque Julia no haya ido. Simplemente, no han coincidido. Al pasar ya una semana, Tono empieza a olvidar el tema y a quitarse esa obsesión por volverla a ver.
«Ya decía yo. Se quedó en eso, en un sueño. La diferencia que hay entre los dos es un hándicap. Seguro que me está evitando y no quiere coincidir conmigo», piensa Tono, creyendo que no volverá a ver a su vecina.
Julia, por su parte, sigue yendo al mismo lugar, pero sin haber cambiado su rutina. Sigue yendo martes y viernes a comprar. Y, sí, ha pensado qué pasaría si viera a su vecino en el comercio. ¿Se moriría de vergüenza? ¿Le daría morbo? A veces siente las ganas de intentar coincidir con él, pero en ese momento piensa que solo fue eso, un momento de excitación, de locura dentro de su propia lujuria.
Al llegar el miércoles de la tercera semana, a Julia se le han olvidado los calabacines para su dieta. Le gusta hacer una parrillada de verduras de cuando en cuando, así que le toca bajar a la tienda y aprovecha para comprar unas piezas de fruta. Fresas y plátanos para hacerse el postre. Los trocea y los pone en un recipiente con azúcar.
Aún no ha entrado y se da cuenta de que su vecino está dentro. Le echa valor; además, no tiene otro remedio. Algún día tendrá que verle. Tono está haciendo cola y se ha dado cuenta de que Julia está detrás de él.
—¿Qué le pongo? —le pregunta el dependiente.
—No, atienda a la señorita primero. Seguro que lleva más prisa que yo —responde Tono.
—Gracias. Todo un caballero —dice Julia sonriéndole a Tono.
Al cruzarse sus miradas algo ha pasado. Julia piensa: «Me ha mirado a los ojos y no a los pechos. Eso me ha gustado, porque precisamente con la blusa que llevo muestro bastante bien mis encantos».
—Por favor, póngame estos dos calabacines, un cuarto de fresas y dos plátanos —le pide Julia al dependiente.
A Tono, al oír semejante pedido, se le abren los ojos como platos, como de incredulidad y sorpresa. «¿Qué irá a preparar esta mujer? Solo con oír lo que ha pedido ya se me ha ido la pinza en pensamientos morbosos», piensa Tono. «¡Qué coño! Le pregunto».
—Perdón, señorita. Perdone la indiscreción. ¿Es vegetariana?
—¡No, qué va! Me gusta comer de todo —contesta Julia con una sonrisa picarona a la vez que mira a Tono a los ojos. Esto es solo para mi dieta.
—¡Vaya! —dice Tono después de unos segundos de silencio—. Mi nombre es Tono. Creo que hemos coincidido algunas veces y, si no me confundo, somos vecinos del barrio.
—Hola, Tono. Yo soy Julia. —Intentando liberar su mano derecha de la bolsa de la compra para darle la mano a Tono, se le cae al suelo la bolsa. Inmediatamente, Tono se agacha a cogerla y, antes de que Julia reaccione, ya la tiene en su mano izquierda. Julia le extiende la mano. Tono la coge y, con un gesto inesperado, la levanta y le da un beso en el dorso.
Julia, por su parte, piensa: «Vaya saludo más caballeroso. Nunca me había saludado un hombre así». De hecho, Julia iba a darle un beso en la mejilla, pero se quedó tan perpleja que ya no supo cómo reaccionar.
—Encantado, Julia. Un placer. —A la vez que decía placer recordó esos momentos tan morbosos y placenteros desde la ventana de su apartamento.
—Pues nada, Julia. A ver si nos volvemos a ver en otra ocasión. Seguro que preparas un plato muy apetitoso con esos ingredientes.
Sin darse cuenta de lo que estaba diciendo, le contesta Julia:
—Eso tiene arreglo. Te invito a comer y lo pruebas. Tan solo es una parrillada de verduras y de postre, fresas con plátano.
«¿Qué acabo de hacer? ¡Dios! Lo acabo de invitar a comer a mi casa», piensa Julia. Sin darle tiempo a reaccionar, Tono le responde:
—Acepto encantado.
Mientras, piensa: «Esto es una locura, pero no voy a perder esta oportunidad». Y acto seguido le dice al dependiente:
—Por favor, ponga un calabacín más y un par de plátanos. Fresas en vez de un cuarto, ponga medio kilo. Y me cobra a mí la cuenta. No vas a pagar tú también la comida.
