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Decía Gómez de la Serna en una de las greguerías que la B es el ama de cría del alfabeto, sin duda, por sus abultadas formas, pero es que también son abundantes las palabras que comienzan con ella, y lo serían muchas más si los romanos no hubiesen mantenido la distinción entre esa letra y la v, pese a que ya confundían los sonidos representados con ellas, que entre nosotros suenan del mismo modo (pese a que algunos ignorantes hipercultos se empeñen en pronunciarlas como en otras lenguas), por lo que para ciertos reformistas de la ortografía bastaría con una sola. Si conservamos las dos es por recuerdo del pasado, aunque también hay confusiones, pues se escriben con b algunas palabras que deberían haber llevado una v como sucede con basura, berza o bochorno. Con la letra b parece quererse representar el modo de hablar torpe, del que no lo hace bien por cualquier motivo, o para nombrar a aquellos a los que no se entiende bien o al lenguaje incomprensible, imitando con ella, con las formas en que se encuentra, el movimiento de los labios. Por ello están aquí voces como bable, balbucir, bárbaro o bobo. También se emplea en otras onomatopeyas, como la de lo que hace un ruido sordo, así las explosiones de las bombas, o la del agua que produce burbujas. A ellas habría que añadir alguna que hace referencia al aspecto exterior de lo nombrado, como la balanza o el besugo. En otras ocasiones son los lugares de procedencia de lo nombrado, o que le han dado nombre, los que hacen que las palabras comiencen con b, como baldaquín, bargueño, bauxita, berlina, bicoca, brabant o brabante y bujía, junto a las que hay que poner las que se parten de nombres propios de persona, como bártulos o bechamel, o de personajes literarios, como birria. Algunas de las voces que recogemos aquí tienen un origen que no deja de sorprender, como berrinche, bigote, biquini o boato.

baba La palabra baba, conocida de todos, es en la primera de las acepciones del diccionario de la Real Academia Española la ‘saliva espesa y abundante que fluye a veces de la boca del hombre y de algunos mamíferos’. Procede de una hipotética forma latina BABA, formación de carácter onomatopéyico del movimiento de los labios al hablar, ­especialmente del balbuceo de los niños que comienzan a pronunciar sus primeros sonidos. Fr. Diego de Guadix (1593) hacía proceder la voz del árabe: «baba, llaman en España y en Italia a una saliva que a los hombres muy descuidados y bobos se les corre y cae de la boca. De este mismo nombre, sin quitarle ni ponerle letra alguna, y en este mismo significado, usa la lengua arábiga, y de aquí componen a la castellana este verbo babear, y de aquí babas». Algo más acertado fue Sebastián de Covarrubias (1611): «baba, el humor pituitoso que suele salir de la boca a los niños y a los bobos, y a los descuidados o traspuestos y embebecidos en mirar o pensar alguna cosa la boca abierta. Y así pienso que baba se dijo de bobo, y bobo a bove […]. El niño llama al agua baba, porque le es fácil de pronunciar la b, enseñados especialmente de la madre, y lo mismo es papa por pan. Y es la razón porque la p y la b se pronuncian con solos los labios y son las más fáciles de proferir de todas. Púdose decir del verbo griego babazo, inarticulate loquor [hablar de manera inarticulada], porque los que tienen muchas babas no pronuncian bien las palabras ni las letras; sola la b, como tenemos dicho, les es fácil, y de allí creo se dijeron balbucientes. Los arábigos dicen que baba es propia voz suya. Babazas, todo aquello que se resuelve en un humor a manera de baba. Desbabar, echar babas».

bable El diccionario de la Academia define bable como el ‘dialecto de los asturianos’, y en la etimología dice que es voz onomatopéyica. Pero onomatopeya ¿de qué? Si acudimos a la opinión de Corominas y Pascual encontramos la explicación: «onomatopeya para indicar el habla confusa y balbuciente de las personas de lenguaje imperfecto», con la que se quiere remedar el movimiento de los labios de quien habla de una manera torpe o incomprensible. Sería, pues, una denominación despectiva de quienes no entendían ese modo de hablar, para ellos balbuciente y poco comprensible, algo rudo.

bacilo Es un tecnicismo de la biología para designar la ‘bacteria en forma de bastoncillo o filamento más o menos largo, recto o encorvado según las especies’, según la definición que figura en el diccionario de la Academia. Es precisamente su forma la que le dio el nombre, pues se formó a partir del latín BACILLUM, que significa ‘bastón o báculo pequeño’. Véase también el artículo bacteria.

bacteria Es un tecnicismo de la biología para designar al ‘microorganismo unicelular sin núcleo diferenciado, algunas de cuyas especies descomponen la materia orgánica, mientras que otras producen enfermedades’, tal como lo define el diccionario académico. Su nombre procede del griego baktería, que significa ‘báculo, bastón’, por la forma que tienen algunas de ellas. Véase también el artículo bacilo.

