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Guillermo Prieto (ciudad de México, 1818-1897), recordado por su poesía popular y por su sabrosa autobiografía, es menos conocido como autor de prosa costumbrista. Esto es debido, en parte, a que sus cuentos y cuadros de costumbres se encuentran dispersos en las revistas y los periódicos de su época. Prieto es, sin embargo, el introductor de esta modalidad en la literatura mexicana. En sus Memorias (i, 72) nos dice: “Yo, sin antecedente alguno, publicaba con el seudónimo de Don Benedetto, mis primeros cuadros, y al ver que Mesonero quería describir un Madrid antiguo y moderno, yo quise hacer lo mismo, alentado en mi empresa por Ramírez, mi inseparable compañero”. Nos daremos una idea de lo bien que Prieto se adaptó al género mencionando que sólo en un periódico, El Siglo xix, publicó 194 cuadros de costumbres. Además, encontramos en el mismo periódico algunas selecciones que, según ha observado McLean,

muestran una marcada tendencia hacia el cuento corto moderno. Como regla general, éstas apenas pueden calificarse siquiera de pésimos ejemplos de este género, pues adolecen de falta de unidad, el punto de vista fluctúa de un personaje a otro, y abundan los episodios extraños al desarrollo de la trama. Sin embargo, hay que mencionarlas en una clase aparte del típico cuadro de costumbres porque en ellas no es siempre la descripción el motivo predominante: muchas veces se subordina la parte descriptiva a la narración, y la escena de la acción vaga de un lugar a otro por toda la República. Artículos de este género son Un estudiante, trozo sumamente romántico; una versión de la leyenda del descubrimiento del pulque, interpolada en sus Apuntes de Fidel... Manuelita, cuento lúgubre de horror con todas las características de una novela gótica; y sus Recuerdos de Carnaval, publicados el 27 de febrero de 1852. Este último sobresale por su interés sostenido, con elementos románticos de amor, aventuras, honor e intriga, todos mezclados hasta el punto que el lector se olvida de que es un tal “Licenciado” y no el costumbrista quien relata el cuento.

Antes de colaborar en El Siglo xix, Prieto ya había publicado varios cuentos, leyendas y cuadros populares en El Museo Mexicano, La Revista Científica y Literaria, El Museo Popular (1840) –en donde publicó tres producciones costumbristas, las primeras del autor– y en el Álbum Mexicano (1849) de Ignacio Cumplido. Prieto, como él mismo nos dice, no podía dejar de escribir: “Como eso de escribir para el público es una especie de manía, como la de comer tierra o inyectarse con morfina; y yo había sucumbido de lleno a esa manía, buscaba arrimo en imprentas y redacciones”.

Entre sus trabajos, hay que mencionar el que recogió Nervo en sus Lecturas, titulado “Un cuento”,4 primoroso relato a base de un recuerdo de la niñez que parece autobiográfico. Es lo mejor de Prieto en el género, y hace recordar los cuentos del poeta místico.

Prieto es el sucesor de Lizardi; en sus páginas pinta costumbres y tipos netamente mexicanos, con humorismo y algo de sentimiento. Por desgracia, lo único que se recogió de esta abundante producción fueron “Los San Lunes de Fidel” (1923), cuadros que publicaba cada semana con el seudónimo que lo hizo famoso.

Lecturas: “Un cuento”, en Nervo, Lecturas, 1ª serie, pp. 19-24; “Un San Lunes de Fidel”, en Novo, Lecturas, pp. 14-19.

Crítica: McLean, El contenido literario…, pp. 28-40 y 58-61; Salvador Ortiz Vidales, Don Guillermo Prieto y su época (México, 1939); Spell, “The Costumbrista Movement”, pp. 312-313.

Francisco Zarco Fortún (Durango, 1829-1869) publicó entre 1851 y 1854 nada menos que 50 cuadros costumbristas, todos ellos en estilo que tiende al pesimismo. Sus observaciones ahondan más en los problemas nacionales que las de ningún costumbrista. Si Prieto –que es el único que lo aventaja– imita a Mesonero Romanos, Fortún puede considerarse como el Larra mexicano,

Crítica: Spell, “The Costumbrista Movement”, pp. 300-303 y 313-314.