—Me parece bien —asiente Julia.
—Ponga también esa lechuga y estos dos tomates para ensalada. Había bajado a comprar para hacerme una ensalada fresca, que con este calor necesito algo fresco. Así podemos aprovechar para hacerla en tu casa también. Si te parece bien, Julia.
—¡Claro que sí! ¿Vamos? —le dice Julia a Tono.
Sin mediar más palabras, Julia y Tono se dirigen a casa de Julia. Por el camino, de un par de minutos hasta llegar al patio, Julia abre la puerta e invita a pasar primero a Tono. Julia pulsa el botón para llamar al ascensor y en lo que tarda en llegar continúa el silencio entre ellos.
El ascensor se pone en funcionamiento después de que Julia pulsara el número 3. Se quedan mirando y, sin más, Tono la besa. Julia le corresponde, por lo que Tono suelta las bolsas de la compra, le pasa una mano por la nuca y la otra la posa en su cintura, apretándola junto a él.
Julia entrelaza sus dedos en el cabello de Tono, haciendo un poco de fuerza, y así se besan con pasión, devorándose. A Julia le tiemblan las piernas y Tono, al notarlo, la empuja sin fuerza a la pared de la cabina del ascensor. Le agarra las manos y las eleva, inmovilizando a Julia. Sujeta con una de sus manos las dos de Julia y la otra comienza a posarla en su cintura, pero a la vez subiéndola hasta sus pechos. Los acaricia para notar que no lleva sujetador y que los pezones de Julia ya están muy erectos. De repente el ascensor se para y se abren las puertas.
«Ufff… Menos mal que no hay nadie en el rellano», piensa Julia.
Casi sin poder, abre la puerta del apartamento mientras Tono coge las bolsas de la compra. Entran. Siguen callados. Aún no han dicho ni palabra; solo están con ansias, con deseo, con excitación. Julia coge de la mano a Tono y lo lleva al sofá.
—¿Y la comida? —pregunta Tono.
—Ahora tengo otro tipo de hambre —le contesta Julia.
Julia se sienta en el sofá, que Tono conocía desde su ventana, y lo insta a que se siente junto a ella dando unos golpecitos con la palma de la mano en el asiento. Tono no tarda nada en sentarse y tampoco en seguir besándola y acariciándola. Las manos de Tono no paran. Recorren el cuerpo de Julia con desenfreno. Pasan de un pecho al otro y del otro al primero. Julia, a su vez, intenta desabrocharle los botones de la camisa, pero con la excitación le está siendo complicado.
«¡A mamarla!», piensa Julia mientras le abre la camisa con fuerza, reventándole los botones. Ya con el pecho descubierto, Julia lo besa. El pecho de Tono, totalmente depilado, hace que los besos de Julia sean más cómodos, sin que le molesten los pelillos de los pezones. Los muerde y los besa y a Tono se le escapa un gemido.
—Ummm. ¡Joder, Julia! No sabes cuánto he esperado este momento.
—¡Calla, coño! Y sigue —le ordena Julia a la vez que se tumba en el sofá y arrastra a Tono hacia ella con las piernas abiertas y arqueando la cintura para notar el bulto de Tono.
La boca de Tono va recorriendo el cuerpo de Julia mientras le quita la blusa y los pechos salen a la luz. Con la otra mano le aparta el lateral del tanga. Así, directamente. Los dedos alcanzan los labios de su coño. No está húmedo, está chorreando. Los dedos entran con facilidad y los gemidos de Julia empiezan a oírse con fuerza.
—Sííí. ¡Cabrón! Ponme cachonda. Ponme perra y quítate los pantalones ya, que la quiero sentir.
Tono se quitas los pantalones y los calzoncillos a la vez. Está nervioso, ansioso, excitado, caliente…
Ya desnudo, le quita el tanga a Julia y le mira el coño.
—Ufff. ¡Coño, qué coño!
Sin más se agacha sobre él, le abre las piernas y se sumerge entre ellas, besando y lamiendo su coño, dándose cuenta de que los flujos que salen de él son abundantes. Pasea su lengua por el clítoris una y otra vez mientras un dedo se introduce dentro de su vulva y la otra mano pellizca unos pezones muy duros.
