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PRÓLOGO

Esta incursión, además de inesperada, constituye el cierre de un ciclo. Tras dos novelas –Un paso al frente y Código rojo– y dos ensayos –El libro negro del Ejército español y En la guarida de la bestia– sobre el mundo militar, este ensayo supone, cuanto menos, un punto y aparte. Creo que he realizado durante seis años un esfuerzo enorme e inédito en cuanto a la difusión de cuestiones militares que hasta ahora habían quedado recluidas en el cuarto del silencio por un interesado y perverso tabú –podemos llamarlo también privilegio o pleitesía–. Con todos los errores emanados de las carencias que poseo, que no son pocos ni pocas, creo que dejo una precisa estampa crítica de las Fuerzas Armadas españolas de comienzos del siglo. Una instantánea como no considero que exista en otro periodo histórico reciente.

Lo hago, como se diría en el mundo militar, con la satisfacción del deber cumplido, más no pude –ni supe– hacer. Pero también con un sabor agridulce por el comportamiento de los medios de comunicación en estos años. Me consta que a la mayoría de los medios y periodistas les importa un carajo lo que opinen sobre ellos, especialmente porque no vivimos en una democracia, sino en un régimen autoritario de apariencia democrática y, por tanto, los que dan de comer no son los lectores sino los poderosos, pero cada uno cargará con las consecuencias de sus acciones.

Tengo claro, y en distintas conversaciones con periodistas así lo he aseverado, que el mayor daño por su silencio no lo sufriré yo, cuya batalla es tan compleja, por todo a lo que me enfrento, como sencilla, porque tan sólo tengo que seguir la línea marcada, como así he hecho; ni tan siquiera lo padecerán los militares maltratados que sufren acosos, negligencias o corruptelas; las mujeres militares acosadas o agredidas sexualmente a las que se las abandona de forma tan miserable; ni la sociedad a la que se la desinforma sobre ultraderechistas militares o los disparates armamentistas; sino ellos mismos. Los medios de comunicación y los periodistas. Su silencio es directamente proporcional al crecimiento de las voces críticas en las redes sociales, pues estas ofrecen una información que los medios de comunicación no prestan; al aumento del descrédito profesional, por el quiebre de la confianza, y a la viralización de las fake news –porque si los medios no son creíbles y las redes sociales ofrecen en muchas ocasiones informaciones más verosímiles, los ciudadanos tienden a pensar que las redes sociales son más veraces que los medios de comunicación–. Todo ello, antes o después, tendrá consecuencias directas sobre sus valiosos índices de audiencia o lectura y, lo que a ellos más debiera importarles, sobre sus puestos de trabajo. La lucha se puede sostener en precario, yo lo hago, veremos si ellos pueden sostenerse en las mismas condiciones en el futuro. Lo dudo.

Estoy seguro de que la mayoría de ellos duermen a pierna suelta, al menos mientras cobren. Otra cosa sucede cuando son despedidos, que entonces se quejan de censuras, arbitrariedades y todo tipo de malas prácticas. El Director de David Jiménez sobre la medio­cridad de El Mundo sólo es un ejemplo. Yo también duermo a pierna suelta, pero por motivos muy diferentes: cada día el altavoz es mayor gracias a cada vez mayor número de activistas y personas implicadas, cada día se venden más libros y cada día será más difícil ocultar la verdad: al final, aunque emplee la vida en ello, esto se sabrá.

De todos los episodios ocultados por los medios de comunicación españoles y los distintos gobiernos –de Partido Popular y Partido Socialista Obrero Español–, el predominio de la mentalidad ultraderechista en el ámbito militar, especialmente en la cúpula, es uno de los más escandalosos e irresponsables. Sobre todo, cuando en los últimos meses hemos comprobado en América Latina cómo los ejércitos han sido responsables de la caída o la supervivencia de los gobiernos: Venezuela, Ecuador, Bolivia o Chile son lo que son por las decisiones que tomaron sus generales.

Este ensayo demostrará de forma indudable lo que muchos llevamos años denunciando y lo que pocos de los que integran o se encuentran cercanos al mundo militar desconocen: que las Fuerzas Armadas españolas son mayoritariamente ultraderechistas. Ello ha sido posible gracias a la aparición de dos nuevos partidos en la derecha y ultraderecha española: Ciudadanos y Vox. El divorcio familiar del Partido Popular –no en vano tanto Albert Rivera como Santiago Abascal pertenecieron al todavía hegemónico partido conservador en algún momento de su vida– ha permitido que, por primera vez, se puede establecer una relación directa entre el voto militar y la extrema derecha, algo que con la existencia hegemónica del Partido Popular resultaba imposible. Este es el motivo de este último ensayo, de esta última incursión en una etapa ya cerrada.

El ensayo se divide en tres partes. En la primera de ellas –«Un Ejército ultraderechista»– se analizan los resultados electorales del 28 de abril 2019 con la correspondiente actualización de los resultados del 10 de noviembre de 2019. Con la lectura de esta primera parte será suficiente para que el lector descubra o confirme que la milicia española es ultraderechista. En la segunda parte –«El tétrico inventario ultraderechista»– se afronta la abundancia de pruebas que deberían haber permitido a la sociedad descubrir mucho antes que nuestras Fuerzas Armadas eran ultraderechistas y resolver un problema que a día de hoy sigue amenazando a la sociedad. Con esta segunda parte será suficiente para que el lector descubra o confirme la sumisión y complicidad de las élites de nuestro país y muy especialmente de periodistas y políticos. Y en la tercera y última parte –«Análisis de los resultados electorales»– se detallan los resultados electorales en las secciones militares más importantes, provincia por provincia, lectura esta última que, siendo apta para cualquier lector, resultará de mayor utilidad para aquellos que quieran profundizar en los datos analizados.

El ejército de Vox

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