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Un balance historiográfico sobre el movimiento estudiantil en Colombia y América Latina

Los estudios sobre los movimientos estudiantiles en Colombia no se han constituido en una línea de investigación. Los trabajos existentes dan cuenta más de una dispersión e irregularidad de resultados que de una continuidad investigativa; en lugar de analizar y relacionar los acontecimientos puntuales con procesos contextuales de orden nacional o mundial, se detienen en la descripción, a veces repetitiva, de los mismos hitos que conforman la memoria monumental del movimiento estudiantil. Al igual que la historia política colombiana con sus convenciones, la historia del movimiento estudiantil también cuenta con un calendario simbólico, convertido en camisa de fuerza: 1929, 1954, 1957, 1964 y 1971. Cada uno de estos años marcan tiempos y ritmos de la movilización estudiantil en la escena pública y han determinado las investigaciones realizadas desde hace ya más de tres décadas.

¿Pero acaso la movilización estudiantil se puede considerar un movimiento social y, en consecuencia, un movimiento estudiantil? ¿Cuáles son los referentes para pensar y escribir la historia del movimiento estudiantil como un movimiento social? En el caso de Colombia perdura por largo tiempo la tesis de Francisco Leal Buitrago, que define la existencia de un movimiento estudiantil, vinculado a una expresión de clase, durante el Frente Nacional.También se puede decir que gran parte de los textos consultados son deudores de los trabajos de Yvon Le Bot y de Leal Buitrago, en especial por la periodización y caracterización temática. Y así pasan varias décadas para que la historiografía nacional renueve los análisis sobre el movimiento estudiantil a partir de los ejercicios de investigación de estudiantes de pregrado o de breves incursiones de investigadores interesados en el tema.

Luego de varios años de estudiar al movimiento estudiantil colombiano y de construir una mirada comparativa, este capítulo pretende compartir un estado de la cuestión sobre lo que ha sido la investigación histórica en las últimas tres décadas al respecto. El propósito es ofrecer un mapa de lo realizado hasta ahora referente a la movilización estudiantil en el país para proyectar alternativas de indagación. El balance se estructura en dos apartados. En primer lugar, se abordan los trabajos que ofrecen una mirada de conjunto sobre el devenir del movimiento estudiantil colombiano. Después, se analizan algunos trabajos que estudian movimientos regionales o universitarios, con especial atención en la Universidad Industrial de Santander, por cuanto es el caso más trabajado en el ámbito regional. En la segunda parte se caracteriza de manera general la historiografía continental sobre este tema de investigación a partir de los casos de México, Argentina y Brasil. Estos países son referentes importantes no solo por los resultados, sino por la notoriedad y papel que desempeñan los movimientos estudiantiles en cada uno de ellos. Este primer capítulo cierra con una serie de sugerencias para definir una agenda prospectiva con el fin de consolidar una línea de investigación historiográfica.

El caso colombiano: entre el enfoque clasista y el velado centralismo historiográfico

Publicado originalmente en francés y a pocos años de las movilizaciones estudiantiles de 1971, se presenta el primer texto que analiza las protestas de los estudiantes universitarios colombianos. Este artículo, del profesor Yvon Le Bot61, sobre las luchas estudiantiles se publica dos años después en la reconocida revista Ideología y Sociedad. De forma paralela, Le Bot desarrolla otras investigaciones sobre la educación en Colombia y sus limitaciones estructurales. Estos textos son el resultado de la estancia del autor en el país durante la primera mitad de la década del setenta, años en los que labora para el Departamento Administrativo Nacional de Estadística [Dane] y la Universidad del Valle.

Aunque en el momento de escribir el artículo todavía quedan remanentes de las protestas del año 71, Le Bot reconoce la necesidad de someter a análisis crítico el acontecer del movimiento estudiantil colombiano, relacionando los acontecimientos con procesos estructurales de la política educativa, económica y la situación del sector en términos de cobertura e incidencia en la cultura nacional. La relevancia del texto de Le Bot radica en que sienta las bases para los estudios sobre este tema de investigación en diferentes órdenes. En primer lugar, sugiere que el movimiento estudiantil se constituye en una fuerza contra el establecimiento en el marco de un régimen de exclusión, que se articula con movimientos como el campesino, un nexo que le granjea a la protesta estudiantil la condición de ‘asunto de orden público’. Por otro lado, establece las ideas fundamentales de la relación entre lucha estudiantil y política educativa para el periodo del Frente Nacional, reconociendo que los procesos de modernización en la versión estadounidense se convierten en el telón de fondo de las protestas universitarias. Finalmente, delimita una periodización sobre el movimiento estudiantil colombiano desde los ‘años dorados’ de organización, movilización y lucha del estudiantado nacional hasta su posterior declive.

Si bien un trabajo pionero sobre el movimiento estudiantil colombiano, un balance del texto no lo exime de la valoración crítica. Más allá de que se pueda constatar que el autor sí conoce la información relacionada con el tema tratado, es sorprendente que el artículo está construido sin referencias de ninguna fuente. Otra debilidad es el exagerado tono centralista de la descripción factual que ofrece, sobre los acontecimientos de Bogotá en la década del sesenta y de la Universidad del Valle en 1971. No hay en el escrito mención a dinámicas particulares de las universidades regionales y tampoco una articulación multidireccional de las protestas.

El centralismo analítico no demerita el trabajo pionero de Le Bot, pero sí advierte que los sucesos universitarios del año 71 en Colombia no pueden ser comprendidos sin conexiones locales y globales. Pese a esta ausencia analítica, la periodización que propone Le Bot presenta validez como referente para nuevas indagaciones. A esta primera investigación le sigue otra del profesor Leal Buitrago, un análisis que también se convierte en referente ineludible de los trabajos históricos sobre el movimiento estudiantil colombiano.

En 1984 la Fundación Friedrich Ebert de Colombia [Fescol] convoca a un grupo de especialistas para que analicen la relación de la juventud nacional con el mundo de la política. Como resultado de este encuentro de varios académicos colombianos se publica el texto Juventud y política en Colombia, volumen en el que está incluido uno de los primeros trabajos con pretensiones históricas sobre el desenvolvimiento de los estudiantes universitarios en la esfera política: el artículo de Francisco Leal Buitrago titulado La participación política de la juventud universitaria como expresión de clase62. El autor se propone sustentar que los conflictos universitarios no se pueden comprender si no se relacionan con los procesos y tensiones de la sociedad en su conjunto. Para Leal Buitrago, el movimiento estudiantil colombiano tiene existencia e impacto entre 1958 y 1967, una temporalidad que coincide con la reconfiguración de la sociedad colombiana, y cuyo dinamismo se puede sentir en la expansión de la educación superior y la presión de las clases medias para encontrar un lugar político y económico en la estrecha movilidad de la sociedad colombiana de mediados del siglo XX.

Esta tesis sobre la existencia de un movimiento estudiantil durante los años del Frente Nacional es desarrollada por Leal Buitrago en el estudio de las principales expresiones organizativas de la época: FEC, Unec, FUN y Consejos Estudiantiles. El interés no es otro que mostrar las acciones estudiantiles principalmente en dos vías: la gremial y la política. La politización universitaria que experimentan varios estudiantes en este periodo y la debilidad de las estructuras gremiales conduce al declive de estas últimas y al predominio de la lógica política sobre la universitaria, de modo que, a principios de la década del setenta, se llega incluso a un estado de anarquía. En materia identitaria de la movilización, Leal Buitrago recuerda que las protestas tienen como eje vertebrador la exigencia y defensa de la autonomía universitaria, aunque no profundiza en sus principios y caracterización.

El trabajo de Leal no es el único que pretende explicar el comportamiento del movimiento estudiantil vinculado a expresiones y acciones de una clase social. Perteneciente a las filas del Partido Comunista, el antropólogo Jaime Caycedo Turriago escribe en 1984 para la revista Estudios Marxistas un breve texto teórico para comprender la historia del movimiento estudiantil63. Caycedo comparte la necesidad de estudiar este movimiento en la relación ‘estructura económica’ y ‘superestructura ideopolítica’, y considera también al movimiento estudiantil como una fuerza histórica importante en la lucha de clases por la democracia. Las protestas de los estudiantes no dependen, según este enfoque, de la permanencia y solidez organizativa –como en el caso de la tesis de Leal Buitrago–, sino de la participación en luchas coyunturales importantes.

Más allá de la conceptualización ortodoxa del autor, su análisis amplía la reflexión hacia otros asuntos importantes para pensar la protesta universitaria y el movimiento estudiantil en Colombia. En primer lugar, Caycedo considera que el movimiento estudiantil se inclina hacia un ‘antiimperialismo democrático’, facilitado por la presencia de un ala de izquierda y gracias a una ‘intelectualidad avanzada’ que establece relaciones con el proletariado, el campesinado ‘revolucionario’ y otras capas populares. En segundo lugar, el movimiento estudiantil se caracteriza por un componente generacional que obliga a realizar sucesivos relevos a través de los ‘núcleos activos’, que se refiere a los grupos de estudiantes que reciben la experiencia de sus predecesores. La dinámica de este movimiento social tiene ritmos de auges y reflujos propios y está relacionada con las demás luchas populares del momento. Por último, Caycedo propone que todo análisis de este tema de estudio forja una relación con el ‘bloque de poder’, categoría de Poulantzas para explicar el conjunto histórico de las clases dominantes en alianza y estrecha relación con factores estructurales. Factores que, sin duda, posibilitan la comprensión de la dinámica histórica del movimiento estudiantil.

Estos tres trabajos pioneros son base para los siguientes ejercicios de pesquisa publicados, la mayoría de ocasiones, como artículos en revistas especializadas. En las páginas de la Revista Historia de la Educación Latinoamericana [Rhela], de la Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia [Uptc], es posible valorar cómo se brinda un espacio para explorar un periodo del movimiento estudiantil poco analizado en el país: las actuaciones del estudiantado en la primera mitad del siglo XX, periodo abordado por Olmedo Vargas y por Dora Piñeres de la Ossa. Estos dos profesores universitarios investigan el papel del movimiento estudiantil en la organización curricular en 1921 y la relación que establecen los estudiantes con el liberalismo a través de la prensa en la Universidad de Cartagena en el decenio de los años cuarenta64.

El trabajo del profesor Vargas65 examina la participación de los estudiantes universitarios en la discusión de temas relacionados con la dimensión curricular de la educación superior en el año de 1921. A partir de las referencias históricas a un revuelo que se da en Bogotá por el bajo rendimiento de los bachilleres en las pruebas de admisión a la universidad, Vargas sostiene que se desata el interés de algunos universitarios por la calidad de la educación en el país. La argumentación expuesta se ocupa de referir la voz de los estudiantes que escriben en la revista Universidad, dirigida por Germán Arciniegas. En esta publicación se tratan temas como las deficiencias de los modelos pedagógicos implementados por los maestros, la calidad de los profesores y de los textos empleados en el aula e incluso asuntos específicos de carreras como Medicina, Ingenierías y Bellas Artes. Por último, el artículo se ocupa de recordar el papel de la Federación de Estudiantes Colombianos [FEC] en la promoción de mejores condiciones materiales para los pocos estudiantes universitarios que hay a principios de la década del veinte en el país.

El texto del profesor Olmedo Vargas tiene el mérito de recordar a los interesados en el tema que la movilización del estudiantado colombiano no surge en la década del sesenta. En el mismo sentido, el acento puesto en los asuntos curriculares con la novedosa información que aporta sobre las demandas estudiantiles en materia de calidad educativa lleva a pensar en la importancia que tiene la dimensión gremial en la lucha de los universitarios en el país. Empero, la noción de ‘movimiento universitario’ no se desarrolla de manera suficiente en el cuerpo del artículo y no da cuenta de las movilizaciones que hay en la época de estudio, sino que el texto se limita a reseñar las declaraciones que algunos estudiantes dan a la tribuna más importante de la época para los asuntos universitarios. El escrito tampoco presenta un trabajo heurístico exhaustivo y los resultados se restringen a la consulta de algunos números de la revista Universidad. Finalmente, las digresiones sobre los problemas actuales de la educación superior sustraen al lector de la narración sobre la etapa de estudio.

Al retomar los estudios de la segunda mitad del siglo XX sobre la movilización y protesta estudiantil en Colombia, una obra que intenta acercarse a las formas organizativas es la tesis de grado de Manuel Ruíz Montealegre, publicada por la Universidad Nacional en 200266. En este texto, Ruíz propone el estudio del movimiento estudiantil a partir de dos expresiones organizativas muy importantes con pretensiones de alcance nacional entre 1957 y 1966: la Federación de Estudiantes Colombianos [FEC] y la Federación de Universitarios Nacionales [FUN] en su etapa de declive. El autor reconstruye la historia de cuatro instancias de organización y lucha estudiantil. En los dos primeros capítulos narra los principales acontecimientos que dan origen a las primeras organizaciones nacionales [FEC y Unec], para luego preguntarse por la consolidación del Consejo Superior Estudiantil de la Universidad Nacional y su tránsito de reivindicaciones gremiales a demandas sociales y políticas del acontecer nacional. En la última parte, Ruíz Montealegre expone el momento culmen de la lucha estudiantil en esta década, protagonizado por la FUN y la huelga en la UIS de 1964. El texto cierra con una explicación sobre el declive de esta organización a causa del predominio del radicalismo político en una nueva generación de estudiantes. El volumen es complementado con tres interesantes anexos documentales pertenecientes a las organizaciones estudiadas en el texto.

Este trabajo tiene mérito por la renovación que ofrece en el estudio del movimiento estudiantil. Por una parte, elabora un análisis equilibrado de las acciones estudiantiles y del contexto sociohistórico en que se inscriben, incluyendo las líneas gruesas de la política educativa y las motivaciones y discursos que orientan a los estudiantes sobre temas como la autonomía universitaria, la defensa de la educación pública y el antiimperialismo. Todo ello a través de la narración de los intentos organizativos acometidos y el desenvolvimiento de la relación entre los asuntos gremiales y la progresiva introducción de posturas politizadas hacia la izquierda. Pese a estos enfoques novedosos de investigación, que amplían el horizonte temático sobre la movilización y la organización estudiantil en la segunda mitad del siglo XX, el trabajo se dirige a exaltar el predominio de Bogotá y en particular de la Universidad Nacional en el desarrollo de la dinámica estudiantil. En igual sentido, la promesa de un estudio interno de la organización estudiantil desconoce énfasis como las diferentes identificaciones ideológicas de los estudiantes. Por otra parte, se hace demasiado hincapié en la “auténtica” democracia que se experimenta en la FUN, y se deja de lado la problematización de las relaciones y disputas políticas en el interior de este tipo de organizaciones.

Referente al movimiento de finales de los años sesenta e inicios del setenta, Ricardo Sánchez evoca su participación en los acontecimientos del movimiento estudiantil entre 1968 y 197267. Este diálogo con base en la subjetividad de una memoria es significativo en la medida en que el profesor Sánchez reflexiona sobre los marcos nacionales e internacionales de las protestas de aquel entonces. Acontecimientos como la rebelión juvenil mundial, la lucha anticolonial, la Revolución cubana, el movimiento contra la guerra de Vietnam, la Primavera de Praga, la Revolución cultural china y el resquebrajamiento del marxismo inciden en los estudiantes universitarios que protestan en el periodo mencionado. En el ámbito nacional, la política educativa definida para la universidad, concretada en el Plan Básico, también funge como detonante de las manifestaciones universitarias. Para Sánchez, el accionar estudiantil de estos años se interrelaciona con los movimientos sindicales y campesinos y con las diferentes corrientes ideológicas de la izquierda colombiana.

Recientemente, otros autores analizan en una perspectiva general los acontecimientos de 1971. El trabajo más reconocido es el de Miguel Ángel Pardo y Miguel Ángel Urrego, presentado en eventos internacionales durante el año 200368. El artículo se dedica a describir, por primera vez, los principales acontecimientos que caracterizan el movimiento estudiantil de aquel año. Con este fin los autores articulan los sucesos luctuosos de la Universidad del Valle y las reacciones que promueve este caso en ciudades como Bogotá o Medellín. Además, presentan los principales postulados del estudiantado consignados en el Programa Mínimo y las discusiones que se dan en el marco de los encuentros nacionales de estudiantes organizados entre febrero y junio de 1971. La narración también incluye la dinámica de confrontación que hay con las autoridades universitarias y nacionales, especialmente la correlación de fuerzas subyacentes del conflicto en la medida en que las acciones y reacciones de las partes se alejan de una solución negociada. Los autores también exponen las divisiones que se originan en el estudiantado sobre temas complejos como el cogobierno o la reapertura de las universidades.

La valoración que realizan Urrego y Pardo sobre la movilización estudiantil de 1971 es favorable en términos de impacto, porque consideran que tales jornadas de lucha crean por primera vez en Colombia una propuesta de universidad surgida en el propio seno del movimiento estudiantil. Llevada a otros terrenos de análisis, la movilización estudiantil de este año constituye para los autores la síntesis de las aspiraciones más auténticas para cultivar la educación y la ciencia. Si bien las demandas emergen de un nivel de consciencia adquirido, critican la fragmentación de las agrupaciones políticas; esto impide la creación de una organización nacional que haga de interlocutora entre los estudiantes y las autoridades nacionales. De manera que el movimiento estudiantil de 1971 se recuerda no solo por el caos en las universidades del país, sino por los intentos de gestionar un poder alternativo a las reformas impulsadas desde el Estado. Programa Mínimo y cogobierno son las dos demandas más importantes de este momento histórico69.


Chapete. Víctimas de su propio invento. Bogotá. Archivo El Tiempo. 1971.

Un ejercicio similar, aun cuando no alcanza todo el enfoque prometido, es el de Isabel Hernández Arteaga70. Antes de iniciar el relato sobre los hechos de 1971, la autora señala varios aspectos que inciden en el movimiento estudiado. Destaca el influjo que tiene el movimiento de Córdoba en los postulados de la lucha estudiantil, el proyecto modernizador en el que se inscribe la reforma universitaria y la simultaneidad de protestas estudiantiles en Europa y México. Junto a estas variables, sucesos continentales como la Revolución cubana o el contexto de exclusión política en Colombia con el Frente Nacional, conforman el escenario en el que se despliega la rebeldía juvenil colombiana a principios de la década del setenta.

Este artículo no aborda nuevas fuentes sobre casos particulares que puedan ampliar lo conocido hasta el momento, por lo menos en el desarrollo de los acontecimientos específicos en las diferentes universidades del país. Menciona que en la Universidad de Nariño la relación entre estudiantes y grupos de izquierda ha sido muy cercana debido a la presencia de profesores vinculados a las luchas del magisterio. En cuanto a los encuentros nacionales, se referencian síntesis sobre temas ya tratados. Lo mismo sucede con el Programa Mínimo o con las visiones de universidad que se confrontan en el seno del estudiantado.

Recientemente, y como parte de un proyecto del Centro de Investigación y Educación Popular [Cinep] sobre la historia de la izquierda en el país, sale a la luz pública un artículo sobre el movimiento estudiantil de 1971. El trabajo realizado por Jorge Cote Rodríguez71 ofrece una nueva interpretación del movimiento estudiantil con el mundo de la política partidista de izquierda. Como tesis central plantea que la cercanía del estudiantado universitario, a principios de la década del setenta, con las variadas corrientes de la izquierda no debe explicarse como una “anomalía” o como un factor que conduce al “fracaso” del movimiento, sino como una situación “inevitable”, toda vez que las relaciones entre lo social y lo político en el movimiento estudiantil nunca se definen tajantemente. Incluso sugiere que son las relaciones con las izquierdas políticas, altamente ideologizadas, las que permiten al estudiantado universitario reflexionar críticamente sobre el momento en que se encuentra y formular propuestas de universidad y sociedad alternativas.

Aunque el trabajo no representa un gran avance en materia factual, es interesante resaltar el análisis sobre la construcción de identidad estudiantil, rastreo temático que realiza a través de la correlación entre las autoimágenes, la condición social “objetiva” y las representaciones que la prensa y el discurso académico hacen de los estudiantes. En el mismo sentido, se destaca la reflexión que concibe del Programa Mínimo al relacionarlo con el discurso ideológico de las principales tendencias de izquierda presentes en el movimiento estudiantil. El eje que articula este apartado se refiere al debate entre reforma, revolución y las maneras como los distintos grupos interpretan los contenidos del Programa Mínimo para sustentar su posición ideológica, lo que motiva discrepancias a causa de la heterogeneidad del movimiento en este periodo.

Sobre este trabajo es preciso decir que conjuga de manera inteligente diferentes inflexiones analíticas, máxime cuando su enfoque sugiere la necesidad de pensar el movimiento estudiantil no desde el deber ser, sino desde sus expresiones históricas concretas. La descripción sucinta de los acontecimientos, más el estudio de las identidades y un acercamiento a los discursos de los diferentes grupos políticos estudiantiles se convierte en una acertada entrada al estudio del movimiento estudiantil de 1971. El texto se sustenta en tendencias de análisis exploradas por otros autores con antelación. De manera que cierto enfoque centralista con inferencias generales predomina en el análisis. Las particularidades regionales no se tienen en cuenta para una mejor comprensión de los sucesos. El texto tampoco analiza la política educativa, aun cuando esta es el telón de fondo del conflicto universitario más allá de las posturas ideológicas y militantes de los universitarios.

Para cerrar este apartado de los estudios generales sobre el movimiento estudiantil en Colombia es necesario referirse a un trabajo de Mauricio Archila72, publicado en un proyecto coordinado por Renate Marsiske, en el que intenta buscar un diálogo continental de especialistas en el tema. Un tanto escéptico en cuanto a la existencia de un movimiento estudiantil en Colombia, Archila propone una periodización de la protesta estudiantil desde 1920 hasta 1974. Este arco temporal se caracteriza por la emergencia de los estudiantes en la esfera pública y porque se dan importantes cambios en las acciones políticas y en las formas organizativas de los estudiantes. El primer periodo de la protesta estudiantil corresponde a los años veinte y se extiende hasta mediados de la década de los cuarenta. En este lapso, la movilización se caracteriza por tener un buen potencial organizativo y peso en la opinión pública, a pesar de su dependencia política en los partidos tradicionales.

