Читать книгу Entretelones de una épica pedagógica - Lury Iglesias - Страница 5
ОглавлениеPRÓLOGO
Un prólogo quizá no debería tomar como marco de referencia la actualidad histórica inmediata si la realidad del texto prologado no se sitúa en esa actualidad –en este caso, para ser precisos, el año 2016 y la primera mitad de 2017–. Sospechará el lector, tras una afirmación así, que estas palabras pretenden ser la excusa para una excepción. Ocurre que el relato que compone este libro trata –como lo enuncia con toda claridad el título– una épica que cada tanto, en nuestro país, se renueva: la que libran los maestros, y la comunidad educativa en general, alrededor de diversos problemas a ella concernientes.
Razono, entonces, que un libro que narra la épica de los intentos por renovar las técnicas de enseñanza, de relación con la institución, con los alumnos y con los padres, con los propios maestros; los intentos por vencer una burocracia perezosa cuando no malintencionada; los intentos por abrir esa escuela a la comunidad, al barrio al que pertenece; que narra asimismo la necesidad de cuidarse del bestial e ignorante clima del totalitarismo de los setenta en gran parte del período que el relato abarca; ese libro no puede apartarse de la actualidad cuando los maestros se encuentran, hoy, en una lucha contra –una vez más– autoridades incompetentes en educación, pero cuya incompetencia es apenas un dato, porque no se trata de su incompetencia sino de la eficacia en otro campo: el de la ejecución de un plan que desmonta la educación pública y pretende transferirla al ámbito privado y a las desopilantes virtudes de la meritocracia.
El gobierno actual, con brutal simpleza, reduce prácticamente esa épica a la cuestión del salario, bajo el supuesto de que le basta con la degradación económica para lograr sus propósitos.
Entonces que esta lúcida y fresca narración de Ascensión María Iglesias –o Lury Iglesias, como preferimos llamarla o como suele presentarse ella– aparezca ahora, en esta realidad, en esta actualidad, tiene su importancia y sus consecuencias. Somos un país que ha tomado conciencia de la necesidad de la memoria en términos de derechos humanos, pero la conciencia de la comunidad suele circunscribirlos a aquellos derechos que fueron atropellados en la segunda década infame: a la desaparición de personas, a la tortura, a la apropiación de la identidad, al robo y las violaciones, en el marco de la represión de esas épocas. Pero no termina de incluirse, concreta, firme, conscientemente la educación en general y en especial la educación pública en ese paquete de los derechos humanos.
No soy, es claro, un experto en el tema, pero sí un observador curioso y creo que hay, en cambio, una intuición del pueblo que sale en favor de los maestros cuando las tensiones recrudecen, pero esa misma intuición no termina de ser la puerta de entrada a una consciencia que organiza de una vez por todas el papel y la necesidad de la educación en el contexto de los derechos humanos.
Por eso es que me parece tan importante la aparición de este libro, que debería constituirse en lectura imprescindible acerca de lo que tiene que ser una escuela, y en recordatorio de lo que significó y significa la educación pública, laica, gratuita y obligatoria.
No voy a contar, es claro, una historia que el texto cuenta impecablemente, pero sí voy a dejar en claro algunos de los ejes para que el lector entienda en qué fundamento mis aserciones.
La narración hace centro en un personaje que está en la memoria de todos, una figura que el recuerdo –el estereotipo, esencialmente el estereotipo– suele hacer alejada y un poco temible; un personaje secundario en la épica del alumno, en la medida en que no forma parte de la experiencia nuclear de la escuela como es el aula; un personaje que es –siempre hablamos del estereotipo– la contrapartida de la maestra – la señorita, en mis épocas–, a saber: la directora.1
La directora es, desde esa perspectiva, la que representa el poder de la institución, la autoridad, la que castiga, la que habla con los padres cuando el alumno se ha metido en problemas. Pero sobre todo es un personaje que en la narración, sea la literaria o la de nuestro recuerdo, no suele trascender esa visión.2 Es que, casi siempre, esta experiencia, la de la escuela, se concentra en el aula, en el mundo formado por la maestra o el maestro y sus alumnos.
Asistimos aquí a la historia de una directora, Ami, que conocemos a través de distintas voces: las de las auxiliares, las de los maestros, la de la vicedirectora y naturalmente la voz de la propia Ami: sus recuerdos, que nos permiten darle una vida más allá de la escuela, y el intercambio de misivas con la vicedirectora, que se comunican mutuamente los problemas a enfrentar en cuestiones de organización y vida diaria de la escuela.
Estos intercambios con la vicedirectora constituyen, a mi juicio, uno de los tesoros de la narración, porque conocemos la escuela desde otro punto de vista, como es el de las bambalinas, la cocina, una perspectiva no muy presente en la consciencia del público. Ami se presenta como una mujer de convicciones abiertas a un modo distinto de ver los problemas de la enseñanza y a menudo debe persuadir a maestros que se anquilosan en los viejos métodos –afortunadamente, Lury Iglesias no hace concesiones a lo políticamente correcto–, o dialogar con padres que no tienen demasiado en cuenta a sus hijos. Pero sobre todo lucha contra la cerrazón de los burócratas y de jueces o, más difícil todavía, con autoridades de la dictadura, cosa cuyos peligros serán evidentes.
No todas son dificultades, hay momentos conmovedores que brindan un aire fresco en medio de tanto obstáculo. Y también momentos en que es Ami la que se monta en causas excesivamente justicieras. De eso, da cuenta otra perspectiva, que es la de su familia.
En fin, la multiplicidad de planos que propone Lury Iglesias es inabarcable en los límites de un prólogo que, además, no tiene que describir en detalle lo que se hará evidente en la lectura. Lo que importa aquí es destacar la sensibilidad de este libro para tratar aspectos tan diversos de la educación; la riqueza narrativa que nos muestra la escuela en épocas de la dictadura y en épocas de la democracia, pero también la humanidad de los personajes que componen esa aventura que puede ser dirigir una escuela.
Sirva, además, este libro como testimonio de la humilde grandeza de nuestros educadores, en especial hoy, cuando se intenta desprestigiar a la educación pública, minimizar el tiempo que dedican los trabajadores de la educación y, sobre todo, esa brutal operación que lo peor de los gobernantes realiza sobre nuestros maestros: el intento de sumirlos en un apostolado en el que luchar por la remuneración que se merecen es ser poco menos que un mercenario.
Hugo R. Correa Luna
Mayo de 2017
1 Como hacemos énfasis en los estereotipos, estos personajes son femeninos.
2 En mi recuerdo solo encuentro la novela El director, de Gustavo Ferreyra (Losada, 2006), donde es, como lo indica el título, personaje central y, acertadamente, muy lejos del estereotipo antes descrito.