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Los celtas: civilización y sociedad

‘Professor Binchy, …, has characterized this society

as ‘tribal, rural, hierarchical and familiar.’’

(Hugh Kearney, The British Isles. A History of Four Nations)

El origen de la civilización celta habría que localizarlo en Europa. Inicialmente los celtas fueron una débil confederación de gentes que poblaban Europa central y occidental, pero que pronto ocuparon diversos lugares del continente llegando a Italia, Grecia o Asia Menor hacia el Este, y Francia, Gran Bretaña e Irlanda hacia el Oeste.

La primera referencia escrita que tenemos del apelativo ‘celta’ –kelti-ké– la encontramos en el siglo v a.C. en palabras de Herodoto para referirse tanto a los habitantes que dominaban en aquella época el Danubio como a los del sudoeste de la Península Ibérica. En el siglo i a.C., Estrabón habla de un pueblo, los keltoi, relacionado con los galos, conocidos estos últimos como celtae. Es necesario aclarar que el término ‘celta’ es también una denominación lingüística como lo pueden ser ‘griego’ o ‘sánscrito’, todas ellas lenguas indoeuropeas. El irlandés actual proviene de un dialecto llamado celta-Q o goidélico, el cual se cree que proviene de España. Es importante también destacar la influencia del latín sobre la lengua celta, ya que los irlandeses, basándose en el alfabeto latino, inventaron un alfabeto propio que tiene prácticamente todas las letras del nuestro.

Las primeras oleadas invasoras celtas en Irlanda datan aproximada- mente del final de la Edad del Bronce en la isla –siglo vi a.C.–. Como ya sabemos, la cultura celta de finales de la Edad de Hierro es reconocida con el término de La Tène y esta probablemente alcanzó Irlanda en el siglo ii a.C. con la llegada desde Britania de bretones –fir domnain–, belgas –fir bolg– y galos –galicoin–. La mayoría de los hallazgos de arte La Tène en Irlanda se encuentran en el Ulster y Connacht, zonas donde, por otra parte, la tradición de las sagas irlandesas localiza muchas de las leyendas de la época heroica celta. Las historias de Cú Chulainn 2 y Conchobar mac Nessa son reflejo de situaciones reales. Por ejemplo, la mítica ciudad de Emain Macha en el Ulster –actualmente el fuerte Navan situado en el condado del Armagh– aparece en los mapas del siglo ii a.C. de Ptolomeo de Alejandría con el nombre de Isamnion y el tipo de vida de los héroes es muy similar al de los celtas de la Galia tal y como los describe el filósofo griego Poseidonios en el siglo i a.C.

Las leyes irlandesas, que durante toda la prehistoria se transmitieron oralmente de padres a hijos, tomaron forma escrita hacia el siglo vii –o quizás vi– de nuestra era. La sociedad descrita en estos tratados se remonta a épocas precristianas y, obviamente, su estructura era pagana a pesar del barniz cristiano que estos escritos le dieron ya que fueron confeccionados en una época en la que el peso del cristianismo era ya importante en la isla.

Existían tres clases de profesiones entre los celtas del continente: los druidas, los bardos y los vates. Los druidas se ocupaban de los asuntos religiosos, el estudio de la naturaleza y la especulación filosófica. Los bardos eran poetas y cantores, y los vates expertos en sacrificios y futurólogos. En Irlanda la distinción no es tan precisa. Los druidas, que llegaron a la isla hacia el 300 a.C., eran sacerdotes y sabios, pero también jueces y consejeros. Los vates (filid en Irlandés) se convirtieron en una clase inferior de druidas. Los druidas irlandeses se especializaron más en asuntos religiosos y mágicos, mientras que los filids se ocuparon más concretamente de los asuntos seculares. El filid llegó a ser el custodio de las tradiciones tribales. Conservaba las genealogías nobles y recordaba las grandes hazañas. Confeccionaban la genealogía de las familias nobles, recordaba las grandes hazañas, creaba poemas para ceremonias de alabanza oficial, conservaba en la memoria y transmitía oralmente las obras literarias de sus predecesores y formaba a sus jóvenes discípulos para seguir su camino.

