Читать книгу Currículo intercultural afrocolombiano - Luis Alfredo González Monroy - Страница 6

Capítulo 1 Afrocolombianidad un horizonte del currículo

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Colombia es reconocida en su Constitución Política como una nación multicultural y pluriétnica, poseedora de una gran riqueza de saberes ancestrales propios de sus comunidades indígenas, afrocolombianas, Rrom y mestizas. Estas realidades llevan a abordar de manera necesaria y profunda la episteme interculturalidad, en el que los mal llamados ‘grupos minoritarios’ (indígenas, afrocolombianos y Rrom), exigen de las fuerzas vivas de la sociedad una mirada atenta a sus necesidades, intereses y expectativas, para configurar desde las ciencias de la educación, un sistema educativo que permita la inclusión efectiva y real de sus conocimientos y saberes, de sus creencias y costumbres, de su cultura y tradición, de su idiosincrasia e identidad. En otras palabras, la interculturalidad corresponde a una decisión personal y social comunitaria que se asume conductualmente para relacionarse en contextos donde se reconoce la diversidad (Esmeral y Sánchez, 2016, p. 78).

Sin embargo, aún se evidencia una clara hegemonía en las prácticas escolares que imputan visiones de mundo, filosofías y conocimientos instrumentales de producción, relegando a un segundo plano las particularidades de una gran diversidad de identidades y culturas propias, que enriquecen, hacen única y especial a la sociedad colombiana.

A lo largo de la historia nacional, estos pueblos han accedido a ser “educados” en un modelo que no ha respondido a sus existentes realidades y requerimientos. Si bien es cierto que se viene implementando poco a poco un discurso pedagógico incluyente en el que se le está dando voz a los saberes afrocolombianos e indígenas, sigue siendo muy notorio el dominio del sistema educativo estatal en el que el protagonista es todavía el conocimiento homogeneizante tradicional. Tal como la afirma Mosquera (2008):

En los discursos imperantes en la escuela sigue siendo débil la percepción sobre la diversidad en la sociedad colombiana y, por extensión, en el ámbito escolar. Se muestra igualmente, débil la percepción sobre las consecuencias y efectos del racismo en la vida de los alumnos que viven diariamente la discriminación racial […] los datos analizados permiten comprender que con relación al vector de la pertinencia, en el espacio escolar ocurre la valoración de una sociedad hegemónica blanca o mestiza en contraposición, una desvalorización y descuido respecto a la construcción y mantenimiento de referencia a otro tipo de identidades de raíces afro e indígenas (p. ١٠٨).

Es evidente que el discurso pedagógico enfocado en la interculturalidad no ha tenido trascendencia en las escuelas colombianas, porque los currículos y las prácticas pedagógicas de los docentes muestran una frecuente descontextualización e improvisación. Poco se conoce sobre los temas étnicos y culturales propios. De hecho, se suele relacionar la etnoeducación con la atención a grupos étnicos “minoritarios” (Arbeláez y Vélez, 2008, p. 6), es decir, a comunidades indígenas y afrocolombianas. Pero, no solo las incluye a ellas, sino también a toda la diversidad étnica que tiene Colombia y de la cual también forman parte los mestizos.

Del mismo modo, la educación que ha de servir de puente para el estudio comprensivo, crítico, respetuoso y tolerante de la diversidad étnica y cultural del país ha carecido de prácticas educativas incluyentes en las que se favorezca el diálogo reflexivo y abierto de creencias, costumbres, conocimientos y saberes ancestrales propios de sus integrantes, con el fin de reconocer, aceptar, respetar, valorar y enriquecer las diferencias como característica especial, sobresaliente, individual y colectiva de la identidad colombiana.

La escuela ha asumido su rol como promulgadora de conocimientos de la ciencia eurocéntrica, pero le ha faltado generar los espacios mínimos para reflexionar acerca de los procesos interculturales que subyacen de manera solapada en una sociedad rica en interacciones de subjetividad, presta en todo momento a dialogar de manera respetuosa, a estar atenta a suscribir consensos con sus pares y adversarios, y sobre todo, a tomar de manera serena decisiones para unas comunidades educativas proyectadas a la realización de sus miembros como personas íntegras y sociales.