Un segundo momento importante denominado ‘resistencia democrática’ se experimenta entre 1946 y 1957. En este periodo, los estudiantes, aún inscritos en el bipartidismo, se hacen visibles como voceros de las capas medias en ascenso, apoyados por una intelectualidad que empieza a mostrarse crítica con el establecimiento y a orientar posturas en favor de mayores libertades democráticas. El último periodo de la protesta estudiantil corresponde al Frente Nacional [1958-1974], que Archila considera como el momento más importante de los estudiantes en el siglo XX. La rápida modernización socioeconómica y la consiguiente expansión del sistema educativo movilizan, secularizan y radicalizan a los líderes estudiantiles para efectuar su separación de las dos fuerzas políticas tradicionales y visibilizarse como importantes críticos del sistema político excluyente del país. La última etapa cuenta con dos momentos de importante movilización y protagonismo estudiantil: 1964-1966 y 1970-11972. El primer periodo se caracteriza por el acercamiento a las luchas obreras, y el segundo, a las cívico-campesinas.

Las etapas propuestas por Mauricio Archila sobre la protesta estudiantil en Colombia en el siglo XX valoran a los estudiantes como sujetos sociales que adquieren cierta autonomía para no dejarse instrumentalizar por los partidos tradicionales o por las fuerzas radicales de izquierda. Su vinculación con el mundo de la política está mediada por intereses y dinámicas particulares, aunque se convierten en “correas de transmisión” del bipartidismo y la izquierda colombiana. Archila reconoce y da un importante lugar a la dimensión gremial de la lucha estudiantil afirma que, si bien las demandas de los estudiantes no se alcanzan plenamente, la movilización estudiantil propicia cierta organización gremial y la puesta sobre la mesa de debates educativos relevantes para la sociedad. La crítica más contundente de Archila a la protesta de los estudiantes –que finalmente no se constituye en movimiento estudiantil– consiste en señalar la ausencia de un proyecto político organizativo maduro y de largo plazo en el que converjan las demandas académicas y democráticas. Esta carencia es responsabilidad de los propios estudiantes, de los partidos políticos de derecha e izquierda y del mismo Estado y su aparato de fuerza.

El análisis de Mauricio Archila sobre la protesta estudiantil no se sitúa propiamente en un terreno empírico, como se aprecia en la introducción al tratar el concepto de movimiento estudiantil. En su reflexión sobre los movimientos sociales en Colombia promete una perspectiva cuantitativa de análisis, pero no la desarrolla en específico y en profundidad para la protesta estudiantil, como sí lo hace para movimientos sociales como el campesino y el obrero. Archila tampoco diferencia las protestas estudiantiles de los años veinte de aquellas de la década del sesenta, más allá de la reiteración de las demandas académicas y las luchas por la autonomía y las libertades. La relación entre movilización estudiantil e izquierda debe acentuarse para los años sesenta. En los años veinte es imprescindible dialogar con el movimiento estudiantil de Córdoba y su influencia en el país y el continente durante la segunda mitad del siglo XX.

Los vacíos en el análisis de la protesta estudiantil se entienden porque hasta el momento no existe en el país una obra historiográfica de largo aliento y de alcance nacional sobre esta temática. Los artículos o capítulos de libros muestran cómo la historiografía colombiana no se preocupa lo suficiente por este campo de investigación, y cuando lo hace presenta el caso bogotano como el más importante de estudio. Enfocados en coyunturas como la de 1971 no se percibe un interés por rastrear al estudiantado universitario desde su proceso de constitución como actor político y social. Pese a esta limitación, la historiografía regional viene trabajando los movimientos de las universidades departamentales con disímiles niveles de calidad y rigor. En el siguiente apartado se mostrará cómo en estos ejercicios investigativos se presenta una gran dispersión e incomunicación entre experiencias altamente similares.

Fragmentos y dispersión en los estudios regionales

Si bien se reconoce la importancia de los universitarios de Bogotá en las principales expresiones organizativas de la movilización estudiantil, también en la historiografía regional es posible encontrar actuaciones muy importantes del estudiantado. En alguna medida esto se debe al protagonismo alcanzado por ciertas movilizaciones locales que logran una solidaridad nacional por parte de los mismos estudiantes o de la sociedad en general. En este apartado se exponen algunos trabajos que analizan actuaciones estudiantiles de universidades como la Pedagógica Nacional, la del Valle, la de Antioquia, la de Cartagena, la Uptc y la Universidad Libre. Mención aparte merece el caso de la Universidad Industrial de Santander, el más estudiado de los movimientos regionales.

El primer estudio de caso analizado corresponde a dos artículos del profesor Absalón Jiménez en la Universidad Pedagógica Nacional [UPN] para la segunda mitad del siglo XX73. En el primero de ellos Jiménez señala que la presencia del movimiento estudiantil de la UPN contribuye a la creación de comunidad universitaria. Aunque enfatiza en un enfoque histórico de trabajo, la organización de la información es estrictamente cronológica y procura mostrar lo que sucede en la UPN respecto de otras luchas estudiantiles en el territorio nacional. El relato se inicia con las primeras manifestaciones de organización y movilización estudiantil en la Universidad Pedagógica Nacional Femenina [Upnf] y su articulación con la Unec.

Las acciones del estudiantado de la UPN se caracterizan por la presencia, tardía en la institución, de una población masculina que expresa cierta radicalización en las protestas y por relaciones directas y demandas propias del mundo pedagógico y del movimiento magisterial. La narración lineal de acontecimientos da cuenta de sucesos protagonizados por los estudiantes en relación con los problemas que enfrenta la Universidad. En alguna medida se advierte el deseo de mostrar que en la UPN también acontece algo, que allí tienen participación grupos políticos como la Juventud Comunista [Juco] o la Juventud Patriótica [Jupa], y que, como característica distintiva, las organizaciones estudiantiles tienen interesantes relaciones con sectores sociales como los indígenas. El texto cierra con una revisión de los principales acontecimientos de las dos últimas décadas, en la que se sostiene la idea de una crisis del estudiantado tanto en el plano político como discursivo. Es pertinente anotar que el autor hace una notable pesquisa en la prensa nacional y en la fuente oral, aunque se echa de menos la utilización sistemática de documentación producida por el estudiantado. Por último, es evidente el peso que tiene la tesis de Francisco Leal Buitrago en la interpretación del autor, a pesar de que reconoce los aportes de Mauricio Archila en la crítica que hace sobre la conceptualización del movimiento estudiantil. El influjo de Leal Buitrago no se refiere a la interpretación clasista, sino a la periodización que ofrece, en particular a la idea de que solo durante los primeros años del Frente Nacional [1958-1964] se puede hablar de movimiento estudiantil.

Aunque el conflicto universitario de 1971 tiene un gran protagonismo en la Universidad del Valle, sorprende que lo acaecido allí aún no goze de una amplia reflexión por parte de la historiografía. No obstante, se conocen tres trabajos que abordan la particularidad del caso, uno del investigador Luis Aurelio Ordóñez Burbano, otro es una tesis de grado elaborada en conjunto por Vianney Herrera y Leonor Trujillo y un documental, titulado La rebelión de los estudiantes, dirigido por Indira Gironza. El texto Mataron a Jalisco, el día en que todo estuvo a punto de estallar, del profesor Ordóñez Burbano, tiene como objetivo comprender y valorar el impacto de un conflicto significativo en la historia de la Universidad del Valle, que se remonta a la década de los años sesenta y evoluciona en forma dramática hasta 1972. El autor, a través de libros, artículos y documentos universitarios, tales como actas, acuerdos y resoluciones, narra los luctuosos acontecimientos sucedidos el 26 de febrero de 1971. No obstante, el mayor impacto de este texto se encuentra en las entrevistas realizadas a testigos presenciales de estos acontecimientos y que relatan vivazmente los sucesos tras la muerte del estudiante Édgar Mejía Vargas. Además, es muy valioso el aporte hecho por Ordóñez Burbano al entrelazar la documentación oficial, la fuente oral y la no ficción o novela testimonio, lo que permite una lectura agradable y a la vez nostálgica del movimiento estudiantil de los años setenta en Cali.

En once cortos capítulos, Ordóñez Burbano reconstruye el panorama mundial desde mediados de 1959 y reseña eventos tales como la Revolución cubana, la guerra de Vietnam y el Mayo francés del 68, para derivar en sucesos menores en su dimensión histórica, pero que fueron la propuesta de cambio de la sociedad de la época en Colombia. Dentro de estos sucesos se cuenta la influencia del Nadaísmo en la literatura, la implementación del Frente Nacional en la política y el surgimiento de figuras emblemáticas como Camilo Torres Restrepo, quien con sus ideales cristianos transforma la percepción de la sociedad colombiana. Este panorama mundial de la época, sumado al contexto político nacional a partir del Frente Nacional y a la situación académica e institucional de la Universidad del Valle, es la antesala y a la vez el pretexto del autor para desarrollar el objeto de su obra que es la descripción del conflicto estudiantil ocurrido en Cali el día 26 de febrero de 1971. La relación entre agrupaciones de izquierda, el clima de revolución estudiantil mundial, la Guerra Fría, el ascenso del cristianismo revolucionario y la formación del núcleo de dirigentes del movimiento estudiantil de la Universidad del Valle permiten observar una diferencia crucial con los movimientos estudiantiles de la Universidad Nacional y de la Universidad Industrial de Santander. Esa diferencia consiste en la construcción de un movimiento urbano de masas con su respectiva legitimación en prácticas discursivas y en el ejercicio de la democracia directa por parte del estudiantado de la ciudad de Cali, al contrario de lo sucedido en Bogotá y Bucaramanga, donde existe un desarrollo de alternativas guerrilleras, a partir de la formación del Ejército de Liberación Nacional [ELN].

Ordóñez Burbano hace una breve descripción del triste legado del movimiento universitario desde el 8 de junio de 1929 con la muerte de Gonzalo Bravo Pérez, pasando por los acontecimientos del 9 de junio de 1953 con los crímenes de Uriel Gutiérrez, Álvaro Gutiérrez, Elmo Gómez Lucich, Hernando Morales, Rafael Cháves Matallana, Jaime Moure Ramírez, Hernando Ospina López, Hugo León Vásquez y Jaime Pacheco, para terminar el 26 de febrero de 1971 con los asesinatos de Édgar Mejía Vargas, Luis Ángel Adán, Libardo Cuéllar, Moisés Ayala, Beatriz Agredo, Luis Albán Castro, Emperatriz Agromo, Ignacio Cortez, José Antonio Escobar y Guillermo Tejada, entre otros, sin olvidar a Carlos Augusto González, muerto el 4 de marzo de 1971 en Popayán. Estos nombres son una pequeña muestra del desconocimiento existente sobre el movimiento estudiantil colombiano y su lúgubre aporte a la historia nacional.

Por otro lado, el documental La rebelión de los estudiantes enriquece la representación de los hechos del 26 de febrero en la Universidad del Valle, mediante el relato oral de algunos de sus participantes, que de una u otra forma son testigos directos de lo acontecido. Sin embargo, quizás el aporte más significativo que hace este trabajo audiovisual es mostrar la pluralidad de afirmaciones que sobre la cantidad de muertos se ha transmitido hasta la actualidad. Narran los entrevistados que todo empieza hacia las siete de la mañana con el objetivo de retomar la universidad, que en aquel momento se encuentra bajo el poder de las Fuerzas Armadas. Luego, entre las ocho y diez de la mañana, en confusos hechos es asesinado el estudiante Édgar Mejía Vargas, conocido como Jalisco. Una hipótesis enunciada en el documental sostiene que su muerte se produce debido a que el estudiante le arrebata el fusil a un soldado y empieza a enarbolarlo en son de victoria. Este gesto hiere el honor de la tropa que en seguida le dispara, y, en un acto un tanto siniestro, fragmentos de su cerebro empiezan a circular entre los estudiantes en un pañuelo empapado de sangre. Este suceso genera una ola de indignación que hace que el objetivo inicial de la manifestación se desdibuje para dar paso a un frenesí de ira que se traduce en un fuerte enfrentamiento con el ejército, que se desplaza por fuera de los alrededores del campus universitario y que culmina en barrios populares bien entrada la noche, sin importar que desde el mediodía se haya decretado toque de queda en toda la ciudad. Sobre la cantidad de muertos durante este fatídico día no hay un número concreto, algunos hablan de 14 incluyendo a Jalisco. En la canción 26 de febrero, no lo olvide compañero compuesta por Enrique Buenaventura se reitera que son 15 los muertos; mientras que otros se atreven a decir que fueron aproximadamente 60 muertos, pero no reconocidos oficialmente, y en un diario local se publica al día siguiente un listado que incluye tan solo 7 nombres de personas asesinadas bajo la advertencia de que hay más74. Lo cierto es que la muerte del joven deportista Édgar Mejía Vargas, Jalisco, es el detonante del conflicto estudiantil colombiano, iniciado en la Universidad del Valle, que cuenta con el apoyo de los adolescentes de colegios tradicionales como el Santa Librada y que se extiende a la mayoría de universidades públicas y algunas privadas de todo el país.

Así mismo, el trabajo de grado culminado en 1993, para obtener el título de licenciadas en Ciencias Sociales, presentado por Vianney Herrera y Leonor Trujillo está pensado, estructurado y escrito de forma esquemática. Esta tesis narra los principales acontecimientos desatados en la Universidad del Valle por parte de los estudiantes universitarios entre finales de 1970 y 197375. Vianney Herrera y Leonor Trujillo reconstruyen los sucesos de manera cronológica, con especial atención al año de 1971, culmen de la protesta estudiantil. El trabajo presenta un doble contexto: en primer lugar, las autoras elaboran un largo apartado de antecedentes del movimiento estudiantil colombiano, para complementarlo con la descripción de los principales aspectos misionales, laborales y financieros de la Univalle en la década del setenta.

Posterior a la reseña histórica de la Univalle, de la que resulta interesante el apartado relacionado con el papel de las fundaciones norteamericanas en la marcha de la Universidad, las autoras presentan la descripción del conflicto. Este apartado se dedica a realizar un análisis de la situación en varios aspectos, concretamente el Programa Mínimo; los métodos de lucha; la dinámica del enfrentamiento y la presencia de los principales grupos políticos en la Ciudadela Universitaria de Meléndez. Con una clara intención de acometer un balance de los sucesos de 1971, el texto cierra con la valoración de los resultados y logros de estos. Esto incluye apartados sobre las perspectivas y limitaciones del movimiento, de acuerdo con su visión y con la de algunos protagonistas entrevistados.

Herrera y Trujillo relacionan el movimiento estudiantil con el movimiento de masas del país. Así, hilvanan algunos elementos teóricos sobre los movimientos sociales, especialmente la conceptualización de Alain Touraine sobre el tema, que les permite considerar al movimiento estudiantil como un movimiento social sin entrar en especificidades conceptuales. Un aspecto interesante mencionado, pero que no se desarrolla, es la conexión sugerida con los movimientos estudiantiles de América Latina y el mundo, además de la interrelación con acontecimientos mundiales que inciden en el estudiantado colombiano. La investigación hace una caracterización histórica de la universidad, entendida como un espacio de conflicto inherente y de oposición política al Frente Nacional. También define la condición del estudiantado como una etapa transitoria en la que opera una cercanía a la politización de este y su no vinculación al sistema productivo como clase social diferenciada.

En esta tesis de grado es significativo el material recopilatorio de entrevistas a diferentes activistas de la época. La voz de algunos de los protagonistas de los sucesos narrados linealmente es una fuente necesaria para comprender el interior contestatario de lo que implica la protesta estudiantil, pese al exceso de citas que reemplazan el análisis y la misma narración. El desaprovechamiento del archivo de la Federación de Estudiantes de la Universidad del Valle [Feuv] y de la prensa local y nacional es evidente en la investigación, sin descontar fallas escriturales y argumentativas76.

En los últimos congresos de la Asociación Colombiana de Historia los estudios sobre el movimiento estudiantil cuentan con alguna presencia en diferentes mesas y líneas temáticas de investigación. Los resultados muestran los diversos enfoques de compromiso que los noveles historiadores están imprimiendo a las investigaciones. El trabajo de Diana Lorena Jiménez Gómez77 ofrece una pesquisa sobre el papel de las mujeres en el movimiento estudiantil y su tránsito hacia la creación de grupos feministas autónomos en la Universidad de Antioquia durante la década del setenta. La autora sostiene a lo largo de la ponencia la importancia de las actividades que desempeñan valerosas mujeres en el marco de la protesta estudiantil. Junto a las ‘labores de base’, las estudiantes también desarrollan un trabajo de estudio que, en algunos casos, las conduce a ganar mayor visibilidad en el movimiento e incluso a ocupar puestos de dirección y control.

A mediados de los setenta aparece el feminismo de segunda ola, que pone sobre el tapete la situación de la mujer en la sociedad colombiana, y les permite mayor autonomía en sus reivindicaciones, además de generar equilibrio en los movimientos sociales. Especial eco tienen los temas de la sexualidad, el aborto y el trabajo en esta fase de la emancipación de la mujer en la Udea. Estas ideas hacen parte hace parte del trabajo de grado de la estudiante que trata sobre el movimiento estudiantil y la participación femenina. Es preciso realzar el propósito de la autora para crear una importante base documental a partir de entrevistas a líderes estudiantiles y feministas de la época, al tiempo que evidencia su conocimiento sobre los trabajos más importantes en el tema de estudio, que para el caso colombiano son inexistentes, pero para el contexto continental, especialmente para México, son utilizados como referentes.

Jesús Rafael Bolívar78 desplaza la mirada de la movilización estudiantil universitaria a la educación secundaria, recurriendo a los acontecimientos que protagoniza el estudiantado del Colegio de Barranquilla [Codeba] en 1962 y con fundamento en una pesquisa de prensa regional y local. Aunque el autor pretende analizar la relación entre la violencia estudiantil y la moralidad católica, la ponencia se circunscribe a la narración cronológica y lineal de los sucesos que desatan una movilización social de alto impacto en la ciudad por el conflicto que se vive en esta institución educativa. A pesar de que el autor evidencia los motivos de la protesta y las reacciones de las autoridades educativas regionales y nacionales, no profundiza en la participación de estudiantes de secundaria en las protestas sociales. Como sugerencia plantea que para la década del sesenta también es pertinente estudiar la vinculación de estudiantes del nivel secundario en las protestas, quienes participan en razón del enfrentamiento generacional y de exclusión social y política que caracteriza al Frente Nacional.


Denuncia de la mercantilización de la mujer en el capitalismo y el modo en el que el socialismo la dignifica. Caricatura del Manifiesto Comunista Ilustrado. México, D.F. Eduardo del Río [Rius]. 1975, pp. 78-79.

Tras cumplirse treinta años del movimiento estudiantil de 1971, la Facultad de Ciencias Sociales y Humanas, de la Universidad de Antioquia, dedicó el dossier central de su revista Utopía Siglo XXI a la conmemoración analítica de estos acontecimientos. Los artículos reunidos en este número son el resultado de las ponencias del foro llamado Movimiento Estudiantil y Universidad Pública, que se efectúa el día 30 de marzo del 2001. Un balance sobre este tema no puede dejar de lado los textos allí consignados, toda vez que constituyen una excepción por el interés de la academia respecto de los movimientos estudiantiles. Además, la concurrencia de analistas, antiguos líderes estudiantiles y nuevas generaciones hacen de este foro un espacio para la reflexión crítica, la evocación y el estudio de un tema generalmente catalogado como “ligero” para la historiografía de los movimientos sociales.

Aunque la revista incluye un artículo sobre la oposición política durante el Frente Nacional y un testimonio del líder estudiantil y luego congresista Amilkar Acosta, en este balance se recurre en particular a los textos relacionados directamente con el desarrollo del movimiento estudiantil en la Universidad de Antioquia. Con un enfoque crítico, Juan Guillermo Gómez79 ofrece un marco histórico del nuevo lugar donde se desarrolla el movimiento estudiantil de inicios de la década del setenta. Sin convertirse en un estudio de caso, sugiere que el estudiantado de la época se ve influido por un contexto de ‘masificación urbana’, expresión de una transición problemática del país a la Modernidad. El difícil panorama se completa con la fuerza histórica de la tradición guerrerista de raíz hispánica, que, sumada al profundo carácter confesional y dogmático del colombiano de mitad de siglo, determina el accionar estudiantil hundiéndolo en una espiral de violencia y fanatismo cristiano-marxista.

Para sostener esta tesis, Gómez opta por identificar la acción militante de la época, signada por una afectación de injusticia y agravio moral. Mártires revolucionarios como Camilo Torres y su “compromiso hasta las últimas consecuencias” responden a una estructura de pensamiento desde los tiempos de la Conquista, en los que la cruzada se emprende contra los infieles y es reeditada como la imagen de la lucha contra el capitalismo, el imperialismo y la injusticia social. Una cruzada a la que se suman condiciones de represión política del régimen y el inicio de la privatización de la educación superior que debilita la ya frágil nacionalidad.

Pese a esta continuidad de larga duración, el autor reconoce que el movimiento estudiantil contribuye a la modernización del país. Los debates sobre el carácter de la revolución colombiana, la pertinencia o no de las reformas parciales, el análisis de los problemas agrarios y urbanos bajo la óptica de la dependencia y el subdesarrollo, todo ello a la luz de teorías marxistas y otras corrientes de pensamiento, contribuyen a que el país entre en dinámicas secularizadoras. Muestra de ello es la eclosión de pequeñas editoriales que introducen el mundo del libro de bolsillo a las bibliotecas de activistas sociales. El texto de Gómez es un abrebocas de los otros artículos del dossier. A pesar de la crítica sin concesiones, es interesante el enfoque del artículo, vinculado a una tradición de pensamiento de larga duración, para comprender la variante radical y dogmática de la movilización estudiantil de 1971. Resultan también muy pertinentes las reflexiones del autor sobre la formación intelectual y cultural de esta generación.

