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COMUNIÓN
Esa llamada telefónica que necesitas hacer cada tarde,
cada noche,
a alguien,
al acabar el día,
como una obligación convulsiva,
es sed de comunión.
Ese buscar incesante en Internet algo que te complazca,
ese zapping continuado en la televisión,
es sed de comunión.
Necesitas comulgar con algo,
con alguien,
es el placer de sentirse compartido,
atraído por otro,
sumido por la voz o por la imagen de otro.
Es un deseo de ser poseído y poseer.
Ves cómo tienen coherencia aquellas palabras
que llevaron a Jesús a decir:
«Tomad y comed, esto es mi cuerpo…».
La comunión de las ideas,
del amor,
de los sentimientos,
hasta de los cuerpos,
se deja sentir como un hambre especial del alma
en nuestra frágil condición humana.