En este sentido, la escuela se constituye en un lugar en el cual colectivamente se construye currículo, ahora desde una perspectiva intercultural que responde a los verdaderos anhelos, exigencias, expectativas, necesidades y particularidades de sus comunidades. En una visión altruista que reconoce la diversidad policrómica de una nación con una geografía heterogénea. Para ello, se pone como punto de referencia a una escuela rural ubicada en el Caribe colombiano que encierra una historia propia, unas problemáticas comunes, unos sentimientos identitarios y unos saberes tradicionales ancestrales. Ahora bien, con esta alusión no se pretende desconocer a los otros pueblos que conforman la unidad nacional del país.

Lo anterior lleva a pensar que es la escuela como organización social, la llamada a trabajar en la construcción y reconstrucción de tejido social, como dinámica reivindicativa de una sociedad que ha rechazado, excluido, humillado y discriminado a las comunidades afrocolombianas. Es la escuela entonces, según Walsh (2007b), la emplazada a proponer escenarios de socialización y reconciliación a través de un currículo intercultural, que exponga:

Nuevos procesos de intervención intelectual que puedan incluir la recuperación, la revaloración y la aplicación de los saberes ancestrales, pero no como algo ligado a una localidad y temporalidad del pasado, sino como conocimientos que tienen contemporalidad para comprender y actuar ahora. Procesos de intervención intelectual y de pedagogía crítica que podrían poner en consideración modos otros de pensar, aprender y enseñar que cruzan fronteras. La interculturalidad, la descolonización y la descolonialidad, en este sentido, son proyectos y luchas necesariamente entretejidos (p. ٤٨).

Surge por ende, la necesidad de diseñar un currículo contextualizado y pertinente que tenga en consideración “modos otros de pensar, aprender y enseñar”, hecho que es apremiante. La reivindicación de los derechos de los afrocolombianos ha de tener en cuenta su cosmovisión del mundo, su manera de enfrentar la vida y sus conocimientos ancestrales, que son válidos, significativos y universales para dicho grupo y han de ser tenidos en cuenta al momento de tal diseño. Es por ese motivo que se requiere de un trabajo mancomunado de todos los estamentos de la comunidad educativa en la construcción de este currículo intercultural (Alonso y Hernández, 2012), y sobre todo de las familias afrocolombianas que conocen y vivencian sus saberes ancestrales.

Sin embargo, el trabajo que realizan las familias afrocolombianas del corregimiento de San Juan de Palos Prieto, Magdalena, en y desde sus hogares, para aportar a la formación de estudiantes integrales con identidad afrocolombiana, es muy moderado. Esta afirmación se hace tomando en consideración el poco interés en enseñar a sus hijos su esencia y tradiciones. Gran parte de los jóvenes a los que se les pregunta por su cultura, en actividades escolares, no saben qué contestar. De hecho, podría considerarse que muchas de estas familias han sido colonizadas por costumbres y saberes homogeneizantes que, de una u otra forma hoy influyen sigilosamente en la falta de autorreconocimiento y autoaceptación de muchos jóvenes afrocolombianos, como lo mencionan López, Rivas y Rodrigo (2011):

La historia de Colombia y de sus pueblos, hablan de las hazañas y grandezas de los hombres mestizos, se habla de una cultura y una sociedad blanca, pero nunca se ha pensado ni hablado con voz de afrocolombiano, de un afrocolombiano (a) que posee una historia, una cultura, una ciencia, una tecnología, una tradición propia, entre otras; por el contrario, las miradas de la sociedad hegemónica han hecho que un buen número de afrocolombianos (as) se avergüencen de su grupo étnico y de su cultura. Hay quienes se casan con un mestizo por la creencia de que así mejorará su condición o estatus social, niegan su tierra de origen o buscan una posición laboral rodeándose de mestizos (p. ١).