El artículo de Consuelo Posada80 en este número de la revista Utopía Siglo XXI se pregunta por el movimiento estudiantil de la Universidad de Antioquia. El escrito sostiene que la dinámica del movimiento estudiantil está íntimamente relacionada con fracturas, divisiones, debates y tendencias de la izquierda nacional en ese periodo. Antes de situar en contexto los principales sucesos de la década del setenta, Posada realiza un breve recuento del devenir de la movilización estudiantil en el país, con permanentes referencias al caso antioqueño. Además de caracterizar las tendencias de las principales organizaciones nacionales [Unec y FUN], el artículo explicita las divisiones grupales que se dan en la universidad pública. Para el caso de la Udea destaca la supremacía de la Jupa, agrupación que comparte el escenario político con otras como la Juco y la llamada Tendencia Socialista, posteriormente conocida como Grupos Unificados de Base [GUB].

Con una posición menos crítica que la de Juan Guillermo Gómez sobre los alcances del movimiento estudiantil de 1971, el texto de Posada enuncia los principales acontecimientos desde este año hasta el final de la década. Ella sostiene que las protestas de este periodo tienen un carácter masivo debido a la ampliación de la cobertura oficial universitaria. Subraya que el nivel de discusión, formación y argumentación de los estudiantes de estos años permite logros en la movilización estudiantil en cuanto a los debates y la claridad política y teórica de los estudiantes, lo cual redunda en la formación de importantes cuadros dirigentes tanto para el sector público como para el privado. De esta formación cultural e intelectual se enfatiza en el temprano inicio de la socialización universitaria propiciada en las aulas del Liceo Antioqueño, cuyos estudiantes se sienten parte de la Udea desde antes de ingresar a esta oficialmente. El contacto entre estudiantes universitarios y estudiantes de bachillerato es una nota distintiva de este periodo, no solo en Medellín, sino en otras ciudades como Cali y Bucaramanga.

El artículo cierra con la descripción de los principales acontecimientos de inicio de los años setenta sobre el Programa Mínimo y la experiencia del cogobierno en la Udea, una de las pocas instituciones de educación superior del país que implementa por muy poco tiempo esta práctica de gobierno. La dinámica de confrontación entre estudiantes, autoridades universitarias y nacionales es descrita atendiendo los marcos locales y nacionales. Para la segunda mitad del decenio, Consuelo Posada advierte el desplazamiento de las luchas estudiantiles por las luchas de profesores, y llama la atención sobre el progresivo declive de las primeras. La ausencia de organizaciones locales y nacionales, la agudización de la represión oficial bajo la administración Turbay y la crisis en que se sume la izquierda golpean fuertemente la presencia del estudiantado en la escena política y académica. El decenio de los años setenta finaliza con un panorama anárquico en la movilización y protesta universitaria.


Retención de un suboficial del Ejército por estudiantes de la Universidad Nacional. Bogotá. Archivo El Tiempo. 1965.

El trabajo de la profesora Consuelo Posada se convierte en uno de los pocos esfuerzos por explicar la movilización y protesta estudiantil en los años setenta en la Universidad de Antioquia. No obstante, esta interpretación de los acontecimientos requerirá en futuras investigaciones indagar en un mayor número de fuentes para explicar una etapa de la protesta estudiantil y de la universidad aún insuficientemente tratada por la historiografía y en particular por la historia de la educación. No está de más señalar que el trabajo de Posada enfatiza dos variables en la renovación de los estudios sobre el movimiento estudiantil. De una parte, la importancia atribuida a la formación cultural y política de esta generación, que tiene en la universidad el mejor escenario para acercarse a problemas de la política, la economía y la cultura del país, algo imposible de realizar en otros espacios. De otra parte, llama la atención la tesis sobre la relación entre movimiento estudiantil e izquierda política: los postulados y las demandas de los estudiantes de finales de los años sesenta y setenta se encuentran por completo vinculados a discursos y proclamas de izquierda y no a los principios y contenidos de la Reforma de Córdoba de inicios de siglo, que tiene una influencia continental en los estudiantes de la primera mitad del siglo XX.

El dossier de la revista Utopía Siglo XXI cierra con dos artículos referentes a dimensiones poco exploradas del movimiento estudiantil de 1971, con diferencias sustanciales en los alcances. El primero de ellos, escrito por Vladimir Zapata81, trata de relacionar las luchas estudiantiles con el movimiento profesoral, fuerzas que en las décadas del sesenta y setenta giran en torno a la esperanza estratégica de propiciar un cambio estructural en la sociedad colombiana. En líneas generales, el artículo propicia un diálogo sobre esta relación, pero finalmente no desarrolla dicho cometido. En relación con los estudiantes reproduce planteamientos de Yvon Le Bot ya conocidos. Sobre los profesores, enuncia algunos acontecimientos relacionados con sus movilizaciones, pero sin llegar a analizarlos y tampoco a articular la movilización universitaria con la movilización del magisterio colombiano.

El artículo del profesor César Hurtado82 muestra cómo se puede pensar la dinámica del movimiento estudiantil colombiano en el marco de procesos globales. La educación superior recibe un impulso significativo en todo el mundo occidental después de la Segunda Guerra Mundial, tras la cual se requiere mano de obra calificada para implementar los avances tecnológicos en la sociedad de posguerra. Unida a esta variable estructural, hay una auténtica revolución demográfica en el orbe, caracterizada por la incontenible urbanización con sus especificidades nacionales. El crecimiento poblacional en las ciudades se traduce en la ampliación de la base universitaria, que a su vez está precedida por la expansión de los niveles primarios y secundarios de la educación. El profesor Hurtado realza cómo estos fenómenos mundiales, que se enmarcan en los postulados del desarrollismo, tienen su expresión nacional. No obstante, estas tendencias macroestructurales y las motivaciones de la juventud para protestar no son las mismas en el “primer” y el tercer” mundo.

Las condiciones particulares del país donde la movilidad social no se extiende como en otras latitudes, a pesar de la mejoría en la calidad de vida de una considerable franja de la población nacional, permiten el surgimiento del movimiento estudiantil como fuerza política. La imposibilidad de encontrar referentes identitarios con los mayores conduce a esta nueva generación a buscar el sentido de su existencia en el ideario de izquierda, en el que la revolución es una realidad a la vuelta de la esquina. El autor cierra su intervención con dos argumentos de sumo interés para interpretar la movilización y protesta estudiantil. El primero alude a la desmitificación de las relaciones entre los estudiantes y los movimientos obrero y campesino, toda vez que estas solo se dan en el ámbito de los líderes pertenecientes a líneas políticas afines y no entre movimientos sociales. En segundo lugar, propone que los adherentes a las diferentes tendencias de la izquierda universitaria, pese a su dogmatismo, son responsables de la introducción sistemática en el país de corrientes filosóficas, sociales, artísticas y culturales. El acercamiento a la cultura universal y continental por parte de los estudiantes universitarios constituye un impacto poco estudiado del movimiento estudiantil de la época.

Para el caso del movimiento estudiantil de la Costa Atlántica, la profesora Dora Piñeres83 explora la participación política de los estudiantes de la Universidad de Cartagena a mediados de la década del cuarenta. Este artículo adquiere pertinencia en el presente balance porque aborda una relación poco estudiada en la historia del movimiento estudiantil en el país: la vinculación universitaria al bipartidismo y su movilización en ese marco. La autora ofrece una visión interesante sobre la dinámica política en el interior de la Universidad de Cartagena, en que los estudiantes experimentan una filiación al pensamiento y al proyecto político de la segunda administración de López Pumarejo.

Aunque el texto de la profesora Piñeres pretende tratar la relación de la prensa conservadora con el estudiantado, no es posible encontrar un sustento a la sugerente hipótesis, según la cual, a pesar de las diferencias ideológicas, los rotativos azules hacen eco a la movilización liberal estudiantil por motivos estrictamente pragmáticos, evitando así la persecución política por parte de las filas rojas. El texto se basa en una interesante masa documental de prensa regional y del archivo de la Universidad de Cartagena. La profesora Piñeres también recurre a la memoria social de los protagonistas de los sucesos. Pese a la ausencia de un análisis contextual de la movilización estudiada, en el marco de una época de transformaciones en todos los órdenes de la sociedad colombiana, la investigación de Dora Piñeres saca a la luz un caso regional que puede servir de referente para nuevas investigaciones relacionadas con la participación política del estudiantado universitario antes de la década del sesenta.

Bajo la dirección de Dora Piñeres se desarrolla un trabajo doctoral sobre la historia de la Universidad de Cartagena. Amalfi Padilla tiene como objeto estudiar las relaciones de poder que se construyen en la Universidad de Cartagena entre 1948 y 1980, a partir de Michel Foucault y su propuesta teórica que reflexiona sobre el poder como red segmentada y difusa. Con el ánimo de hacer una historia social de la educación, Amalfi Padilla84 propone contar la historia de la universidad a partir de la reconstrucción y el análisis de las relaciones de poder que componen este centro educativo. Así, la autora intenta realizar una ‘historia sociocultural del poder’ en la universidad, concebida como un espacio en disputa por fuerzas políticas regionales.

Esta investigación doctoral se estructura en cuatro capítulos: en el primero esboza un contexto sobre la historia de los modelos universitarios en Occidente, para luego realizar, en el segundo capítulo, un recorrido por la estructura orgánica de la universidad, especialmente en lo relacionado con las instancias de administración. El tercer capítulo trata sobre la construcción de las relaciones de poder en el interior de la institución, tejido en el cual contribuyen de manera definitiva las relaciones de afinidad disciplinaria, política y de procedencia. El último capítulo estudia el comportamiento de las organizaciones estudiantiles en el marco de una serie de reformas educativas que experimenta la Universidad de Cartagena. Las fuentes sobre las que se basa principalmente son de carácter institucional y de prensa regional.

Para los objetivos de este balance historiográfico sobre los movimientos estudiantiles, el cuarto capítulo resulta ser el de mayor interés, ya que es allí donde la autora se pregunta por la participación de los estudiantes en la compleja urdimbre de poder que da forma a la Universidad de Cartagena. Si bien los datos muestran información factual no difundida de archivos de prensa e institucionales, los sucesos se organizan cronológicamente, aunque, de cierta manera, en deuda con un análisis de esta información factual. Como la autora no dialoga propiamente con los enfoques teóricos de los movimientos sociales, queda para futuras investigaciones analizar la interacción política de los estudiantes, las autoridades universitarias y los proyectos mismos de la universidad, al igual que explorar en mayor profundidad las tendencias ideológicas de los estudiantes o la descripción de sus prácticas culturales. El contraste razonado de estas variables permitirá ir más allá de la relación propuesta entre la tesis de Foucault utilizada para hilvanar la información recabada y los resultados propiamente obtenidos, que se dirigen a una conclusión, en sí misma, evidente: los estudiantes establecen relaciones de poder en el interior de la universidad con los otros actores que ya se encuentran allí.

Otro de los casos investigados que se considera oportuno referir en este balance es el de la Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia [Uptc] con sede en el departamento de Boyacá. Para obtener el título de magíster en Historia, la profesora Angélica Parra Báez85 realiza una investigación sobre los movimientos y los conflictos en la Uptc durante la década del setenta. En este trabajo se destaca la intención de articular tres dimensiones del movimiento universitario: las tendencias educativas, las acciones del estudiantado y la organización y movilización profesoral. El eje unificador de estos ámbitos es la noción de conflicto social, que interactúa con los diferentes estamentos universitarios. La investigación se estructura a partir de la relación que tienen los acontecimientos de la Uptc con los contextos nacionales e internacionales de la década, especialmente la ola de protestas que representa para el mundo el año de 1968 y su impacto en el siguiente decenio.

Más allá de la valoración inherente de abordar un caso no estudiado hasta el momento, el trabajo de Angélica Parra requerirá de un mayor análisis y una más amplia descripción de los conflictos acaecidos en la Uptc. La casuística de las protestas, protagonizadas por los estudiantes, incurre en la anécdota de conflictos menores que no se interrelacionan con otras protestas en el país ni con la posible existencia de un movimiento estudiantil. En alguna medida, esto se explica por la noción tan amplia utilizada de conflicto, más cercana a una reflexión psicológica y jurídica, especialmente cuando trata las estrategias de resolución de conflictos desde el conocimiento jurídico. En cuanto a las fuentes, es interesante la revisión que la autora hace del archivo histórico de la Uptc, pese a que no contrasta esta información con la prensa local o nacional o con la documentación proveniente de los diversos grupos políticos que existen en esa universidad. En su lugar, prioriza las actas de los consejos de la institución, resoluciones y correspondencia entre docentes y directivos, complementadas con algunas entrevistas a profesores pensionados. En el trabajo no hay alusión a protestas anteriores a los años setenta ni explicaciones referidas al acontecer político, social o cultural de los conflictos universitarios en la ciudad de Tunja.

Más recientemente, en el último encuentro de la red de investigadores Vendimia, realizado en Boyacá en el año 2010, el profesor José Abelardo Díaz presenta un interesante trabajo que abre nuevas perspectivas del análisis sobre el movimiento estudiantil en Colombia86. Díaz rehace la manera como diferentes grupos sociales se apropian de los acontecimientos del 8 y del 9 de junio, hito fundacional en la memoria colectiva del movimiento estudiantil en Colombia. Recurriendo a una argumentación clara y precisa y a un acertado soporte documental, el texto propone una nueva manera de pensar y hacer la historia del movimiento estudiantil, sobre todo en un campo poco explorado como es la apropiación y la construcción de una memoria social. Una memoria que, de acuerdo con Díaz, no solo es reivindicada por los estudiantes, sino por tendencias políticas de todos los partidos.

No obstante, el contraste entre una memoria “desde arriba” y otra “desde abajo” no se desarrolla en el texto. Las diferentes significaciones sobre la muerte de Bravo Pérez debieron situarse en el contexto propio de la época, a propósito del estatus social que ocupa el estudiante universitario en aquel momento. Por otro lado, el escrito no muestra cómo las primeras organizaciones estudiantiles emplean y representan estos sucesos, para así exponer las tradiciones creadas en la memoria social en referencia a este universitario caído en una movilización estudiantil. Así mismo, el texto también requiere definir qué se entiende por memoria social y ampliar las variables y los conceptos de lo que se entiende como lugares de memoria.

Los estudios sobre la movilización y la protesta estudiantil en Colombia se dirigen, en su mayoría, a procesos organizativos, luchas y avatares que tienen como centro las universidades públicas de las principales ciudades. De esta manera, la investigación social está en deuda con la ola de rebeldía estudiantil de los años sesenta y setenta que se expresa en las universidades privadas. La ausencia de estudios historiográficos llega incluso hasta la misma Universidad de Medellín, en donde el 28 de julio de 1966 se inicia una huelga por parte de los estudiantes que terminaría arrojando como resultado la creación de una nueva universidad bajo la filosofía de los huelguistas. Este hecho se da debido a la expulsión de los estudiantes y los profesores que la promueven para demostrar solidaridad con las luchas que gestan en la Universidad de Antioquia, pero también por coyunturas internas como la ilegitimidad que adquiere el rector de esa época a causa de que su hoja de vida no le otorga los méritos suficientes para ejercer el cargo. No obstante, del fracaso de este movimiento de protesta en la Universidad de Medellín surge la fundación, por parte de estos mismos expulsados, de la Universidad Autónoma Latinoamericana [Unaula], que aún hoy funciona bajo un sistema de cogobierno entre directivos, profesores y estudiantes. Estos actos permiten visibilizar la protesta universitaria como una nueva expresión social que va más allá de la universidad pública.

Debido a la ausencia de investigaciones de este tipo, el texto editado por la Universidad Libre en el año 2001 sobre el movimiento estudiantil en esa casa de estudios es único en su género para el caso colombiano. Con un tono comprometido, el trabajo investigativo en cuestión pretende reconstruir episodios del acontecer histórico del movimiento estudiantil de la Universidad Libre en sus setenta y cinco años de historia87. La investigación se estructura de manera cronológica desde la década del veinte hasta finales de los años ochenta. En este recorrido subraya lo que a juicio de los autores son los hitos y las luchas más importantes de los estudiantes unilibrinos. La tesis central defendida en toda la obra sostiene que los estudiantes de la Universidad Libre contribuyeron de manera decisiva a la construcción de la institución, caracterizada por el pensamiento libre y la promoción de un compromiso con los problemas universitarios y sociales.

Si se trata de hacer una valoración historiográfica de la obra, habría que decir que sus diferentes apartados son desiguales. De un lado, el proyecto no nace como una investigación propiamente histórica, sino como un ejercicio de recuperación de la memoria de las luchas estudiantiles de esa universidad. Por otra parte, los responsables del proyecto, pertenecientes al Centro de Investigaciones Sociojurídicas de la Universidad Libre, no profundizan en el análisis histórico. Aunque el texto lo firman todos los integrantes del grupo de investigación, se infiere que los capítulos son elaborados por personas distintas. De esta manera, la estructura final del libro conduce a la repetición de hitos, sobre todo en los denominados “contextos históricos”.

No obstante estas consideraciones, en lo que atañe a la investigación del libro, el capítulo sobre el periodo 1968-1972 es pensado en el marco de la reforma universitaria en cuestión en ese momento. Luego de enunciar cuáles son los grupos políticos que tienen presencia en las aulas de la Universidad Libre, el texto remite al contexto de crisis y reforma educativa que caracteriza los primeros años de la década del setenta. Luego da paso a la reconstrucción lineal de las principales protestas desde el mes de febrero de 1971 en la Universidad del Valle, un contexto de crisis en el que se matiza el papel de la Universidad Libre en la coyuntura. Sin abordar la dinámica propia de esa universidad, el capítulo se reduce a contar qué sucede en diferentes partes del país sin explorar por qué y cómo una universidad privada se suma a la dinámica en que se ven comprometidas la gran mayoría de universidades del país. La transcripción completa del Programa Mínimo de los Estudiantes o la enumeración de las causas y las demandas de los paros universitarios tienen más espacio que la misma narración de los sucesos que se dan en esa universidad. Muestra de ello son las referencias breves a problemas internos sobre la representación estudiantil o la toma de las instalaciones universitarias.

El caso de la Universidad Industrial de Santander [UIS]

El movimiento estudiantil regional más estudiado en el país es el de la Universidad Industrial de Santander. Existen dos libros publicados, varias ponencias y artículos difundidos en eventos y revistas reconocidas. El primer libro que se escribe sobre esta temática es una investigación sobre la Asociación Universitaria de Santander [Audesa], trabajo del desaparecido historiador Libardo Vargas Díaz88. Esta obra es el primer esfuerzo por preguntarse rigurosamente por la participación de la Audesa en la vida política y social de la UIS. A partir de un enfoque crítico de los movimientos sociales, en particular de la sociología de la acción, Vargas Díaz –siguiendo a Leopoldo Múnera– entiende la protesta y la organización estudiantiles como parte del movimiento popular. En esta propuesta, si bien para Vargas Díaz el enfoque de clase puede y requiere ser revisado, no se puede soslayar la conflictividad de los movimientos sociales en oposición a los sectores dominantes. El autor sostiene que para pensar el movimiento estudiantil debe reconocerse la conflictividad y la configuración polifacéticas de los movimientos sociales populares, y no solo atender a los asuntos relacionados con las demandas materiales. Al entender lo político como una esfera más amplia que el poder del Estado, Vargas Díaz detiene su estudio en las expresiones políticas del movimiento estudiantil. Dentro de estas acota las reivindicaciones gremiales, políticas y sociales puestas de manifiesto en las huelgas, paros, movilizaciones y la amplia gama de expresiones escritas producidas por el estudiantado de la época.

Este interés del autor por pensar las relaciones de la organización estudiantil Audesa con el contexto social y político de los años sesenta y ochenta es desarrollado en tres capítulos de extensión y tratamiento desiguales. El texto sostiene que el movimiento estudiantil de la UIS y su estructura organizativa responden en contra de los programas y las políticas generales de los sectores dominantes tanto a nivel nacional como local. En el primer capítulo el autor muestra las relaciones conflictivas de los estudiantes con las autoridades locales, estas últimas esperanzadas en industrializar y modernizar la región por intermedio de la creación de una universidad formadora de los nuevos profesionales que el desarrollo santandereano requiere. En el segundo capítulo Vargas Díaz muestra cómo la UIS pierde cierta importancia para los grupos de poder local, sobre todo cuando los estudiantes derivan hacia la izquierda y radicalizan su oposición al Frente Nacional y a la injerencia extranjera. Por último, de manera muy sucinta, la obra procura mostrar las relaciones que establece el movimiento estudiantil con el auge del movimiento popular en la década del ochenta y las razones que llevan al declive de la Audesa.


Estudiantes en la entrada de la UIS. Fotografía de Saúl Meza.

Bucaramanga. Años setenta.

Aunque el autor realiza una revisión del archivo de la organización estudiantil, consulta la prensa local y nacional, e incluso acude al repositorio de la UIS en busca de información institucional, la narración explicativa de los hitos del movimiento estudiantil es muy general. Esto se puede apreciar en las huelgas de 1964 y 1971 descritas tangencialmente. Por otro lado, se muestra difusa la estrecha relación entre movimiento estudiantil y movimiento popular que Vargas Díaz intenta probar, por cuanto termina anudando forzadamente el acontecer particular de la organización estudiantil con el decurso externo de las actuaciones de la izquierda colombiana en general.

Desde luego, no se niegan las relaciones entre las organizaciones de izquierda y el movimiento estudiantil, pero este tipo de nexos, en caso de existir, deben ser explicados desde las etapas de formación y consolidación hasta las de auge y declive, con todo lo que implican las tensiones, las diferenciaciones internas y las dificultades para focalizar intereses convergentes. Más allá de los alcances o limitaciones del libro de Libardo Vargas Díaz, el propósito investigativo da apertura a un tema de reflexión sobre los movimientos estudiantiles regionales que le dan un valor a la obra en aspectos como la conflictividad propia del mundo universitario, las relaciones con los poderes nacionales y regionales y especialmente con los proyectos educativos, la articulación con los diferentes grupos de izquierda y la permanente tensión entre lo gremial y lo político.

