Читать книгу Breve historia del cuento mexicano - Luis Leal - Страница 27
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ОглавлениеJosé Joaquín Pesado (1801-1861), la personalidad más destacada del grupo, nace en San Agustín del Palmar (Puebla) y muy temprano, por la pérdida de su padre, radica en Orizaba con su madre. Amante de la cultura, se dedica al estudio de las lenguas, las ciencias y la teología. Por dedicar la mayor parte del tiempo a la poesía, su producción novelística es bastante escasa. Escribió El amor frustrado (1838) y El Inquisidor de México (1838); ambos vieron la luz en el Año Nuevo. Son pequeños volúmenes dedicados a las damas, y entre 1837 y 1840 salieron de las imprentas de don Mariano Galván, editados por Rodríguez Galván. Aunque El Inquisidor de México apareció por vez primera en 1838, Roa Bárcena, en su biografía de Pesado (pp. 46-47), conjetura que en 1835 “ha debido escribir don José Joaquín una novela corta en que se describían y censuraban los procedimientos de la Inquisición de México, y cuya pieza literaria recuerdo haber leído en alguno de los tomos de Año Nuevo dedicados a las señoritas”.
Los dos cuentos de Pesado son románticos. El uno trata de Sara y su amante, Duarte, condenados por judaizantes. Cuando ella está a punto de ser abrasada por las llamas, el Inquisidor, don Domingo Ruiz de Guevara, descubre que la joven es su hija. Este tema habría de ser muy popular entre los románticos. Lo explotaron, entre otros, Justo Sierra y Riva Palacio. El otro cuento de Pesado trata de los amores de Teodoro Mendíval con Isabel, quien resulta ser su hermana. Ambos relatos, de ambiente mexicano, inician la tendencia nacionalista en el cuento.
Lecturas: “El Inquisidor de México”, en Novelas cortas de varios autores, i, pp. 3-46; selecs. en Nervo, Lecturas, 2ª serie, pp. 95-100; “El amor frustrado”, en Nov. cortas..., i, pp. 47-87. (Se le atribuye el cuento “Historia de una peseta, contada por ella misma”, El Mosaico Mexicano, iii [1840], pp. 410-413. Aunque va firmada por “P”, no estamos seguros de que sea de Pesado.)
Crítica: Roa Bárcena, “Biografía de José Joaquín Pesado”, en Obras de don José M. Roa Bárcena (México, 1902), pp. 1-205.
Ignacio Rodríguez Galván (1816-1842), primer romántico mexicano, dejó cuatro novelas: La hija del Oidor (1836, pub. en el Año Nuevo de 1837, pp. 73-94), Monolito el Pisaverde (1837, pub. en el Año Nuevo de 1838), Una procesión (1838, pub. en el Año Nuevo de 1839) y Tras un mal nos vienen ciento (también en el Año Nuevo, 1840). En la primera, inspirada en las líneas: “¿Para tan gran deshonor habéis sido tan bien guardada?” de la Comedia Himenea de Torres Naharro, el autor trata de demostrar que la prohibición aumenta el deseo. La segunda –a pesar de la descabellada trama, que gira en torno a la ambición desmedida de don Joaquín Almaraz– atrae por lo animado de los diálogos y por el interés que presentan los personajes, bastante bien trazados. Tras un mal nos vienen ciento –la más festiva de las obras de Rodríguez Galván– es una sátira en forma de drama; don Gregorio Ventrículo –reminiscencia del “Castellano viejo” de Larra– está invitado a comer; mas se le pasa el día en pormenores y como resultado no asiste a la comida. La obrita, que más que cuento romántico es cuadro de costumbres, indica que si el autor se hubiera dedicado a pintar las costumbres de su época en vez de traer a colación temas románticos descabellados, hoy sería considerado como uno de los mejores escritores de su época.
Una procesión, en fin, repite el tema de La Gitanilla de Cervantes, aunque lo sitúa en la Ciudad de México. Es de interés porque Rodríguez Galván da expresión en el cuerpo de la obra a sus ideas antifrancesas. Sobre ello y sobre el valor de la novelita citamos a continuación el juicio –que también podría con facilidad aplicarse a las otras obras novelescas del autor– de un contemporáneo, el poeta Heredia:
El número del Año Nuevo de 1839 que nos ocupa se ha teñido con el color de los sucesos ocurridos durante su redacción. La indignación escitada por el ultimátum y el bloqueo y tal vez por la toma de Ulúa, se halla fuertemente espresada en el odioso retrato de Mr. Le Braconier en la novelita la Procesión… Desearíamos que el autor… meditara sus planes con alguna más detención, para que sus incidentes y desenlace fueran menos violentos e inverosímiles.2
Lecturas: “Tras un mal nos vienen ciento”, en Novelas cortas de varios autores, i, pp. 213-262.