Hilarión Frías y Soto (Querétaro, ¿?, Tacubaya, ciudad de México, 1905), médico, periodista, costumbrista y novelista, es el autor de la primera novela realista mexicana, Vulcano (en La Orquesta de 1862), y de varios cuadros costumbristas, publicados bajo el título Álbum fotográfico. En ellos vemos desfilar los tipos sociales característicos de su tiempo: celestinas, viudas, pordioseros, vendedores ambulantes, curas de aldea, lavanderas, sacristanes, bandidos, peinadoras, billeteros, monjas, pilluelos, pollas, peluqueros y demás representantes de las diversas clases sociales que formaban el México de mediados del siglo xix. Los cuadros costumbristas de Frías y Soto, según opinión del profesor Spell, tienen gran importancia en el desarrollo del género, debido, principalmente, a que el autor representa la transición entre Prieto, introductor de género, y Cuéllar, su más consumado cultivador. Los cuadros de Frías y Soto aparecieron en La Orquesta –revista de la que fue redactor– entre febrero y mayo de 1868. En 1954 fueron publicados en una colección que lleva el título que les dio el autor: Álbum fotográfico (México).

Lecturas: Selecciones en el Álbum fotográfico.

Crítica: González Obregón, pp. 48-49; Altamirano, La lit. nac., i, 77-79; MacLean El contenido, pp. 40-42 y 61; Mestre Ghigliazza, p. 222; Spell, “The Costumbrista Movement”, p. 311; Emmanuel Carballo, sobre un Álbum fotográfico, Novedades, “México en la Cultura”, 29 de agosto de 1954.

José Tomás de Cuéllar (Facundo)(ciudad de México, 1830-1894) nos legó La linterna mágica, 24 volúmenes de cuadros de costumbres y narraciones novelescas, en todos los cuales predomina una honda mexicanidad.

Ésta es la linterna mágica: no trae –dice el autor– costumbres de ultramar, ni brevete de invención; todo es mexicano, todo es nuestro, que es lo que nos importa; y dejando a las princesas rusas, a los dandies y a los reyes en Europa, nos entretendremos con la china, con el lépero, con la cómica, con el indio, con el chinaco, con el tendero y con todo lo de acá.

Debido a su gran conocimiento de la clase media mexicana, Cuéllar pudo captar las escenas más íntimas, permitiéndonos en sus cuadros sorprender a las familias, o a grupos de familias, en acción.

La evolución de esta literatura da un gran paso con Cuéllar. Esta evolución, como ya observaba don Guillermo Prieto, el iniciador, no fue sólo porque Cuéllar extendiera el panorama, sino también por la forma. Los cuadros de Cuéllar no son meras vistas fijas de costumbres mexicanas y tipos sociales; todos ellos, por lo común, tienen una trama muy dramática y son, además, episódicos, características que no encontramos en los costumbristas anteriores. Cuéllar prepara el terreno para lo obra de Micrós y otros escritores posteriores. Se diferencia de ellos, como ya observó Jiménez Rueda, en que en su obra no hay gran emotividad. “Es un fiel observador de la realidad que lo rodea, pero sin que su alma vibre ante la contemplación del paisaje o de las vidas que en él se proyectan.” No hay duda de que la estatura de Cuéllar ha aumentado al correr de los años.

Conocedor de su gente y de su época –observa Rojas González, uno de sus últimos críticos–, Cuéllar logra que los escépticos volteen la vista hacia la vida palpitante del barrio bajo, en donde se genera con todo vigor la nacionalidad que ahora nos enorgullece. Dialoguista notabilísimo, dueño del secreto de la narración, Facundo resulta uno de los más representativos no sólo del cuento típico de la decimonona centuria, sino del cuento mexicano con todo su historial […]. Sus méritos lo colocan a la vera de su glorioso antecesor don José Joaquín Fernández de Lizardi, ambos personificaciones de sendas etapas en los anales de la literatura mexicana.

Lecturas: “Viernes de Dolores”, en Connyn, pp. 101-108; “El aguador”, en La linterna mágica, Bib. del Est. Univ., 27 (México, 1941), pp. 203-211.

Crítica: José Tomás de Cuéllar, prólogo a La linterna mágica, ii (Barcelona, 1890); Antonio Castro Leal, pról. a Ensalada de pollos y Baile y cochino (México, 1947); M. B. Kingsley, Estudio costumbrista de la obra de Facundo (México, 1944); Guillermo Prieto, prólogo a La linterna mágica, i (Barcelona, 1889); R. Salazar Mallén, Introd. a Estampas del siglo xix de Cuéllar Bib. Enc. Pop, 17 (México, 1944); Mauricio Magdaleno, pról. a La linterna mágica, Bib. del Est. Univ., 27 (México, 1941); Rojas González, “El cuento mexicano”.

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