En este balance sobre la movilización y la protesta estudiantiles en la UIS se referencian a continuación algunos de los productos de quien escribe esta nueva investigación. Esta producción académica cuenta hasta la fecha con ponencias, artículos y un libro publicado en 2004, resultado de la tesis doctoral defendida en la Universidad de Huelva, España. El trabajo se titula Modernización, conflicto y violencia en la universidad en Colombia: Audesa 1953-198489, y procura ofrecer una interpretación del conflicto universitario a partir del análisis de los procesos modernizadores que experimenta el país a mediados del siglo XX. A través del proyecto de creación y puesta en marcha de las universidades de medio siglo, en los casos de la UIS y la Universidad Autónoma de Bucaramanga [Unab] se busca reinterpretar la dinámica conflictiva que experimenta la universidad colombiana. Un intento modernizador que corre a la par de la configuración de un movimiento estudiantil que inicia con un carácter gremial y que en las décadas del sesenta y setenta tiene un alto grado organizativo y político.

Este planteamiento se desarrolla en seis capítulos. Los dos primeros analizan el proyecto modernizador universitario en el país desde mediados del siglo XX, mientras que los cuatro restantes se dirigen al estudio del conflicto universitario en Santander, siguiendo la protesta y movilización en la UIS. Estos cuatro capítulos se organizan a partir de una periodización de la acción estudiantil resultante del análisis de diversas fuentes documentales tanto de la propia institución como de la prensa local y nacional y de archivos de la política educativa oficial en Colombia. Cada uno de los momentos de la protesta explica el proceso organizativo de la protesta estudiantil y de la propia Audesa desde su creación en 1953 hasta su práctica disolución en 1984. El amplio arco temporal se diferencia explicativamente de acuerdo con el énfasis puesto en las demandas de los universitarios, la politización asumida por el estudiantado y el contexto socioeconómico de la región y del país.

Conceptualmente esta obra se inscribe en la crítica a la Modernidad en sus distintas tendencias modernizantes e instrumentalizadoras de la economía y la racionalidad, lo que a la postre no conduce –como ciegamente se cree– a la emancipación del ser humano por la razón, y en su lugar da vía a la implementación de inconclusos y muy desiguales modelos económicos, culturales y educativos en países como los de América Latina que no han alcanzado la industrialización. Este es el caso de la UIS y de todas las universidades del medio siglo XX en Colombia, cuya apuesta es la educación para impulsar la industria nacional. El conflicto y la violencia son empleados en esta investigación como categorías que permiten comprender la solución de situaciones por medios no consensuados, a través de la imposición o coerción efectuada con presencia de la fuerza física o sin ella, con visos y comportamientos religiosos y autoritarios tanto de los estudiantes como de los profesores y los directivos universitarios, los gobernantes y la sociedad en general. Finalmente, y sin desconocer las discusiones al respecto, se opta por denominar las acciones estudiantiles como movimiento estudiantil, entendiéndolo como un movimiento social. Este corpus conceptual sugiere también reconocer la protesta estudiantil como una variable modernizadora de la educación superior en Colombia, al igual que asumir posturas críticas con las actuaciones tanto de los estudiantes como de la contraparte.

En razón del amplio arco temporal analizado en la obra citada, la producción académica posterior a los resultados de esta investigación continúa desarrollándose en temas y problemas por tratar. Entre los artículos publicados se pueden citar algunos resultados en los que se exponen, con mayor detalle, elementos teóricos y metodológicos sobre el tema en general, partiendo de categorías como ‘movimiento universitario’, noción que permite englobar tanto la propuesta modernizadora desde arriba de la política educativa gubernamental como las acciones de los estudiantes90. El propósito es entrar en el terreno de los estudios comparativos, principalmente al estudiar el año-acontecimiento de 1968 con las especificidades de los casos mexicano y colombiano, en el entendido de una revolución cultural planetaria en la que la protesta universitaria se da en marcos de reforma universitaria y fuerzas globales semejantes que inciden en el comportamiento de la movilización estudiantil más allá de las barreras nacionales91.

Al caso colombiano se dedican varios textos entre los que se encuentra uno acerca de la visión de universidad por la que apuestan los estudiantes a partir de las ideas de autonomía universitaria o libertad de cátedra92. Con el mismo propósito se menciona la descripción y el análisis a fondo de uno de los hitos más importantes del movimiento estudiantil de la década del sesenta: la marcha de los estudiantes de la UIS desde Bucaramanga hasta Bogotá en 196493. Finalmente, el interés por la relación entre universidad y conflicto se traduce en la exploración de nuevos campos temáticos como el de los imaginarios y las representaciones elaboradas por los estudiantes en sus luchas94, al tiempo que se analiza en una reflexión tendencial histórica el porvenir de la educación y de la universidad95.

El propósito que se tiene con estos resultados de investigación es inscribir este tema en la historia social y la historia de la cultura con implicaciones de más larga duración y complejidad referidas a la modernización educativa, la política pública institucional del Estado y las representaciones en la construcción nacional. Este enfoque de trabajo es deudor de los textos pioneros de Yvon Le Bot y Francisco Leal Buitrago, concretamente en la importancia que estos le atribuyen tanto a la vinculación reactiva entre las políticas educativas y la acción estudiantil como a la propia cronología del movimiento estudiantil. También es necesario reconocer los resultados investigativos de Mauricio Archila, específicamente las valoraciones de la protesta estudiantil en el marco de la complejidad interpretativa sobre los movimientos sociales. Lo que se busca en esta nueva investigación acontecimental es interpretar la protesta universitaria según el signo de fuerzas sociales y culturales que superan las demarcaciones locales y nacionales. Esta labor implica trascender la descripción de las manifestaciones públicas estudiantiles para profundizar en las motivaciones, las representaciones y las relaciones con otros actores de la cultura y de la acción social colectiva.


Marchistas descansando en el Cañón del Chicamocha. Departamento de Santander, Colombia.

Fotografía de Gustavo González. 1964.

A manera de autocrítica es pertinente decir que una historia sobre la simultaneidad del macroacontecimiento del 68 en Colombia, con su prolongación hacia los años 1971 y 1972, en diálogo con una historia global, no se agota aquí ante la ausencia de estudios de profundidad investigativa sobre la universidad colombiana y latinoamericana en este periodo de estudio, y ante la inexistencia de estudios de caso fundamentados sobre la protesta y la movilización de los estudiantes en universidades regionales. Centrarse en el caso de la UIS permite realizar aseveraciones con la tranquilidad que ofrece alcanzar cierta erudición documental; no obstante, la carencia de trabajos sobre otros casos limita una comprensión nacional del fenómeno. A esto se suma que no hay suficientes estudios locales y nacionales sobre la historia de la izquierda colombiana y la caracterización de los grupos políticos allegados al mundo universitario de la izquierda se ciñe a los escritos y las fuentes de carácter general que existen.

Estas limitaciones de la propia historiografía conducen a una reflexión de punta de lanza sobre este tema investigativo, a la vez que permiten avizorar las posibilidades que ofrece el movimiento estudiantil como tema de estudio en construcción. Muestra de ello es la exploración que se viene realizando pacientemente en los últimos años, relacionada con la formación cultural-discursiva de los protagonistas de las protestas universitarias, inscrita en procesos globales de análisis y entendida como parte de una revolución cultural planetaria con incidencia en este convulsivo presente. Este ejercicio de revisión queda incompleto si no se intenta mencionar las voces y los esfuerzos de investigadores del continente, con resultados que desde hace varios años escrutan el acontecer de los movimientos estudiantiles en América Latina. Aproximarse a otras formas de hacer historiografía no puede más que enriquecer un campo de estudio que apenas se está conformando.


Marchistas llegan a su destino. Bogotá, Colombia. Fotografía de Gustavo González. 1964.

Apuestas y limitaciones por una historiografía continental sobre los movimientos estudiantiles

Antes de entrar en materia es necesario hacer algunas salvedades sobre los alcances de este apartado. En primer lugar, no se pretende realizar un seguimiento pormenorizado de la historiografía continental que se conoce sobre los movimientos estudiantiles; tal labor sobrepasa los propósitos de esta investigación, al tiempo que hace innecesariamente dispendioso el texto. En segunda instancia, las referencias empleadas no cubren toda la geografía continental, solamente algunos casos representativos que dialogan con este balance sobre la protesta universitaria al finalizar la década del sesenta e inicios de los años setenta. En tercer lugar, los trabajos revisados tienen como arco temporal los decenios de los años sesenta y setenta, una demarcación trazada por la propia temática acontecimental de estudio en esta investigación entre los años 1968 y 197296.

Los casos seleccionados son los de México, Argentina y Brasil, países que presentan importantes expresiones de organización estudiantil, entre las que se cuenta el movimiento estudiantil de Córdoba de 1918 o la masacre de la Plaza de las Tres Culturas en México. A diferencia de lo realizado para el caso colombiano, el propósito de este recorrido es propiciar un diálogo valorativo con la historiografía nacional sobre los movimientos estudiantiles. Así mismo, se pretende extrapolar las propuestas metodológicas y conceptuales novedosas al ámbito nacional. En tal sentido, el siguiente apartado recurre a una escritura de síntesis, y no propiamente descriptiva, reconociendo obviamente que no se tiene la última palabra sobre la producción investigativa en este campo y que día a día aparecen nuevas investigaciones. El presupuesto es atender a la pertinencia de este tipo de ejercicios para renovar la indagación colombiana y local y para pensar en las posibilidades de alentar diálogos e iniciativas conjuntas en el ámbito continental.

México: muchas representaciones, diversas memorias

No cabe duda de que México es uno de los países más importantes en lo que concierne a los estudios sobre los movimientos estudiantiles, dada la centralidad que tiene la Universidad Nacional Autónoma de México [Unam] en la vida cultural y política del continente. Los sucesos del 2 de octubre de 1968 en la plaza de Tlatelolco tienen una importancia medular en la historiografía del movimiento estudiantil. Precisamente, un trágico suceso que enluta a México en “el año que cambia al mundo”. La vasta producción de representaciones sobre esos sucesos y la conformación de los movimientos estudiantiles contrasta con la escasa producción que hay en Colombia, donde la disciplina histórica y la memoria social no se detienen a reflexionar sobre la importancia de la movilización y la protesta estudiantiles en la modernización cultural y educativa del país.

Una de las primeras evidencias del interés de la intelectualidad mexicana por esta temática se puede apreciar en la publicación de la serie Movimientos estudiantiles en la historia de América Latina, coordinada por la profesora Renate Marsiske durante la última década y editada por la Unam. Con la pretensión de proponer nuevas formas de hacer historia y alejada de las tendencias estructuralistas y con el apoyo de estrategias investigativas de la sociología de la acción, esta iniciativa transdisciplinaria se convierte en referente para los investigadores de los movimientos estudiantiles. Curiosamente los trabajos incluidos en estos volúmenes, elaborados por historiadores del continente, se dedican a periodos y problemas que en su mayoría no tratan directamente las movilizaciones y protestas estudiantiles entre 1968 y 197297.

El primer plano del movimiento estudiantil mexicano de 1968 es expresado en muchas páginas por escritores, periodistas, testigos directos, literatos, ensayistas, académicos y público en general. Esto demuestra el significado que la sociedad mexicana da no solo al evento luctuoso de la masacre, sino a la participación de los jóvenes universitarios en la construcción de una sociedad diferente. Es cierto que una sola voz no alcanza para dar cuenta de la situación que se vive en Ciudad de México durante el año de 1968, y en particular el 2 de octubre, según refiere la presentación del clásico y muy consultado texto de Elena Poniatowska, La noche de Tlatelolco98, con 11 reimpresiones y varias ediciones corregidas. Pero no menos cierto es que la cifra de 300 muertos referenciada por esta autora, y otros escritores, crea un relato legendario. La producción testimonial sobre la masacre es muy amplia y también el imaginario sobre el número de muertos aquel día. A la fecha no hay una cifra exacta de los muertos de Tlatelolco, tampoco una lista de fallecidos con nombre y apellido. Es posible que sean treinta y ocho los muertos, un poco más o un poco menos. Todavía en el año 2014 es posible escuchar, de un guía turístico, que en los hechos de Tlatelolco murieron más de dos mil personas, y si se le intenta replicar que aunque sin duda aquel día ha sido muy trágico para México, probablemente esta no sea la cifra exacta de muertos, dirá que una cifra menor será la oficial pero no la real. Tlatelololco es hoy un acontecimiento vivo en la memoria social de México. Las evocaciones van desde los relatos testimoniales y los recordatorios hasta las escrituras académicas y periodísticas que muestran un nuevo dato, un nuevo documento. Es interesante referir aquí el diálogo que sostienen Javier Barros Sierra, exrector de la Unam en 1968, y Gastón García Cantú. El propósito de este documento histórico no es otro que pasar revista de la gestión de Barros al frente de la Unam entre 1966 y 1970, centrándose en los sucesos de 196899. Desde ese momento, y en relatos como este, Tlatelolco es y será un referente para la sociedad mexicana.

Pero aquello a lo que se le puede llamar literatura testimonial sobre el 68 mexicano no se agota allí. Además de la mirada de un testigo de excepción como es Barros Sierra, líderes sobrevivientes también se dan a la tarea de reflexionar y evocar este suceso. Uno de ellos es el estudiante de la Facultad de Filosofía y Letras y miembro del Consejo Nacional de Huelga, Luis González de Alba. Este relato testimonial, escrito poco después de los hechos, tuvo un gran éxito editorial, según lo corroboran sus múltiples ediciones: 5 entre febrero y agosto de 1971100. El trabajo de Juan Miguel de Mora también se puede incluir en este grupo de obras testimoniales. Con un marcado acento crítico con el régimen mexicano y con su intelectualidad, especialmente la de izquierda, el autor compila una serie de relatos orales y escritos, provenientes de varias fuentes, para demostrar la responsabilidad del Gobierno mexicano en las muertes de Tlatelolco. A pesar del formato un tanto confuso, este libro alcanza en 1998 su trigésima edición, una muestra más del significativo interés de lectura que ha tenido el tema por parte del público mexicano101.

Editada en dos tomos, la obra de Ramón Ramírez hace un análisis sobre los acontecimientos y anexa una recopilación documental proveniente del testimonio oral y de las noticias de prensa. El autor incluye también una detallada cronología de los sucesos de la segunda mitad de 1968, organizada de tal manera que construye un relato histórico y no solo un listado de datos dispersos. La parte analítica del texto es realizada todavía al calor de los acontecimientos, a lo cual se suma la condición del autor como docente de la Unam, vinculado a los hechos de Tlatelolco y al momento histórico. Esto hace que el relato no se pueda liberar de cierto tono encomiástico. Más allá de esta vinculación afectiva del autor con los estudiantes y su preocupación por preguntarse sobre posibles alianzas con la clase obrera, lo significativo de este texto es que procura reflexionar, desde una visión nacional y también mundial, sobre los acontecimientos de una década en que la movilización juvenil en muchos lugares del planeta se levanta contra el modelo de desarrollo industrial y contra los autoritarismos de Estado102.

La memoria sobre el 68 en México también es reconstruida desde posiciones no testimoniales. De acuerdo con la pesquisa realizada, se destacan dos trabajos que a través de la crónica periodística intentan ofrecer lecturas renovadas acerca de los hechos en cuestión. Por un lado, José Cabrera Parra, con la obra titulada Díaz Ordaz y el 68103, pretende realizar un análisis del sistema político mexicano a partir de la figura del expresidente Gustavo Díaz Ordaz y su carrera política, en el marco de una revisión de los principales postulados y la trayectoria de la Revolución mexicana. Para este caso, en el último capítulo, el autor somete a crítica algunas de las imágenes idílicas sobre el movimiento estudiantil, tan comunes en los testimonios de los protagonistas y las víctimas, para realizar un examen más desapasionado de los hechos. A través de documentos poco consultados, así como de la revisión sistemática de prensa, Cabrera Parra piensa la masacre de Tlatelolco como un eslabón más de la cadena de hechos de aquel año 68 y como una ocasión medular para pensar las prácticas del sistema político mexicano, en especial, el profundo presidencialismo que encarna Díaz Ordaz.

Con una pluma conmemorativa, cuarenta años después104 Carlos Monsiváis dedica dos textos a los sucesos del 68. Aunque el género empleado en el texto conmemorativo es el de la crónica, Monsiváis sostiene que el 68 –entendido como concepto cargado de una gran experiencia histórica– es el comienzo de la defensa de los derechos humanos en México, pese a que los manifestantes no nombran de esta manera sus exigencias. En consecuencia, el 68 también instituye el momento en que emerge la sociedad civil –llamada opinión pública–, en contrapartida del autoritarismo encarnado por el entonces presidente Díaz Ordaz.

La crónica conmemorativa de este autor deja en claro que el movimiento no es homogéneo ni monolítico tanto en su organización interna como en su discurso. Monsiváis muestra la convivencia de discursos emergentes –críticos de un sistema político caduco y anquilosado– con expresiones de ultraizquierdismo, a la que se suma la creatividad y el humor de la juventud mexicana que funda sus luchas tanto en el Distrito Federal como en otros lugares de la nación. Una fusión de distintos matices de inconformidad y protesta que permite preguntarse por la indignación moral de los movimientos sociales105. En estos escritos Monsiváis expresa la vitalidad de las letras mexicanas para reflexionar sobre su pasado más reciente, considerado como el acontecimiento social, cultural y político más connotado de la segunda mitad del siglo XX, sin caer en el sentimentalismo, pero sin olvidar el impune suceso que conduce lamentablemente a la tarde del 2 de octubre.

Entrando en el terreno de los análisis académicos, los resultados escriturales se pueden dividir en dos grupos. Por un lado, los trabajos que no tratan directamente y a fondo los acontecimientos del movimiento estudiantil mexicano de 1968, sino que lo incorporan a procesos más amplios como la llamada ‘revolución cultural planetaria’. De otro lado, los textos que estudian detalladamente los acontecimientos vividos en la segunda mitad de 1968. Con motivo de los treinta y los cuarenta años de 1968, el sindicalista Alberto Pulido Aranda publica una pequeña obra en la que sintetiza la complejidad y la riqueza cultural de aquel año106. En un recorrido por las expresiones culturales y artísticas de la década del sesenta, el autor comparte con los lectores una imagen muy personal del año 68, que se aprecia en breves ensayos reflexivos sobre los sucesos de Tlatelolco o el papel que desempeña el exrector Barros Sierra. Es interesante destacar que a la referenciación cronológica se agrega un listado de obras memorables del rock, la literatura y el cine de esta época. Más que un balance crítico rebosante de rigor científico, el texto de Pulido se convierte en un interesante y ameno abrebocas para pensar el movimiento estudiantil mexicano en un contexto global de la cultura.

Con unos propósitos distintos, Cuauhtémoc Domínguez Nava se da a la tarea de reflexionar sobre la revolución cultural planetaria, que refieren y analizan Braudel, Wallerstein y Aguirre Rojas, y la relación con tres de los epicentros de esta: China y su Revolución Cultural, Francia y su Mayo del 68 y México con su movimiento estudiantil-popular107. El interés de este autor consiste en propiciar un ejercicio comparativo que analiza el desarrollo de estos profundos cambios, a partir del estudio de tres casos significativos. Sin desconocer las profundas implicaciones en ámbitos como la reestructuración familiar o la relación entre los géneros, Domínguez fija su mirada en las transformaciones que sacuden la escuela, término que designa todo el sistema educativo y que intenta revisar en cada caso. Aunque pretende fundar sus apreciaciones en los postulados de la escuela de Fráncfort y de los teóricos de la larga duración y del sistema-mundo, el estudio se queda en la exhortación a profundizar en estos temas, toda vez que su soporte empírico consiste en ensayos y bibliografía secundaria de carácter general. No obstante, la propuesta de pensar una dimensión del movimiento estudiantil mexicano, como es la dinámica interna de la educación o el reto de comparar tres casos internacionales, es sugerente para renovar la historiografía sobre los movimientos estudiantiles108.

Mención aparte merece el ensayo histórico La imaginación y el poder: una historia intelectual de 1968, escrito por Jorge Volpi para México109. Circunscrito a los sucesos de Tlatelolco del 2 de octubre de aquel año, el ensayista y escritor mexicano logra captar las dependencias recíprocas de la producción textual de la época y las figuraciones sociales a las que pertenece. A partir de la trágica y absurda muerte de los estudiantes de la plaza de Tlatelolco en 1968, Volpi revisa la historia intelectual mexicana de los años sesenta. Las formas de organización y del ejercicio del poder mexicano, las representaciones y las prácticas del entorno intelectual no solo de la nación azteca, sino del entorno latinoamericano y mundial son analizadas en detalle por este autor, con un acento crítico. Tampoco escapan a la aguda pluma de Volpi las tensiones políticas por los hechos de Tlatelolco y las reacciones de ciertos intelectuales con el Estado, quienes de labios hacia fuera apoyan a los estudiantes, pero nunca se distancian del gobierno. La investigación es también un análisis retrospectivo de estos sucesos aún latentes en la memoria social mexicana. Partiendo de una lectura cultural y política de la época, Volpi reconstruye y explica los acontecimientos en detalle y llama a cuentas a quienes ostentan por muchos años, y todavía, el título de impulsores de la vanguardia cultural mexicana y del boom latinoamericano.


Monumento en memoria de los caídos en Tlatelolco. Plaza de las Tres Culturas. México, D. F.

Fotografía del autor. 2008.

Herederos de la sociología de Alain Touraine y asumiendo un diálogo con las ciencias sociales mexicanas, los trabajos de Gerardo Estrada110 y Sergio Zermeño111 hacen también una reflexión sobre los acontecimientos del 68. Con casi dos décadas de diferencia en su publicación, estos dos textos procuran superar la remembranza emocional del testimonio para ofrecer análisis que articulen el enfoque sociológico de la movilización estudiantil con la narración y la descripción de los acontecimientos de la segunda mitad del 68. La crítica a la que someten al sistema político mexicano y los esfuerzos por pensar los acontecimientos, especialmente la constitución del movimiento estudiantil, son logros más que suficientes para referenciar estas obras. Zermeño se ocupa de pensar la relación entre las esferas de lo social y de la política en la sociedad mexicana de la segunda mitad del siglo XX. Considera que para explicar esta relación es inevitable realizar una crítica al Estado, a los partidos políticos y al poder político en general. El lugar analítico del autor se mueve entre el estudio de la coyuntura de 1968 y el reconocimiento de la estructura social y económica de México, entendiendo que el país pertenece inevitablemente a un capitalismo dependiente o, como lo llama el propio Zermeño, a una “sociedad en tránsito”.