bailar Pese a las diferentes acepciones que tiene la voz bailar todos conocemos lo que significa el verbo, e interpretamos sin dificultad las acepciones que se derivan de la de ‘ejecutar movimientos acompasados con el cuerpo, brazos y pies’ como figura en primer lugar en el diccionario académico. La forma española bailar es una alteración del provenzal balar, seguramente por cruce con bailar en el sentido antiguo en nuestra lengua de ‘mecer, mover la cuna’ (que está en relación con el provenzal baila ‘ama’); balar procede del latín BAIULARE ‘llevar a cuestas, cargar’, que se originaría en el latín tardío BALLARE ‘bailar’. El sentido de ‘danzar’ aparece registrado en los primeros repertorios léxicos que tenemos. Sebastián de Covarrubias (1611) puso: «bailar, lo que en latín llamamos tripudiare, saltare, a verbo graeco ballizo, tripudio. Es frecuentativo de ballo, iacio, vibro, porque los que bailan se arrojan en alto con las cabriolas y se tuercen a un lado y a otro en las mudanzas. Algunos quieren sea hebreo […]».

bala La palabra bala aparece en el diccionario académico con el valor general de ‘proyectil de forma esférica o cilíndrico-ojival, generalmente de plomo o hierro’, y el específico del comercio de ‘fardo apretado de mercancías, y en especial de los que se transportan embarcados’, entre otros. En cualquier caso, nuestra voz procede del francés balle ‘pelota’, a través del catalán, cuyo origen es el fráncico *balla, también ‘pelota’. Así pues, los proyectiles tienen el nombre de bala porque originariamente eran esféricos, por más que con el transcurso de los siglos su forma haya cambiado. Igualmente, los fardos poseían esa forma esférica, más o menos regular. El término es antiguo en la lengua, y Sebastián de Covarrubias (1611) dijo: «bala, la pelota con que se cargan las piezas de artillería y los arcabuces. Del verbo griego ballo, iaceo, iaculor, por arrojarse con furia y violencia. En lengua italiana algunas veces significa bala el fardel de ropa muy apretada, de papel o libros, del mismo verbo, por la fuerza con que está puesto y arrojado uno a otro. Embalar, hacer estas balas».

balada Los aficionados a la música saben que una balada es una ‘canción de ritmo lento y de carácter popular, cuyo asunto es generalmente amoroso’, si seguimos el diccionario de la Academia, en el cual aparecen otras dos acepciones más, la segunda ‘composición poética provenzal dividida en estrofas de varia rima que terminan en un mismo verso a manera de estribillo’, y la tercera ‘composición poética de origen nórdico, en la que se narran con sencillez y melancolía sucesos legendarios o tradicionales’, que sirven para entender el significado de la palabra, al menos en su desarrollo histórico. Procede del provenzal balada ‘baile’, ‘poema que se baila’, derivado de balar ‘bailar’ (véase lo dicho en el artículo bailar).

baladí El adjetivo baladí significa ‘de poca importancia’, siendo la única acepción de uso general en la lengua, pues la otra que consigna el diccionario académico, ‘propio de la tierra o del país’, es calificada como anticuada. La voz procede del árabe hispánico baladí, que en el clásico es baladī, con el valor que la Academia marca como anticuado, derivado de bálad ‘tierra, provincia’. Quiere esto decir que de aplicarse a lo de la tierra, lo más cercano, pasó a designar a las cosas de poca importancia, intrascendentes, por el poco aprecio o estimación que se confiere a lo que tenemos más próximo. Así, Sebastián de Covarrubias (1611) escribió: «baladí, la cosa que está hecha a menos costa y de poca dura y provecho. Algunos quieren se haya dicho cuasi baldrí, de baldrés, cuero flojo y de poca dura. Otros de baldrana o badana, que casi es de la misma calidad. Y, según esto, será tomada la similitud del calzado de este ruin cuero, y extendiose a significar cualquier otra cosa en su género falsa, de poco valor y de poca dura. Algunos quieren decir es nombre arábigo, corrompido de beledi, que significa lo mismo. El padre Guadix dice que este nombre beledi vale tanto como ciudadano en arábigo, y los moros aldeanos le usurpan por toda cosa falsa y engañosa, porque yendo a comprar algo a la ciudad, como de ordinario son gente simple, los engañan, dándoles las cosas falsificadas».

balanza Una balanza es un ‘aparato que sirve para pesar’, según define la voz el diccionario de nuestra Academia. Procede de la forma del latín vulgar *BILANCIA, que en el clásico era BILANX, BILANCIS, compuesto de BI ‘dos’ y LANX, LANCIS ‘plato, platillo’. Esto es, se trataba de un instrumento para pesar que tenía dos platillos, en uno de los cuales se ponía aquello que se iba a pesar y en el otro las pesas. Cada uno de esos platillos pendía de un brazo, entre los cuales se encontraba un fiel que señalaba la exactitud del peso. Con el tiempo, la forma de la balanza ha ido cambiando, siendo su característica la de poseer los dos platillos, pues hay instrumentos que cumplen la misma función aunque de distinta manera, por lo que reciben otras denominaciones, como la de romana (con dos brazos muy desiguales, en el más corto de los cuales se cuelga lo que se va a pesar, y en el otro la pesa), báscula (con una plataforma o plato donde se pone lo que se va a pesar y un mecanismo con un muelle que señala el peso o con un contrapeso) o el general peso. Sebastián de Covarrubias (1611) explicó en qué consistía el instrumento: «balanza, este nombre está compuesto de bis, que vale en lengua latina adverbialmente ‘dos veces’, y lanx, lancis, el plato, y particularmente el que servía en los sacrificios. Y entre otras maneras de pesos tenemos una de dos platos distantes en fiel y en equilibrio: en el uno se echa lo que se ha de pesar y en el otro las pesas. Y por ser dos estos platos o lances, se dijeron bilances y balanzas, y porque no tienen constancia ni firmeza hasta igualar el peso de ambas, decimos andar uno en balanzas cuando está a peligro de descaecer de su estado, el cual no tiene firme ni seguro. Abalanzarse, arrojarse sin consideración a alguna cosa, como hacen las balanzas con desigual peso, subiendo la una y bajando la otra […]».