La sociedad celta era eminentemente rural y apenas existían ciudades. La civilización urbana transmitida a Europa del norte y occidental por influencia grecorromana contribuyó significando muy poco para los habitantes de la Irlanda rural hasta que se les fue impuesta por los conquistadores extranjeros.

Los escandinavos trajeron la construcción de pueblos y ciudades amuralladas a Irlanda a finales del siglo viii aunque con poco éxito. De hecho, el desarrollo urbano en época celta que, si exceptuamos algunos enclaves como Cashel, la mayoría de las ciudades irlandesas actuales no es de origen celta. Una vez asentado el cristianismo en Irlanda lo más parecido a un pueblo serían los monasterios. Tendremos que esperar a la llegada de los normandos y a su asentamiento para que se empiecen a crear los primeros núcleos urbanos. Hasta entonces se vivía en granjas individuales. Las mejor preparadas estaban rodeadas por una muralla de tierra y un cercado. La casa del rey (chieftain) tenía una doble muralla cuyo anillo exterior era construido por los vasallos de menor grado del rey, conocidos como céili giallna.

Uno de los asentamientos celtas más antiguos se localiza en la colina de Tara. Durante muchos siglos este montón de piedras, o mojón, ha sido conocido como el Túmulo de los Rehenes (Mound of Hostages) e identificado con el legendario Cormac mac Airt, rey celta que supuestamente gobernó desde Tara durante el siglo iii a.C. Esta asociación, aunque equivocada, indica que las últimas generaciones de celtas comenzaron a vincular estos misteriosos mojones con figuras ancestrales. La intención de este acopio de mitos estriba un poco en la intensificación de la santidad de estos mojones que con el tiempo se convirtieron en lugares ceremoniales. En el Túmulo de los Rehenes, se encuentra el Lia Fail, o piedra del destino. La leyenda cuenta que esta piedra gritaba cuando en los actos de coronación de un rey un candidato digno de la Corona ponía su pie en ella. Hay cientos de terraplenes similares por toda Irlanda los cuales eran en realidad los sencillos hogares de los celtas. Normalmente disponían de un foso circular con una única entrada más bien pensado como corral para el ganado que como fortaleza. Quizás los situados en Tara eran los más importantes y estaban más lujosamente decorados que los del resto de la isla, aunque no tanto como las leyendas los describen, esto es, como palacios suntuosos o poderosas fortalezas. Lo más intrigante de estos poblados son los fosos que los rodean.

Se piensa que muchas veces los nobles construían un número diferente de fosos circulares según el rango que ostentaran 3.

Existían dos instituciones primordiales en la vida de la isla: el fine o unidad familiar, base de la estructura social, y la tuath o pequeño reino, base de la política. La tuath era un territorio muy pequeño bajo la autoridad de un rey. Las relaciones entre las diferentes tuatha eran similares a las interpersonales: la mayoría de ellas rendía tributo a un rey superior. Algunos no pagaban porque su rey pertenecía a la misma dinastía de ese rey superior y esto les eximía de dicha obligación. Estos reyes inferiores solían recibir regalos del superior y este no interfería normalmente en la gobernabilidad de dichos territorios. La ley irlandesa reconocía tres grados de reyes: el rí tuaithe, o rey de un solo tuath; el ruire, rey de varios tuatha; y el rí riurech, o rey de una provincia. Es importante señalar que ninguno de los reyes provinciales es reconocido por las leyes como rey absoluto de Irlanda. Y si bien es cierto que la dinastía de los Uí Néill se autoproclamó regente de Irlanda durante seis siglos, este título no tenía ninguna validez de derecho, solo se consideraba como título honorífico.

La base social la constituía la familia –fine – que incluía a todos los parientes del hombre hasta la quinta generación. Asimismo, residían en el fine los derechos sobre la propiedad de las tierras familiares (fintiu). Si alguien moría sin herederos directos, sus propiedades se repartían entre sus familiares a partes iguales. Los derechos individuales apenas existían ya que dependían fundamentalmente de su pertenencia al fine. Aunque la idea de lo privado estaba prácticamente ausente, sin embargo, la existencia de cabañas separadas dentro de los recintos, equivalentes a las habitaciones de una casa actual, demuestra cierta noción del espacio privado en esos tiempos.