Con base en esta hipótesis, el trabajo se estructura en tres grandes partes: en la primera explora el ambiente del movimiento, consistente en las causas inmediatas que llevan a la movilización y al contenido general de las protestas; igualmente hace énfasis en la ideología de los estudiantes y su derivación a un movimiento estudiantil-popular. La primera parte también aborda las llamadas causas mediatas del malestar, a través del estudio de la relación entre universidad y Estado y la situación del país en la década del sesenta. Temas como el carácter excluyente del sistema político y social, que no da cabida a las nuevas generaciones de profesionales, o la crisis del nacionalismo como ideología dominante son tratados en este apartado. En la segunda parte explica los acontecimientos de julio a octubre de 1968, sometiendo a crítica el enfoque clasista que ubica al estudiantado en la vanguardia de una revolución proletaria en ciernes. En el tercer apartado, el autor ofrece una visión comparativa de los movimientos de la época, para cerrar con una prospectiva de la democracia mexicana ad portas de la década de los ochenta, con base en una reflexión sobre los efectos del 68 y una relativa apertura democrática.

Como resultado de sus trabajos en la maestría y el doctorado adelantados en la Escuela de Altos Estudios de París y bajo la dirección del reconocido sociólogo Alain Touraine, el profesor Gerardo Estrada publicó en el año 2004 un volumen que se ocupa, en tres niveles, de analizar el movimiento estudiantil de 1968 y la relación entre el Estado y la universidad durante el siglo XX mexicano. Estrada sostiene que luego de la Revolución de 1910 la sociedad mexicana adjudica un lugar muy importante a la educación para el ascenso y la movilidad social y política. Este dinamismo social conduce a que en la década del sesenta se llegue a un estancamiento, y con este a una crisis que estalle con la rebeldía estudiantil que pone contra las cuerdas los más caros principios de estabilidad de la nación mexicana. En este marco, desde finales del mismo siglo XIX la universidad tiene un papel muy importante como institución reclutadora de la élite política del país. Esto conduce a una tensión, si se tiene en cuenta que para el momento de los sucesos de Tlatelolco se impugna el poder político en el interior de la universidad, a la vez que este poder político es el que entrega los dineros públicos a la universidad. De esta manera, la Unam es el eje de una conflictiva, inacabada y dinámica relación entre el poder político y la sociedad mexicana.

Para desarrollar esta idea, el autor organiza su texto en tres niveles complementarios. En el primero recorre las maneras como los políticos mexicanos conciben la educación, con el fin de explicar el lugar central atribuido a este ámbito de la vida social. Este capítulo sitúa en relieve la condición histórica del 68, en la que el sistema mexicano no permite la entrada de una nueva generación de profesionales que pretende tener derecho a un lugar de poder en el México de aquel entonces. El segundo nivel de análisis es muy sugerente para la historiografía de la educación superior colombiana, puesto que procura acercarse a la dinámica cotidiana de la vida universitaria. En este capítulo se tratan temas tan importantes como la descripción y el análisis de los conflictos universitarios vistos de manera amplia y profunda, la caracterización de los diferentes actores y los usos que estos realizan del espacio universitario, además de la narración de las diferentes maneras como interactúan durante el siglo XX.

El libro cierra con la descripción y la reflexión sobre cuatro grandes momentos que experimenta el movimiento estudiantil de la Unam. Con una prosa amena, Estrada consigna los hechos en que se ven envueltos los estudiantes entre 1958 y 1968, para mostrar que los métodos de lucha, las demandas y los logros del 68 se pueden comprender mejor en una perspectiva histórica, y analiza la protesta universitaria con base en los postulados de Alain Touraine sobre los movimientos estudiantiles. En líneas generales, se considera que estos no se entienden, si se les excluye de los conflictos sociales, de tal forma que la comprensión de la universidad debe realizarse desde la interacción misma de los actores que se encuentran allí hasta los contextos en que esta se configura.

En otras palabras, hay que pensar la universidad y con ella a los movimientos estudiantiles como parte de un conjunto más amplio, lo que la convierte en escenario de intereses y conflictos sociales, entendiendo que esta orienta ritmos, códigos y reglas particulares. Esto es lo que Touraine denomina historicidad. Mientras que las casas de altos estudios crean modelos culturales, estos son espacios de luchas políticas y edifican el campo de las relaciones sociales globales. Tal enfoque es reelaborado por Gerardo Estrada en el análisis del movimiento estudiantil de la Unam entre 1958 y 1968.

Más allá del fuerte centralismo universitario que acontece en el siglo XX en México112, la reflexión académica de la protesta en universidades regionales también se hace presente113. A guisa de ejemplo hay dos trabajos sobre las Universidades de Puebla y Michoacana de San Nicolás Hidalgo, los cuales muestran elementos interesantes de la historiografía mexicana sobre el movimiento estudiantil. Aunque no se trata a profundidad la protesta universitaria, el artículo de Jesús Márquez y Paz Diéguez estudia un caso particular de control y luchas por el poder en el interior de la Universidad Autónoma de Puebla entre 1970 y 1972114. Además de tratar una universidad regional, el artículo estudia el asunto de una casa de estudios que es controlada durante la primera mitad de la década del setenta por sectores de izquierda, que le imprimen su sello a las políticas institucionales en un momento en los que esta posición ideológica está proscrita.

Este trabajo se ubica en un campo de investigación recién explorado como es el de las relaciones entre los partidos políticos y las universidades. En este caso concreto, los miembros del Partido Comunista Mexicano logran dirigir la alma máter e intentan orientarla hacia los sectores populares, de allí la importancia que adquiere la política de masificación de la educación superior y la puesta al servicio de las necesidades de los más pobres. Esta experiencia de gobierno universitario, calificada de democrática, crítica y popular, no está exenta de confrontaciones con los sectores poderosos de Puebla, que también son incluidos en este artículo. No obstante las potencialidades del caso de estudio, los autores descuidan el análisis particular de la situación estudiantil durante este periodo, al priorizar los enfrentamientos con los grupos de poder en el ámbito de las directivas universitarias.

Entre los ejemplos de la historiografía mexicana acerca del movimiento estudiantil de los años sesenta y setenta, hay un artículo del profesor Antonio Gómez Nashiki en el que se realizan importantes contribuciones a la reflexión sobre el despliegue histórico del movimiento estudiantil en Michoacán115. Con una perspectiva crítica y sugerente, el profesor Gómez ofrece una visión del movimiento estudiantil entre mediados de las décadas del cincuenta y sesenta, a partir de la consideración de ciertos ciclos de protesta [1956, 1960, 1963 y 1966] como creadores de sociedad civil y de expresiones vitales de la acción colectiva, promotores de identidades. El enfoque analítico no solo corresponde a la explosión del movimiento, sino que se acerca al origen de los movimientos escudriñando las pasiones, los intereses y las contradicciones de los universitarios.

Alejado de la escritura de la historia como narración de acontecimientos, el autor realiza una reflexión interesante sobre el proceder de los movimientos estudiantiles desde un enfoque generacional. Para ello acude a los estudios de Ortega y Gasset y a las clásicas tesis de Karl Mannheim, con el fin de acercarse a la creación de una conciencia y solidaridad generacional como parte de un contexto histórico delimitado y en movimiento. En tal sentido, los factores emocionales desempeñarán un papel importante en la conformación de cada movimiento, lo que se ve fortalecido con las prácticas de violencia institucional de las que son objeto. De este modo, la violencia represiva que se desata contra los estudiantes se convierte en un aglutinante fundamental en la constitución de las generaciones y los correlativos diálogos con sus rupturas y continuidades.

Por su parte, Antonio Gómez estudia la juventud desde una perspectiva generacional y de la cultura. También analiza el discurso estudiantil a partir de su enfoque reivindicatorio y de llamado al pueblo como razón sustancial de la lucha; además, reconoce que el mundo institucional se convierte en un marco fundamental para comprender la movilización social más allá de las expresiones visibles de huelgas y protestas. Descubrir la historicidad de la institución universitaria y diferenciar sus finalidades específicas y secundarias en la construcción social y dinámica de la misma, como espacio de confrontación cotidiana, son otras de las contribuciones de este trabajo al estudio de los movimientos estudiantiles. Pese a tantos aciertos de enfoque, el trabajo investigativo de Gómez requiere una constatación empírica más profusa que dé cuenta de las sugerentes tesis propuestas.

Un reciente trabajo de Alberto del Castillo Troncoso116 narra los episodios del 68 mexicano desde una perspectiva distinta, mostrando el uso y abuso de las fotografías tomadas por diferentes lentes –tanto del gobierno, como de fotógrafos intrépidos– para entender la manera como se construye todo un imaginario cultural en torno a los sucesos del 68. La prensa traza un relato más o menos homogéneo de los hechos ocurridos en esta época, califica las actuaciones de los estudiantes de vandálicas y justifica la represión. Los estudiantes, por su parte, toman este episodio como uno de los acontecimientos fundadores que justifican la existencia del movimiento, incorpora las fotografías del episodio en sus carteles y reinterpretando sus significados. El horror de la matanza define el recuerdo y la memoria colectiva del movimiento estudiantil durante las siguientes décadas y desplaza la mirada de los logros obtenidos por los estudiantes durante los meses de agosto y septiembre. La izquierda convierte en fetiche este acontecimiento desvinculándolo del propio proceso que lo conforma y desplazando las aportaciones registradas en las etapas anteriores del movimiento.

En los meses siguientes a los hechos de Tlatelolco el Gobierno desaparece de la memoria histórica las revueltas estudiantiles en las décadas siguientes. Habrán de suceder grandes cambios –no todos positivos– en la política mexicana para que los antiguos “alborotadores” y “terroristas” pasen a ser próceres y mártires de la democracia en México. Muchas de estas fotografías que tienen, en un momento, gran impacto en la opinión pública, se convierten en íconos paradigmáticos del movimiento estudiantil. El autor hace un llamado al análisis de estas y otras fuentes diferentes a las tradicionales que den cuenta de un imaginario tan complejo como el del movimiento estudiantil de 1968. No todo, concluye Del Castillo, está dicho sobre el movimiento estudiantil de 1968 en conjunto.

La selección realizada sobre la producción mexicana respecto a los hechos de Tlatelolco muestra que esta nación lleva a cuestas una memoria densa. Permanentemente se produce un texto nuevo, por lo que hacer un balance crítico y de cercanía a un punto final es una labor imposible. Los acontecimientos de 1968 en la Plaza de las Tres Culturas influyen en varias generaciones de intelectuales y creadores mexicanos. Testimonios y análisis intentan también preguntarse por la influencia de las protestas y movilizaciones estudiantiles en los cambios experimentados por el sistema político y la sociedad mexicana en su conjunto. Pensar el movimiento estudiantil más allá de la primera página de los periódicos, aproximándolo a cuestiones más profundas y complejas de la vida política, social y cultural de la nación, puede ser la principal enseñanza de estos trabajos117.

Lo cierto es que la década del sesenta cambia al panorama mexicano y mundial en la forma de protestar. Esto es lo que muestra Sergio Arturo Sánchez no solo en la capital mexicana, sino en otros lugares muy apartados del eje político y económico del país118. Si a principios del siglo XX quienes toman el espacio público son las clases obreras y campesinas, a partir de la década del sesenta la principal característica de los diversos movimientos es su fuerte connotación clasista y partidaria. Las formas de sociabilidad también cambian, e igualmente las demandas reivindicatorias se trasladan a aspectos de la vida privada como el aborto, el género o la sexualidad. La política es revalorizada119. Y es precisamente en esa época cuando los estudiantes sinaloenses se hacen sentir otra vez.

Para el autor, las causas del malestar estudiantil se encuentran en el agotamiento del modelo de desarrollo de la posguerra y la crisis de la universidad. La protesta surge en México cuando aparecen los signos de debilitamiento del modelo de desarrollo estabilizador, pues las desigualdades sociales se han profundizado. Aparecen pues novedosas formas de sociabilidad promovidas, en parte, por los estudiantes, de las cuales las más notorias son las asociaciones. En la capital sinaloense se destacan tres: el Ateneo Sinaloa, Grupo Magistral 18 de Abril y el Ateneo Estudiantil Universitario.

En el verano de 1968 en el Distrito Federal se sucede el movimiento más importante de México, en el que, mediante el uso del espacio público, se busca un diálogo con las autoridades, además de la modificación del autoritarismo y la democratización plena del sistema político. “El movimiento del 68 crea su propio imaginario, símbolos, normas organizativas, formas discursivas y expresiones culturales [festivales], mediante los que canalizó y divulgó sus críticas a la conducción del país por parte del presidente de la República”120.

Casi simultáneamente, y en particular entre 1970 y 1972, el espacio público es intervenido por la protesta estudiantil. En este lapso hay dos etapas en el movimiento estudiantil sinaloense. En la primera, durante la confrontación con el rector Gonzalo Armienta, la movilización está encaminada a exigir viejas demandas como la democracia y la autonomía. En una segunda etapa de radicalismo, con el caso de la protesta de los denominados ‘enfermos’, no hay posibilidades para el discurso de reforma universitaria. De manera que la movilización estudiantil busca convertir a la universidad y a la lucha popular en bastiones contra el Estado para alcanzar la transformación radical de la sociedad.

Los factores que propician la aparición en el espacio público del fenómeno de la enfermedad son de orden estructural. La estrategia de desarrollo económico impulsada por el Estado, llamada ‘desarrollo estabilizador’, tiene repercusiones en la sociedad mexicana. Los resultados son la desigualdad social y el agotamiento del modelo, traducido en un sinnúmero de movimientos sociales. Igualmente, en el ámbito internacional el clima político [Revolución cubana, Guerra Fría, China] propicia una serie de discursos proclives a la violencia que influyen en estos sectores movilizados, especialmente en el estudiantil.

El radicalismo se expresa de manera simbólica y física, originado también por las sociabilidades que los ‘enfermos’ crean en los espacios universitarios. “La promoción del debate, la redacción y la distribución de todo tipo de literatura radical, generados al calor de las dinámicas relacionales, determinaron las modalidades y los contenidos de las formas de intervención-apropiación de un espacio público que sirvió de medio para la promoción de un proyecto transformador de la sociedad”121.

La injerencia de la Liga Comunista 23 de Septiembre [LC23S] es el resultado de la fusión del Frente Estudiantil Revolucionario de Guadalajara, el Movimiento Estudiantil Profesional [estudiantes cristianos] de Monterrey, los Enfermos de Sinaloa [estudiantes de la Feus], el Comando Lacandones [estudiantes del IPN y de la Unam], Los Guajiros, Los Macías y el grupo Oaxaca. En Sinaloa tiene su clímax en la primavera de 1973 y al final de esta un año después. El autor califica este periodo como “los meses maravillosos”, ya que la organización clandestina es capaz de realizar las principales acciones de agitación y propaganda armada que una guerrilla urbana, hasta ese momento, haya llevado a cabo en el país. Los orígenes de la organización revolucionaria se remontan a finales de los años sesenta, cuando activistas estudiantiles de diversas partes del país inician el debate alrededor de la situación política mexicana del 68 y las posibilidades de crear un partido armado en México, de acuerdo con la revolución de octubre. De esta manera, La Liga es conformada en Sinaloa por jóvenes de extracción universitaria en su mayoría, el 15 de marzo de 1973. La Liga se caracteriza por desarrollar actividades militares, recuperar armas, matar jefes prominentes de la Policía y el Ejército, expropiar recursos materiales y desarrollar actividades para liberar presos políticos.

De 1974 a 1977 empieza el periodo gris de La Liga, pues dicho interregno se caracteriza por la caída de sus principales dirigentes y por la discusión en la Tercera Reunión Nacional sobre la viabilidad de la lucha armada, y los Enfermos son expulsados de la Universidad Autónoma de Sinaloa por sus actos expropiatorios, lo que deriva en una caótica situación. La desaparición de la Liga Comunista 23 de Septiembre en Sinaloa obedece a factores tanto internos como externos, principalmente a las estrategias del Estado para liquidar la insurgencia, la pérdida de dirigentes, las escisiones internas y el abandono de la lucha armada.

En una de sus últimas publicaciones, Sánchez analiza a través de la prensa los efectos que ocasiona la aparición de guerrillas urbanas y rurales en ciertas regiones del territorio mexicano hacia 1972122. El Sol de Sinaloa toma nota del clima de agitación política y al mismo tiempo intenta minimizar y negar la existencia de grupos radicales en el país, no sin incrementar significativamente el debate noticioso en torno a la violencia política. Organizaciones políticas y militares, como la Asociación Cívica Nacional Revolucionaria [Acnr] y la Brigada de Ajusticiamiento del Partido de los Pobres [Bapdlp], y grupos radicales urbanos, como el Movimiento de Acción Revolucionaria [MAR], el Frente Urbano Zapatista [FUZ] y los Comandos Armados del Pueblo [CAP], confrontan en este año el régimen de Luis Echeverría Álvarez.

El aumento de la actividad guerrillera es utilizado por El Sol para ampliar espacios en donde se explican los efectos perniciosos de las organizaciones armadas. En este debate se señala que las “perversiones” que padecen las universidades mexicanas son los principales detonantes de la violencia política de izquierda que desestabiliza al país. Los diarios de circulación nacional y regional generan en el imaginario colectivo la creencia de una amenaza para la seguridad nacional. La campaña que la prensa pone en práctica, sumada a numerosos operativos psicológicos, ilustran la historia de una derrota anunciada. El dueño y fundador de El Sol y todo su emporio comunicativo, que en su mejor momento llega a controlar más de treinta informativos, tienen una meta: combatir al comunismo y sus simpatizantes donde quiera que se encuentren.

Como en este caso, son distintos los lugares del mundo en los que estallan gritos de rebeldía que conducen a formas organizativas revolucionarias. Hacia el sur del continente americano se producen manifestaciones y organizaciones estudiantiles importantes desde principios del siglo XX, que en las décadas del sesenta y setenta vuelven a cobrar protagonismo nacional y continental. La experiencia militante argentina es muy importante para este balance por las luchas universitarias emprendidas allí.


Interpretación del mapa de América del Sur. Colombia.

Caricatura de Nadaísmo 70, N.° 8. 1971, p. 4.

Argentina: comentarios a una historiografía militante

Protagonistas de primera línea en la historia continental de la organización estudiantil, los argentinos desarrollan una producción historiográfica de tono militante, y las marcas que dejan las sucesivas dictaduras militares en la intelectualidad se traducen en un compromiso con la memoria de la represión. Algo similar sucede con la permanencia de algunas tesis marxistas de los años sesenta con sus distintas interpretaciones, necesarias para comprender la manera como la historia universitaria argentina reconstruye la trayectoria histórica del movimiento estudiantil. A diferencia del caso colombiano, los investigadores argentinos escriben una historia de los años sesenta y setenta como protagonistas y testigos. El acento, el tipo de escritura, las categorías de análisis y la tendencia política de los resultados se acercan a una izquierda universitaria que relieva las actuaciones de los estudiantes de aquellos años.

Como en el caso de México, este apartado no trata los textos elaborados sobre el hito de la Reforma de Córdoba de 1918, principal referente del movimiento estudiantil en Latinoamérica; tampoco intenta alcanzar un alto grado de exhaustividad, tdado que el objetivo es identificar tendencias investigativas generales de otras latitudes para entablar reflexiones de contraste respecto de la producción colombiana. El balance corresponde, pues, a una serie de artículos variados que estudian diferentes universidades argentinas en un periodo comprendido en la segunda mitad de los años cincuenta y los primeros años de la década del setenta, toda vez que la simultaneidad histórica de fenómenos como la intensa politización del estudiantado, el influjo de marcos mundiales como la Guerra Fría o la Revolución cubana y episodios de represión oficial a la protesta influyen de una u otra manera en las movilizaciones estudiantiles de estos años en Colombia, México, Argentina y Brasil123.

Nada mejor para iniciar estos comentarios que el balance realizado por Juan Sebastián Califa sobre la producción de los movimientos estudiantiles en la Universidad de Buenos Aires [UBA] entre 1955 y 1976124. La historiografía sobre el movimiento estudiantil argentino es abundante, a tal punto que el balance de Califa, que se ciñe al caso de la UBA, referencia más de medio centenar de artículos, libros y ponencias. La selección de esta universidad se debe a la fuerza que toma el proyecto modernizador y desarrollista de la educación argentina, causante de una importante oposición política del estudiantado. Aparte de estas razones, el peso político de la más importante casa de altos estudios del país, derivado del gran número de estudiantes y su larga historia, son argumentos suficientes para concentrarse en este caso. El texto, además de exponer una larga lista de referencias bibliográficas, propone una periodización para estudiar el movimiento estudiantil en perspectiva analítica.

En la caracterización que realiza el autor del movimiento estudiantil de este periodo se destaca la inclusión de este en una corriente política de alcance mundial definida como la ‘nueva izquierda’. Esto implica el abandono progresivo y la crítica a los postulados de 1918. El movimiento de este momento experimenta procesos de radicalización que llegan a los mismos estudiantes cercanos al catolicismo, a consecuencia del aggiornamento posterior al Concilio Vaticano II. El resultado académico parte de esta constatación, y se organiza, de un lado, en textos dedicados específicamente a la protesta estudiantil, y del otro, en inflexiones sobre el contexto político, social y cultural de la época. Al entrar en materia, Califa identifica enfoques y temas que se comparten en el caso colombiano: la ruptura del referente histórico entre los postulados de 1918 [autonomía, libertad de cátedra, proyección social de la universidad] y los mismos postulados bajo el manto de coincidentes y divergentes discursos de izquierda, la relación de la protesta con las clases sociales llamadas a hacer la revolución [obreros más que campesinos], el requerimiento de pensar la condición estudiantil como un asunto generacional y de pertenencia a las llamadas clases medias y las condiciones estructurales que inciden en la transformación de la identidad estudiantil en la necesidad de entrar en un mercado laboral que puede ser asumido como un cuello de botella ante la aspiración de una vertiginosa movilidad social.

