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María Dolores Pita Lisaraque - Maruxa Pita

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Los niños no necesitan limosna, sino educación

“No estamos aquí para honrar a ninguna persona en particular, sino a la Fundación Makabata, con sus miembros, maestros, estudiantes, benefactores y amigos. Ellos son los auténticos premiados, y en su nombre acepto humildemente, con gran honor y privilegio, este galardón” Palabras de Maruxa al recibir el premio Beata Teresa de Calcuta.

María Dolores Pita Lissarraque – Maruxa Pita, nació un 18 de marzo de 1930 en Madrid, según dice ella “por casualidad “, pues realmente se siente hija de su Betanzos familiar. Sin embargo no fue ni en Madrid ni en Betanzos donde se desarrolló la vida de esta gran filántropa sino en las Islas Filipinas. Aquella “galleguiña” criada en la villa de las rías altas gallegas que siglos ha fundó el caudillo celta Breogán, cambió el impoluto río Mandeo de aguas heladas por el inquietantemente mugriento y caldoso río Pasig, arteria de Manila. Los cocoteros, las jacarandas, las palmeras y el árbol del balete donde viven los duendes vinieron a sustituir los matorrales de toxo, los helechos gigantes y los bosques de pinos y eucaliptos, morada de las meigas. Maruxa pasó de celebrar cada verano las fiestas brigantinas protagonizadas desde el s. XIX por el globo aerostato de papel más grande del mundo que sobrevuela los cielos de Betanzos, a observar asombrada los festivales de Flores de Mayo cuando en cada barangay (barrio) los niños se visten con sus mejores galas para participar en las procesiones florales que tienen lugar diariamente en honor a la virgen durante el mes de mayo. A la jugosa y famosa tortilla de Betanzos que la familia de Angelita Rivera Baliño, en La Casilla, viene cocinando desde 1910, le sustituyeron el plato de pancit (que otorga larga vida), el adobo de cerdo y pollo, y por supuesto, el arroz. Aunque de cuando en cuando Maruxa se iba al legendario restaurante de La Rioja donde Jesús Armas, su dueño, oriundo de dicha región, logró durante décadas reunir a los españoles asentados en Manila, que se sentían como en su casa, y que podían charlar de todo un poco, bebiendo una cañita San Miguel para acompañar los camarones al ajillo, la paella a lo filipino, o el cochinillo asado, allí llamado lechón kawali. Si Maruxa aparecía por el bar con su carita pícara, era la alegría de los allí presentes, ávidos de su conversación y de noticias.

Maruxa, con apenas 17 años y siguiendo los pasos de su hermana mayor Chita, se unió a la Institución Teresiana, fundada por el Padre Pedro Poveda. Terminó la carrera de Ciencias Exactas con excelentes calificaciones en la Universidad Complutense de Madrid y en 1959 llegó a Filipinas para ayudar a establecer el Colegio Institución Teresiana, conocida como Facultad San Pedro Poveda, en la ciudad de Quezón, Metrópolis de Manila, donde impartía clases de matemáticas. Y allí comenzó la labor que vendría a ocuparle el resto de sus días, dedicada a los demás, tanto que se la conoce como “la Madre Teresa de Filipinas”.

Pequeñita, con una sonrisa guasona, Maruxa es una auténtica institución en el archipiélago. Ir con ella paseando por Manila conlleva tener a un montón de críos detrás para los que ella siempre tiene una donación, un regalo, y por supuesto un mimo o su inequívoca sonrisa cargada de ternura y también de ironía. “Cuando voy en el coche y los niños llaman por la ventanilla les doy galletas, pero en realidad lo que necesitan es ir al colegio” aseveraba con un gesto tristón e incluso de enfado. Esto era su obsesión. Día y noche le daba vueltas a como poner su granito de arena en ayudar a que los niños “condenados” a la calle tuvieran la oportunidad, el derecho, de recibir una educación que les permitiera llevar una vida digna. Y lo logró con su fundación Makataba.

De sus inicios como directora de la Facultad San Pedro de Poveda, pasó a enseñar castellano en la Universidad de Santo Tomás, para más tarde desempeñar las funciones de Directora del Centro Cultural Español, donde organizó todas las áreas de enseñanza, incluida la elección de los profesores en castellano, hasta que el Instituto Cervantes se instaló en Manila, el primero de esta institución en Asia, y donde permaneció como Jefe Académico del Centro. En 1995 Maruxa realizó un exhaustivo estudio sobre el desarrollo de la lengua española en Filipinas que desde que se eliminó como idioma oficial en 1973 y como asignatura obligatoria en 1987, había perdido su auge, siendo sustituido por el inglés, con algunas palabras españolas, que dio como resultado la forma cotidiana del hablar en Manila, el spantaglish: “Today´ Huewes´(jueves) we will eat ´lumpiang´en un platito de ¨kulay´(color) asul. Hay que recalcar que el español nunca fue lengua que sustituyera a las vernáculas de Filipinas. Declarada oficial de 1565 hasta 1987 se mezcló con las oriundas sobre todo en Mindanao de donde brotó el encantador y musical “chabacano”.