—Ummm… Sííí… Bufff… Cómo lo comes, cabrón —suspira Julia mientras se arquea, cosa que dificulta la buena labor que está haciendo Tono—. Eso es, Tono. Pellízcame los pezones hasta casi hacerme daño. Bufff. ¡Joder! Sigue, sigue. Por favor, no pares. —Los dedos de Tono cada vez van más rápidos, entrando y saliendo del coño de Julia. Julia sigue gimiendo, retorciéndose en el sofá—. ¡Joder! —gime y grita Julia—. Sííí. Sigue, no pares, que me voy a correr. Vamos, sigue, por Dios… Sí, sí, sí, ¡sííí! Ahhh, me corro… Ummm. Dios mío, qué bueno. Qué comida de coño me acabas de hacer… Ufff… Déjame respirar. Pero esto no ha terminado. Lo sabes, ¿no?
Julia respira y Tono, con su boca llena de los líquidos que ha expulsado Julia, se relame y saborea tan rico manjar. Tono no sabe qué decir y Julia se levanta a por un poco de agua fresca de la nevera.
—¿Quieres agua? —le pregunta Julia.
—Sí, por favor. Hace calor.
Julia le da un vaso de agua y aprovecha que se ha levantado para coger el mando del aire acondicionado. Lo pone en marcha.
—Mejor con el aire, ¿no? —dice Julia.
—Sí, claro.
Tono está absorto. No le salen las palabras. «Se las habrá tragado el coño de Julia», piensa.
—¿Te parece bien que hagamos la comida? —pregunta Julia.
—Perfecto. Si no te importa, ¿me puedo duchar?
—Sí, dúchate. Segunda puerta a la derecha. Ahí tienes gel y champú. La toalla ahora te la llevo.
Tono, con la mente en blanco, se dirige hacia el baño. Un baño pequeño, pero con todo lo necesario. Lo más sorprendente es que no tiene una ducha al uso. Tiene una ducha de hidromasaje.
Tono se queda mirando y ve muchos botones y muchos mandos para el agua, agujeros y una ducha de mano. Como no quiere preguntar, se fija en que hay mandos de color rojo y otros azules, por lo que deduce que rojo caliente, azul frío. El primero que abre con el calor que hace es el del agua fría, sin saber muy bien por dónde va a salir el agua. De repente sale un chorro que le pega directamente en los huevos.
—¡Dios! ¡Qué fría está! —grita Tono sin darse cuenta de que Julia está en la puerta con una toalla en la mano. Julia no puede aguantarlo y le entra una risa a carcajadas.
—Ja, ja, ja… Perdona, Tono. Es que no he podido aguantarme. Te traía la toalla y me he quedado mirando cómo averiguabas cuál de todos era. Mira, el de arriba es para el agua que sale directamente del techo, los cuatro juntos son para los que salen por el lateral. Vamos, el que te ha sorprendido. Ja, ja ja —vuelve a reírse—. Y el de la derecha del todo es para el de la ducha teléfono. El panel es para ponerte la radio si quieres —le explica Julia
—Gracias, Julia. No, no me hace falta música. Ya la tengo en mi cabeza con lo que acaba de pasar.
—Bueno, voy a hacer la comida, que creo que ya es hora —comenta Julia.
Tono, ya sabiendo cuál ha de abrir, gira el pomo azul para que tenga algo de presión y un poco el rojo para matar el helor. En su cabeza están pasando mil cosas, pensando en lo ocurrido.
«¡Bufff! ¿De verdad me está pasando esto? Es que no me puedo quitar de la cabeza esta situación. Nunca pensé que estaría en su casa y menos que le habría comido el coño hasta que se corriera. Y parece que lo ha pasado bien. ¿Qué hago ahora? ¿Seguro que quiere follar conmigo? ¡Bufff! Qué lío. Bueno, démonos la ducha y veremos qué pasa», piensa Tono.
Cuando termina, agarra la toalla que le ha dejado Julia, de color azul y muy grande. Se seca el cuerpo y la cabeza (siempre se seca la cabeza para no pillar constipados), la extiende para ponérsela en la cintura y ve un dibujo en ella. «¡Anda! Es de la Expo de Zaragoza», piensa Tono, y a la que se fija bien ve en la parte superior un logo. Es un arcoíris y abajo pone: «Amanecer». «¡Hostias! Esta toalla es de un local liberal», piensa Tono al reconocer el logo. «¡Vaya, vaya! Esta mujer cada vez me sorprende más».