Califa propone también dos aspectos temáticos que merecen ser explorados en futuros trabajos sobre la protesta estudiantil. El primero se refiere al proceso de radicalización que experimentan los estudiantes, concretamente los cambios y rupturas en las tradiciones del movimiento: ¿por qué y cómo los estudiantes hacen el tránsito de los postulados reformistas a los revolucionarios? El otro aspecto alude a lo que Califa llama la “experiencia estudiantil”, entendida como el conjunto de procesos, prácticas, rituales y discursos en los que socializan los estudiantes. El asunto es interrogarse por las relaciones construidas en estos procesos socializadores, para enmarcar la reflexión en las culturas juveniles y las relaciones generacionales que se expresan de manera evidente en el mundo universitario. En otras palabras, la invitación del autor es a reconstruir las relaciones experimentadas por estudiantes concretos, la manera como son vividos y sentidos los significados y los valores de la universidad y cómo se relacionan estos mismos estudiantes con las ideologías. Esta apuesta por la experiencia estudiantil del movimiento universitario no puede perder de vista la relación con el marco de las estructuras de clase en el interior de la universidad y en la sociedad.

Los capítulos del libro seleccionados en la compilación citada responden a estudios de distintos casos de investigación sobre los movimientos estudiantiles de las universidades argentinas. Particularidades como las de Corrientes, Chaco, Mendoza, Córdoba y otras son desarrolladas desde diferentes ángulos y preocupaciones históricas. El texto de Mariano Millán se ocupa de la formación de alianzas políticas de los estudiantes de la Universidad Nacional del Nordeste [Unne] en el “campo popular” entre 1966 y 1969125. Con un enfoque clasista, en el que los estudiantes hacen parte de la lucha de clases librada en estas provincias, el capítulo se da a la tarea de estudiar la posición de los estudiantes durante el golpe de Estado de 1966 y las relaciones políticas que se crean en este momento con el Poder Ejecutivo Nacional.

Partiendo de este contexto de represión militar hacia la universidad argentina, Millán dedica el resto del artículo a describir la dinámica de la lucha estudiantil exponiendo las principales coyunturas, causas y acciones de los estudiantes de la Unne. También muestra elementos de fondo de la reivindicación de la autonomía universitaria y algunos atisbos de cogestión. El capítulo cierra con la mención de los principales hechos protagonizados por los estudiantes en colaboración con centrales obreras, punto que no es muy desarrollado pese a que el título del texto sugiere ocuparse de ello. El texto de Millán en su enfoque descriptivo no ofrece una reflexión sobre el significado de las alianzas para el estudiantado ni muestra las relaciones entre las luchas estudiantiles y la lucha de clases, como insinúa en su cometido. Por el contrario, prima la postura militante, tal y como lo muestra la última frase del texto en la cual celebra una acción violenta del estudiantado contra la dictadura.

Un grupo de investigadores de la Universidad de Cuyo estudia las formas organizativas y de lucha del movimiento estudiantil mendocino entre 1971 y 1973126. El texto sostiene que el estudiantado es la primera fracción de un movimiento popular más amplio que se opone a la dictadura en un marco de auge de luchas anticapitalistas del llamado Mendozazo en abril de 1972. A partir de nociones del pensamiento marxista, especialmente de algunas obras de Mao Tse Tung y de Lenin, Cobos y su grupo de trabajo muestran un gran interés por relacionar las actuaciones de los estudiantes con la clase obrera mendocina. La narración de los hechos tiene como eje la presentación de las principales formas de confrontación empleadas en estos tres años, destacando las luchas callejeras y las discusiones de tipo organizativo, en particular el debate sobre el papel de los Centros de Estudiantes y los Cuerpos de Delegados. Al referirse a las motivaciones de las luchas, los autores señalan factores externos [precio del servicio de electricidad] e internos [injerencia de entidades internacionales en la vida universitaria], tamizados por un discurso radical de izquierdas con un fuerte componente antiimperialista y antidictatorial.

Como se puede apreciar, los trabajos sobre el movimiento estudiantil argentino de los años sesenta y setenta se interesan en realzar las acciones políticas de las diferentes instancias organizativas de resistencia a la dictadura y al capital. Este enfoque explica la inquietud por la radicalización de los estudiantes, tanto en los niveles discursivos como prácticos, y es la alianza con la clase obrera el ejemplo recurrente para mostrar la fuerza de la movilización popular. Esta tendencia general se puede comprobar con el trabajo sobre la militancia universitaria entre 1966 y 1976, de Judith Naidorf y Raúl Omar Ferrero127. De acuerdo con la enunciación discursiva de gran parte de las organizaciones políticas estudiantiles del momento, los autores insisten en la politización de esta época, cuya generación se define por ‘hacer la revolución’, al punto que se convierte en un foco de represión sistemática por el régimen. La ‘nueva izquierda’ que aglutina diferentes corrientes como la Teología de la Liberación y diversas tendencias ideológicas es el sedimento que da base a la creación de alianzas con obreros, campesinos e intelectuales.

Con un acervo documental mucho más amplio que los trabajos citados, la profesora Norma Dolores Riquelme estudia el caso de la Universidad de Córdoba a mediados del siglo XX128. El interés de Riquelme es dar cuenta del acceso de los estudiantes a espacios del gobierno universitario, lucha que se sintetiza en la demanda de cogobierno desde principios del siglo XX, pero que se materializa a mediados de esta centuria. La autora realiza un recorrido por la historia argentina, describiendo los golpes de Estado sucesivos y las luchas por la democracia. Los estudiantes desempeñan un papel importante en esta secuencia narrativa desde la defensa de los ideales liberales a inicios de siglo hasta la asunción de referentes ideológicos hacia la izquierda del espectro político. En el ámbito universitario, Riquelme destaca el trabajo desarrollado por instancias organizativas internas como las asambleas universitarias o los consejos académicos, espacios en donde se dan intensas luchas por conseguir cierta participación en los destinos de la institución. Esta demanda participativa va de la mano de la defensa de la autonomía universitaria en una institución más intervenida por el poder militar129.

En la última década han surgido nuevas investigaciones que tienen por objeto analizar no solo los movimientos estudiantiles, sino también el clima intelectual de izquierda, como es el caso del libro de Carlos Altamirano Peronismo y cultura de izquierda130. Para el autor, el peronismo sigue siendo un actor central durante los diez años siguientes a 1955, que genera divisiones entre dirigentes políticos, grupos y figuras de la élite cultural argentina. A lo largo de 1956 y 1957 surge una serie de duelos simbólicos entre intelectuales, por medio de ensayos polémicos, declaraciones y manifiestos, relativos al peronismo y al significado del movimiento que lo derroca, como el caso de Ernesto Sábato y Jorge Luis Borges. Aunque las fórmulas varían y pueden rivalizar entre sí, en cualquier caso las definiciones que empiezan a gravitar en el discurso revisionista identifican en el peronismo un acontecimiento progresista frente a la dominación oligárquico-imperialista. Después de 1955, la orientación que toma el conjunto de la cultura política de izquierda en Argentina es de ruptura con el legado ideológico del liberalismo y búsqueda de una fusión entre socialismo y nacionalismo que como consecuencia genera el decaimiento del Partido Socialista y el Partido Comunista.

En esta misma línea se ubica el trabajo de Claudio Suasnábar Universidad e intelectuales131, quese interesa también por indagar las transformaciones producidas en el espacio intelectual argentino frente al fenómeno del peronismo, analizando esta vez sus repercusiones en el campo universitario. El autor analiza las distintas posiciones académicas, ideológicas y pedagógicas que se ponen en juego a lo largo del periodo, realizando una interesante comparación de la repercusión del fenómeno en las Universidades de Buenos Aires y La Plata. El autor afirma que el desarrollismo como horizonte ideológico impregna un clima de optimismo que si en los sesenta adopta la forma de un gradualismo reformista, en los setenta deviene en la radicalizada crítica dependentista. La acelerada institucionalización de las ciencias sociales refuerza este optimismo que se expresa en la fascinación por las nuevas tecnologías de intervención social. En estos años dorados de la universidad en Argentina ven la luz nuevas carreras de mucha influencia en el futuro como sociología, psicología y ciencias de la educación. La consolidación de estas nuevas carreras se da en el marco de profundos debates sobre el papel de la universidad y los intelectuales en la construcción del desarrollo pendiente del país después de diez años de peronismo en el poder.

La acelerada peronización de los universitarios y la radicalización de los católicos, además de constituir un capítulo relevante en el proceso de politización de los setenta, también revela otro conjunto de experiencias que, acotado a ciertos recorridos personales o institucionales, plantea diferentes formas de intervención, hasta llegar al borde de la disolución del intelectual y su subsunción en lo político, planteadas por las pedagogías del nacionalismo popular revolucionario. Es interesante señalar que para el autor el nivel de confrontación que caracteriza la cultura política de los setenta, sumado a la fuerte fragmentación de posiciones político-pedagógicas, constituye las principales razones de la débil estructuración del espacio pedagógico, hecho que se manifiesta en una progresiva disolución de las fronteras entre las prácticas académicas y las prácticas político-sociales.

Óscar Terán132 aborda el estudio de la formación de la nueva izquierda intelectual en Argentina entre 1956 y 1966. El trabajo describe una serie de núcleos ideológicos, formados en el campo cultural argentino en el periodo 1956-1966, que son apropiados por un conjunto de intelectuales a los que el autor denomina ‘contestatarios’, ‘críticos’ y ‘denuncialistas’, y en torno los cuales se asiste a la formación de una nueva izquierda intelectual. En Argentina, una preocupación surge en una franja crítica de la cultura nacional de intelectuales, atraídos por las cuestiones sociales y políticas y que toman los desarrollos franceses –la generación de Sartre– como referentes para procesar su propia comprensión de la realidad. Bajo estos parámetros ideológicos nace una franja ‘denuncialista’ decidida a asimilar el contorno que junto con otros sectores del campo intelectual, provenientes de tradiciones diversas, conforman el fenómeno de una cultura crítica. Cabe resaltar que estas novedades no involucran solo a la élite intelectual, sino que se dilatan hasta poder asegurar que se constituye un nuevo público. En este proceso juegan un papel central los aparatos culturales tales como las nuevas editoriales, especialmente Eudeba, la editorial de la Universidad de Buenos Aires.

Claudia Gilman, en su libro Entre la pluma y el fusil133, analiza cómo la pertenencia a la izquierda, a lo largo de los años sesenta y setenta, se convierte en un elemento crucial de legitimidad de la práctica intelectual. En este recorrido por las revistas político-culturales, la crítica y los debates programáticos sobre la función del arte y los intelectuales en la sociedad, la autora hace referencia a la importancia de estudiar la literatura latinoamericana del sesenta, su institucionalización y su emergencia como literatura continental y su consagración en el ámbito mundial. Es precisamente en este periodo cuando esa literatura alcanza su pico máximo de visibilidad y contribuye a rearmar una nueva tradición literaria latinoamericana. Los análisis sobre revistas del periodo expresan el hecho de que la revista político-cultural es un soporte imprescindible para la constitución del escritor en intelectual, puesto que supone la difusión de su palabra en una dimensión pública más amplia.

Hacia 1966-1968 la legitimidad de la figura del intelectual es disputada, ya en favor del intelectual como conciencia crítica de la sociedad y como intelectual-revolucionario; se comienza a cuestionar la legitimidad de la agenda cultural que ha sido productiva y exitosa en la primera mitad de los años sesenta. Cuba muestra la disputa cada vez más evidente por el control de la cultura entre dirigentes revolucionarios e intelectuales, y también de estos últimos entre sí, lo cual modifica radicalmente la idea de la colaboración entre el Estado cubano y sus intelectuales. 1968 es un año partido en dos para la intelectualidad latinoamericana y también para Cuba. La primera mitad marca el clímax de la eufórica alianza entre los intelectuales y la revolución; la segunda, el comienzo de la disolución de esos lazos. El arresto de Heberto Padilla en 1971 por la lectura de Provocaciones en la Unión de Escritores con una visión crítica del régimen de Fidel Castro divide a la comunidad cultural latinoamericana entre castristas y anticastristas, lo que rompe las relaciones personales que unen a la familia intelectual. Para Gilman, a finales de la década del sesenta e inicios del setenta el declive de la novela en el campo literario se da tras la fractura de la familia intelectual. Las propuestas revolucionarias exigen un arte trabajado por los acontecimientos, hecho idealmente por todos y para todos. Se generaliza entre el grupo antiintelectualista una apuesta por nuevos formatos y géneros literarios como el testimonio, la poesía y la canción de protesta. La historia de los intelectuales latinoamericanos de la época pasa de la euforia a la depresión, no solo porque muchas de las expectativas que guían la intervención de los intelectuales se desdibujan, sino también porque el futuro imaginado para la sociedad en su conjunto se da de bruces con un escenario que la mayoría de los intelectuales no imagina.

No todas las miradas de la historiografía argentina han estado marcadas por los horrores de la dictadura y la militancia. En los últimos cinco años ha surgido una serie de reflexiones que cuestionan la influencia de la memoria en los estudios historiográficos sobre los movimientos de izquierda en Argentina. Claudia Hilb realiza una importante reflexión en Los usos del pasado: ¿qué hacemos hoy con los setenta?134, donde cuestiona la carga que deben asumir aquellos que participan en los movimientos de izquierda bajo la acción de las Fuerzas Armadas durante la represión en la dictadura del proceso de reorganización nacional en Argentina, puesto que, para estas víctimas, la violencia política se considera una práctica admisible. La autora sostiene que muchas de las víctimas de la acción criminal de las Fuerzas Armadas son militantes de organizaciones armadas ilegalizadas antes de 1976, buscados no solo por su adhesión a estas organizaciones, sino por sus acciones criminales: crímenes, robos, asaltos, tomas de cuarteles, etc. Para estos grupos, la violencia armada es un medio idóneo para la persecución de un ideal político, sobre todo en las luchas antidictatoriales como El Cordobazo y El Rosariazo, en donde la violencia se cristaliza en la opinión como justa o reparadora. Hilb señala que el horror de la dictadura en Argentina borra la posibilidad de una reflexión crítica sobre lo sucedido, razón por la cual se da un carácter conmemorativo y nostálgico cuando se evoca la experiencia traumática de los años setenta.

Hugo Vezzetti135, por su parte, habla de usos y abusos de la reconciliación, pues señala que el deber de memoria se pone a prueba cuando son solo los afectados los que se apropian de la denuncia y el reclamo por las ofensas sufridas. Todo el peso de la experiencia del pasado en Argentina está congelado en la revelación del horror, en las escenas terribles de la tortura y la muerte, el descubrimiento de restos y los testimonios de los campos. Vezzetti aclara que una memoria solo afincada en el protagonismo de los afectados se revela como un límite en la medida en que descarga a la sociedad de sus propias responsabilidades por el pasado. En Argentina, los crímenes de las guerrillas se olvidan para alcanzar un consenso de memoria en torno a la figura del desaparecido.

Este acercamiento a la producción histórica argentina permite apreciar cómo la experiencia de los gobiernos militares marca al mundo académico en defensa de la universidad, aun cuando existan intentos de reflexión, cuya mejor expresión es la valoración positiva de las luchas estudiantiles de todo el siglo XX. Los intereses temáticos predominantes son aquellos relacionados con las luchas políticas libradas por el movimiento estudiantil en cada universidad y los esfuerzos por constituir organizaciones en su interior136. La historiografía argentina considera útil pensar la dinámica de la protesta universitaria bajo el lente de la concepción de clase, sin que esto signifique un abuso de las nociones marxistas. Esto tampoco niega la valoración de asuntos como la pertenencia generacional o la perspectiva de análisis sociocultural, aunque sí se echa de menos un acercamiento a propuestas sociológicas cercanas al análisis de los movimientos sociales. Por último, y a diferencia de lo que sucede en Colombia o en el mismo México, es importante acotar la pasión y compromiso con que se escribe la historia del movimiento estudiantil en Argentina, afectaciones que otorgan un tono más militante y explícitamente ideológico a los trabajos, sin negar su calidad y rigor.

Brasil: entre el desconocimiento y la cercanía

La distancia que tiene la historiografía nacional respecto de Brasil se ha venido superando en los últimos años. Sin embargo, para el caso del movimiento estudiantil no se puede encontrar una obra de largo aliento que ofrezca una mirada profunda sobre el movimiento estudiantil brasileño, ya sea en los ámbitos nacional o regional. En este apartado se procura señalar algunas de las principales formas de aproximarse al movimiento estudiantil de finales de los años sesenta e inicios de los setenta en Brasil, a partir de artículos difundidos en revistas y eventos colombianos, así como en tres textos que, si bien no abordan directamente el movimiento, sí elaboran interesantes referencias. De esta manera, se cierra el balance historiográfico sobre la historia de los movimientos estudiantiles en América Latina, ejercicio que busca promover, por ahora, un diálogo en una agenda mucho más vasta de investigaciones sobre este campo de estudio no solo para Colombia, sino para el continente.

En el año 2008 la revista Historia de la Educación Latinoamericana publica dos artículos de autores brasileños: Silene De Moraes y José Eustáquio Romão. Estos trabajos tienen como eje el año de 1968, interpretado como el año del cambio general en el mundo y la efervescencia política sobre la intervención norteamerciana en Vietnam, las luchas por los derechos civiles en Estados Unidos y los movimientos juveniles en Praga, México y Francia. Tomando como referente la agitada vida política y social mundial, De Moraes procede a reconstruir la historia de las luchas estudiantiles del 68 en el marco de la resistencia a la dictadura. La autora resalta las alianzas que establece la Unión Nacional de Estudiantes [UNE] con los obreros y la Iglesia católica para constituirse como una tríada opositora al régimen militar. Las luchas estudiantiles se fundan en reivindicaciones de carácter gremial y en demandas que trascienden los muros universitarios para criticar la política educativa de la dictadura y las prácticas represivas.

En su trabajo, la profesora De Moraes realiza un abordaje muy amplio del movimiento estudiantil brasileño, referenciando la participación de los estudiantes en contra de la dictadura y sus luchas por la redemocratización. La mirada al acontecer reciente lleva a la autora a sugerir que desde la década del setenta el estudiantado pierde protagonismo en la escena social, lo que da paso a los llamados movimientos de base tanto laicos como religiosos. La tesis central recuerda el planteamiento de Francisco Leal Buitrago para Colombia, referente a la confrontación entre gremialismo y militancia política: luego de protagonizar importantes movilizaciones, los estudiantes brasileños y sus demandas caen bajo los discursos de izquierda, de modo que la agenda universitaria se supedita a la política, situación que mantiene en reflujo al movimiento hasta la actualidad. Ya en tiempos neoliberales la participación del movimiento estudiantil en Brasil es casi nula, incluso en un contexto de privatización de la educación, de allí que la autora considere que el movimiento brasileño es simplemente “flor de un día”137.

El artículo de José Eustáquio Romão expresa una interesante entrada al mundo de 1968138. Una de las virtudes de este texto es que logra articular el contexto global en lo socioeconómico y lo político con el mundo de la cultura, específicamente lo relacionado con la ‘geopolítica del conocimiento’ y la educación superior en Brasil. Este tema es desarrollado a partir de un enfoque deudor de las tesis de Walter Mignolo y los estudios culturales: reflexionar sobre los lugares de enunciación científica a partir de los que se construye el mundo social. La investigación gira en torno a las relaciones, los conflictos y las tensiones entre diferentes racionalidades que esconden luchas por el poder. La hipótesis central de Romão es que 1968 representa un momento de inflexión en la geopolítica del conocimiento en Brasil, especialmente en la emergencia de nuevos discursos, antes silenciados, los que tienen un lugar en la universidad brasileña.

A pesar de que es una hipótesis sugerente, el autor se limita a desarrollarla en el apartado de conclusiones, en tanto que dedica el grueso del artículo a construir el contexto mundial en varias dimensiones: capitalismo transnacional; bipolaridad y Guerra Fría; carrera armamentista de tipo nuclear y desarrollo de la industria espacial; influencia de la Revolución cubana e impulso de la guerra de guerrillas; procesos de descolonización en África y Asia; resquebrajamiento de la Cortina de Hierro y la Primavera de Praga. Por último, caracteriza el papel de la juventud de los años sesenta, su racionalidad y su utopía revolucionaria. La referencia a tantos eventos lleva al autor a construir una reflexión un tanto deshilvanada que deja sin desarrollo la sugerente hipótesis que cita al principio del texto.

En el apartado conclusivo, Romão sugiere dos preguntas para comprender lo sucedido a finales de los sesenta e inicios de los setenta en Brasil: ¿por qué un movimiento joven?, y ¿por qué se expande por todo el mundo, más allá de las opciones políticas existentes? La respuesta que ofrece no deja de ser polémica y sugerente. El autor considera que el movimiento de rebelión juvenil es un eco distante del largo conflicto mundial que se da en la primera mitad del siglo XX. La pérdida de una generación joven en las dos grandes guerras, además del pesimismo que se deriva de estas dos conflagraciones mundiales, lleva a la juventud de posguerra a un desencanto con la irracionalidad adulta y su apuesta civilizatoria.

En este desencanto los jóvenes resuelven tomar el mundo en sus manos, y de esta manera emerge un ‘poder joven’ con su propia racionalidad. El reto de la juventud de los años sesenta es la crítica al estado de cosas existentes. La tarea no es otra que crear un proceso civilizatorio propio y, con este, otro mundo. La fuerza que toman la ‘razón femenina’ y la ‘razón negra’ son la evidencia del posicionamiento de unas racionalidades contrahegemónicas. En este orden de ideas, el autor considera que la juventud brasileña y su resistencia a la dictadura son la expresión palpable de esas nuevas formas de ver el mundo que posibilita el 68, lo que hace que la psicodelia o el jipismo no sean las maneras como los jóvenes de esta generación asumen su lugar en el mundo, como sí ocurre en otras latitudes.