balbucear Véase balbucir.

balbuceo Véase balbucir.

balbucir Es ‘hablar o leer con pronunciación dificultosa, tarda y vacilante, trastocando a veces las letras o las sílabas’, procedente de la palabra latina BALBUTIRE, que venía a significar lo mismo. Se trata de una voz onomatopéyica de la pronunciación vacilante. A partir de balbucir se ha formado balbucear y su derivado balbuceo.

baldaquín o baldaquino Es, de acuerdo con el diccionario académico, la ‘especie de dosel o palio hecho de tela de seda’. Se llama así porque era la denominación de esa tela, que procedía de Baldac, nombre que se daba a Bagdad durante la Edad Media. Fr. Diego de Guadix (1593) buscaba una explicación más compleja: «baldaquino llaman en Italia al palio con que hacen autoricida reverencia y cubren al santísimo sacramento, papas y reyes en las procesiones. Consta de bal, que en arábigo significa ‘con el’, y de daq, que significa ‘delgado’ o ‘subtil’, así que todo junto, valdaq, significa ‘con el delgado’ o ‘con el sutil’; hace este sentido con el cendal o con el tafetán. Debieron de llamarle así aquel palio porque es, o debería ser, de tela delgada y de poco peso, para que con facilidad y sin mucha pesadumbre se pudiese llevar sobre aquellas varas, y aconchándolo a la latina o a la italiana lo dicen en este diminutivo, baldaquino, que significará ‘con el delgadillo’ o ‘con el sutilillo’, conviene a saber, con el palio delgadillo o con la tela delgadilla».

balón El balón es la ‘pelota grande, usada en juegos o con fines terapéuticos’, tal como la define la Academia en su diccionario. Para ella es un aumentativo desusado de bala, mientras que Corominas y Pascual la hacen proceder del italiano pallone, aumentativo de palla ‘pelota’. En este caso, el balón es una pelota grande según la formación italiana. Si nos atenemos a lo dicho por la Academia, se estaría tomando para el balón la imagen de las antiguas balas esféricas de piedra, las mayores, o de plomo o de hierro, las de armas de fuego pequeñas.

bancarrota La bancarrota es, entre otras cosas, la ‘quiebra comercial, y más comúnmente la completa o casi total que procede de falta grave, o la fraudulenta’. La voz procede del italiano bancarotta, esto es, banca rotta ‘banco quebrado’. La denominación se remonta a la época en que las transacciones comerciales, especialmente el cambio de moneda, se hacían en la lonja, o en cualquier otro lugar público. Quien llegaba a la situación en que no podía hacer frente a sus obligaciones financieras, o se demostraba que había actuado con falsedad o engaño en su cometido, el gremio lo desposeía del permiso para su actividad, y se rompía el asiento sobre el que trabajaba, en señal de cese de sus operaciones. Parece que los cambistas engañaban más de lo deseable a sus clientes, procedentes de otros lugares con otras monedas y que no siempre entendían las equivalencias que aquellos anotaban en números romanos sobre el banco o la mesa.

bárbaro En la primera de las acepciones del diccionario académico, bárbaro ‘se dice del individuo de cualquiera de los pueblos que desde el siglo V invadieron el Imperio romano y se fueron extendiendo por la mayor parte de Europa’. La voz procede del latín BARBĂRUS ‘extranjero’, que a su vez viene del griego bárbaros, con el mismo valor. Se trata de una onomatopeya del movimiento que hacen los labios al hablar, como otras voces recogidas en este libro, y que se aplica al lenguaje incomprensible, el hablado por los extranjeros o por los rústicos. Decía Sebastián de Covarrubias (1611): «bárbaro, este nombre fingieron los griegos de la grosera pronunciación de los extranjeros, que procurando hablar la lengua griega la estragaban, estropeándola con los labios, con el sonido de barbar, y la gala de la pronunciación consiste en ellos y en la lengua, y por eso la palabra labium significa el lenguaje [...]. De aquí nació el llamar bárbaros a todos los extranjeros de la Grecia, adonde residía la monarquía y el imperio. Después que se pasó a los romanos, también ellos llamaron a los demás bárbaros, fuera de los griegos. Finalmente, a todos los que hablan con tosquedad y grosería llamamos bárbaros, y a los que son ignorantes, sin letras, a los de malas costumbres y mal morigerados, a los esquivos que no admiten la comunicación de los demás hombres de razón, que viven sin ella llevados de sus apetitos, y finalmente los que son desapiadados y crueles».

baremo Un baremo es, en la primera acepción de las registradas en el diccionario académico, el ‘cuaderno o tabla de cuentas ajustadas’, y también el ‘cuadro gradual establecido convencionalmente para evaluar los méritos personales, la solvencia de empresas, etc., o los daños derivados de accidentes o enfermedades’. La voz procede del nombre del matemático francés François-Bertrand Barrême (1638-1703), uno de los fundadores de la contabilidad, a través de su forma francesa barème.

