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Boyacá y Colombia
ОглавлениеEl papel del Estado en Colombia debe analizarse a partir del contexto más amplio de la literatura sobre el siglo XIX referida a los partidos políticos, las guerras civiles, el regionalismo y, más recientemente, la etnicidad.16 En términos de un evento histórico particular que definiría el siglo, como sucedió con el gobierno de Juan Manuel de Rosas en Argentina o la Revolución mexicana, la incipiente República de Colombia se definía por el regionalismo fruto de su topografía fragmentada, constituyéndose en un factor que desafiaba la construcción del Estado y la conceptualización académica sobre su formación.17
Sin embargo, el énfasis sobre los monopolios fiscales proporciona un método para delimitar el alcance del Estado institucional. La burocracia ministerial era un archipiélago diseminado a lo largo del desafiante territorio colombiano, constituido en juntas regionales, oficinas, contratistas, subcontratistas y centros de acopio unidos de manera precaria por rutas de correo y caminos de herradura.18 La red que unía las partes de este archipiélago estaba diseñada para pasar instrucciones desde el centro a la periferia, mientras llevaba información y registros en la otra dirección; estas islas de la burocracia estatal también eran supuestos puntos a través de los cuales el Estado irradiaba su autoridad y control. Sin embargo, en la práctica, estas islas recurrentemente se convertían en puntos focales que desafiaban la autoridad estatal.
La Salina era un lugar como el descrito arriba, y la correspondencia constante que escribían los empleados de la Hacienda permite documentar dos dinámicas importantes. En primer lugar, los beneficios de la renta de la sal debían estimular la actividad comercial, pero el monopolio exigía que se ejerciera un control estatal sobre la mayor cantidad de recursos locales posible y de una manera tan agresivamente antiliberal, que terminaba limitando los mercados.19 En segundo lugar, las élites, bien fueran críticos o empleados ministeriales, buscaban promover simultáneamente el progreso, tanto moral como económico, de manera combinada. En La Salina, estas dinámicas se entrelazaban comúnmente, lo que aumentaba las espectativas y las frustaciones.
Esta historia habría sobresalido en cualquier región, pero el hecho de que hubiera tenido como escenario a Boyacá, una de las regiones colombianas más pobladas, le da aún más relevancia. La historiografía boyacense no se ha desarrollado mucho, siendo este un factor que debe tenerse en cuenta cuando se intenta avanzar sobre el análisis de la heterogeneidad interna de Boyacá y el papel que desempeña en la política nacional. Pese a que la Universidad Pedagógica y Tecnológica de Tunja ha publicado estudios regionales bien documentados e investigados, la mayoría basados en las fuentes del Archivo Regional de Boyacá, aún se requiere trabajo para que la historiografía boyacense equipare los niveles que existen en otras regiones.20 A menudo, Boyacá es retratada como una región que recibió la historia en lugar de generarla, en un marcado contraste con Antioquia, Cauca, Santander o el Caribe, pero su tamaño en sí mismo implica que nunca pueda estar ausente por completo de otros asuntos nacionales (tabla 1). Una aproximación a La Salina ilumina la historia de Boyacá, y una aproximación a Boyacá ilumina la historia de Colombia en su totalidad.
Tabla 1. Población en departamentos seleccionados y en Colombia, 1810-1905
Fuente: Jorge Orlando Melo, “La evolución económica de Colombia, 1830-1930”, en Manual de historia de Colombia, 4.a ed., ed. Jaime Jaramillo Uribe, 3 vols. (Bogotá: Tercer Mundo, 1992), 2:138.
Nota: esta tabla no incluye a Bolivar, Tolima, Magdalena o Panamá, la cual se separó de Colombia en 1905.