Sin lugar a dudas, autorreconocerse y auto aceptarse como afrocolombianos en un país en el que todavía se evidencian conductas discriminatorias ante el color de piel, pudiera ser un ejercicio difícil y poco espontáneo para muchos jóvenes que han crecido rodeados de una cultura eurocéntrica que los ha rechazado y marginado. Es necesario recordar que esta comunidad afrocolombiana es descendencia de la que llegó a lo que hoy se conoce como América, traída del continente africano durante el periodo de la Colonia. Población que sufrió la esclavitud y su deshumanización, y que lamentablemente, aún sigue siendo discriminada y humillada por su color de piel.

Si bien es cierto que en el año 1851 se decreta la libertad de este grupo poblacional, se acota que este fue antecedido por décadas de luchas para lograr la reivindicación de sus derechos. Y cuando por fin se logra, no es tan real como se esperaba. Así lo registra la página web del periódico El Pilón3:

Fue el ٢١ de mayo de ١٨٥١ cuando el gobierno de José Hilario López decretó la abolición de la esclavitud en Colombia. Con este importante acto, se esperaba la construcción de un país multicultural y pluriétnico -tal cual lo menciona la Constitución de ١٩٩١- en donde las razas, colores, creencias e ideales no fueran un pretexto para ser parte de este, sin embargo, a la fecha aún se observan cientos de casos de discriminación e injusticia hacia las comunidades afrodescendientes.

Como se puede ver, la abolición de la esclavitud no fue un hecho real e inmediato. Los afrocolombianos tuvieron que esperar por mucho tiempo más el tan anhelado sueño de convivir en una sociedad tolerante y justa, donde se les respetara y valorara su etnia y su cultura. Mientras seguían esperando la reivindicación de sus derechos, continuaron siendo objeto de injusticias y maltratos. No fue suficiente el Decreto de Abolición. A este respecto, el portal Colombia aprende (s.f.), aclara:

Existen cuatro momentos que deben destacarse en este complejo episodio colombiano: ١٨١٢: la Constitución del Estado de Cartagena prohibió el comercio y trata de negros. Proyecto frustrado debido a la Reconquista española en ١٨١٥ comandada por Pablo Morillo. ١٨١٤: el dictador Juan del Corral ordenó la libertad a los hijos de esclavos nacidos en Antioquia. ١٨٢١: Ley de Libertad de vientre. ١٨٥١: ٢١ de mayo, el presidente José Hilario López firma la abolición legal de la esclavitud.

En definitiva, este proceso fue lento e inconcreto. Y tristemente, la situación no ha cambiado por completo para esta comunidad. Aunque ha habido algunas variaciones favorables, no se puede negar que desde esa época hasta el día de hoy se siguen contando por cientos los casos de diferenciación, exclusión, humillación, discriminación, segregación e injusticia hacia los afrocolombianos.

Es innegable tal situación. La sociedad en general y de hecho el mismo Estado “han hecho sordos sus oídos” para escuchar la voz de estas comunidades afrocolombianas que piden atención y justicia. Y aunque el Estado ha hecho esfuerzos por visibilizarlos, aún no lo ha logrado, falta mucho por hacer. Ellos, como todo colombiano, desean ser partícipes activos de la construcción social, política, económica y cultural del país, pero desean una participación real y profunda.

A pesar de todos los progresos que se han adelantado para mejorar las condiciones sociales de las comunidades afrocolombianas, la situación continúa desoladora, como afirma el Departamento Nacional de Planeación (1998):

En relación con la población afrocolombiana […] se conoce que habitan en su mayoría en los cordones de miseria y que en éstos (sic) las condiciones de saneamiento básico son críticas, […] Las mujeres afrocolombianas enfrentan condiciones bastantes complejas. Aunque se han enmarcado principalmente en actividades de la pequeña minería, agrícola, caza, pesca, artesanías, servicio doméstico, trabajo informal, no se les ha reconocido de modo sustancial sus aportes a la construcción de la base económica de la Nación, ni el papel primordial que juegan en la familia. Pese a ello, constantemente viene enfrentándose a diversos problemas tales como el desempleo, el analfabetismo, la violencia familiar, la pobreza, el abuso sexual, el ultraje, y el desplazamiento por la violencia y la discriminación racial y de género–sexo. De igual manera se encuentra desprotegida frente a la seguridad social, lo que en su conjunto las coloca como un grupo poblacional especialmente vulnerable (p. ٣٠).