Maruxa luchó sin tregua por rescatar la lengua española en las islas. En su estudio de 1995 constató que había setenta centros de enseñanza superior que impartían el español. La institución rindió un tributo a la incansable y excelente profesora, honrando su trabajo sobre la expansión del idioma castellano en Filipinas y su dedicación y compromiso para ayudar y educar a los niños de escasos recursos con su Fundación Makabata School que Maruxa levantó en 1995 en el desfavorecido barrio de Pasig.

En la prensa filipina se escribía sobre María Dolores Pita, más conocida como “Teacher Maruxa Pita” cuando a la edad de ochenta y un años decide cumplir su sueño y crea la Fundación-Colegio Makabata dedicada a esos niños de la calle para los que siempre tuvo una palabra cariñosa, una sonrisa, unos pesos. Teacher Maruxa fundó, organizó y dirigió este colegio sin ánimo de lucro, dedicado a la enseñanza de todos aquellos a los que ella pudiera acoger.

Makabata es un proyecto solidario cuyo primer objetivo pasa por proporcionar los derechos mínimos a los pequeños de los “barangays” (barrios en tagalog. “Cada despertar, estos niños de la calle solo piensan en sobrevivir un día más. Son tan pobres que no tienen techo, ni cama, ni comida. Solo tienen miedo, y el mejor amigo de la pobreza, es la ignorancia. Esos niños viven en chabolas, sin ventanas, respirando un aire más que contaminado” afirma Maruxa.

La Fundación Makabata, se mantiene gracias a las donaciones conseguidas por esta luchadora. Los primeros estudiantes fueron pequeños vendedores callejeros de la aromática flor llamada “sampaguita” que esperan a los semáforos en rojo y ofrecen el collar floral a los conductores que lo cuelgan del espejo retrovisor, y de aquellos otros que venden boletos de lotería en EDSA –Ortigas, arteria principal de la gigantesca metrópolis de Manila con más de dieciséis millones de habitantes. Niños nacidos y crecidos en el llamado “Floodway”. Una comunidad paupérrima establecida a orillas del río Pasig que se inunda anualmente en cuanto llegan las lluvias. Siempre positiva se aseguraba de que sus alumnos pertenecieran a las clases más desfavorecidas de la ciudad.

Lecciones básicas de aritmética, lectura, escritura y catecismo fueron las genuinas enseñanzas, seguidas de una comida caliente.

El grado de enseñanza de Makabata es comparable al de cualquier institución privada de Metro Manila. El Departamento de Educación les visita paulatinamente y en su libro de huéspedes escribieron tras realizar una de estas visitas “Makabata es un paraíso para los niños de la calle”

Cada año Makabata coloca anuncios en las zonas desfavorecidas para el enrolamiento de nuevos estudiantes que no necesitan pasar ningún tipo de examen de acceso, solo rellenar un formulario informativo. Antes de admitir a los nuevos estudiantes, los profesores visitan sus casas para estar al tanto de las necesidades más urgentes de aquellos que apelan por entrar en Makabata que ya cuenta con varios graduados en educación superior. Maruxa comentó orgullosa: ” Algunos de los graduados siguen proyectos vocacionales mientras otros están en la Universidad haciendo carreras de Educación, Informática o Empresariales”

Cuando Maruxa cumplió ochenta y tres años muchos de sus antiguos alumnos de Poveda organizaron una merienda en la que también se contempló la recolecta de fondos para la Fundación Makabata y culminó con una gigantesca tarta de chocolate, la preferida de Maruxa, que sopló las velas acompañada del amor y admiración de muchos de aquellos jóvenes para los que había significado mucho y que nunca la olvidarían.