Crítica: Ernest R. Moore, “Bibliografía de Ignacio Rodríguez Galván”, Rev. Iber., viii (1944), pp. 167-191 (amplia biblio. de obras críticas, pp. 187-191).
Manuel Payno (ciudad de México, 1810-1894), más recordado por sus novelas –El fistol del diablo, Los bandidos de Río Frío–, también cultivó el cuento y el cuadro costumbrista. Sus narraciones cortas, escritas la mayor parte de ellas entre 1838 y 1844, tienen importancia en el desarrollo del cuento mexicano por constituir el punto de transición entre los narradores antes mencionados y aquellos que más tarde han de cultivar el género, como Florencio M. del Castillo y Roa Bárcena.
Se inicia con ellas –observa Francisco Monterde– la alborada del relato cargado de sentimentalismo, románticamente declamatorio, con digresiones imperdonables para el criterio de ahora. Mas entre los balbuceos, las puerilidades e imperfecciones de Payno, que denuncian falta de dominio del género, apenas conocido en su forma clásica, hay atisbos sorprendentes.
Algunas de las novelas, cuentos y narraciones de Payno fueron coleccionadas por el autor en el volumen Tardes nubladas (1871). Después de muerto, Alejandro Villaseñor y Villaseñor coleccionó otras, bajo el título de Novelas cortas (1901). El primer volumen contiene las narraciones históricas “María Estuardo” (1860), “Isabel de Inglaterra” y “Granaditas”. También incluye varias traducciones de las obras de A. Thiérry: “El poeta y la santa”, “El castillo del barón d’Artat”, y la leyenda gótica española “La lámpara” (1844), obrita recogida de El Museo Mexicano.
El cuento “El cura y la ópera” es un humorístico relato –el único de Payno que no es romántico– de un cura inglés a quien no le es posible asistir a la ópera, en Londres, debido a pequeños inconvenientes, como el de no llevar frac. La novelita El lucero de Málaga es un abigarrado conjunto de tipos extravagantes y episodios inverosímiles. En cambio, la novela corta Pepita, que se desarrolla en Morelia y la ciudad de México durante la época de la Independencia, es mucho más sobria, tanto en el estilo como en la presentación de los personajes. Esta obrita posee más unidad de acción y sus episodios son más verosímiles, y sus descripciones más apegadas a la realidad del ambiente. La pintura de Pepita, y sobre todo su psicología, nos recuerda a las mujeres de Inclán. Completan el volumen las narraciones de “Un viaje a Veracruz en el invierno de 1843”, lo mejor que Payno había escrito hasta esa fecha.
Los cuentos publicados por Villaseñor y Villaseñor en 1901 fueron recogidos de revistas fechadas entre 1843 y 1848. Casi todos ellos proceden de El Museo Mexicano y de Año Nuevo. La mayor parte fueron reeditados y comentados en forma brillante por don Francisco Monterde en la colección Artículos y narraciones (1945), al prólogo de la cual remitimos al lector interesado en la crítica de este aspecto de la obra literaria de Payno.
Todavía quedan, por supuesto, algunos cuentos y novelas cortas de Payno enterrados en los periódicos de la época, pues, como humorísticamente observó don Guillermo Prieto: “Payno zurcía una leyenda fantástica y llena de sal, de un estornudo o del alarido de un comanche o del suspiro de una monja desesperada”. Como costumbrista, escribió algunos cuadros mejores, desde varios aspectos, que sus primeros cuentos. Más tarde había de combinar los dos géneros y dedicarse a la producción de novelas, arte en el cual se superó.
Lecturas: Pepita, “El cura y la ópera”.
Crítica: McLean, El contenido literario, pp. 27-28 y 55-58; Monterde, prólogo de Artículos y narraciones, Bib. Est. Univ., 58 (México, 1945); tamb. Cultura, pp. 152-180; Read, pp. 113-131; Spell, “The Literary Works of Manuel Payno”, Hispania, xii (1929), pp. 347-356.
Florencio M. del Castillo (ciudad de México, 1828-Veracruz, 1863) tiene el honor de ser el primer escritor mexicano que se haya dedicado por completo a cultivar la novela corta y el cuento. Si bien no el primero en hacerlo, la novedad de los temas y la pintura de los sentimientos causaron gran impresión y despertaron el interés por este género.
