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«KEEP THE STREETS EMPTY FOR ME»

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A principios del siglo XXI, se hablaba mucho de la deriva individualista del mundo entero. Muchos psicólogos alertaban de la inflación de ego que se podía notar en todos los países. Desde Ecuador a Sudáfrica, pasando por la India, Italia o Australia, la tendencia al «Yo-Mi-Me-Conmigo» parecía evidente. La psicóloga Jean M. Twenge, en su libro Generation Me,1 retrataba a los jóvenes de esa época como personas arrogantes cuyo egocentrismo los hacía pasar de una infancia de «niños tiranos» que abusan de sus padres a una madurez de ejecutivos narcisistas que causan todos los males de la sociedad.

El fenómeno era obvio, también, según otros analistas.Alguno de ellos era capaz, incluso, de definir los hitos que nos habían llevado hasta aquí. El estadounidense Roy Baumeister hablaba de varios saltos de nivel en este videojuego individualista al que, según él, estábamos jugando. El cristianismo como religión predominante, el Renacimiento y la Reforma protestante que llegaron después, la Ilustración y su forma de ver el mundo, el movimiento romántico y, por último, el impacto del capitalismo fueron, según este ensayista, saltos cualitativos que convirtieron nuestra sociedad en un mundo egocéntrico. Según Baumeister, esos hitos han creado fenómenos que nos han llevado a despegarnos del grupo de manera progresiva. Una de esas variables, por ejemplo, es el autoconocimiento: la práctica general de la confesión, que el cristianismo introdujo en el siglo xiii, inició ese camino que ha terminado en la psicología moderna. Conocerse a uno mismo es esencial en una cultura individualista.

Esos hitos también nos ayudaron a cambiar los criterios mediante los cuales nos definimos: a partir del siglo xvii, la identidad deja de asociarse con el linaje familiar. Hoy en día ya no nos definimos por aquello de «¿Y tú de quién eres?», que se preguntaba en los pueblos. Nuestra identidad es completamente individual: nos definimos a través de las redes sociales o de nuestro prestigio profesional. Hemos pasado del estereotipo local («Es que los de mi pueblo somos...») al branding como estrategia para crear una marca personal.

El resultado final es que estos acontecimientos históricos han cambiado nuestra forma de relacionarnos con la sociedad. La rebeldía romántica acrecentó el individualismo de aquel que se siente en conflicto con el mundo. El capitalismo, por su parte, nos habla de la necesidad de autorrealización privada, un crecimiento personal que no tiene por qué armonizarse con la felicidad social.

La mente del futuro

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