En este orden de ideas, la Revista Semana (2011) presentó los resultados de un informe del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), en el que se muestra que en Colombia el 90% de la población afro se concentra en 201 municipios de la geografía nacional.

En dichas localidades se presentan indicadores de pobreza mayores al resto de municipio y un rezago general en los indicadores de calidad de vida. De esta forma, mientras el ٦٠٪ de la población afro está en la pobreza, la cifra para el resto es del ٥٤,١٪. También se presentan brechas en educación, salud y equidad de género.

Como puede notarse, la población afrocolombiana se encuentra en difíciles situaciones económicas que la hacen más vulnerable. Habitan en zonas marginadas donde la pobreza, la inequidad, la violencia y la fragmentación del tejido social son críticos. Los sectores de la salud, educación, trabajo productivo y la discriminación afectan más profundamente a esta población. Las evidencias de rechazo, marginación, humillación y discriminación son comprobadas. No se les ha reconocido su valor y actuación relevante en la historia y construcción de una sociedad diversa y rica culturalmente. Y aunque poseen un gran patrimonio ancestral, que proclaman saberes, tradiciones, costumbres, ritos y valores propios representados en la lucha y la conquista de sus derechos que por años han tenido que reclamar y que, aún siguen reclamando, la discriminación y segregación de la cual han sido víctimas los negros y por extensión los afrocolombianos por su color de piel, ha sido implacable y despiadada: han querido arrebatarles su cultura y aniquilarlos. Al respecto, Blandón (2017), referenciando a la Corporación Convivamos y la Alcaldía de Medellín, afirma que:

A pesar del avance en herramientas jurídicas para la protección y promoción de los derechos humanos básicos y de orden colectivo de las comunidades afrocolombianas, al igual que para el fortalecimiento de su identidad, se evidencia una persistencia viciosa y socialmente aceptada de estructuras y prácticas colectivas que lleva a que aún hoy se sigan perpetuando importantes niveles de inequidad social, económica y educativa, así como la vulneración permanente de los derechos de estas comunidades con las prácticas racistas y discriminatorias (p. ١٢٥).

Todo este historial de sufrimiento y exclusión, hace vulnerables a las comunidades afrocolombianas, que exigen del gobierno, de la nación, de las instituciones públicas y privadas, y de la misma sociedad, atención especial. Esta puede tener como referente y punto de partida a las escuelas que subyacen en estos territorios de reivindicación. En este sentido, no se pretendió con el presente acto investigativo dar soluciones a la problemática socioeconómica que atraviesan estas comunidades, ni borrar el dolor, la humillación y la segregación de la cual han sido víctimas. Lo cierto es que su finalidad estuvo soportada en el afán incesante de hacer visible a la comunidad afrocolombiana, en este caso, a una comunidad afro asentada en el Caribe colombiano, San Juan de Palos Prieto, mediante el reconocimiento de sus saberes ancestrales como cimiento en la construcción de un currículo intercultural, en el cual las voces de los participantes nativos fueron escuchadas, respetadas y valoradas. Por todo lo anteriormente planteado, se formuló la pregunta problema del estudio en los siguientes términos:

¿Cuáles son los sentidos y significados que atribuyen las comunidades afrocolombianas a la construcción de un currículo intercultural que afiance los saberes ancestrales en el Caribe colombiano?

Con el propósito de responder a las pretensiones teleológicas del estudio, este se planteó como objetivo general develar los sentidos y significados que atribuyen las comunidades afrocolombianas a la construcción de un currículo intercultural que afiance los saberes ancestrales en el Caribe colombiano. Un propósito que supone a la vez: reconocer los saberes ancestrales que se encuentran en el currículo escolar orientados a la construcción de identidad propia; identificar desde las voces de los participantes el legado de tradiciones afrocolombianas a través de los procesos lecto-escriturales que se dan en el currículo escolar, y comprender desde el diario vivir de la comunidad afrocolombiana la necesidad de incorporar de manera transversal la interculturalidad en la escuela como lugar de reencuentros y saberes tradicionales.

Currículo intercultural afrocolombiano

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