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El Estado

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En su carácter de análisis de la construcción del Estado, este trabajo contribuye a la literatura que busca ir más allá de la evaluación de su formación en términos de éxito o fracaso. La conceptualización de la formación del Estado relacionada con esta dicotomía inevitablemente conduce a una contradicción en la que, en palabras de Fernando López-Álvez, Latinoamérica es concebida como una región tanto de “Estados débiles con burocracias mal entrenadas”, como de “instituciones centralistas y corporativistas”.7 De hecho, estas contradicciones no lo eran en realidad, sino que eran más bien dos facetas del Estado republicano. Como lo plantea Stacy Hunt, “pocos Estados, si acaso alguno, cumplen con el tipo ideal de Weber en términos absolutos. Al observarlos desde este mito ahistórico, el ‘fracaso’ de los Estados es la regla y no la excepción”.8 La historia de La Salina demuestra que el afán de Hunt de reconciliar las aparentes contradicciones se aplica por igual al dilema descrito por López-Álvez. La institución centralista del monopolio de la sal se caracterizaba por su burocracia mal entrenada y el Estado institucional presente en La Salina no era ni un éxito ni un fracaso. Sin embargo, era un actor histórico significativo.

Las herramientas para analizar al Estado de esta manera fueron expuestas por Oscar Oszlak en “The Historical Formation of the State in Latin America: Some Theoretical and Methodological Guidelines for its Study” (La formación histórica del Estado en América Latina: algunas guías teóricas y metodológicas para su análisis). En este ensayo, Oszlak plantea una metodología que distingue entre el Estado en términos abstractos, que es la entidad que busca el monopolio legítimo del uso de la fuerza y la autoridad correspondiente, y el Estado material e institucional, que es una serie interconectada de edificios, burocracias, rutas de correos y otras cosas materiales cotidianas: “El aparato del Estado se manifiesta como un actor social multifacético y complejo, en el sentido de que sus diversas unidades y arenas de decisión y acción expresan una presencia difusa y, a veces, ambigua en la red de relaciones sociales”.9 Me inquieta particularmente la tercera de las cuatro etapas de investigación propuestas por Oszlak, que documenta el grado en el cual el Estado desarrolla las instituciones públicas con “(a) una reconocida capacidad de extraer, con regularidad [,] recursos de la sociedad; (b) un cierto grado de profesionalización de sus funcionarios; y (c) un control centralizado en cierta medida sobre sus múltiples actividades”.10

Los historiadores tienden a asumir al Estado como un elemento que solo debe tenerse en cuenta como un eje analítico de un tema más amplio, algo que debe tratarse antes de pasar a otros asuntos, comúnmente relacionados con la cultura política.11 Durante varias décadas, los análisis que han enfatizado el trabajo, las especificidades de clase social y varias versiones de la teoría de la dependencia han cedido terreno intelectual a los análisis del discurso y de la identidad, y las contribuciones populares a la política, la formación nacional y la cultura política. Aunque este viraje ha producido una rica comprensión de Latinoamérica como un lugar que tiene una historia política dinámica, no ha aportado una apreciación equilibrada sobre el Estado como un actor histórico ni sobre su construcción como una fuerza histórica.12

El enfoque sobre el Estado, incluso sobre uno aún inacabado, permite adquirir una mirada refrescante sobre la república temprana de Colombia. Más específicamente, la política fiscal, comúnmente analizada en términos de su historia económica, proporciona una rica fuente para observar el contacto entre el Estado institucional y la sociedad.13 Así, la realidad material de la sal y la institución que se desarrolló en torno del monopolio de la misma brindan una base concreta para una discusión que, de otra manera, sería excesivamente teórica.14 Por ejemplo, el Estado colombiano desplegaba notables continuidades pese a las numerosas fluctuaciones políticas. Esta continuidad se hacía manifiesta con mayor claridad a través de la presencia material del Estado institucional dedicado a administrar el monopolio de la sal. La conceptualización de la construcción del Estado como un proceso institucional, que se lleva a cabo mientras se elabora el trazado de su presencia material, proporciona una metodología para moldear de nuevo al Estado como una fuerza histórica importante durante el siglo XIX en Hispanoamérica.15

La competencia entre los agentes estatales y otros actores era una realidad cotidiana centrada en las recompensas económicas tangibles. Esta competencia tenía lugar en espacios cuidadosamente demarcados y definidos por el Estado institucional como elementos vitales de su infraestructura. Tan pronto las élites se dieron cuenta de que los actores subordinados aprovechaban los nuevos espacios y discursos políticos para promover sus propios intereses, el Ministerio descubrió que los espacios institucionales del monopolio de la sal –los lugares de producción, venta y transporte– se habían transformado en escenarios de resistencia popular. Al igual que en el escenario político, era más fácil definir un espacio que controlar lo que allí sucedía. Pero estos momentos de confrontación demuestran con mayor claridad la utilidad de evitar la catalogación de éxito o de fracaso cuando se trata de la construcción del Estado, pues revelan los diversos roles estatales como una entidad en donde se entreveran el ejercicio del poder y sus instituciones. De esta manera, aunque la bifurcación que propone Oszlak en términos de un Estado abstracto y uno material sea una herramienta útil para el análisis, esta distinción no opera en la vida real. En la experiencia de las personas que vivían en La Salina, el Estado institucional no era una abstracción, sino una práctica diaria. La cuestión de la legitimidad del Estado, tan proclive al análisis teórico en la academia, era un asunto de beneficios y de precios que los compradores pagaban por la sal.

La sal y el Estado colombiano

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