bargueño Define la Academia en su diccionario la palabra bargueño como ‘mueble de madera con muchos cajones pequeños y gavetas, adornado con labores de talla o de taracea, en parte dorados y en parte de colores vivos, al estilo de los que se construían en Bargas’. Bargas es un pueblo de la provincia de Toledo cuyos muebles de cajones y asas para transportarlos adquirieron gran fama, hasta el punto que se llamaron así, procediesen o no de la población.

barón Véase varón.

barquillo Los barquillos hacen las delicias de los niños, y también de los mayores. Se trata de una ‘hoja delgada de pasta hecha con harina sin levadura y, además, azúcar o miel y, por lo común, canela, la cual, en moldes calientes, hoy suele tomar forma de canuto, más ancho por uno de sus extremos que por el otro’, como define el término el diccionario académico. El origen de la voz es el que parece, un diminutivo de barco, por la forma convexa o de barco que se le daba. El nombre se mantiene aunque no sea esa la forma que pueda adoptar el barquillo, como la de canuto a que se refiere el DRAE. Sebastián de Covarrubias no incluyó la palabra en su Tesoro (1611), aunque la empleó en su interior: «oblea, es una hojarasca hecha de masa muy delgada. Y porque es en la forma y tamaño de las obladas se dijo oblea. Las medio torcidas llamaron barquillos. Las hechas en cañutos, por ir muy plegadas, se dijeron suplicaciones».

barriga La barriga, como bien se sabe, es el abdomen, especialmente el abultado. Dice la Academia en su diccionario que probablemente venga de barrica, ‘especie de tonel mediano que sirve para diferentes usos’ según la definición de ese repertorio, procedente del gascón barrique, cuyo origen es incierto, aunque Corominas y Pascual piensan que procede de una base latina *BARRICA, cuyo origen exacto –quizá galo– se desconoce. Sea como fuere, la forma barriga es genuinamente española, y responde a la evolución normal en nuestra lengua. Que se pasase a denominar el vientre abultado a partir del tonel responde a una comparación fácilmente comprensible, tanto por la forma externa como por la capacidad que tienen para alimentos y bebidas. La misma imagen aparece en otras acepciones de barriga en el diccionario académico, como la ‘parte abultada de una vasija, columna, etc.’ o la ‘comba que hace una pared’. Sebastián de Covarrubias (1611) dice: «barriga, latine dicitur venter, así en el hombre como en los brutos. Algunos quieren darle su etimología de la palabra griega barys, gravis, por ser lo que más gravedad y pesadumbre da en todo animal racional e irracional. En nuestros tiempos se vio un hombre que traía delante de sí un carretoncillo de dos ruedas, en que llevaban la barriga por no la poder sustentar. Otros quieren que sea nombre hebreo […]. Traer barriga la hembra es comúnmente estar preñada. Hacer una pared barriga estar desplomada. Barrigudo, el que tiene gran barriga».

bártulos Los bártulos son los ‘enseres que se manejan’, según la definición que ofrece el diccionario académico para la voz. Tiene su origen en el nombre del famoso jurista medieval Bártolo de Sassoferrato (1313-1357), cuyas obras fueron conocidas por toda Europa y se tenían como textos en los estudios de leyes en las universidades, por lo que los libros de estudio se llamaron bártolos, o bártulos, con una forma latinizante para darle una apariencia culta, designación que también recibieron los argumentos jurídicos. Por lo voluminoso de los libros, el nombre se aplicó a cualquier cosa de bulto, y finalmente fueron esos enseres de la definición del DRAE. No recoge la palabra ningún diccionario anterior a la fundación de la Academia, salvo el de Bernabé Soler (1615), precisamente destinado a los estudiantes que aprendían latín, en el dicho más sabe que un bártulo, que traduce a la otra lengua como prodico doctior, en una clara referencia a los saberes contenidos en un libro.

basílica Las basílicas que conocemos hoy son edificios religiosos, notables por algún motivo, aunque en su origen solo lo eran las trece primeras cristianas como recuerda la primera de las acepciones del diccionario académico, ‘cada una de las trece iglesias de Roma, siete mayores y seis menores, que se consideran como las primeras de la cristiandad en categoría y gozan de varios privilegios’. La palabra procede del latín BASILĬCA, tomado del griego basiliké ‘regia, real, perteneciente al rey’, derivado de basileýs ‘rey’. La basílica era, pues, un palacio, la casa de los reyes, como dice la tercera de las acepciones académicas. En Roma fue un edifico público, en cuya parte inferior se hacían las contrataciones, servía de lonja, mientras que los corredores del piso alto servían de deambulatorio. También se impartía la justicia en ellas. Con la llegada del cristianismo, y, especialmente, con la promulgación del Edicto de Milán (año 313) por Constantino el Grande (ca. 272-337) que proclamaba la libertad de religión y el fin de las persecuciones de los cristianos, se comenzó la construcción de edificios para sus oficios religiosos semejantes a las basílicas romanas, tomando también su nombre. A propósito de la voz dice Sebastián de Covarrubias (1611): «basílica, es nombre griego, basilika […]. A cualquiera casa o palacio suntuoso le daban el renombre de real, y así no solo en las que se juntaban los consejos y audiencias, mas aun las lonjas de los mercaderes se llamaban basílicas. Y porque en tiempo del emperador Constantino se dedicaron algunas de sus reales casas al culto divino, se llamaron estas y las demás que después se erigieron basílicas, como basilica sancta Petri, basilica Salvatoris, &c.»