Como en otros lugares del continente y del mundo, 1968 representa en Brasil el momento histórico fundamental para la figuración del movimiento estudiantil, de ahí que la historiografía sobre esta temática se especialice en ese año. Como renovación del enfoque sociopolítico, la profesora Victoria Langland propone una mirada particular a la explosión de la movilización estudiantil del 68: el papel de la mujer en la resistencia a la dictadura y las transformaciones en las relaciones de género que se dan con fuerza en todo el planeta y en Brasil. La autora propone incorporar a los estudios sobre el movimiento estudiantil la participación del activismo femenino, una lectura que significa explicar la mutación de las tareas que esta viene desempeñando como auxiliar de los jóvenes, para pasar a ser protagonista de reivindicaciones igualitarias entre los sexos y de compromisos políticos e ideológicos con las nuevas tendencias de la izquierda. La liberación femenina en la sociedad brasilera también afecta las filas internas del estudiantado en temas como la práctica más libre de la sexualidad, tema que propicia debates en diferentes escenarios sociales139.

Para cerrar este apartado, vale hacer mención de algunos trabajos que si bien no abordan directamente el tema del movimiento estudiantil brasileño, posibilitan un diálogo con investigaciones que se desarrollan al respecto. La investigación de Maria Helena Moreira Alves, titulada Estado y oposición en Brasil 1964-1984140, desarrolla una interesante entrada al significado de las condiciones históricas en las que se enmarca el movimiento estudiantil de 1968. La autora considera que la dictadura que se instaura en el poder en 1964 crea un proyecto social denominado Doctrina de Seguridad Nacional y Desarrollo, en el que intervienen élites militares, civiles y empresariales, que, con ayuda de funcionarios norteamericanos, propician la caída de João Goulart. En oposición a la dictadura se movilizan sectores de la sociedad brasileña, los estudiantes, la iglesia de base, el sindicalismo y las organizaciones campesinas.

La dictadura es el acicate para las luchas estudiantiles en el año 68. Un régimen que hace parte de un proyecto más amplio para América Latina y que modela la sociedad brasileña durante dos décadas. Este plan, agenciado por sectores de élite, representa en el fondo las relaciones entre el capitalismo de Estado, el capital privado brasilero y el capital transnacional, estructuradores de unas relaciones de dependencia en un dinamismo de modernización experimentado por Brasil entre las décadas de los años sesenta y ochenta. El enfoque empleado por Moreira busca explicar el proyecto social, económico, político e institucional de la dictadura en relación con las tendencias generales del capitalismo, más concretamente con la implementación y puesta en marcha de un desarrollo dependiente. En este marco es en el que la autora referencia la participación estudiantil en 1968 como punta de lanza de la resistencia a la dictadura. Esa resistencia parte de causas gremiales que atacan directamente la política educativa del régimen y todo su proyecto político.

Móviles como el rechazo a la injerencia de agencias de cooperación americanas [caso Usaid] en la universidad, la privatización de los comedores y la respectiva alza en la alimentación para los universitarios más pobres o la brutal represión de la que son víctima los estudiantes son visibles en el 68 brasileño. Moreira dedica algunas páginas de su trabajo a describir los principales acontecimientos protagonizados por las movilizaciones estudiantiles: el asesinato de un estudiante en confusos hechos, lo que desata una gran solidaridad de los sectores populares y medios, o las alianzas y los apoyos que se establecen con los obreros y la Iglesia católica por la feroz represión y la marcha de los cien mil.

Por otra parte, la obra colectiva a cargo de Daniel Aarão Reis, Marcelo Ridenti y Rodrigo Patto Sá Motta, titulada O golpe e a ditadura militar 1964-2004141, aunque no trata el movimiento estudiantil de este periodo, da espacio para pensar la oposición, las expresiones de resistencia política y cultural y la experiencia del exilio en una generación de brasileros perseguidos por la dictadura. La reconstrucción de estas experiencias y de las atmósferas sociales en que se desarrolla la acción estudiantil constituye una pertinente mirada sobre los años sesenta y setenta. Mención aparte merecen los trabajos de Carlos Bauer, quien amplía la reflexión historiográfica al mundo de los estudiantes de secundaria desde mediados del siglo XX, específicamente el estudio de las organizaciones estudiantiles y su figuración política142. En el mismo sentido, y con un valor documental particular, es necesario nombrar una publicación que incluye un registro fotográfico muy interesante sobre el 68 brasileño. Una de las grandes virtudes de esta breve obra es la puesta en imágenes de este trascendental año, asociando los acontecimientos nacionales con los más importantes en el mundo143.


Poesía de Chucho Peña, estudiante y activista santandereano asesinado por el grupo MAS [Muerte a Secuestradores] en 1986. Mural. Edificio Camilo Torres, Universidad Industrial de Santander. Fotografía de Saúl Meza. 2003.

El libro de José Alfredo Vidigal y Maria Lucia Carneiro144 realiza una compilación de las noticias publicadas en la prensa y una cronología sobre el movimiento estudiantil brasileño que emerge con más fuerza hacia 1968, y que muestra que los estudiantes brasileños tienen el mismo sueño que la mayoría de jóvenes alrededor del mundo: reformar la educación y las instituciones. Ellos se manifiestan en contra de las pésimas condiciones de alimentación ofrecidas a los universitarios y los temas del acuerdo MEC-Usaid, que tiene lugar entre el Ministerio de Educación de Brasil [MEC] y la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional [Usaid], para reformar la enseñanza brasilera de acuerdo con las normas impuestas por Estados Unidos. La recopilación de fotografías y noticias muestra que la reacción es inmediata: líderes estudiantiles brasileños no están de acuerdo con la interferencia de un país extranjero en los asuntos educativos del país, lo que origina diversos movimientos reivindicativos que serán reprimidos por la máquina dictatorial de Brasil.

Hay que hacer mención especial de la obra de Elio Gaspari, quien publica una serie de cuatro libros sobre la dictadura militar brasileña que inicia en 1964 y finaliza en 1985. Publicados en el año 2002 por la Companhia das Letras, ganan el Premio de ABL en la categoría ensayo, otorgado por la Academia Brasileña de Letras en el año 2003. A ditadura envergonhada145 es el primero de los cuatro libros, donde el autor da una explicación detallada sobre el desencadenamiento de las protestas y las inconformidades con el régimen de Artur da Costa e Silva. Aun cuando el libro hace un recorrido desde el inicio de la dictadura, dedica buena parte del texto a la oleada de protestas que tienen su culmen en 1968, cuando el régimen asume una naturaleza dictatorial a través del Acto Institucional número 5, el cual anula la Constitución de 1967, da facultades extraordinarias al presidente y suspende varias garantías constitucionales.

El movimiento estudiantil que florece en 1968 es esencialmente un movimiento de lucha contra la dictadura. También, alberga en su seno una crítica al Partido Comunista Brasileño, acusado de reformismo e inmovilismo frente al régimen. Es importante resaltar que entre 1950 y 1964 el número de estudiantes se triplica, pasa de 53.000 a 142.000. Brasil vive una transformación cultural, que pasa por la música –el bossa nova–, el fútbol, el cine y el carnaval. La dictadura, por su parte, realiza toda una caza de brujas en las universidades, buscando purgar la enseñanza infiltrada por izquierdistas. En este proceso son depuestos cuatro rectores de las universidades estatales. En junio de 1964, el presidente Humberto de Alencar Castelo Branco envía un mensaje al Congreso en el cual propone la extinción de la Unión Nacional de Estudiantes [UNE] y otras organizaciones estudiantiles. Con este paso, el régimen se propone la imposible tarea de despolitizar las universidades. Para el autor, esta decisión genera un efecto profundo: pone gradualmente al movimiento estudiantil en la clandestinidad, y lo une a los partidos comunistas, los grupos radicales armados y especialmente los cientos de sargentos y suboficiales que han sido expulsados de las Fuerzas Armadas.

La relación entre el Gobierno y el movimiento estudiantil se hace cada vez más difícil. En la noche del 23 de septiembre de 1966, 600 estudiantes atrapados en el campus de la Universidad de Brasil, en Río de Janeiro, se ven atacados por tropas de la Policía Militar y el Ejército. Son golpeados y llevados como prisioneros de guerra a un campo de fútbol cercano, donde tienen que tumbarse en el césped para someterse a exámenes. En Belo Horizonte es necesaria la movilización de cerca de 5.000 hombres del Ejército, la Fuerza Aérea y la Policía Militar para impedir la realización de un congreso clandestino de la UNE, que termina reuniéndose en un convento franciscano. En São Paulo la Policía Militar allana la reunión en la que se elige la nueva junta directiva de la Unión de Estudiantes del Estado y arresta a 178 personas jóvenes. Esto dispara una epidemia de manifestaciones que se ganan el apodo de Setembrada. A lo largo de los meses, los estudiantes y la policía combaten en las calles de las principales ciudades.

La noche del 28 de marzo de 1968 en Río de Janeiro, una tropa de la policía militar ataca a un grupo de estudiantes que piden mejores instalaciones para el restaurante Dungeon. Se acusa a este lugar de ser una guarida de agitadores profesionales y estudiantiles, cuando en realidad es solo un refugio de personas que no tienen dónde comer. Por primera vez desde 1964 aparece un cadáver en la lucha entre el régimen y los estudiantes: el de Edson Luis Lima Souto, cuya muerte genera toda una serie de protestas. Los levantamientos son inevitables, con o sin cadáver. “Era como si se estuviera esperando durante años, una señal de que ya era hora de hacer algo”146.

Unos días después, en el aniversario de la Revolución redentora del 31 de marzo, el centro de Río vive un enfrentamiento sin precedentes desde agosto de 1961, cuando la policía y los partidarios de la legalidad constitucional se enfrentan durante casi una semana. El saldo: el asesinato de otro estudiante y un marinero. El Gobierno prohíbe las manifestaciones, pero no las misas por el asesinato de Edson Luis. La gran multitud que se reúne en la catedral es atacada por la Policia Militar. Dos ciudadanos son secuestrados [los hermanos Ronaldo y Rogério Duarte, dos talentosos intelectuales] y torturados en un cuartel, sin que nada pase. El 1 de mayo, la dirección paulista del Partido Comunista Brasileño [PCB] tiene la idea de celebrar un mitin en la plaza de la catedral. A este evento asisten algunos miles de personas. El Partido lleva a militantes y el evento parece un éxito. Hasta las bases sindicales vinculadas a la izquierda radical aparecen allí. Los estudiantes también están presentes. Algunas de las chicas de la Universidad de Sao Pablo [USP] utilizan el llamado ‘fardinha Che Guevara’: falda corta, lonita beis o verde, chaqueta de color caqui, zapatos planos. Los representantes del Gobierno y del Partido Comunista Brasileño que organizan el mitin son abucheados. Megáfono en mano, los invasores izan una imagen del Che, hablan y le prenden fuego al podio. La manifestación se convierte en una marcha hacia el centro de la ciudad, y el mitin termina con la destrucción de los cristales de una sucursal del Citibank.

A principios de junio de 1968, el movimiento estudiantil organiza un número creciente de manifestaciones públicas. El día 18, una marcha que termina en el Palacio de la Cultura da como resultado la detención del líder de los estudiantes, Jean Marc von der Weid. Al día siguiente, el movimiento se reúne en la Universidad Federal de Río de Janeiro [Ufrj] para organizar nuevas protestas y pedir la liberación de Jean y otros estudiantes presos, como resultado se detienen 300 estudiantes al final de la reunión. El 21 de junio, una manifestación de estudiantes en frente del periódico Jornal do Brasil, genera un conflicto que termina con 3 muertos, decenas de heridos y más de un millar de detenciones. Este día se conoce como la Sexta-feira Sangrenta.

El 26 de junio la marcha de los cien mil ocupa las calles de Río de Janeiro. La organiza el movimiento estudiantil y cuenta con la participación de artistas, intelectuales y otros sectores de la sociedad brasileña. Es una fiesta. Todo Río de Janeiro parece estar en la avenida. Las figuras de los escritores y artistas como Clarice Lispector, Norma Bengell, Nara Leão, Vinicius de Moraes y Chico Buarque de Hollanda destacan entre la multitud. Al pasar frente a la iglesia de La Candelaria, la marcha es interrumpida para oír la diatriba del líder estudiantil Vladimir Palmeira, quien recuerda la muerte de Edson Luis y exige el fin de la dictadura militar. La marcha se convierte en la mayor victoria lograda por la oposición desde las elecciones de 1965. Aun así, se impone la censura. A medida que aumentan las manifestaciones contra la dictadura, también lo hace la acción represiva del gobierno militar en todo el territorio nacional. El Ejército monta un sinnúmero de dispositivos que censuran y atacan directamente las manifestaciones culturales. Los ataques se vuelven más violentos y sus autores menos cuidadosos. El optimismo que se ve por todas las latitudes termina cediendo el lugar a una inquietud creciente. A pesar de la represión, las manifestaciones estudiantiles continúan hasta el 13 de diciembre de 1968, cuando se promulga el AI-5 [Acto Institucional número 5], que marca el comienzo de los años de plomo de la dictadura militar brasileña.

El movimiento estudiantil universitario: una agenda investigativa en construcción

El balance presentado permite aproximarse a una revisión crítica sobre qué construye la producción académica acerca del movimiento estudiantil, también señala posibles senderos de tránsito en la investigación sobre este tema de estudio. Para el caso colombiano, asuntos que incluyen al movimiento estudiantil en la llamada clase media y la necesidad que se tiene de estudiar la política educativa o la importancia que, para finales de los años sesenta e inicios de los setenta, tienen los marcos globales de la historia son elementos ineludibles y reiterados en una agenda investigativa. En otros términos, se dice que hacen parte del acumulado investigativo en este campo.

En el ámbito continental las décadas del sesenta y setenta muestran una característica peculiar de los movimientos estudiantiles: la relación que tienen los estudiantes con los discursos y los grupos políticos de izquierda en todo el continente. No obstante, esta tendencia no es muy explorada en la gran mayoría de trabajos, pues solo se menciona la línea ideológica a la que pertenecen los diferentes grupos de izquierda que se encuentran en las universidades. En cuanto a los enfoques de análisis, puede decirse que los próximos trabajos sobre el movimiento estudiantil deben articular tres dimensiones: la generacional, la adscripción socioeconómica a los sectores medios y la condición de jóvenes creadores de códigos y referencias culturales. Esta tríada conduce a una progresiva complejización del tema de estudio, y propicia un diálogo entre la historia socioeconómica, la historia de los movimientos sociales y una nueva historia cultural. En estos diálogos, temas como la conceptualización y la defensa de la autonomía universitaria, la postura antiimperialista o la propuesta y la defensa de una educación pública pueden ser analizados desde diferentes ángulos.

La constitución de un campo de investigación y de trabajo que tenga como eje a los movimientos estudiantiles en el país y en el continente, pensado a mediano plazo, debe elaborarse a partir de la definición de su agenda. De acuerdo con el balance presentado, se proponen las siguientes líneas para suscitar la discusión, la reflexión y, ojalá, nuevos trabajos que fortalezcan este ámbito de trabajo:

1. Uno de los próximos problemas historiográficos por explorar sobre el movimiento estudiantil es la experiencia vivida por varias generaciones que conforman la vida universitaria en el país. Más allá de su participación o no en las protestas, es imprescindible conocer cómo experimentan los jóvenes del siglo XX su permanencia en los claustros universitarios.

2. Con el ánimo de trascender la tipología de los grupos de izquierda con presencia en la universidad, es interesante construir una historia “desde adentro” de aquellos grupos políticos. Algunos temas por trabajar son sus diferencias discursivas e ideológicas, sus relaciones políticas y personales, el flujo de militantes entre este tipo de organizaciones o los lazos que estas tejen en ciertos momentos para adelantar protestas y acciones colectivas. Esta propuesta también debe cobijar a los estudiantes y los grupos que militan en la derecha política y quienes hacen parte de las filas de los partidos o movimientos políticos reconocidos por el sistema político.

3. Acercarse a los marcos culturales de la experiencia universitaria es una tarea imprescindible para comprender su dinámica, su identidad y sus diferencias. Estudiar los espacios de sociabilidad de los estudiantes como las reuniones en bares, tabernas, encuentros de colonias, reinados, centros de estudio y, en general, todos aquellos lugares que se recrean para compartir experiencias, crear solidaridades y lazos de confianza.

4. Se considera muy importante desarrollar investigaciones sobre las dimensiones culturales de la protesta y la movilización estudiantiles. Realizar una exploración rigurosa de los consumos culturales de los estudiantes [lecturas, música, cine, radio, teatro, etc.] debe llevar a una apuesta histórica por pensar a los estudiantes como sujetos encargados de impulsar cierto tipo de modernización sociocultural.

5. La renovación investigativa también puede estar dada por la ampliación de las fuentes por utilizar en los procesos de investigación. Es pertinente registrar y analizar la iconología y la iconografía de la movilización y la protesta estudiantil. La recopilación sistemática de imágenes en la prensa regional y nacional, además de las contenidas en las publicaciones elaboradas por estudiantes, son una nueva veta para explorar nuevas interpretaciones del movimiento estudiantil.

6. Especialmente para las generaciones de la segunda mitad del siglo XX, la memoria se convierte en una fuente de gran valor para renovar los estudios sobre el movimiento estudiantil. Rescatar las experiencias de los protagonistas de la vida universitaria, incluyendo estudiantes, profesores, directivos, trabajadores y personas vinculadas al sector educativo, se convierte en una apuesta interesante para ampliar las voces con las que se construye la historia de la protesta y organización estudiantil. Se debe recurrir a los grandes líderes de los acontecimientos y a todos los testigos que deseen evocar su experiencia universitaria.

7. Los recientes trabajos sobre la juventud y las tesis relacionadas con la existencia exclusiva del movimiento estudiantil en Colombia durante los años del Frente Nacional deben llevar a la exploración de las expresiones políticas universitarias después de la segunda mitad de la década del setenta del siglo XX. Más allá de la existencia o no de una organización nacional con la fuerza de la FUN de los años sesenta, es necesario acometer una pesquisa sobre la participación política del estudiantado en periodos diferentes a los acostumbrados años sesenta y setenta. El mismo siglo XIX, la primera mitad del siglo XX o las dos últimas décadas del siglo pasado son posibilidades temporales por desarrollar en las nuevas investigaciones.

8. En los nuevos posibles horizontes temáticos se puede recurrir a las narraciones de los docentes universitarios, poco exploradas por la historia de la educación y por la historia de los movimientos sociales. Es necesario también estudiar las luchas de los trabajadores vinculados a las universidades, actores importantes en la configuración de la vida universitaria. Unos y otros tienen expresiones gremiales y sindicales, al tiempo que establecen relaciones con los movimientos estudiantiles. Las universidades privadas también alcanzan cierto grado de visibilidad en momentos cumbre de la protesta universitaria; de allí la pertinencia de iniciar trabajos al respecto que recurran a estos nuevos horizontes temáticos.

9. Los interesados en fortalecer este campo de investigación deben recordar que todas estas opciones requieren fuentes disponibles. En tal propósito, es imprescindible la recolección, la edición y la difusión de documentos relacionados con el movimiento estudiantil. Digitalización de noticias relacionadas con el tema de estudio existentes en la prensa, acopio y difusión de publicaciones estudiantiles, rescate de archivos de grupos y de organizaciones políticas juveniles, además de la recopilación y la distribución de fuentes orales e icónicas, se convierten en posibilidades heurísticas para los movimientos estudiantiles y en alternativas de contrastación historiográfica para una visibilización y estudio crítico de estos actores sociales.

61 LE BOT, Yvon. El movimiento estudiantil durante el Frente Nacional: 1958-1974. En: Educación e ideología en Colombia. Medellín: La Carreta, 1984, pp. 71-112.

62 LEAL BUITRAGO, Francisco. La participación política de la juventud universitaria como expresión de clase. En: CÁRDENAS, Martha y DÍAZ URIBE, Alberto [eds.] Juventud y política en Colombia. Bogotá: Fescol, 1984, pp. 155-203. Este texto recoge dos textos anteriores del autor publicados en la revista Desarrollo y Sociedad y en la Universidad de los Andes. Estos textos pertenecen al año 1981 y 1982 respectivamente.

63 CAYCEDO TURRIAGO, Jaime. Conceptos metodológicos para la historia del movimiento estudiantil colombiano. En: Revista Estudios Marxistas. 1984, n.° 27, pp. 48-60.

64 El trabajo de la profesora Dora Piñeres se analiza con mayor detalle en el apartado dedicado a los estudios de caso del movimiento estudiantil en Colombia.

65 VARGAS, Olmedo. Movimiento universitario, programas curriculares y universidad en Colombia durante 1921. En: Revista Historia de la Educación Latinoamericana. 2000, n.° 2, pp. 85-109. Del mismo autor: VARGAS, Olmedo. Dinámica del movimiento universitario en Colombia: 1920-1930. En: VARGAS HERNÁNDEZ, Olmedo [Comp.]. Archivos y documentos para la historia de la educación colombiana. Tunja: Rudecolombia, 2000, pp. 125-135.

66 RUÍZ MONTEALEGRE, Manuel. Sueños y realidades: procesos de organización estudiantil 1954-1966. Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, 2002.

67 SÁNCHEZ, Ricardo. Sobre el movimiento universitario 1968-1972: una evocación generacional. En: Revista UIS Humanidades. Julio-diciembre, 1988, vol. 17, n.° 2, pp. 73-78. Evocando aquella generación, Amilkar Acosta –en su momento, líder estudiantil– también relata este testimonio. Ver: ACOSTA MEDINA, Amilkar. Entre estandartes y pancartas. En: VARGAS HERNÁNDEZ, Olmedo [Ed.] Movimientos universitarios: América Latina siglo XX. Tunja: Rudecolombia, 2005, pp. 221-231. Igualmente existen dos textos relacionados con este enfoque de estudio, los cuales se limitan a describir algunos de los acontecimientos más destacados de las protestas universitarias entre las décadas de los sesenta y ochenta. Ver: HENAO DELGADO, Hernán. Política, academia y universidad pública: pinceladas sobre los últimos cinco lustros. En: V Congreso Nacional de Sociología: Poder Político y Estructura Social en Colombia. Memorias del V Congreso Nacional de Sociología: Poder Político y Estructura Social en Colombia. Medellín: Icfes, 1985, pp. 287-303; MARROQUÍN, Álvaro. La lucha por la consolidación del movimiento estudiantil colombiano. En: Revista Documentos Políticos. 1964, núms. 36-37.

