Читать книгу Transición de la alimentación en Bogotá - Luis Ernesto Martínez Velandia - Страница 9
ОглавлениеLA AMERINDIA CULTURA MUISCA
Los primeros pobladores del altiplano cundiboyacense se caracterizaron por ser cazadores de megafauna de especies como el caballo americano (Equus A) mastodontes (Cuvieronius hyodon y haplomastodon) venados (Odocoileus virgianus) entre otras, pero debido a los cambios climáticos del holoceno y a la descontrolada acción cazadora del hombre se produjo su extinción.
En adelante tendrían que adaptar su sistema de cacería hacia animales de menor tamaño y de diversas especies.
Según el profesor José Rodríguez en sus apuntes sobre la alimentación de la población prehispánica de la cordillera oriental de Colombia, se evidenció que en el municipio de Soacha Cundinamarca, en el yacimiento arqueológico de aguazuque, se encontraron restos de animales como el venado de cornamenta, venado soche, curíes, armadillos, cafuches, zorros, oso anteojero, ocelotes, pumas, guaguas, guatines, cusumbos, coatís de montaña, borugo o guardatinajo, fara o jarigüella, oso hormiguero amarillo. En cuanto a reptiles, tortugas y caimanes, dentro de los restos de peces encontrados el capitán, capitán enano y guapucha. Restos de aves de pava, pato, gallineta de agua y loro, e invertebrados como moluscos y cangrejos.
Los Muiscas pertenecientes a la gran familia lingüística Chibcha, probablemente procedentes de centro América en el siglo VI a.C, se establecieron en las cuencas plehistocénicas del altiplano cundiboyacense.
La confederación muisca se dividió en dos gobernaciones, la zona sur denominada Bacatá que posteriormente fue Bogotá, era gobernada por el Zipa que se catalogaba directo descendiente de la diosa Chía quien representaba a la luna. La zona norte correspondía a la región Hunza, actualmente denominada Tunja, era gobernada por el Zaque quien se consideraba descendiente del dios Zue que representaba al sol.
A pesar de las inclemencias de los cambios climáticos, se presume que la agricultura muisca fue intensa. Cultivaron sus productos en un sistema de control vertical que permitía tener una diversidad importante, resultante de pisos térmicos diferentes bajo el mismo cacicazgo. El sistema de control vertical de pisos térmicos, refiere a la posibilidad de cultivar en diferentes tipos de alturas, en extensas terrazas abarcando climas fríos y templados.
Adicional a las terrazas realizaron camellones para organizar sus cultivos, con sistemas adecuados de desagüe. Se evidenciaron cultivos de turmas, batatas (Ipomea batatas) cubios (Tropaeolum tuberosum), ahuyama, quinoa, maíz, ullucos (Hullucus tuberosus), topinambur, hibias (Oxalis tuberosa), coca, achira (Canna edulis) yuca (Manihot dulcis), arracacha (Arracacia xanthorrhiza) y en los climas templados se recolectaba algodón y algunas variedades de frutas como papayuelas, guayabas, guamas, curuba, tomate de árbol, uchuva, caimitos, madroño y pitahaya. Las mujeres se encargaban del manejo de las semillas y el proceso de la siembra ya que se creía que ellas transferían su fertilidad a la tierra, el trabajo del hombre era preparar la tierra para ser sembrada, cuidar los cultivos, recoger la producción y comercializarla.
El ají (Capsicum annuum), era utilizado como condimento por los muiscas, con las siguientes especificaciones y nombres en lengua chibcha:
Ají (Qybsa), Ají largo (Pquata qybsa), Ají redondo grande (Nymqua qybsa), Ají amarillo (Guapa qybsa), Ají chiquito (Agua qybsa), Ají grande (Cuata qybsa).
El azafrán de la tierra (Escobedia scabrifolia) y el achiote (Bixa Orellana), se catalogaron como colorantes de tonalidad amarilla y roja. Aunque algunos de ellos se implementaban en rituales, predominaron en la alimentación.
Además de conocer la sal, ejecutaban procesos para secarla por medio de la evaporación teniendo como resultado terrones, que se describieron de la siguiente manera:
Y en las casas para meter sal a la olla, no la muelen, sino que cortan un terrón y lo meten dentro de la cuchara, y esta la meten así en la olla, y según conocen en más o menos tiempo, y según fuere la olla, larga el terrón su salitroso conforme han menester, y lo sacan con la cuchara, y así sazonan por allí las cocineras.
(Santa Gertrudis, 1970).
El secado de la sal se realizaba en elementos cerámicos de gran tamaño, los hallazgos arqueológicos permiten concluir que esta cultura practicaba la alfarería con regularidad. Las evidencias describen piezas de uso doméstico y con terminados tanto rústicos como decorados. El consumo de maíz en sus diversas manifestaciones, resaltó el uso de piedras y morteros como elementos destacados en la cotidianidad.
El río Magdalena se consideró la despensa de especies como barbados, bagres, bocachicos y sábalos, extraídos por medio de la pesca, que se salaban y se secaban con el sol con el fin de conservarlas mientras se transportaban hacia el altiplano. También se conoció que con la técnica del salado almacenaban piezas grandes de venado, conocida posteriormente como carne cecina.
Se realizaba el trueque con productos como la sal, el maíz, elementos elaborados a base de algodón, oro, esmeraldas y yopo, que tiene la apariencia de un haba negra procedente del árbol de la especie Anadenanthera colubrina. En donde después de un proceso de tostado y molido se inhalaba por la nariz en algunas ceremonias religiosas, a esta práctica se le conoció con el nombre de rito de la cohoba y era replicado especialmente por indígenas del caribe, el yopo conocido también como rapé que traduce rallado ha sido considerado un narcótico, se comercializaba en los trueques y se enviaba a tribus que se encontraban lejanas del territorio muisca.
Construyeron observatorios solares, tal registro se evidencia en el territorio de Zaquenzipa, consistía en ubicar hileras de columnas de piedra en sentido este - oeste, para generar un calendario que determinara los periodos o estaciones de lluvias y observar el 21 de junio el solsticio. Debido a todas estas prácticas conocieron la fertilidad de sus suelos de acuerdo a los cambios lunares, los ciclos de lluvia y periodos de sequías.