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Agradecimientos

Al terminar este proyecto no puedo dejar de trazar una continuidad con los anteriores, como si hubiera estado pensando siempre sobre los mismos problemas, en una especie de loop con pequeñas variaciones. Por supuesto que no es exactamente así, pero como se verá en desarrollo del libro, me gusta pensar la latencia del pasado en el presente y su probable corrosión del porvenir. Así, el germen remoto de este libro lo encuentro en mi tesis de licenciatura en la Facultad de Filosofía de la Universidad de Buenos Aires. En mi lectura de la teoría pascaliana de las pasiones del alma, intentaba encontrar una subjetividad anticartesiana no realizada en la modernidad, una suerte de modernidad alternativa avant la lettre. La famosa frase de Pascal “el corazón tiene razones que la razón desconoce”, a la que João Gilberto le pone voz y melodía, me llevó –en su traducción al portugués y como un montaje geográfico y musical– a otro momento clave de mi proyecto: cursando mi doctorado en la Universidad de Yale y ya investigando sobre cultura latinoamericana y brasileña, escribí un ensayo sobre el inconsciente óptico en la fotografía bahiana de Pierre Verger. Mi propia relación éxtima con Bahía, el psicoanálisis y la arquitectura, me fueron llevando así a los objetos, las experiencias y las literaturas que analizo en este libro; al tiempo de las palabras y el espacio de las imágenes como sitios filosóficos.

Todo este largo recorrido no hubiera llegado a su fin sin la inspiración, la escucha y la lectura de muchas personas, ni tampoco sin el apoyo de muchas instituciones. Agradezco en primer lugar a Betina Keizman, a María Teresa Johansson, a Fernando Pérez Villalón y a Constanza Vergara por haber confiado en este proyecto cuando aún era un balbuceo. A partir de diferentes invitaciones para presentar mi trabajo en la Universidad Alberto Hurtado ellos vieron, tal vez incluso antes que yo, la trama de este libro.

Los alumnos y alumnas de la Universidad de San Andrés y del doctorado en Literatura y Estudios Críticos de la Universidad Nacional de Rosario me ayudaron a pensar y precisar los problemas de este libro en diversos cursos y seminarios. Agradezco a mis dos asistentes de investigación –Nicole Davenport y Fernando Salva– que me ayudaron con el proceso de edición final. También agradezco a mis colegas de la Universidad de San Andrés, sobre todo a los más cercanos del Departamento de Humanidades, por el clima de trabajo siempre amistoso y alegre. La Universidad me otorgó diversos incentivos a la investigación que me permitieron viajar para hacer trabajo de archivo en Brasil y para presentar avances en diversos congresos. Gracias a una beca del “David Rockefeller Center for Latin American Studies”, de Harvard University, pude pasar una estancia en Cambridge que –a pesar de haber sido más corta de lo que hubiera querido debido a la pandemia– me permitió terminar la investigación y la escritura de este libro. Gracias a Mariano Sisskind por la invitación a presentar un trabajo en el “Arts and Sciences Workshop Series”, y, tanto a él como a los estudiantes de doctorado de Harvard University, por las preguntas, los comentarios y las sugerencias.

Hace unos años, gracias a una invitación de Graciela Montaldo, pude trabajar algunos días intensivos en la biblioteca de Columbia University. Dos visitas a la University of Edinburgh fueron también fundamentales. La primera, a través del Programa Erasmus, y la segunda, gracias a Fiona Mackintosh y a la “Association of Hispanists of Great Britain and Ireland (AHGBI)”, por medio de la cual también pude presentar mi trabajo en diferentes sitios. Gracias, entonces, a quienes me recibieron: Alison Menezes y Paulo de Souza Aguiar de Medeiros, de University of Warwick; Claire Williams, el “Latin American Studies Centre” y el “Portuguese Research Seminar”, de University of Oxford; Eamon McCarthy, de University of Glasgow; y Gustavo San Román, de University of Saint Andrews. Además de la guía de Fiona, en University of Edinburgh agradezco al Instituto Camões y al Departamento de Film Studies, a Iona Macintyre, a Raquel Ribeiro, a Jessica Gordon-Burroughs y a Luciano Piazza. Agradezco a Constanza Ceresa, que me invitó a dictar una conferencia sobre Eduardo Coutinho en el Magíster en Literatura Comparada de la Universidad Adolfo Ibañez; a Valeria de los Ríos, que organizó el coloquio “Materialidades latinoamericanas” en el Instituto de Estética de la Universidad Católica de Chile y a Lucrecia Palacios, que me invitó a dar una conferencia sobre Lina Bo Bardi en el marco de la exposición “Antropofagia y Modernidad: Colección Fadel” en el Museo Latinomericano de Buenos Aires (MALBA). Gracias también a Luciana Levinton y a Juan Frigerio por las conversaciones en torno a Lina Bo Bardi. Agradezco al Instituto Bardi y a su directora, Sol Camacho, así como al Fundo Flávio de Carvalho, del Centro de Documentação Cultural (Cedae), de la Universidade de Campinas, que me abrieron las puertas de sus archivos y me ayudaron a conseguir algunas de las imágenes para este libro. Rui Moreira Leite me recibió en su archivo personal de Flávio de Carvalho y tanto él como Gonzalo Aguilar y Marcelo Moreschi me ayudaron a navegar las aguas turbulentas de Flávio para conseguir imágenes, manuscritos y bibliografía. Gracias a Maria Cecília França Lourenço por ayudarme a mapear la trayectoria de las exhibiciones nordestinas de Lina Bo Bardi. Gracias a André de Leones, a Cristina Amaral, a Patricia Frajmund, al Centro de Criação de Imagem Popular (Cecip), al Museu de Arte Moderna de São Paulo (MASP), al Museu de Arte Contemporânea de la Universidade de São Paulo (USP) y a William Kentridge por permitirme el uso de las imágenes.