basura La basura, como bien sabemos, son los ‘residuos desechados y otros desperdicios’, según la segunda acepción del diccionario académico, de la cual nacen las demás que posee la voz. Procede del latín VERSURA, un derivado del verbo VERRERE ‘barrer’, esto es, VERSURA significa ‘acción de barrer’. El paso desde este valor al de los desperdicios es fácil de imaginar. Sebastián de Covarrubias (1611) fue muy escueto al tratar la palabra, recogida con la forma habitual en la Edad Media, la etimológica: «vasura, la vascosidad y polvo que se coge del suelo con la escoba, cuasi versura, del verbo verro, is por barrer».

batata Véase patata.

batiburrillo Si miramos en el diccionario de la Academia la palabra batiburrillo veremos que coloquialmente es la ‘mezcla desordenada de cosas, que no guardan relación entre sí’ como, también coloquialmente, ‘en la conversación y en los escritos, mezcla de cosas inconexas y que no vienen a propósito’. Batiburrillo se formó a partir de la voz baturrillo, derivado nominal del verbo batir con el valor de ‘mover y revolver alguna sustancia para que se condense o trabe, o para que se licue o disuelva’, que se debió cruzar con zurriburri ‘barullo, confusión’, pasando de baturrillo a batiburrillo. El único de nuestros repertorios anteriores al Diccionario de Autoridades que registra la palabra baturrillo es el Tesoro de la Lengua Castellana (1693) de Juan Francisco de Ayala Manrique, de la que dice atinadamente: «voz popular y poco seria que significa cosa líquida que se incorpora como betún o caldo de diferentes mixturas; díjose del verbo batir, porque se puede menear y se mezcla batiéndolo, como los huevos». Por su parte, batiburrillo es una forma reciente en la lengua, que no aparece en el DRAE hasta 1925 (15ª ed.), aunque ya se documenta en 1769.

baturrillo Véase batiburrillo.

bauxita Define la Real Academia Española en su diccionario la bauxita como el ‘óxido hidratado de aluminio que contiene generalmente cierta cantidad de óxido de ­hierro y suele ser de color blanquecino, gris o rojizo’. De ella se extrae el aluminio. El nombre se deriva de Les Baux, localidad de Provenza (Francia), donde fue identificada por vez primera.

bechamel o besamel o besamela El diccionario académico registra la palabra bajo esas tres formas, aunque prefiere las que tienen -s-, cuyo significado es el de ‘salsa blanca que se hace con harina, crema de leche y mantequilla’. Procede del francés béchamel, por Louis de Béchameil (1630-1703), marqués de Nointel, a cuyo cocinero se atribuye el invento para acompañar al bacalao, por más que, al parecer, la receta fuese llevada a Francia por los cocineros italianos de Catalina de Médici (1519-1589), casada con Enrique II de Orléans (1519-1559) en 1533. La salsa, con modificaciones, y más o menos espesa, según los usos que se haga de ella, no tardó mucho en popularizarse y difundirse por todas las cocinas.

berlina Es el coche de cuatro puertas, así llamado porque los primeros se fabricaron en la ciudad alemana de Berlín, aunque entonces eran los tirados por caballos y de dos asientos.

berrear En cualquiera de los usos generales de berrear significa ‘dar gritos’, sean los animales, especialmente los becerros, sean los niños (‘llorar o gritar desaforadamente’) o las personas mayores (‘gritar o cantar desentonadamente’). Se trata de una voz de origen onomatopéyico, según la Academia, o de un derivado del latín VERRES ‘cerdo, verraco’, seguramente por sus sonoros gruñidos. Si se trata de una onomatopeya, no está de más recordar que berr es voz para llamar a las ovejas y cabras (son los becerros los animales que berrean principalmente), e igualmente la voz de algunos animales. Véase también el artículo berrinche.

berrinche La palabra berrinche es de uso coloquial, empleándose en España con el solo sentido de ‘coraje, enojo grande, y más comúnmente el de los niños’. Es un derivado de la voz latina VERRES ‘cerdo, verraco’, por los fuertes gruñidos que emite este animal, o por su respiración anhelante. El término latino es una onomatopeya de esa respiración, formada sobre la base werr. Por otro lado, como ha quedado dicho en la palabra anterior, berr es la voz de algunos animales. Véase también el artículo berrear.

berza La berza es la col, así como el nombre de algunos potajes regionales que la tienen como ingrediente. Procede de la voz del latín vulgar VĬRDĬA plural de VĬRDIS, del clásico VIRĬDIS ‘verde’. Esto quiere decir que la berza se llama berza porque es verde. Y si es así, ¿por qué se escribe con b inicial y no con v? Por un lado está la confusión que se producía en las grafías desde la Edad Media. Por otro, una decisión de la Academia: cuando los primeros académicos redactaban el Diccionario de Autoridades, le tocó el turno a la palabra berza el 12 de diciembre de 1720. Los académicos estaban convencidos de que debía escribirse con v por su etimología, pero D. Antonio Dongo escribió un largo alegato defendiendo la procedencia de BRASSICA (‘col’ en latín), convenciendo a la mayoría. Como las decisiones en la Institución se adoptan por votación, resultó ganadora la grafía berza, que la apartaba de lo verde.