En este sentido, este trabajo es un intento por incorporar la historiografía regional de Boyacá a la historia nacional. Como sucede con otras regiones, Boyacá era una amalgama de microrregiones y las ideas sobre la identidad regional fueron una construcción social. Desde una perspectiva nacional, con frecuencia Boyacá quedaba agrupada con Cundinamarca y Santander como la cordillera Oriental.21 Durante el siglo XIX, algunas veces Boyacá formaba pareja con Santander como “el Norte”.22 Aunque las tres provincias compartían un número de tratados y se vinculaban entre sí por el comercio interregional, al ser examinadas de cerca, la noción de que la cordillera Oriental conformaba una única región pierde gran parte de su significado, al igual que la idea de que Boyacá en sí misma era internamente homogénea.23
Además de la complejidad de estos asuntos, las fronteras políticas de la región fueron alteradas varias veces durante el siglo XIX. Después de la Independencia, el área era la provincia de Tunja. A mediados del siglo, en la medida en que proliferaron una serie de provincias más pequeñas, Boyacá estaba compuesta por la provincia de Tunja y por la provincia de Tundama. En 1857, el Estado de Boyacá se conformó a partir de la unificación de Tunja, Tundama, Casanare, y los cantones de Chiquinquirá y Moniquirá, a partir de la antigua provincia de Vélez (figura 2).24 A lo largo de este trabajo se usarán las designaciones de Boyacá y Tundama.
FIGURA 2. La cordillera Oriental hasta 1856
Fuente: elaboración propia.
A una altitud de 1500 metros por encima del nivel del mar, La Salina estaba ubicada más abajo que la mayoría de las poblaciones boyacenses, que se concentran entre los 1900 y los 3000 metros. Hoy se ubica justo en la frontera entre Boyacá y Casanare. Durante los años en que se realizó este estudio, estaba asentada en Boyacá, mientras que en la actualidad está en una pequeña porción de Casanare acuñada entre Boyacá y Arauca. Situada en el límite de lo que era entonces una frontera abierta, La Salina y su historia recibían la influencia de la proximidad de Casanare, particularmente de la ganadería, y la promesa perenne de los llanos como un lugar de naturaleza y de personas indómitas. Para los arquitectos principiantes de la Hacienda, Casanare resultaba de la unión entre la enfermedad y un desierto indómito que no valía la pena dominar bajo la eterna promesa de una naturaleza pródiga. Con el mismo nivel de importancia, el comercio y la política unían a La Salina con la cordillera, los cantones y los distritos de Santa Rosa, Sogamoso, El Cocuy y Soatá, que conformaban Tundama, y Santander, creado en 1857 a partir de la unificación de Socorro, Soto, Pamplona, García Rovira y algunas partes de Vélez.25 El comercio de la sal estableció conexiones directas entre La Salina y algunas partes de Santander, específicamente García Rovira, que era un abastecedor clave. Adicionalmente, los vínculos institucionales conectaban La Salina con Tunja y Bogotá.
El resultado fue una historia definida, en parte, por las intersecciones complejas y por las fuerzas contradictorias de estas tres orientaciones: la local, la regional y la nacional. Al reconocerse estas tres dimensiones, se corrige la tendencia de ver a Tunja y sus alrededores como representativos de la totalidad de Boyacá.26 En la academia, en la literatura y en la cultura popular, el Boyacá monolítico es retratado como la cuna de un campesinado que, aunque era pasivo en términos generales, se volvía violento cuando recibía provocaciones –una proeza que solo el clero conservador de la región podía lograr–.27 Aunque existieran algunas bases que sustentaban este estereotipo, fusionar a Tunja y sus alrededores con la totalidad de Boyacá opacaba la realidad de la diversidad interna y de la rivalidad intraprovincial. Este análisis homogeneizante de Boyacá encajaba con la visión de que la totalidad de esta región había alcanzado su cúspide en el siglo XVII, para luego comenzar un declive de 400 años.28
Esta concepción tiene una larga estirpe. Germán Colmenares inicia su análisis sobre la Tunja colonial explicando el grado de dificultad que supone transmitir la importancia y el esplendor de la ciudad en sus primeros años.29 El viajero francés Gaspard-Théodore Mollien visitó la ciudad y en su recuento, realizado en 1823, planteaba que esta gloria se había desvanecido hacía tiempo:
Tunja, antes de que llegaran a estas regiones los conquistadores españoles, era ya una ciudad muy principal, tan importante en Cundinamarca como Cuzco, en el Perú […]. Hoy no es más que una ciudad muerta. Tunja carece de atractivos; no hay gente, no goza de Buena temperatura, no tiene aguas abundantes y buenas; en una palabra, allí no hay nada de nada.30
Algunas décadas después, Manuel Ancízar compartió una afirmación más elaborada, aunque igualmente pesimista: “¿Qué le ha quedado, pues, a Tunja, ciudad sin artes, sin agricultura, sin comercio propiamente dichos?”. Luego elaboraba esta miraba:
Tunja es para el granadino un objeto de respeto, monumento de la conquista y sus consecuencias, que es la edad media de nuestro pais, y una especie de osario de las antiguas ideas de Castilla esculpidas y conmemoradas en las lápidas de complicados blasones puestas sobre las portadas de las casas, o viviendo todavia dentro de los conventos, es decir, fuera del siglo y extrañas a todo comercio humano con el cual ha cesado de armonizar: mansión de hidalgos a quienes la revolución republicana cogió de improviso, y la aplaudieron sin echar de ver que les traía el final politico de los privilegios y el término social de las ejecutorias.31
En sus Memorias de 1831, José Ignacio de Márquez escribió en términos generales acerca de los perjuicios económicos generados por las importaciones baratas de textiles, y daba el ejemplo de la ruina de la cordillera Oriental:
En efecto, esta esecsiva libertad ha hecho bajar considerablemente el precio de aquellos jeneros, y los nuestros no han podido competir con ellos. Así es que no tienen espendio, y los pueblos se han visto en la dura necesidad de abandonar sus fábricas, de donde ha resultado igualmente la baratía, ó mas bien el casi ningun consumo de las materias primeras con perjuicio de la agricultura, y de la cria de Ganado lanar. Si hay algunos que duda de esta verdad no tiene mas que recorrer las industriosas provincias del Soccoro, Tunja, Bogotá y Pamplona, ántes bastante productoras y hoy abandonadas y pobres.32
En 1830, el intendente de Tunja se refería a la situación y presentaba un ambicioso plan para revitalizar la manufactura. También citaba la ausencia de industria en torno a Tunja, señalaba que el único vínculo económico estaba ligado a la agricultura o al papel de la ciudad como capital y mencionaba, particularmente, los salarios que les pagaban a los funcionarios del Gobierno. Él proponía que este apoyara el establecimiento de una fábrica que produjera ropa de lana, para estimular la manufactura, la crianza de ovejas y otras mercancías.33 Soban no recibió ningún apoyo para su propuesta.
La principal actividad de la región era la agricultura, sobre todo aquella dedicada a los cultivos de consumo local, aunque también había algo de cría de animales. Adicionalmente, el ganado de Casanare era llevado a Bogotá, en donde era engordado después del arduo viaje desde los llanos, y se lo preparaba para su eventual consumo en Santander o Cundinamarca. La sal era un elemento clave en esa industria. En un estudio sobre la industria boyacense, Agustín Codazzi mencionaba la producción de calzado, sombreros, miel, cera, productos de caña de azúcar (sobre todo aguardiente) en las áreas de altitud baja, cerámicas –incluidos los azulejos–, madera preparada y objetos de metal que eran producidos por unas pocas docenas de herreros.34 Su optimismo sobre las posibilidades de la economía regional no le impidió hacer descripciones con toda franqueza, como la afirmación de que en cuanto a las “manufacturas” de Miraflores, en el Valle de Tenza, “propiamente hablando no las hay. Todo en este cantón está por crear. Apenas tejen cien piezas anuales de lienzo de algodón, exportando la mitad, que representa un valor de 300 pesos”.35
La Salina, en el cantón de El Cocuy, se destacaba. Un impuesto especial sobre la riqueza individual, establecido en 1821, pero solo cobrado en Boyacá hasta 1823, es un punto de referencia para comparar la economía de El Cocuy con el resto de Boyacá. Por cantón, Sogamoso tenía el promedio más alto de pago en la contribución, seguido de El Cocuy, Santa Rosa y Garagoa, con Soatá y Tenza cayendo por debajo de la tasa provincial (tabla 2).36
Tabla 2. Contribuciones especiales de 1823
Fuente: los valores poblacionales en esta y en las tablas siguientes provienen del censo de 1835.