Sale del baño y al llegar al salón ve a Julia frente a los fogones, moviendo las verduras en una sartén. Julia solo lleva un delantal, nada más. Esa imagen se le queda en la retina a Tono y, sin darse cuenta, la toalla se mueve hacia delante. Se está empalmando mirando ese culo tan perfecto. Un culo redondo, moreno, sin marcas de ningún tipo de biquini o tanga. «Se nota que toma el sol desnuda», piensa Tono.
Julia se gira de repente, como asustada.
—¡Ufff…! Me has asustado. No me había dado cuenta de que ya te habías duchado —le dice Julia.
—Perdona, no era mi intención. Es que me he quedado perplejo al ver ese cuerpo así. ¡Bufff! No sé, estás muy buena, Julia —le responde Tono mientras se acerca hacia ella. Se acerca más aún, la coge de la cintura desnuda y le arrima su pene erecto al culo a la vez que le da un beso en el cuello y sus manos acarician los pechos.
—Para, Tono, por favor. No sabes cómo me ponen esos besos y ahora no es momento. En una de esas me puedo quemar y…, como verás, el delantal no tapa mucho —le advierte Julia con una sonrisa picarona.
—Sí, tienes razón. Disculpa.
—¿Te vas a disculpar cada vez que hagas algo?
—Ummm…
Cuando Tono iba a decir «disculpa» de nuevo, sonríe y dice:
—No, no me voy a disculpar de lo que me gusta hacer. Voy preparando la mesa para comer. ¿Dónde tienes platos, vasos, cubiertos, etcétera? —pregunta Tono.
Julia le explica dónde tiene cada cosa y Tono prepara la mesa mientras ella termina de hacer la comida. Una mesa de salón entre los sofás, de esas que se levantan para comer más cómodos.
—Voy preparando la ensalada —comenta Tono.
—Vale.
Ya preparados para comer, Julia se quita el delantal y se queda desnuda. Se sienta junto a Tono, que aún porta la toalla. Otra vez la toalla se levanta, revelando un evidente bulto entre las piernas de Tono.
—¡Joder…! Es que no lo puedo evitar. Mira lo que provocas en mí y ni siquiera me has rozado.
—Tono, no seas tonto y quítate la toalla, que no pasa nada —le dice Julia mirándole a los ojos a la vez que baja su mirada hacia el bulto de Tono.
—Está bien.
Tono se quita la toalla y… el empalme que lleva es considerable. Julia se ríe.
—Ja, ja, ja, ja. ¡Dios, Tono! Ja, ja, ja…
Durante lo que dura la comida, Tono no puede quitarle ojo al cuerpo de Julia. Desde que han empezado a comer no le ha bajado la erección.
—Ummm… Disculpa si te pido perdón, pero… perdona. Esta toalla que me has dado es de un local de ambiente liberal, ¿no? —pregunta Tono sabiendo perfectamente qué local es.
—Ja, ja, ja, ja. Sí, Tono, sí —le contesta Julia mientras le entra la risa—. Ahora está cerrado, pero antes iba mucho. Era el mejor local de Valencia. Ahora creo que lo vuelven a abrir.
—¿Ibas sola? ¿Con pareja?
—Iba con un amigo, pero conoció a una chica, se casó y… la cagó. Ja, ja, ja, ja. Ahora me busca, pero no quiero ir con una persona que no tiene claro lo que quiere ni lo que no quiere; así que ahora si encuentro un amigo para ir, voy. Y a veces voy sola. Depende del día y de cómo me encuentre de ganas.
Al terminar de comer, Julia saca las fresas con plátanos de postre, sumergidos en azúcar y bañados con un chorrito de vino.
—Prueba esto, a ver si te gusta.
—¡Ummm…! ¡Está buenísimo…! Sencillo y práctico —exclama Tono.
Terminan el postre y…
—¿Quieres café?
—Sí, gracias —contesta Tono.
Mientras toman el café, Tono no se quita de la cabeza la conversación.
—Vamos a ver… No sé cómo plantearte esto. Eres más o menos asidua a locales de ambiente swinger. Como no hemos hablado mucho hasta ahora, he de decirte que soy un hombre libremente casado.
—Ja, ja, ja… ¿Cómo que libremente casado?
—Sí, así es. Mi mujer y yo vivimos en la filosofía liberal. Ahora no está en Valencia porque está de viaje con mis hijos y a mí me ha tocado quedarme por trabajo. Ella puede hacer lo que quiera, lo mismo que yo, y luego nos lo contamos. En cuanto venga del viaje le contaré esto que está pasando. No nos ocultamos nada. Al contrario, nos gusta contarnos estas cosas y después echar unos polvos hablando de ello. Es algo muy excitante, te lo prometo.