También se utiliza berza para designar coloquialmente la borrachera, aunque el diccionario académico no recoge este sentido. No sé yo cuál haya podido ser el paso de la col a la borrachera, aunque probablemente se deba a que tradicionalmente ha sido considerada buena para prevenir y curar la intoxicación etílica, como decía Catón, cuyas enseñanzas recogió Sebastián de Covarrubias (1611) en un largo artículo: «berza, una especie de col muy conocida y usada en Castilla […]. Púdose decir berza, cuasi bresza, de brassica, su nombre latino. Las que venden todo género de verduras toman el nombre de las berzas, y las llamamos berceras, las cuales, estando unas cerca de otras, suelen reñir y tratarse muy mal de palabras, y así, cuando dos o tres mujeres se han dicho los nombres de las Pascuas, decimos haberse tratado como unas berceras. La berza dicen ser enemiga de la vid, y con todo eso la suelen poner por ramo en la taberna, y lo mismo hacen de la yedra la una y la otra verdes, y resisten a la borrachez; y así están pregonando templanza a los que entran a beber, y al tabernero pena si echa agua al vino, porque, según Catón, si el vino aguado se echa en un vaso hecho de yedra, se sale el vino y se queda el agua […]».

Es un derivado de berza el término berzotas (‘persona ignorante o necia’ según la definición del diccionario de la Academia, aunque no explica el origen), formado con el sufijo aumentativo de carácter despectivo -otas.

besamel o besamela Véase bechamel.

besugo Define la Academia en su diccionario la palabra besugo como ‘pez teleósteo, acantopterigio, provisto de algunos dientes cónicos en la parte anterior de las mandíbulas, y de dos filas de otros tuberculosos en la posterior. El besugo común con una mancha negra sobre la axila de las aletas torácicas, y el de Laredo, de mayor tamaño y con la mancha sobre las aletas, son comunes en el mar Cantábrico y muy apreciados por su carne’, pero nada dice del origen de su nombre, que no parece muy claro. Corominas y Pascual exponen que quizás proceda del occitano besu(c) o besugue ‘bizco’, por los ojos abultados del pescado, del mismo origen que bisojo ‘bizco’. Es también la forma de los ojos, y el aspecto de su cabeza, lo que ha llevado a la otra acepción que vemos en el DRAE, ‘persona torpe o necia’, que nada tiene que ver con el comportamiento del animal. El nombre es conocido desde antiguo en la lengua, y Sebastián de Covarrubias, ponderando la calidad de su carne, puso en el Tesoro de la lengua castellana o española (1611): «besugo, cuasi belsugo, por ser la carne de este pescado delicada y sabrosa y libre de espinas, fuera de la que tiene en medio, que con facilidad se despide y aparta de la carne. Decimos estar uno helado como un besugo porque se traen en tiempo que hace muchos hielos y caminan de noche con ellos, porque no se corrompan, y así hay un casi proverbio del vizcaíno que dice besugo mata mulo, y da mulo, porque fatiga los machos, por la prisa que traen con ellos, pero con la ganancia se repara todo el daño».

bicoca La palabra bicoca es de uso coloquial tanto para referirse a la ‘ganga (bien que se adquiere a bajo precio)’ como a la ‘cosa de poca estima y aprecio’, como puede leerse en la segunda y primera acepciones del diccionario académico, siendo de mayor empleo aquella que esta. El DRAE nos explica el origen de la voz, procedente del italiano bicocca, y este de Bicocca, población italiana al oeste de Milán, y nombre de la batalla que en este lugar libraron franceses y españoles en 1522, con lo que se relaciona el tercero de los sentidos que vemos aparecer en el repertorio de la Academia, aunque ya anticuado, ‘fortificación pequeña y de poca defensa’. En esa batalla, las tropas imperiales estaban fortificadas en Bicocca, siendo atacadas por las francesas, muy superiores en número. Sin embargo, la mejor táctica española, y el empleo de arcabuces, armas de fuego portátiles, hizo que el desigual enfrentamiento se convirtiera en una fácil y aplastante victoria, conseguida sin bajas. De ahí que lo logrado sin mucho trabajo o esfuerzo sea una bicoca. Sebastián de Covarrubias (1611), en cuyo diccionario se recoge la palabra por primera vez, proporciona la siguiente información: «bicoca, es un modo de garita hecha de tablas, como torrecilla en que está el soldado que hace la centinela. Díjose del nombre griego bicos, dolium, que se puede romancear cubeta, y el aposento cuando es muy estrecho, que no se puede uno espaciar en él, decimos ser una bicoca».

