Читать книгу Madurez escolar - Mabel Condemarín - Страница 14
2.1.1Hallazgos empíricos
ОглавлениеEl estudio efectuado en Francia por Leroy Boussion en la década de los 70 (1971) constituye un llamado de alerta para los padres y educadores que inician precozmente en el aprendizaje escolar a los niños considerados como brillantes. El estudio comparó a niños de C.I. 120-140 que habían empezado a leer a los cinco años, con otros de igual inteligencia que habían iniciado su escolaridad a los seis años. A partir de este estudio concluyó que los niños adelantados de curso por el hecho de ser lectores, presentan menor resistencia a la fatiga, menor capacidad de atención y, sobre todo, una mayor lentitud en la escritura manuscrita que sus compañeros de igual C.I., pero con más edad cronológica.
Lo anterior debe ser tomado en consideración al momento de decidir la entrada del niño a la escuela básica, especialmente en los casos en que cumple años en fechas muy cercanas a los límites de corte establecidos para el ingreso. En esos casos, la discusión es si adelantar el ingreso (a veces se trata solo de días) y que el niño sea el menor de su curso, o esperar al año siguiente, en que el niño pertenecerá al grupo de los mayores. El deseo de los padres de adelantar el ingreso se asocia generalmente a niños aventajados en rendimiento en relación a sus pares del Jardín. Sin embargo, el hecho de adelantar el ingreso, por lo general unos meses, afecta no solamente el primer año, sino que los efectos continúan durante los años siguientes, y en especial, durante la pubertad y la adolescencia, cuando las características dependientes de la maduración constituyen signos de status en los grupos y ayudan a consolidar la autoestima en relación, por ejemplo, a su físico.
Durante el primer año puede ocurrir que el niño incluso supere a sus compañeros en una serie de aprendizajes, no obstante, es muy difícil que destaque en otras áreas significativas de su desempeño escolar, tales como deportes, liderazgo o su capacidad de integrarse a los grupos. Más aún, nada garantiza que su buen rendimiento se mantenga a lo largo del ciclo básico. El postergar el ingreso a la enseñanza básica por los motivos señalados, no debe limitar las oportunidades de desarrollo cognitivo, o de continuar aprendizajes en niños de C.I. alto en el jardín infantil (Nilo, 1953).
Dentro de los variados diseños metodológicos utilizados para determinar la edad en que el niño está preparado intelectual y emocionalmente para ingresar al sistema escolar formal, destaca el realizado por D. Stipek (2009). Se compararon niños de la misma edad (con meses de diferencia) y del mismo curso. Los resultados no reportan diferencias importantes entre niños que ingresan a la escuela apenas cumplen la edad y aquellos que retrasan su ingreso (por diversas razones). En cuanto a las diferencias atribuibles a la edad, se aprecian diferencias a favor de los niños mayores en los primeros años, las que van disminuyendo para finalmente desaparecer al finalizar la enseñanza básica. Incluso en los primeros años, aun cuando se aprecien diferencias, estas no son significativas. Por otra parte, aceptando que el desarrollo intelectual de un niño pudiera ser superior al de otros niños de su edad, ello no valida la opción de adelantarlo de curso, ya que nada garantiza igual desarrollo emocional y social y nada justifica entonces el estrés de incluirlo en un curso de niños mayores que él. Adicionalmente, el citado estudio concluye que otros factores, por ejemplo, el impacto del factor socioeconómico, resultó 13 veces superior al de la edad (Cahan et al., en Stipek, 2009).
Un estudio realizado en British Columbia, Canadá, por Morrow y cols (2012) en una muestra en 481.241 niños cuyas edades fluctuaban entre los seis y doce años, mostró que tenían significativamente más riesgos de ser diagnosticados y tratados por Síndrome por Déficit Atencional aquellos niños que eran los más pequeños de su curso, que los que eran mayores. Esto apunta a la importancia de los factores emocionales, en la mayoría de los casos dependientes de la maduración, por sobre el factor intelectual por sí solo en el rendimiento. Esto viene según los autores, a ratificar el efecto de la edad en los aprendizajes y en el desempeño escolar, y a desincentivar los intentos de adelantar la edad de inicio de los aprendizajes formales.
El desarrollo psicológico se caracteriza por ser un proceso continuo de acceso a sucesivos niveles de complejidad en las habilidades psicológicas y emocionales, sin un corte en la evolución alrededor de los seis años que coincida con el ingreso del niño al primer año. No se trata de un proceso continuo y sincrónico de maduración de funciones, por lo tanto al momento del ingreso a la escolaridad básica, puede exhibir distintos logros del desarrollo en relación a sus competencias y capacidades para enfrentar ese desafío (Bravo, 2003).
En síntesis, sin que haya acuerdo absoluto entre los investigadores, la evidencia apunta a que alrededor de los seis años, la edad por sí sola no constituiría un factor predictivo significativo para el éxito académico.