—Entonces… ¿qué me quieres decir? ¿Que cuando venga tu mujer vais a echar un polvo a mi salud? Ja, ja, ja, ja —pregunta Julia entre risas.
—Sí. Y seguro que será de los mejores.
—¡Ufff! —suspira Julia al tiempo que le coge la mano a Tono y se la pone en su coño—. Mira, mira cómo me estás poniendo. Solo de imaginar lo que me estás contando… Mmm…
Y así era. El coño de Julia estaba chorreando; de hecho, había mojado hasta el sofá. Tono pasa los dedos por la raja de Julia y así comprueba que sus flujos eran abundantes. Sin quitar la mano de su coño, Tono la toma por la cintura y acerca su cuerpo hacia él. La besa en el cuello y a Julia se le escapa un gemido incontrolado.
—¡Ahhh…! Tono. ¡Ummm!
Tono va introduciendo los dedos dentro con mucha facilidad, llenándose la palma de los líquidos que salen del cuerpo de Julia, mientras la besa y le da pequeños chupetones en el cuello. Julia gira la cabeza y se besan. Se besan apasionadamente, se besan con ardor, con vicio. Sus lenguas intentan penetrar en lo más profundo de sus bocas mientras se entrelazan buscando sentir la lengua del otro.
Julia está tan excitada que parece que esté a la merced de Tono y así se lo hace saber.
—Hazme tuya. Fóllame. Hazme gritar, cabrón —susurra Julia.
Tono, no muy acostumbrado a que le digan cabrón o cosas por el estilo, sigue jugando con el coño de Julia.
—Paciencia, cielo. Déjame hacer a mí.
—Nunca le digas a una mujer cielo cuando está cachonda, ¡joder! ¡Dime puta, zorra, perra! ¡Lo que quieras, pero no cielo, por Dios! —exclama Julia.
A Tono no le salen esas palabras, así que mantiene el silencio mientras sigue acariciando a Julia, la cual está disfrutando de las manos de Tono.
—Vamos a la cama. Estaremos más cómodos.
Se levantan del sofá. Julia lo coge de la mano y lo lleva como si fuera un perrito, arrastrándolo por el pasillo hasta llegar a la habitación. Una habitación pequeña, con un armario empotrado y espejos en sus puertas. Tono, sin saber muy bien por qué, empuja a Julia hacia la cama, en la que cae de espaldas. Julia se queda un poco perpleja por el acto, pero rápidamente le sonríe y le dice con una voz medio susurrante:
—Vas aprendiendo, ¿eh?
—Ahora cállate tú y déjate hacer —le insta Tono.
Julia, tumbada, mirando expectante a Tono para ver qué es lo próximo, sin salirle las palabras, guarda silencio. Tono sube a Julia hacia la almohada, le abre las piernas y empieza a acariciárselas. Desde los pies, lentamente, va subiendo sus manos hacia sus muslos sin dejar un centímetro de piel por recorrer. Una mano en cada pierna, arrodillado entre ellas y mirando fijamente a Julia.
—Ahora soy yo el que va a tomar el mando de la situación.
Julia cierra los ojos. Solo quiere sentir, disfrutar de las manos de Tono, que habilidosamente masajean sus muslos. Las manos de Tono van ejerciendo presión sobre ellos y cuando llega a las ingles sus dedos pulgares se acercan, rozando los labios de Julia. Suben hacia el pubis, pero no buscan su clítoris; solo se pasean por sus alrededores. Julia, cada vez que los dedos de Tono se acercan a su secreto, suspira con más profundidad y su respiración cada vez es más agitada.
—¡Ufff! —suspira Julia—. Mmm…
Las sabias manos de Tono van recorriendo el cuerpo de Julia y una vez más se acercan al secreto, pero esta vez acarician el clítoris, ante lo que se le escapa un gemido casi en forma de grito.
—¡Ahhh!
Pero pasan de largo y suben hacia los pechos, rodeando su cintura (Tono sabe muy bien cómo hacer gozar a una mujer). Arrodillado frente a Julia, totalmente erecto, acariciando sus pechos, jugando con sus pezones, pellizcándolos y sacando de la boca de Julia gemidos y sollozos de placer, apoya sus manos junto a ella y comienza a besarle el cuello.
—¡Ummm! Sííí… No pares. Me estás derritiendo. Ufff… —susurra Julia al oído de Tono.