bidé La palabra bidé es de reciente introducción en la lengua, y en el diccionario académico no aparece hasta la edición de 1899, la 13ª, en el suplemento, por más que ya la registraban algunos diccionarios a mediados del siglo XIX. Decía la Academia entonces que el bidé es un ‘mueble que contiene una cubeta de figura de caja de guitarra, la cual sirve para lavarse ciertas partes del cuerpo’. Después, claro, el objeto ha cambiado su apariencia y el lugar donde se halla (ha pasado del dormitorio al cuarto de baño) por la evolución que supuso la llegada a las casas del agua corriente, de modo que hoy es el ‘recipiente ovalado instalado en el cuarto de baño que recibe el agua de un grifo y que sirve para el aseo de las partes pudendas’. La forma de guitarra era la originaria, y aunque los bidés modernos son frecuentemente ovalados, no quiere decir que no existan los otros. El bidé fue un invento francés del que ya hay noticias a principios del siglo XVIII. Cuando se produjo su expansión por Europa, nos llegó con la voz que se empleaba en francés para nombrarlo, bidet, que es un derivado del verbo bider ‘trotar’. El término bidet servía para nombrar a un caballo de montar y de trabajo, de poca alzada, rechoncho y resistente, parecido a un póney, hoy desaparecido debido a la mecanización de las tareas agrícolas. La imagen de quien, a horcajadas, se acomoda sobre el aparato sanitario para asearse debió recordar la de quien cabalgaba sobre el caballito, y así la voz con que se conocía al animal pasó a valer también para el recipiente donde se hacen las abluciones íntimas.

bigote Mucho se ha escrito acerca del origen de esta palabra, y de su época de llegada a nuestra lengua. Parece que está emparentada con la expresión germánica bî Got o alemana bei Gott, que en ambos casos significa ‘por Dios’. Debía ser empleada por los lansquenetes (soldados de la infantería alemana), dados a blasfemar, los cuales, mientras proferían el juramento, se pasaban la mano por la zona del bigote. Quienes los veían pusieron en relación el gesto con la frase, y comenzaron a emplearla para denominar el bigote. El gran Nebrija ya en su Diccionario latino-español (1492) puso: «mustax, acis, por el bozo o bigot de barba», y en el Vocabulario español-latino (seguramente de 1495): «bigot de barba, mustax, acis», por lo que la introducción de la palabra tuvo que ser anterior a los contactos con las gentes que vinieron con Felipe El Hermoso (1478-1506) tras su matrimonio con Juana I de Castilla (1479-1555), Juana la Loca, en 1496. Otros lexicógrafos han proporcionado etimologías pintorescas, como Fr. Diego de Guadix (1593), que, pretendiendo que la voz viniese del árabe, escribió: «bigote llaman en España a una parte de la barba del hombre que es los extremos del bozo. Consta de bi, que en arábigo significa ‘con’, como si dijésemos cum, y de gat, que significa ‘cubierta’ o ‘cobertura’, así que todo junto, biyat, significa ‘con cubierta’ o ‘con cobertura’. Vale o significa tanto como decir ‘rostro con cobertura de barba’ o ‘boca con cobertura de barba’, como si dijésemos cubierta de barba, y corrompido dicen bigote y bigotes». No es menos pintoresca la propuesta del médico cordobés Francisco del Rosal (1601): «bigotes, es cosa de dos puntas, de bis, dos, y copton, griego, que es la punta o cosa puntiaguda». Y ya puestos a buscar orígenes peregrinos, recordemos a Sebastián de Covarrubias (1611): «bigotes, es vocablo francés, y son unos rollitos de pan y azúcar para los niños, y porque tienen esta forma los pelos largos del labio superior de la barba se llamaron bigotes, como en el italiano mostachos, porque también son semejantes a otros rollos que se hacen en Italia de pan, azúcar y canela, o el mostacho tomó el nombre del bigote con el nombre griego de donde trae origen nam mýstaks, labrum, significat barbam in superiori labro [pues mýstaks, labio quiere decir barba en el labio superior] [...]», aunque también aduce la autoridad del Brocense, quien atinadamente había puesto en sus Etimologías españolas (hacia 1580): «teut. bigod, per Deum, y jurando asen los mostachos».

bikini Véase biquini.

biquini La Academia prefiere la grafía biquini a bikini para el ‘conjunto de dos prendas femeninas de baño, constituido por un sujetador y una braguita ceñida’, como lo define en su diccionario. La palabra tiene su origen en Bikini, uno de los atolones de las Islas Marshall en el Pacífico. Este nombre parece haberse formado con los términos de la lengua autóctona pik ‘superficie’ y ni ‘coco’. El bikini posee ya una larga historia, pues fue presentado en 1946 por el ingeniero francés Louis Réard (1897-1984), quien le puso el nombre tomándolo del atolón, donde los EEUU habían comenzado sus pruebas con bombas atómicas. Parece que el nombre le vino a Réard cuando la modelo encargada de presentarlo le dijo que iba a ser más explosivo que la bomba atómica. La primera sílaba de la palabra bikini nada tiene que ver con el elemento compositivo bi- ‘dos’, pese a que el bañador tenga dos piezas. Esta falsa segmentación es la que ha llevado a creaciones posteriores como monoquini o triquini (o monokini y trikini), según el número de piezas del atuendo.