Los jueces definieron un complejo esquema de relaciones dentro del grupo familiar. El geilfhine, a veces llamado deirbfhine, era el grupo familiar normal, es decir, básicamente la relación establecida entre un hombre y sus hermanos. Pero esta se ampliaba a cinco generaciones para incluir a los hijos, a los hermanos de su padre, a los de su abuelo, e incluso a los de su bisabuelo y a los hermanos de este último. Era difícil que vivieran tantas generaciones al mismo tiempo, pero los jueces debían prever todas las posibilidades. El siguiente grupo familiar, el deirbfhine o táebfhine, incluía a los primeros sobrinos de cuatro generaciones. Por último, el iarfine y el indfhine incluían a los primos segundos y terceros respectivamente. Este esquema dejaba a las mujeres en una situación bastante precaria, ya que no podían heredar tierras, aunque las hijas sin hermanos podían disfrutar de por vida de las tierras paternas.

No existían derechos de herencia para los primogénitos. La tierra era compartida a partes iguales por todos los hermanos, aunque el individuo más viejo era el cenn fine, que representaba a la familia ante cualquier contingencia. La unidad familiar era responsable de los delitos de sus miembros y la encargada de reclamar venganza de sangre si alguno de sus miembros era asesinado. En la práctica se aceptaba con cierta frecuencia un éraic, es decir, una compensación económica por parte del asesino. Si este se fugaba, su familia debía pagarlo. Además, el estatus social de un hombre se expresaba en términos materiales por su encelann o ‘precio de honor’, el cual determinaba en un juicio el valor de las compensaciones por los daños causados.

En las familias reales cada miembro podía ser candidato a rey (ríg-damnae). Si una rama de la familia monopolizaba el trono durante cuatro generaciones, el resto de candidatos corría el peligro de perder los derechos de elección de por vida. Para evitarlo a menudo cometía el fingal, es decir, el asesinato de su propia familia. Este era el peor crimen de todos porque no cabía posibilidad de venganza legal o de compensación. Para evitar esta circunstancia, se elegía un heredero (tánaise ríg ) mientras viviera el rey. En la práctica, este heredero era la persona con más vasallos a su favor. Las ramificaciones del fine hacen que sea fácil entender por qué las familias nobles irlandesas se preocupaban tanto por conservar la genealogía.

La sociedad celta estaba claramente estratificada y jerarquizada. La categoría social dependía tanto de la riqueza como del nacimiento y era posible subir o bajar de escalafón según estas variables. El hecho de poseer cierta cultura también favorecía la distinción social ya que, por ejemplo, los áes dána, o clase cultivada, disfrutaba del mismo rango social que la aristocracia. Posteriormente, el clero cristiano también tendría dicho privilegio. Un ollam, o poeta destacado, o un juez tenían la misma condición que un obispo o el rey de una tuath. También era posible que una persona no libre progresara y llegara a alcanzar la libertad, realizando un trabajo especializado como, por ejemplo, el de herrero, médico o arpista. Todos los hombres libres poseían tierras y las subdivisiones entre ellos dependían de su cantidad.

Cuando hablamos de una sociedad jerarquizada nos referimos a un orden social más o menos rígidamente estratificado, donde la desigualdad entre los individuos se convirtió en un principio legal aceptado por todos. La mayoría de los hombres era libre –había pocos esclavos–, aunque no iguales. En la cúspide de la tuath estaba el rey, originalmente un personaje sagrado que justificaba su descendencia en deidades ancestrales. Su sucesión, como hemos dicho unas líneas más arriba, estaba abierta, en principio, a cualquier miembro de su dinastía familiar dentro de las cuatro generaciones más cercanas. Entre las funciones más importantes del rey cabría destacar la de dirigir a su gente en la guerra y la de presidir el óenach, asamblea convocada habitualmente, en la que la población de la tuath se reunía para despachar asuntos tanto públicos como privados. Lo que no podía hacer el rey era actuar como juez, ni tampoco promulgar leyes, excepto en situaciones de emergencia. Para ello estaban los brehons 4, jueces instruidos en las leyes tradicionales. Estas leyes, según los brehons, eran expresión de la ley natural, por lo tanto, las leyes cristianas, que llegarían más tarde a Irlanda, solo podían añadir conceptos, pero nunca eliminar los ya existentes.