Aunque romántico por los cuatro costados –observa González Peña–, y hasta más sensiblero y meloso que sus contemporáneos, no se limita el novelista a tratar de amoríos más o menos sentimentales; procuró, antes bien, presentar las pasiones humanas en diversidad de conflictos, y hasta tuvo sus puntas y ribetes de psicólogo y de teorizante.
Amor y desgracia (1849), también llamada Horas de tristeza, es la historia de los amores entre Francisco y su prima Remedios, muchacha ciega de nacimiento que padece rara enfermedad. La trama se complica por la intervención de dos personas que también aman a Remedios: el médico que la atiende y el dueño de la casa donde viven los jóvenes. Francisco logra salir triunfante de las maquinaciones del viejo casero, quien no puede, con su fortuna, corromper las virtudes de los jóvenes. Aunque Remedios muere de la enfermedad, Francisco obtiene fama en el teatro.
En La corona de azucenas (1849), la lucha es entre el deber y las pasiones, conflicto que se nutre en las almas de Soledad, la niña huérfana que se refugia en el convento, y su confesor, el padre Rafael, de quien ella se enamora. El deber, por supuesto, triunfa sobre las pasiones. Al morir, deja al padre Rafael una corona de azucenas que Soledad había tejido para su propia tumba. Lo mismo sucede en ¡Hasta el cielo! (1849), en donde Dolores, esposa del impotente Antonio, logra sofrenar su pasión; no se entrega a su cuñado Manuel. Al morir Antonio, Dolores entra en un convento, despidiéndose de Manuel con las palabras “¡Hasta el cielo!”
Dolores ocultos (1849) es la novelita menos romántica del grupo. El objeto del escritor aquí es pintar los padecimientos reales de la clase pobre. Su autor dijo de ella: “No es una creación de mi pobre fantasía, lo que os voy a referir; es una historia muy triste, pero verdadera”. Sin embargo, la novelita está muy lejos de ser una obra de corte realista, pues predominan en ella –como en las otras– el sentimentalismo y la sensiblería característicos del autor.
Expiación (1854; también llamada Culpa) tiene por tema –que Gamboa había de desarrollar más tarde– la prostitución de una joven, Magdalena, a quien su madre no sabe educar como es debido. De mayor atractivo para nosotros son los cuentos “Botón de rosa” (1854) y “Suicidarse por mano ajena”. El primero es, como las novelas, de corte romántico sentimental. No así el segundo, verdadero cuento que trata, aunque de manera muy imperfecta, un solo episodio: el método que descubre un inglés para suicidarse por mano ajena.
Lecturas: “Suicidarse por mano ajena”, en Obras de don Florencio M. del Castillo, Bib. Aut. Mex., 44 (México, 1902); “Botón de rosa”, en Mancisidor, Cuentos siglo xix, pp. 161-169.
Crítica: González Peña, pp. 187-188; Pimentel, Novelistas, pp. 325-332; Alejandro Villaseñor y Villaseñor, introd. a las Obras de don… (México, 1902), pp. v-xxii; Brushwood, pp. 23-25 y 64-65; Warner, pp. 20-21.
Juan Díaz Covarrubias (Jalapa, 1837-1859), durante su corta vida, pudo escribir varios cuentos y algunas novelas, en su mayoría de tema amoroso, algunas veces de fondo histórico costumbrista. Impresiones y sentimientos (1857) es una colección de artículos y cuentos. El método favorito del autor, en esta obra, es el de empezar por una moralización y luego concluir con una pequeña historieta que ilustre el efecto que se critica. El diablo en México (1858), tal vez su mejor obra, es un idilio entre Enrique y Elena; pero este amor es truncado por prosaicos enlaces de conveniencia. La sensitiva (1859), en fin, es más que un cuento, un boceto de novela, en la cual el autor desarrolla la simple historia de Luisa, a quien su prometido, al volver por ella, arrepentido de haberla abandonado, la encuentra en trance de muerte. En general, los temas de las novelas y los cuentos de Díaz Covarrubias giran en torno a los conflictos entre las clases sociales: los aristócratas, ricos pero pervertidos; la clase media, virtuosa pero sin esperanza alguna, y el pueblo, trabajador pero olvidado; predomina en ellas la nota sentimental y la idealización romántica de los personajes.
Lecturas: La sensitiva.
Crítica: Pedro Frank de Andrea, prólogo a El diablo en México (México, 1955), pp. vii-xv; amplia bibliog., pp. 1-3.