Nota: la legislación fue aprobada en 1821, pero los cobros tuvieron lugar solo en 1823.
a Las cifras de la población solo incluyen los distritos que estaban reportados en la recaudación de impuestos, no la totalidad de la población de Boyacá.
b En pesos.
c Por individuo, en pesos y en reales.
Un análisis por distrito realizado en 1845 agrega información a este perfil sobre el trabajo en cada cantón. Los Cantones del Centro, Santa Rosa, Sogamoso y Tenza, tenían crisis ocupacionales acordes a los centros comerciales y de producción artesanal (tabla 3).
Tabla 3. Profesiones por cantón en Boyacá en 1845
Fuente: AGN, SR, Gobernación de Tunja, leg. 30, fols, 469-568, octubre-noviembre de 1845; 88 respuestas al cuestionario titulado “Cuadro que manifiesta que prod. de la agricultura, ganaderia, industria, minas en el distrito de […]”.
El Cocuy era uno de los cantones en Tundama y sus zonas montañosas habitables estaban densamente pobladas (figura 3). Los pueblos de El Cocuy se ubicaban a más de 2000 metros por encima del nivel del mar, excepto Espino y La Salina, que estaban a 1994 y 1439 metros, respectivamente.37 Codazzi describía el clima en el cantón de El Cocuy como frío y sano y en muchas partes templado; aunque La Salina era más caliente por su menor altitud, se consideraba que, aun así, su clima era saludable. Las bases económicas de El Cocuy eran los cultivos típicos de la zona de montaña: papas, maíz y fríjoles. En los municipios de El Cocuy, Chita, Güicán y Chiscas, abundaban las ovejas y las cabras. La industria local incluía la producción en pequeña escala de textiles y dos forjas. El cantón comerciaba con sus vecinos, los indígenas tunebo del oriente de Boyacá y Santander, y con la distante Bogotá. Se traían los productos manufacturados de Santander o de Bogotá, los productos agrícolas de los climas más calientes y el ganado de Casanare. El trigo, los textiles artesanales y la sal también se exportaban. Nada de esto era indicio de una economía fuerte, pero Codazzi era optimista sobre el futuro del cantón.
Manuel Ancízar, quien viajó con la Comisión Corográfica, también era optimista sobre El Cocuy como parte de Tundama, un área madura con un potencial de “163 000 habitantes, de los cuales el mayor número es de blancos y bien conformados, y el resto de indios pacientes, vigorosos, en quienes la rutina parece hacer los oficios del alma, y la humildad ser el compendio de todas sus virtudes”.38 Ancízar, incluso, se refería con optimismo a Chita, pueblo vecino de La Salina y del cual se desprende su nombre oficial, y que varias veces a lo largo del siglo fue descrito como “problemático”. Sus alabanzas, sin embargo, las hacía en los términos raciales de la época:
El distrito entero cuenta poco más de 7900 vecinos blancos, robustos y firmes de mejillas firmemente iluminadas, consagrados a la agricultura en pequeño y a la cría de ovejas, que suministran la excelente lana de que los naturales fabrican bayetas y ruanas muy durables y de buen tejido. El pueblo, como todos los antiguos que fueron de indios se resiente de su origen, y lo demuestra en el desarreglo de las calles y pésima disposición de las casas; pero en cambio las gentes son de índole sana y trato sencillo, virtudes que, unidas al amor al trabajo, constituyen una población moralmente inmejorable, aunque ajena a las superficialidades de la ponderada cultura de otras naciones.39
En este sentido, El Cocuy se asemejaba a los cantones de Santander y tenía un potencial similar. Sin embargo, tal desarrollo se sustentaba en un futuro cada vez más lejano. De hecho, durante todo el siglo XIX la producción de sal de La Salina fue la industria más importante del cantón. En este mundo pauperizado, lleno de promesas y decepciones, se desarrolló la historia de la sal y del Estado.
Figura 3. Cocuy: Mapa del cantón, 1825
Fuente: Mapas y planos, Mapoteca n.o 4, ref. 94 A.