Después del rey venían los grados de nobleza, los cuales básicamente distinguían a dos tipos de ciudadanos: los de origen noble y los plebeyos. La aristocracia era la clase guerrera, pero también eran los mecenas de los poetas, los artistas y los artesanos. Existía también una clase intermedia entre la nobleza y los plebeyos: los hombres de las artes (aes dána), es decir, los abogados, poetas, historiadores o músicos. Más tarde, cuando el cristianismo fue aceptado, los clérigos fueron incluidos en este grupo. Por lo que respecta al plebeyo, las leyes definían claramente sus derechos y deberes, esto es, realizar las labores, pagar sus impuestos al rey y recibir protección del rey de turno.

Los irlandeses tenían una economía agraria bastante simple y no utilizaban monedas acuñadas. La unidad de valor básica era un sét, un becerro joven. El cumal, una esclava, equivalía a seis séts. El valor del cumal o del sét solía igualar a sumas calculadas en siclos 5 o en onzas de plata. El cumal se utilizaba también como forma de medición de tierras.

En una sociedad eminentemente agrícola, los nobles también eran agricultores. El elemento que distinguía al aristócrata era el déis, esto es, la posesión de vasallos y la autoridad e influencia que ejercía sobre ellos. Estos vasallos podían ser nobles u hombres libres, los sáer-chéili, y tomaban prestado ganado de su señor que se llevaban a sus tierras. Pagaban por esto unos precios muy altos además de acompañar al señor como parte de su dám o séquito. Otro tipo de servidumbre se daba con el dáer-chéili o céile giallnai que aunque pagaba unos precios más bajos por el ganado, estaba obligado a pagar una renta anual en comida y a realizar ciertos servicios domésticos. También se veía en la obligación de acomodar graciosamente a su señor y su séquito cuando estos así lo requirieran. Esta cadena de servidumbres hacía que nobles que tenían su propio séquito formaran al mismo tiempo parte del séquito de un señor más poderoso, por ejemplo de un aire túise, que era el más alto grado de nobleza. El que ostentaba esta categoría, el toísech 6, era el jefe de un gran grupo de nobles aristocráticos. Este entramado de relaciones interdependientes entre aristócratas y hombres libres permitía cierto grado de orden en una sociedad en la que no existían ni fuerzas policiales ni la concepción actual de estado.

A la vista de los datos aportados, algunos historiadores han llegado a la conclusión de que la anarquía reinaba en Irlanda antes de que llegaran los vikingos. Pero lo interesante del caso irlandés es comprobar cómo un sistema legal basado en el derecho consuetudinario y no en sanciones estatales, formulado y aplicado por una prestigiosa casta de profesionales, los brehons, podía funcionar. Estas comunidades patriarcales veneraban las sagradas tradiciones ancestrales. Dentro de una tuath estos juristas mantenían su autoridad, aunque les resultaba más difícil cuando se trataba de conflictos inter tribales violentos. En estos casos eran al menos capaces de aportar recursos para el acuerdo pacífico de conflictos que iban desde una simple tregua hasta la creación de una serie de procedimientos legales para los propósitos en los que se veían inmersos.