Tono se arrima a Julia y, sin ningún esfuerzo, la polla de Tono entra en el coño de Julia. De repente se oye un suspiro y un gemido de los dos al unísono.
—¡Ummm!
Tono empieza a bombear despacio, muy despacio, tomándose su tiempo, mientras mira la cara de lujuria que pone Julia, con los ojos cerrados y disfrutando del momento.
—¡Sííí, Tono! ¡Fóllame! ¡Así…! —suplica Julia.
Tono va subiendo cada vez más la intensidad del bombeo, entrando y saliendo de Julia, mirando su cara, sus muecas, oyendo sus súplicas entre gemidos de «¡no pares!», «¡sigue, por Dios!», «cómo me gusta, Tono», «¡la vida!»…
Sabiendo que a su lado, en el armario, las puertas son de espejo (no había caído en ello; estaba muy en la faena como para mirar), sale de Julia y se tumba a su lado, de manera que los dos se quedan frente al espejo. Tono, a espaldas de Julia, levanta su pierna y la penetra. Está tan mojada que entra sola, sin ayuda de ninguno de los dos.
—Mira. Mírate en el espejo, Julia. —En el espejo se ve perfectamente cómo la polla de Tono entra y sale de un coño totalmente mojado, lubricado. Tanta es la energía que pone Tono y los movimientos del culo de Julia que a veces se le sale, pero con mucho tino la vuelve a penetrar—. ¡Sííí! Mueve ese culo. No dejes de moverte así, que estoy a punto —dice Tono mientras se miran en el espejo, dando un morbo añadido a la situación.
—¡Así, Tono! Sigue, que yo también voy a correrme.
—Ummm… ¡Vamos! Muévete, que me corro —grita Tono mientras Julia, con movimientos salvajes, también empieza a gritar.
—¡Sí…! Yo también me corro… Ummm… Ufff… ¡Dios…!
Así, gritando al mismo tiempo, los dos llegan al orgasmo. Exhaustos, cansados, sudorosos, chorreantes y con la respiración más que agitada, llenando sus pulmones de aire y recuperando el aliento, se quedan tumbados, abrazados y los dos tienen la necesidad de cerrar los ojos para no olvidar el momento que acaban de pasar. Sin abrir los ojos, dice Julia:
—Prométeme que el próximo, a tres. Con tu mujer. Me apetece mucho conocerla y… comerle el coño.
—Por supuesto. Eso está hecho, pero… hasta que no venga mi mujer de viaje… ¿no podremos tener otra siesta de estas?
—Mmm… Me lo pensaré. Que sepas que no sé por qué he dejado que me folles sin condón. Siempre, siempre que estoy con alguien o condón o nada. Pero no sé por qué contigo es distinto.
—Pues fíjate que a mí me pasa lo mismo. Cierto es que no esperaba esto cuando he salido de casa para comprar, pero al empezar supuse que tú tendrías. Porque siempre uso preservativo. Y contigo… no sé.
Perdidos en el tiempo y sin darse cuenta de la hora que es, se quedan dormidos, el uno abrazado al otro. Tono boca arriba y con un brazo en la nuca de Julia. Julia con la cabeza apoyada en el hombro, una mano sobre el pecho de Tono y la pierna subida en su cintura.
De repente Tono abre los ojos y… ¡Hostias! Al mirar su reloj de pulsera se da cuenta de la hora que es. No quiere despertar a Julia, pero es que son las 3:45 de la madrugada, así que se levanta despacio, intentando hacer el menor movimiento de cama y no hacer ruido. Julia está totalmente dormida. Busca la ropa para vestirse, pero no encuentra los calzoncillos. «¡Joder! En las películas siempre es la mujer la que se deja las bragas en casa del chico. Vaya, hombre. Y tengo que ser yo el que no encuentre sus gayumbos…», piensa Tono.
Al no encontrarlos se viste sin ellos. Se pone el pantalón, la camisa y busca un boli o similar y un papel para dejarle una nota a Julia, pero no encuentra más que un lápiz y escribe en una servilleta de cocina:
«Julia, no he querido despertarte, pero tenía que irme a casa. Mañana haré lo posible por contactar contigo, ya que no nos hemos dado los números de teléfono. Ha sido una velada espectacular. Muchos besos donde más te gusten.
P. D.: No he encontrado mis calzoncillos».
Tono deja la nota pegada en la nevera con un imán y, con mucho cuidado, sale del piso y cierra la puerta.