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Presentación

HE TENIDO EL HONOR DE ser invitado por los autores para escribir la presentación de su libro Viruela en Colombia. De la Real Expedición de la vacuna al Parque de Vacunación, al que le hubiese ampliado el título adicionando: …y más allá.

Este libro es fruto de una rigurosa investigación que permite recrear los acontecimientos científicos que comprometieron no solo a autoridades sanitarias y políticas, sino también a la sociedad en su conjunto; además, nos enseña cómo, ante una enfermedad devastadora, la tenacidad, la perseverancia y la sapiencia de grandes hombres supieron encauzar la investigación y la innovación en salud pública para lograr erradicar este evento, que, para el escenario colombiano, registró el último caso en 1962.

Como en las famosas películas Regreso al futuro, este libro nos permite entender que la historia es el vehículo que nos facilita visitar el pasado, pero también, con un poco de esfuerzo, prever el futuro. En este caso especial, conocer las proezas, primero en la época de la Colonia —a inicios de 1800— del primer programa global de salud pública en Suramérica, que recurrió a 22 niños huérfanos, hasta las aventuras vividas por los autores para develar aspectos filogenéticos de la vacuna.

En el texto se señala como, luego de cuarenta años de la llegada de la vacuna a la Nueva Granada, se pierde el virus vacunal como consecuencia de los conflictos civiles de la época, lo que inició un proceso de importación desde Inglaterra y Francia, pero no siempre se conseguía recuperar el virus vivo. Mientras tanto, la enfermedad continuaba con su paso por el territorio colombiano. Así, luego de muchos años matizados por complejas situaciones, intereses y conflictos, la Junta Central de Higiene decidió crear un laboratorio central para la producción de vacuna contra la viruela.

La anterior determinación constituye uno de los puntos centrales del libro. En la opinión de los autores, casi un siglo después de la llegada de la vacuna de Jenner a Colombia, con el Parque de Vacunación se inició una original experiencia de ciencia y tecnología, pues a partir de 1897, con escasos recursos y la dirección del joven médico veterinario Jorge Lleras Parra, comenzó un perseverante proyecto en el que la invención y la experimentación facilitaron la producción eficiente de la vacuna de viruela empleando modelos animales. De esta manera, el virus en glicerina y seco llegaron a la Colombia profunda, iniciando así un progresivo programa de control.

Los profesores Villamil, Sotomayor y Esparza describen el origen del Parque de Vacunación, las iniciativas para superar la escasez presupuestal, los tiempos de guerra, la genialidad y la creatividad de Jorge Lleras para la construcción de equipos y la adecuación de los espacios de trabajo. Uno de los apartes más importantes se refiere a las observaciones de campo del director del laboratorio, quien sostenía que había empleado siempre la misma semilla vacunal y que, en su opinión, no se trataba del virus de la viruela de las vacas (cowpox), sino del virus de la viruela del caballo (horsepox).

Al principio indiqué que hubiera deseado ampliar el título por la maravillosa coincidencia que, en el 2018, permitió al doctor Gabriel Carrasquilla poner en contacto al virólogo venezolano José Esparza —residente en Estados Unidos de Norteamérica— con el eminente médico historiador Hugo Armando Sotomayor Tribín, quien tenía la “joya de la corona” que facilitó profundizar en los aspectos filogenéticos de la evolución de la vacuna colombiana. Esta muestra, guardada en su colección particular, llevaría a sustentar la hipótesis del origen de la linfa usada en Colombia y, como bien lo indican los autores, entender que más que vacunación, en Colombia se practicó primero la equinación.

Al recibir la vacuna en septiembre de 2018, el doctor Esparza respondió al doctor Sotomayor:

Desafortunadamente, todavía no las hemos comenzado a secuenciar. Estaba esperando hasta que tuviéramos un espacio en el laboratorio de secuenciación en Berlín, pero eso se está tardando mucho. Entonces localicé otro laboratorio en San Francisco, USA, que está dispuesto a hacerla. Ayer le escribí para comenzar el análisis y estoy esperando por la respuesta antes de enviar las vacunas.

Fue solo ayer cuando abrí, con mucho cuidado, el paquete de madera y había 12 capilares en muy buen estado. No puedo leer el lote o fecha de expiración, pero calculo que la vacuna se fabricó en 1920. Lo que he leído de esa vacuna sugiere que vino de París y que se propagaba con mayor facilidad en caballos. Ello me hace suponer que pude ser basada en el virus del “horsepox”, lo cual sería de mucho interés.

La otra vacuna, la liofilizada que está en la ampolla, es de 1976, cuando se usaban cepas recomendadas por la OMS, ninguna de las cuales era basada en horsepox. De todos modos, será interesante saber qué es.

Después de hacer la secuenciación viene un proceso de bioinformática para ensamblar el genoma, que es bastante grande. Depende de la calidad del ADN el esfuerzo que se necesita para “armar el rompecabezas”. Así que tenemos que esperar un poco más1.

La concurrencia afortunada del eminente profesor e investigador Luis Carlos Villamil Jiménez en esta conjunción de la historia sería la que cristalizaría la idea de presentar en un pequeño artículo —que terminó siendo este maravilloso libro— la historia de la viruela y los resultados de las investigaciones de los autores; un deporte extremo ejercido a cabalidad, que nos permite conocer aquí los hitos en el abordaje de este evento en el mundo y en Colombia.

Como lección de esta historia no se podría desconocer que, así como en 1518 la viruela diezmó la población azteca al producir más de 7 millones de muertos, en tiempos contemporáneos las enfermedades reemergentes, las amenazas por bioterrorismo, las tensiones geopolíticas y los intereses económicos ponen en riesgo la soberanía y la seguridad sanitaria de las naciones, lo que constituye una prioridad para nuestros países. Esto nos lleva, primero, a reconocer nuestras capacidades —de lo que hemos sido y de lo que somos capaces—, y, segundo, a desarrollar e implementar políticas que permitan fortalecer nuestras competencias para responder a las verdaderas prioridades de la salud pública. Un nuevo parque de vacunación en Colombia sigue siendo una tarea pendiente.

Con una impecable edición, la Sociedad Colombiana de Historia de la Medicina y la Editorial de la Universidad de la Salle presentan a la comunidad científica esta obra dentro de la Colección Historia de la Medicina y la Salud Pública en Colombia. Dichas instituciones nos invitan a redescubrir el pasado a través de la visión crítica de reconocidos profesores de epidemiología, virología e historia de la salud pública. Además, con esta obra se rinde un homenaje a Jorge Lleras Parra, médico veterinario graduado en la primera escuela de veterinaria en el país fundada por el doctor Claude Véricel, y se reconoce la meritoria labor del Parque de Vacunación, convertido en el Laboratorio Lleras Parra, y después en el Instituto Nacional de Salud.

Tengo la convicción de que la lectura de este libro constituirá una importante experiencia para el estudiante universitario, el investigador y el profesor de epidemiología y salud pública, pues es un deber de la universidad colombiana conservar la memoria histórica y llevar a la posteridad las invenciones desarrolladas mediante la investigación de los personajes de la salud pública.


HERNANDO NIETO ENCISO MD, MSc.

Expresidente de la Asociación Colombiana de Salud Pública

Miembro activo de la Sociedad Colombiana

de Historia de la Medicina

Notas

1 Comunicación interna entre el doctor Esparza y el doctor Sotomayor a través de correo electrónico.

Viruela en Colombia

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