Maruxa ha sido siempre un pilar no solo para la fundación Makabata o en el Instituto Cervantes de Manila, sino en todo lo que se relacionara con el círculo español en Filipinas. Todo el mundo la conoce y la quiere. Difícil es no querer a esta mujer que posee una inteligencia y conocimientos fuera de serie, un corazón enorme y que también es divertida y amena. Su dialéctica está llena de contenido, dominando el “arte de la conversación”. Ni que decir tiene que el sentido del humor es otro de sus rasgos significativos. De hecho cuando recibió el premio Beata Teresa de Calcuta con el que la AY Fundation y la Junio Chamber International de Manila quisieron reconocer sus cincuenta años de compromiso, generosidad con los filipinos más desfavorecidos, celebrado en el Auditorio Carlos P. Rómulo de Makati. Allí, el entonces embajador destinado en Filipinas, Jorge Domeqc Fernández, al felicitarle, le recordó que “La Embajada Española en Filipinas sería siempre su hogar” Maruxa recibió un millón de pesos con el galardón: medio para ella y otro medio para la Fundación Makabata, a lo que la filántropa alegó que por supuesto la cantidad al completo iría destinada a Makabata.

Los más de cincuenta años de vida que Maruxa ha entregado a Filipinas han dado para infinidad de anécdotas, amigos, satisfacciones y también penurias al ser testigo de primera mano de mucha desolación. Entre la cantidad de vivencias por las que ella ha pasado en sus queridas islas, está la de uno de los muchos golpes de estado del país que la pilló en el Hotel Intercontinental de Makati,Centro de negocios de Manila, tomado por los militares rebeldes al mando de el general Gregorio Honasan (Gringo), y del que no pudieron salir hasta que se sofocó el levantamiento con la detención del apodado “guapo”, Gringo. Los profesores españoles José Antonio Matilla, profesor de la Escuela de Idiomas de Barcelona, Fuencisla Velasco, directora de los cursos de lengua española del Instituto Español de Paris, y Pedro Peira Catedrático de Filología de la Universidad Complutense de Madrid, habían llegado a Manila a finales de Noviembre de 1989 para examinar a los primeros veintinueve alumnos que aspiraban al diploma español, título recién creado por el Ministerio de Educación y Ciencia. Todo iba con normalidad, se alojaron en el Hotel Intercontinental en Makati. Solo cuando volvieron al hotel ya al anochecer, que en Filipinas tiene lugar a las seis de la tarde, acompañados por Maruxa, entonces directora del Centro Cultural Español, las cosas habían cambiado. El hotel estaba tomado por los militares rebeldes al mando de “Gringo” y los cuatro, incluida Maruxa Pita, quedaron confinados allí. Maruxa les había anunciado por la mañana: “Hay un golpe, pero no os preocupéis” con ese relajo relativo de quien ya está acostumbrado a todo ese tipo de avatares. Cuando por fin pudieron salir, Maruxa relataba "Lo hicimos a primera hora después de que se nos anunciara que todos los clientes podíamos bajar al vestíbulo con las maletas. Todos nosotros y una joven francesa salimos y nos metimos en mi coche que estaba aparcado afuera desde el sábado. Agitando dos pañuelos blancos y un cierto susto pasamos las barreras militares y nos trasladamos a un hotel donde nos esperaba un diplomático español". Todo hay que decirlo y a pesar del golpe que fue sofocado en breve por el gobierno de Corazón Aquino, entonces Presidenta de Filipinas, pintadas de “Happy Christmas” en los tanques, carteles en los barrios tipo “No pase, estamos en guerra”, y esa eterna sonrisa hasta en los soldados que por cierto, calzaban chanclas, ratificaban el surrealista modus vivendi de los pinoys (filipinos). Como también ha sido testigo de numerosos momentos satisfactorios, celebraciones organizadas en Makabata y alegrías que le ha dado su querida Filipinas, entre ellas los muchos reconocimientos que ha obtenido a lo largo de su fructífera vida como el Premio Beata Teresa de Calcuta, el ser Dama de Isabel la Católica, la Medalla de Galicia y la del Merito Civil. En la residencia del embajador de España en Filipinas, en aquel entonces Luis Antonio Calvo, Maruxa recibió de manos de éste una placa conmemorativa y un libro que recopila la biografía de cien españoles viviendo fuera de España que se han acoplado y amado a su país adoptivo. Españoles escogidos como ejemplo y reconocimiento a su labor en un lugar foráneo, entre los que se encuentra Maruxa Pita. Pero quizás para ella el mayor de los galardones sea escuchar a aquellos pupilos que ayudó a crecer, a educar, hablando de ella como esta alumna de Poveda, Inés Reyes quien asegura: “La Directora Maruxa representa para nosotros, los alumnos de Poveda, lo mejor de España” Thank you Señora Maruxa!!!!

https://institucionteresiana.org/es/

Todos los caminos llevan a Filipinas

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