Les agradezco a amigas, amigos y colegas por las lecturas, las críticas y las sugerencias en congresos, seminarios y todas las “previas” y los “afters” en bares, caminatas y viajes: a Florencia Garramuño por la guía y por todos los mundos en común que compartimos desde los diversos campus hasta Brasil; a Gonzalo Aguilar por los préstamos, las preguntas y los entusiasmos brasileños compartidos; a Ale Laera por la escucha y la lectura incisiva y generosa; a Sandra Contreras, por los consejos, las lecturas y porque me invitó a dar un curso de Doctorado en la Universidad Nacional de Rosario en donde pude probar muchas de mis ideas. Gracias también a Bruno Bosteels, Karen Benezra, Ximena Briceño, Natalia Brizuela, Mario Cámara, Edgardo Dieleke, Cynthia Edul, Guillermo Feder, Álvaro Fernández Bravo, Daniela Flesler, Gustavo Furtado, Gabriel Giorgi, Erin Graff Zivin, Gisela Heffes, Héctor Hoyos, Laura Isola, Beatriz Jaguaribe, Ana Kiffer, Adriana López-Labourdette, Florencia Malbrán, Lía Munilla, Daniel Noemi Voionmaa, Fernando Rosenberg, Lucia Sa, Victoria Saramago, Claudia Soria, Javier Uriarte, Alejandra Uslenghi y Paloma Vidal. Este libro es también resultado del trabajo de escritura a cuatro manos que venimos realizando con Paola Cortés Rocca en el marco de un Proyecto PICT subvencionado por el Ministerio de Ciencia y Tecnología de Argentina. Con ella y con el grupo de investigación que conformamos (Cynthia Edul, Francisco Lemus, Mariano López Seoane, Mora Matassi, Ana Neuburger, Agustina Pérez, Fermín Rodríguez, y Fátima Rubino) pensamos juntos sobre muchas de las preocupaciones de este libro.

Los últimos años fueron, tanto colectiva como personalmente, años de mujeres. Sin la alegría, el amor y la compañía de mis hijas; sin lo que me enseñaron y me hicieron repensar tanto ellas como mis sobrinas; sin el sostén, la red y la charla prolífica de hermanas, amigas y colegas mujeres, no hubiera podido escribir este libro. A Victoria y a Violeta, las mayores, les agradezco por haberme dado mi lugar de menor, sin el cual estos futuros no existirían; a Jimena Zubia, porque lo menor siempre prolifera y deviene futuro; a Jessi Kalwill, por enseñarme a esperar las sorpresas que trae el tiempo sin reloj; a Ana Rascovsky, porque juntas construimos mundos en los intervalos barrosos entre la estacada y el musgo, y porque es el ejemplo más cercano de que la arquitectura se sale constantemente de la arquitectura. Agradezco la velocidad, la inteligencia y la amistad creciente de la usina de pensamiento Las Galgas. Gracias a Josefina Ludmer, que me enseñó a anclarme en el “aquí” de América Latina para luego –o en el mismo movimiento– poder salir y desbordarlo. Quizás es también a ella a quien le debo una última magia que me mandó, quién sabe desde dónde: Octavio Di Leo. Octavio llegó a mi vida para leerme con un amor, una sabiduría y una liviandad zen. Compartir con él el instante de alegría de la palabra es pura duración bergsoniana sin medida. Es desde ese tiempo fuera del tiempo que pude darle un final a este libro.

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