En cuanto a la guerra, debemos concebirla de una forma totalmente distinta como la consideramos en la actualidad. Durante el periodo pre-vikingo muy pocas de las guerras que los Anales (Annals) relatan implicaban una conquista, una ocupación o el derrocamiento de una dinastía tribal. Algunas de ellas simplemente eran expediciones de castigo por parte de un rey superior para cobrar tributos que no habían sido satisfechos por un rey subordinado. Debido a que la riqueza se basaba en la cantidad de ganado poseída, la violencia se aplicaba a este y, por consiguiente, las razias adoptoban la forma de incursiones para robarlo. Así, la mayoría de las guerras consistían fundamentalmente en la apropiación de ganado con el fin de saldar deudas. Estas guerras, y aunque parezca sorprendente para nuestros patrones, suponían en realidad un intercambio más en las relaciones intertribales, algo parecido a una competición entre guerreros aristócratas. Todo el mundo las aceptaba más o menos como algo natural y sería un error tomarlas más en serio a como lo hacían los nobles que luchaban en ellas. G.K. Chesterton ilustraba esta idea en el siglo xix con los siguientes versos:

“The great Gales of Ireland

Were the men whom God made mad,

For all their wars were merry

And all their songs were sad” 7.

La sociedad celta ha sido calificada en varias ocasiones como una sociedad conservadora, aunque este es un adjetivo que puede llevar a equívocos. Conservador aquí es sinónimo de rígido. Las costumbres celtas una vez establecidas eran raramente alteradas y quienes se preocupaban por mantenerlas eran los filid. Algo que sorprende también de la sociedad celta es su genuino interés por el concepto de honor. La ley celta se basaba en el trato justo y en la verdad que, junto con el rango social, lo eran todo.

La evolución política de la Irlanda celta se sitúa entre dos momentos: la existencia de cinco reinos iguales y autónomos en tiempos de Conchobar Mac Ness, rey del Ulster y, según la leyenda, contemporáneo de Cristo, y la fundación del reino de Meath en 483 con capital en Tara. La época de Conchobar se conoce como Aimser no Coicedach, o ‘el tiempo de los cinco quintos’. Irlanda estaba dividida en los reinos de Connaught, Ulster, Munster, Leinster del Sur con capital en Dun Aillinne y Leinster del Norte con Tara como capital.

Tara siempre es tema de discusión. La literatura habla continuamete de cinco reinos, pero menciona específicamente solo cuatro. Tara se considera ese quinto reino, aunque nunca compartió la importancia de los otros. Sus reyes ejercieron su influencia a nivel local, en el ámbito nacional. La idea de un único rey de Irlanda (High King of Ireland) que gobernara desde Tara es un mito. Lo que sí mantuvo Tara fue una posición central en la cultura celta. El rey que gobernara desde allí disfrutaría de un prestigio simbólico que ensombrecería a cualquier otro. Quizás el lugar donde se encuentra Tara, y debido a alguna asociación desconocida, fue un lugar sagrado y permaneció así durante toda la prehistoria. La única analogía conocida y aproximada podría ser la de Camelot en Gran Bretaña.

De todas formas, los celtas irlandeses no limitaron sus movimientos a Irlanda. A partir del siglo iii, estos empiezan a realizar una serie de incursiones en la Britania romana. Los escritores romanos los van a llamar hibernii, attecotti, o scotii. Este último término define bien la concepción que se tenía de dichas incursiones, puesto que el término scottus parece designar a gentes que se dedicaban a las escaramuzas –también se suele traducir como ‘corredores’–. Los irlandeses no se detuvieron en Gran Bretaña. También marcharon sobre el continente. San Jerónimo habló de las incursiones de los attecotti, hombres bárbaros a los que atribuyó crueldades y costumbres abominables. Debido a su importante número, en ciertas ocasiones incluso fueron reclutados al servicio de Roma.