68 PARDO, Miguel Ángel y URREGO, Miguel Ángel. El movimiento estudiantil de 1971 en Colombia. [En línea] Fecode. [Consultado el 16 de septiembre de 2009] Disponible en: http://www.renovacionmagisterial.org/boletin/boletin28/ponencia71.pdf .

69 En materia de fuentes, los autores dedican especial atención a la prensa nacional [El Espectador y El Tiempo]. En el mismo sentido, acuden a documentos del movimiento de la Universidad del Valle y al cubrimiento y al análisis que hizo la revista Deslinde.

70 HERNÁNDEZ ARTEAGA, Isabel. El programa mínimo de los estudiantes colombianos. Movimiento estudiantil universitario de 1971 por la universidad: todo un país. En: Revista Historia de la Educación Colombiana. 2007, n.° 10, pp. 29-57.

71 COTE RODRÍGUEZ, Jorge. El movimiento estudiantil de 1971: entre la homogeneidad y la heterogeneidad. En: ARCHILA NEIRA, Mauricio et al. Una historia inconclusa: izquierdas políticas y sociales en Colombia. Bogotá: Cinep, 2009, pp. 413-462.

72 ARCHILA, Mauricio. Entre la academia y la política: el movimiento estudiantil en Colombia, 1920-1974. En: MARSISKE, Renate [Coord.] Movimientos estudiantiles en la historia de América Latina. México: Unam, 1999, pp. 158-174.

73 JIMÉNEZ, Absalón. Medio siglo de presencia del movimiento estudiantil en la Universidad Pedagógica Nacional 1957-1999. En: Revista Colombiana de Educación. 2000, núms. 40-41, pp. 5-60.

Una versión reducida es publicada en el Achsc. Ver: JIMÉNEZ, Absalón. Consolidación, auge y crisis del movimiento estudiantil en la Universidad Pedagógica Nacional: 1957-1974. En: Anuario Colombiano de Historia Social y de la Cultura. 2001, n.° 28, pp. 55-86.

74 GIRONZA, Indira. La rebelión de los estudiantes. Documental. Mins. 36:10 - 41:48. Cali, Valle del Cauca.

75 HERRERA, Vianney y TRUJILLO, Leonor. Movimiento estudiantil-Universidad del Valle - 1971: como fuerza social y su influencia histórica. Trabajo de grado [Licenciado en Ciencias Sociales]. Universidad del Valle. Facultad de Humanidades. Departamento de Ciencias Sociales. Cali, 1993.

76 HERRERA y TRUJILLO. Op. cit.

77 JIMÉNEZ GÓMEZ, Diana. Del activismo estudiantil al feminismo: participación femenina en el movimiento estudiantil y aparición del feminismo autónomo en la Universidad de Antioquia, 1970-1977. En: XV Congreso Colombiano de Historia. [Línea 04: Género-Mesa 02: Familia, mujeres y sexualidades en Colombia, siglos XIX-XX]. Memorias del XV Congreso Colombiano de Historia. Bogotá: Asociación Colombiana de Historiadores, 2010.

78 BOLÍVAR, Jesús Rafael. La huelga de 1962 en el Codeba: violencia estudiantil y moralidad católica. En: XV Congreso Colombiano de Historia. [Línea 10: Movimientos y actores sociales-Mesa 05: Movimientos sociales e izquierda en Colombia, siglos XIX-XX] Memorias del XV Congreso Colombiano de Historia. Bogotá: Asociación Colombiana de Historiadores, 2010.

79 GÓMEZ GARCÍA, Juan Guillermo. A los 30 años del Programa Mínimo de Estudiantes. En: Utopía Siglo XXI. Noviembre, 2001, vol. 2, n.° 7, pp. 11-16.

80 POSADA, Consuelo. Los años 70 en la Universidad de Antioquia. En: Utopía Siglo XXI. Noviembre, 2001, vol. 2, n.° 7, pp. 57-68.

81 ZAPATA VILLEGAS, Vladimir. A 30 años del Programa Mínimo. Balance y perspectivas. La significación del movimiento del magisterio en las décadas del sesenta y del setenta. En: Utopía Siglo XXI. Noviembre, 2001, vol. 2, n.° 7, pp. 69-77.

82 HURTADO OROZCO, César. Contribución al estudio del movimiento estudiantil colombiano [1960-1975]. En: Utopía Siglo XXI. Noviembre, 2001, vol. 2, n.° 7, pp. 79-85.

83 PIÑERES DE LA OSSA, Dora. Relación universidad y sociedad, prensa y política en los movimientos estudiantiles de los años cuarenta en la Universidad de Cartagena. En: Revista Historia de la Educación Latinoamericana. 2008, n.° 11, pp. 147-166.

84 PADILLA CASTILLA, Amalfi del Socorro. Universidad y poder: relaciones de poder en los espacios académicos-administrativos de la Universidad de Cartagena, 1948-1980. Trabajo de grado [doctora en Educación]. Universidad de Nariño. Facultad de Educación. Pasto, 2009.

85 PARRA BÁEZ, Angélica María. Movimientos y conflictos en la Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia: los años setenta del siglo XX. Trabajo de grado [magister en Historia]. Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia. Facultad de Ciencias de la Educación. Tunja, 2007.

86 DÍAZ JARAMILLO, José Abelardo. Las batallas por la memoria: el 8 de junio y las disputas por su significado. 1929-1954. En: IV Seminario Taller Internacional Vendimia 2010: “Construcción de Nación: la Universidad del Futuro en Iberoamérica” [2010: Villa de Leyva]. Memorias del IV Seminario Taller Internacional Vendimia 2010: “Construcción de Nación: la Universidad del Futuro en Iberoamérica”. Villa de Leyva: Rudecolombia, 2010.

87 ÁVILA PACHECO, Víctor Manuel et al. Historia del movimiento estudiantil de la Universidad Libre. Bogotá: Universidad Libre, 2001, pp. 151-166.

88 VARGAS DÍAZ, Libardo. Expresiones políticas del movimiento estudiantil Audesa: 1960-1980. Bucaramanga: Ediciones UIS, 1996.

89 ACEVEDO TARAZONA, Modernización, conflicto y violencia en la universidad en Colombia…Op. cit.

90 ACEVEDO TARAZONA, Álvaro y GÓMEZ SILVA, Francisco Javier. Conflicto y violencia en la universidad en Colombia: el proyecto modernizador y el movimiento estudiantil universitario en Santander 1953-1980 [Notas metodológicas]. En: Revista Reflexión Política. Diciembre, 2000, n.° 4, pp. 81-92.

A nivel conceptual también se han realizado algunos desarrollos, véase: ACEVEDO TARAZONA, Álvaro y GÓMEZ SILVA, Francisco Javier. Consideraciones teóricas sobre conflicto y violencia: a propósito de la violencia política en Colombia. En: Revista Universidad de Caldas. Mayo-agosto, 2001, vol. 21, n.° 2, pp. 109-117.; ACEVEDO TARAZONA, Álvaro y GÓMEZ SILVA, Francisco Javier. Conflicto y violencia en la universidad en Colombia: el movimiento universitario en Santander, 1953-1975. En: VARGAS HERNÁNDEZ, Olmedo [Ed.] Movimientos universitarios: América Latina siglo XX. Tunja: Rudecolombia, 2005, pp. 179-189.

91 ACEVEDO TARAZONA, Álvaro. Conflicto y reforma universitaria en América Latina: una perspectiva comparada del movimiento estudiantil entre México y Colombia 1968. En: SOTO ARANGO, Diana y LIMA JARDILINO, José Rubens [Dirs.] Políticas universitarias en Latinoamérica: historia y perspectivas, Tunja: Rudecolombia, 2006, pp. 350-400.

92 ACEVEDO TARAZONA, Álvaro. Protesta, universidad y nación. En: XV Congreso Colombiano de Historia. [Línea 2: Historia de la educación-Mesa 04: Educación, nación y política] Memorias del XV Congreso Colombiano de Historia. Bogotá: Asociación Colombiana de Historiadores, 2010.

93 ACEVEDO TARAZONA, Álvaro. La marcha de los estudiantes de la UIS, 1964: símbolo del movimiento estudiantil colombiano. En: Revista Historia de la Educación Colombiana. Pasto. 2009, n.° 12, pp. 155-173. Ver también: ACEVEDO TARAZONA, Álvaro. Un ideal traicionado: vida y muerte de los movimientos estudiantiles en el ELN. Bogotá: Intermedio, 2006.

94 ACEVEDO TARAZONA, Álvaro. Imaginarios discursivos y representaciones estudiantiles universitarias. En: Diálogos Educativos. 2000, vol. 3, n.° 3, pp. 109-120..

95 ACEVEDO TARAZONA, Álvaro. Reforma y movimiento universitario en América Latina: siglo XX. Ponencia presentada al Congreso Internacional ¿Hacia dónde va la educación universitaria americana y europea? Historia, temas y problemas de la universidad. Universidad de León, España. 20-23 de septiembre de 2005. Otro artículo general sobre la situación de la educación superior es: ACEVEDO TARAZONA, Álvaro. La educación superior y las escuelas de formación: consideraciones acerca de una crisis. En: Revista Universidad de Caldas. Septiembre-diciembre, 2001, vol. 21, n.° 3, pp. 129-137. Una mirada de más larga duración sobre el influjo de los acontecimientos de Córdoba se presenta en el último encuentro de Vendimia en la ciudad de Villa de Leyva. Ver: ACEVEDO TARAZONA, Álvaro. A cien años de la reforma de Córdoba, 1918-2018: la época, los acontecimientos, el legado. En: IV Seminario Taller Internacional Vendimia 2010: “Construcción de Nación: la Universidad del Futuro en Iberoamérica”. Memorias del IV Seminario Taller Internacional Vendimia 2010: “Construcción de Nación: la Universidad del Futuro en Iberoamérica”. Villa de Leyva: Rudecolombia, 2010.

96 Un trabajo general que ofrece algunos elementos para comprender a nivel continental el impacto del 68 se puede consultar en la investigación de la profesora Alma Silvia Díaz Escoto. A través de un esquema práctico, Díaz explora cuatro dimensiones de la “ola libertaria” que recorre todo el continente en aquel legendario año: movilizaciones, formas organizativas, las relaciones de los estudiantes con la guerrilla y la Teología de la Liberación y las formas de expresión son los ítems empleados para esta introducción general al estudio de los movimientos estudiantiles en esta época convulsa. Ver: DÍAZ ESCOTO, Alma Silvia. La rebelión estudiantil en el 68 latinoamericano. En: LUCENA SALMORAL, Manuel; RINCÓN, Carlos y SOTO ARANGO, Diana. [Dirs.] Estudios sobre la universidad latinoamericana: de la colonia al siglo XXI. Tunja: Rudecolombia, 2003, pp. 219-228.

97 MARSISKE, Renate [Coord.] Movimientos estudiantiles en la historia de América Latina. Vol. I. México: Unam, 1999; MARSISKE, Renate [Coord.] Movimientos estudiantiles en la historia de América Latina. Vol. III. México: Unam, 2006.

98 PONIATOWSKA, Elena. La noche de Tlatelolco. Segunda edición corregida. 11ª reimpresión. México: Era, 2008.

99 BARROS SIERRA, Javier. 1968: conversaciones con Gastón García Cantú. 2ª edición. México: Siglo XXI, 1972.

100 GÓNZALEZ DE ALBA, Luis. Los días y los años. 5ª edición. México: Era, 1971.

101 DE MORA, Juan Miguel. Tlatelolco T-68: ¡toda la verdad! 30ª edición. México: Edamex, 1998.

102 RAMÍREZ, Ramón. El movimiento estudiantil de México: julio-diciembre de 1968. Vol. I: Análisis y cronología y Vol. II: Documentos. México: Era, 1969.

103 CABRERA PARRA, José. Díaz Ordaz y el 68. 2ª edición. México: Grijalbo, 1982.

104 MONSIVÁIS, Carlos. El 68: la tradición de la resistencia. México: Era, 2008. Este autor ya ha dedicado dos textos anteriores a los sucesos del 68, estos eran: Días de guardar, publicado en 1971, y Parte de guerra I y II, del año 2002, este último en colaboración con Julio Scherer.

105 Ibíd.

106 PULIDO ARANDA, Alberto. A 40 años de 1968: la crónica de un año maravilloso. México: Ediciones del Sindicato de Trabajadores de la Unam [Stunam], 2008.

107 DOMÍNGUEZ NAVA, Cuauhtémoc. 1968: la escuela y los estudiantes. México: Jiménez Editores e Impresores, 2004.

108 Ibíd.

109 VOLPI. Op. cit.

110 ESTRADA, Gerardo. 1968, Estado y universidad: orígenes de la transición política en México. México: Plaza & Janés, 2004.

111 ZERMEÑO, Sergio. México: una democracia utópica, el movimiento estudiantil del 68. 5ª edición. México: Siglo XXI, 1985.

112 Una muestra del predominio argumentativo de la Unam como “la universidad de México” se puede apreciar en los trabajos que se dedican a revisar su historia institucional a lo largo del siglo pasado. La profesora Renate Marsiske es quizá la autora que más profusamente reflexiona este caso. Por citar algunos textos, veáse: MARSISKE, Renate. Crónica del movimiento estudiantil de México en 1929. En: Revista Historia de la Educación Latinoamericana, No. 1. 1998, n.° 1, pp. 35-62. MARSISKE, Renate. Antecedentes del movimiento estudiantil de 1929 en la Universidad de México: actividades y organización estudiantil. En: MARSISKE, Movimientos estudiantiles en la historia de América Latina. Vol. III. Op. cit., pp. 141-176.

113 Un ejercicio más vivencial y casi testimonial de la manera como se experimenta el 68 en una universidad regional se puede consultar en: MARTÍNEZ VÁSQUEZ, Víctor Raúl. El movimiento de 1968 en Oaxaca: un testimonio. En: SOLER DURÁN. y PADILLA ARROYO, Op. cit., pp. 219-237.

114 DIÉGUEZ DELGADILLO, Paz y MÁRQUEZ CARRILLO, Jesús. Política, universidad y sociedad en Puebla: el ascenso del Partido Comunista Mexicano en la UAP, 1970-1972. En: Revista Historia de la Educación Latinoamericana. 2008, n.° 11, pp. 111-130.

115 GÓMEZ NASHIKI, Antonio. El movimiento estudiantil y la violencia institucional: la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, 1956-1966. En: Revista Mexicana de Investigación Educativa. Octubre-diciembre, 2007, vol. 12, n.° 35, pp. 1179-1208.

116 DEL CASTILLO TRONCOSO, Alberto. Ensayo sobre el movimiento estudiantil de 1968: la fotografía y la construcción de un imaginario. México: Instituto Mora-Iisue, 2012.

117 Para un listado más completo de la producción mexicana que se desata sobre el 68 se recomienda visitar los siguientes sitios web: http://www.bibliog.unam.mx/iib/proyectos/oplime/bibliog1.html y http://40aniversariode1968.blogspot.com/.

118 SÁNCHEZ PARRA, Sergio Arturo. Estudiantes en armas: una historia política y cultural del movimiento estudiantil de los enfermos [1972-1978]. México: Universidad Autónoma de Sinaloa-Academia de Historia de Sinaloa, 2012.

119 SÁNCHEZ PARRA, Estudiantes en armas… Op. cit., p. 102.

120 SÁNCHEZ PARRA, Estudiantes en armas… Op. cit., p. 124.

121 Ibíd., p. 290.

122 SÁNCHEZ PARRA, Sergio Arturo. El movimiento estudiantil del 68 en la prensa sinaloense. El caso de El Sol de Sinaloa. En: Anuario de Historia Regional y de las Fronteras. 2016, vol. 21, n.° 1, pp. 51-74.

123 Un problema que se explora con cierto detenimiento en la historiografía argentina militante es la emergencia del movimiento armado. En otros casos del continente, como el del ELN colombiano, las guerrillas mexicanas posteriores a 1968 e incluso la subversión brasileña, es necesario profundizar en las relaciones entre movimiento estudiantil y movimiento guerrillero. Para el caso argentino se conoce un breve estudio sobre la experiencia del Ejército Revolucionario del Pueblo. Ver: BROUWER DE KONING, Gabriela. Unión Obrero-Estudiantil: los orígenes del Ejército Revolucionario del Pueblo [ERP]. En: DE BORJA MEDINA, Francisco et al. Reformas universitarias y movimientos estudiantiles en América y Europa. Córdoba: Báez Ediciones, 2006, pp. 179-198. En el caso mexicano se recomienda la obra ya citada: SÁNCHEZ PARRA, Estudiantes en armas: una historia política… Op. cit.

124 CALIFA, Juan Sebastián. El movimiento estudiantil en la UBA entre 1955 y 1976: un estado de la cuestión y algunos elementos para su estudio. En: BONAVENA, Pablo; CALIFA, Juan Sebastián y MILLÁN, Mariano [comps.] El movimiento estudiantil argentino: historias con presente. Buenos Aires: Ediciones Cooperativas, 2007, pp. 61-85.

125 MILLÁN, Mariano. Un ejemplo de la construcción de alianzas en el campo popular: el movimiento estudiantil de Corrientes y Chaco entre 1966-1969. En: BONAVENA, CALIFA y MILLÁN. Op. cit., pp. 177-202.

126 COBOS, Ayelen, et al. El movimiento estudiantil mendocino entre los años 1971-1973. En: BONAVENA, CALIFA y MILLÁN. Op. cit., pp. 203-227.

127 FERRERO, Raúl Omar y NAIDORF, Judith. Militancia con compromiso: la Universidad Nacional entre 1966 y 1976. En: Fundamentos en Humanidades. 2007, n.° 16, pp. 27-42.

128 RIQUELME, Norma Dolores. Conformación de los espacios de poder en el gobierno de la Universidad Nacional de Córdoba [Argentina] a mediados del siglo XIX. En: Revista Historia de la Educación Latinoamericana. 2008, vol. 11, pp. 167-188.

129 Un trabajo sobre el movimiento de Córdoba de los años sesenta que sigue esta tendencia de análisis es el de Emilse Pons. Ver: PONS, Emilse. El movimiento estudiantil cordobés durante el onganiato: una aproximación a las divergencias entre el reformismo y el integralismo [en línea]. [Consultado el 1 de abril de 2011] Disponible en: http://www.ffyh.unc.edu.ar/archivos/modernidades_a/IX/DEFINITIVOS/articulo-pons.htm.

130 ALTAMIRANO, Carlos. Peronismo y cultura de izquierda. Buenos Aires: Siglo XXI Editores, 2011.

131 SUASNÁBAR, Claudio. Universidad e intelectuales. Educación política en la Argentina [1955-1976]. 1.° Ed. Buenos Aires: Manantial, 2004.

132 TERÁN, Óscar. Nuestros años sesentas. La formación de la nueva izquierda intelectual argentina, 1956-1966. Buenos Aires: Siglo XXI Editores, 2013.

133 GILMAN, Claudia. Entre la pluma y el fusil. Debates y dilemas del escritor revolucionario en América Latina. Buenos Aires: Siglo XXI Editores, 2012.

134 HILB, Claudia. Usos del pasado: ¿qué hacemos hoy con los setenta? Buenos Aires: Siglo XXI Editores, 2013.

135 VEZZETTI, Hugo. Sobre violencia revolucionaria. Memorias y olvidos. Buenos Aires: Siglo XXI Editores, 2009.

136 Para el caso de Rosario, autores como Bonavena o Millán también han venido trabajando los acontecimientos de finales de los años sesenta en esta ciudad a partir de los enfoques ya comentados. Ver: BONAVENA, Pablo y MILLÁN, Mariano. ¿Cómo llegó el movimiento estudiantil rosarino al Rosariazo de mayo de 1969? En: Revista Razón y Revolución. No. 17 2007, n.° 17, pp. 119-128. ECHENIQUE, José. El movimiento estudiantil universitario del Comahue: 1969-1976. En: FAVARO, Orietta [Comp.] Sujetos sociales y políticas. Historia reciente de la Norpatagonia Argentina. Neuquén: Universidad Nacional de Comahue, 2005.

137 DE MORAES FREIRE, Silene. Movimiento estudiantil no Brasil: lutas pasadas, desafíos presentes. En: Revista Historia de la Educación Latinoamericana. 2008, n.° 11, pp. 131-146.

138 ROMÃO, José Eustáquio. Os frutos de maio de 1968: o grito dos silenciados. En: Revista Historia de la Educación Latinoamericana. 2008, n.° 11, pp. 189-204.

139 LANGLAND, Victoria. Entre bombas y bombones. En: Revista de Estudios Sociales. Agosto, 2009, n.° 33, pp. 55-60.

140 MOREIRA ALVES, Maria Helena. Estado e oposicão no Brasil: 1964-1984. Bauru-São Paulo: Edusc, 2005, pp. 141-146.

141 AARÃO REIS, Daniel; RIDENTI, Marcelo y PATTO SÁ MOTTA, Rodrigo [Orgs.] O golpe e a ditadura militar 40 anos depois: 1964-2004. Bauru-São Paulo: Edusc, 2004.

142 BAUER, Carlos. O lugar do jovem secundarista na história da educação brasileira-exterioridade da organização política dos estudantes de ensino médio e o seu papel na construção da democracia no Brasil. En: Memorias del IV Seminario Taller Internacional Vendimia 2010: “Construcción de Nación: la Universidad del Futuro en Iberoamérica”. Villa de Leyva: Rudecolombia, 2010.

143 CARNEIRO, Maria Lucía y VIDIGAL PONTES, José Alfredo. 1968: do sonho do pesadelo. São Paulo: O Estado de São Paulo, 1968.

144 CARNEIRO y VIDIGAL PONTES, 1968: do sonho…Op. cit.

145 GASPARI, Elio. As ilusões armadas: a ditadura envergonhada. Sao Paulo: Cia. da Letras, 2002.

146 GASPARI. Op. cit., p. 282.

1968: Historia de un acontecimiento

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