Los documentos irlandeses nos muestran otra lectura de dichas invasiones. No hablan de bandas de merodeadores, sino de expediciones de guerra dirigidas por reyes. La más antigua se atribuye al rey Crimthann Nia Fair, que, según la leyenda, habría reinado sobre toda Irlanda entre los años 74 y 90. Otra expedición notoria sería, en el siglo v, la del famoso rey Niall ‘el de los nueve rehenes’ que coincidió con las campañas en la Galia y Britania del general romano Estilicón de quien se dice que tuvo que luchar contra una verdadera invasión irlandesa. No solo se limitaron a realizar incursiones en los territorios antes mencionados, los celtas irlandeses también se establecieron en ciertas partes de Britania. Así, a partir del año 300 encontraremos a los Uí Liathain en Cornualles, a los Dal Riada del Ulster en Argylshire y las islas vecinas, o a los Goidelos en Gales, por poner algunos ejemplos. Allí se mezclaron con los indígenas y sus costumbres. Esta aventura ‘colonizadora’ duró hasta mitad del siglo v cuando los reyes de Irlanda renunciaron a sus expediciones conforme los bretones empezaron a recuperar terreno en Gales y Cornualles.

Los tratados legales no reconocen un rey único irlandés hasta el siglo viii. De todas formas, en el siglo v, Niall ‘el de los nueve rehenes’ y sus hijos rehicieron la división política de Irlanda en cinco regiones al establecer nuevos reinos en el norte y en las tierras medias. Estos, los Uí Néill, se autoproclamaron reyes de Tara después de vencer en el año 483 en la batalla de Ocha, lo cual supuso también la separación de la dinastía de Connaught de la dinastía suprema, la cual quedaba íntimamente ligada a la posesión del condado de Meath, donde se encuentra la ciudad de Tara. Lo importante de los Uí Néill es que con ellos la escena política en Irlanda cambia. Pidieron a Leinster el pago en ganado de grandes tributos, el bóruma. Como el rey de Leinster era técnicamente un rí cóicid, este no debía pagar ningún tipo de tributo. El bóruma nunca se pagó gustosamente y muchos de los reyes de los Uí Néill fueron derrotados en batallas que se libraron al intentar cobrar dicho tributo.

Mientras todo esto pasaba, Munster se encontraba dominado por la dinastía de los Eóganacht. Esta se hallaba dividida en varios grupos estratégicamente situados por toda la provincia, dominando de esta manera a antiguos pobladores de esas tierras. El rey de cualquiera de los grupos dominantes podía ser elegido rey de Cashel. Parece que este lugar fue desde el principio un lugar cristiano y muchos de sus reyes fueron también obispos o abades. El condado de Clare había sido arrebatado a Connacht a principios del siglo v y los Eóganacht lo habían colonizado. Al principio los Eóganacht ignoraron las pretensiones de los Uí Néill, pero empezaron a alarmarse cuando estos empezaron a interferir en Leinster. Fue a mediados del siglo ix durante la crisis que provocaron las invasiones vikingas cuando Máel Sechnaill I, de los Uí Néill del sur, llevó a la práctica la institución del reino supremo de Irlanda (High Kingship). En el año 851 se aseguró la sumisión del rey de Ulaid, y unos años más tarde sometió también al rey de Osraige. A continuación invadió Munster y toda la provincia le rindió vasallaje. También asesinó al rey y obispo de Cashel.

2 Sobre el origen de este héroe existen varias teorías: la primera dice que su verdadero nombre era el de Setenta y que provenía de una tribu británica conocida como los Setantii; la segunda afirma que pertenecía a una tribu sometida, la Tuath Tabairn.

3 Tanto Tara, como Emain Macha y Dun Ailinne fueron construidos durante la Edad de Bronce y aunque las leyendas definen estos lugares como grandes y suntuosas fortalezas, muy probablemente se trató de lugares rituales que posteriormente se utilizaron para reuniones anuales. Para más información véase H. Kearney, The British Isles. A History of Four Nations

4 Esta palabra proviene de la palabra irlandesa brithem que significa ‘juez’ y que se aplicaba a aquellos que dominaban la Brehon Law.

5 Moneda de plata usada en Israel. Unidad de peso usada entre babilonios, fenicios y judíos.

6 Una derivación de este término –Taoiseach – es, curiosamente, el apelativo con el que oficialmen- te se alude al primer ministro irlandés desde la creación del Estado Libre de Irlanda (Irish Free State) en 1922.

7 Los grandes gaélicos de Irlanda / fueron hombres que Dios creó locos, / porque todas sus guerras eran alegres / y todas sus canciones, tristes.

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