birria La palabra birria comienza a documentarse muy tardíamente en nuestra lengua, a finales del siglo XIX. Dice la Academia, en la primera acepción de su diccionario, que significa ‘persona o cosa de poco valor o importancia’. No dice nada de su origen, mientras que Corominas y Pascual creen que se trata de un dialectalismo leonés procedente del latín vulgar *VĔRRĔA, a su vez del latín clásico VERRES ‘berraco’, con el significado de ‘terquedad, rabieta, capricho’, de donde surge el valor de ‘cosa despreciable’. Antonio Alvar ha demostrado que se trata de un nombre propio que se ha hecho común, y después se aplicó también a las cosas. Se trata de Birria, un mísero y esclavo, holgazán, esto es, alguien sin relevancia ninguna, de la comedia Geta de Vidal de Blois (s. XII). Es, pues, un personaje, como Pánfilo, de la comedia elegíaca del siglo XII, ambos unidos en otra obrita de ese mismo siglo, Pamphilus, Gliscerium et Birria.

bisoño, -ña No parece que sea muy frecuente el adjetivo bisoño pese a su carácter coloquial para el ‘nuevo e inexperto en cualquier arte u oficio’, como lo define el diccionario académico en su segunda acepción. El primer sentido que pone esta obra nos acerca a su origen, ‘dicho de la tropa o de un soldado: nuevo (principiante)’. Se trata de una voz italiana, bisogno ‘necesito, necesidad’, con la que en aquella península se designaba en el siglo XVI a los soldados españoles recién llegados, mal vestidos y mal alimentados. La forma italiana parece proceder del germánico BISÔNJÔN ‘poner cuidado’. Cuenta Sebastián de Covarrubias (1611): «bisoño, el soldado nuevo en la milicia. Es nombre casual y moderno. Dióseles con esa ocasión, que pasando a Italia compañías de españoles y no sabiendo la lengua, la iban aprendiendo conforme a las ocasiones, y como pedían lo necesario para su sustento, aprendieron el vocablo bisoño, que vale tanto como he menester, y decían “bisoño pan”, “bisoño carne”, etc. Y por esto se quedaron con el nombre de bisoños [...]». Unos años antes, Fr. Diego de Guadix (1593), cuya obra era conocida de Covarrubias, daba origen árabe a la palabra: «bisoño, también llaman en España a el soldado tirón o nuevo en la milicia. Es la misma algarabía que acabo de decir, conviene a saber, bicinaâu, y significa lo mismo, conviene a saber, ‘con su oficio’, como si dijésemos “no en balde ha tomado armas”, aunque sepa poco de ellas, sino que hace oficio de soldado y suple por soldado. Finalmente significa ‘hombre ocupado y con oficio de pelear’».

bizco, -ca Define el diccionario de nuestra Academia la palabra bizco como ‘estrábico. Apl. a pers.’, que, en la medicina, es a su vez, ‘dicho de una persona: que padece estrabismo’, por su parte también término especializado, con el valor de ‘disposición anómala de los ojos por la cual los dos ejes visuales no se dirigen a la vez a un mismo objeto’, procedente del griego strabismós, derivado de strabós ‘bizco’. La etimología que ofrece el repertorio académico es una supuesta forma latina VERSĬCUS, derivado de VERSUS ‘vuelto’, siguiendo una propuesta de Menéndez Pidal. Esto querría decir que quien padece esta afección tiene vuelto un ojo hacia un lugar diferente del otro, en la concepción vulgar hacia el tabique nasal, si bien hay otros tipos de estrabismo. Tal origen es rechazado por Corominas y Pascual, pues supone unos cambios fonéticos que no se dieron, y se inclinan por una creación expresiva de origen desconocido. Véase también el artículo tuerto.

bizcocho El bizcocho es, en la primera acepción del diccionario de la Academia, la ‘masa compuesta de la flor de la harina, huevos y azúcar, que se cuece en hornos pequeños’. La palabra procede del latín BIS que significa ‘dos’ y CŎCTUS ‘cocido’, esto es, el significado etimológico dice ‘cocido por dos veces’. Pero ¿el bizcocho se cuece dos veces? Parece que no. Esto se hacía con el pan, recocido para que durara mucho tiempo, especialmente en las travesías por mar, pues estaba resecado, y duro, designación que se ha conservado en algunas partes con larga tradición marinera como las Islas Canarias, donde recibe el nombre de pan bizcochado, que parece responder a la segunda acepción académica de bizcocho: ‘pan sin levadura, que se cuece por segunda vez para que se enjugue y dure mucho tiempo’. Ahí tuvo su origen el bizcocho esponjoso y dulce. Dice Sebastián de Covarrubias (1611): «bizcocho, el pan que se cuece de propósito para la provisión y matalotaje de las armadas y de todo género de bajeles. Díjose así, cuasi biscocto, ‘cocido dos veces’, por la necesidad que tiene de ir enjuto para que no se corrompa. Apud latinos, panis bucellatus. Hay otros bizcochos regalados que hacen del polvo de la harina, de azúcar y de huevos». Véase también el artículo galleta.

boato El diccionario de la Academia registra dos acepciones para la palabra boato. La primera de ellas es la ‘ostentación en el porte exterior’, mientras que la segunda, anticuada, es la ‘vocería o gritos en aclamación de una persona’. ¿Qué relación puede haber entre ellas? Encontramos la explicación en su etimología, pues procede de la voz latina BOATUS, que significaba ‘grito, alboroto’ y también ‘mugido del buey’, derivado del verbo BOO, BOAS, BOARE ‘gritar, vociferar, mugir’, que tiene, a su vez, principio en el verbo griego boao ‘gritar’. Corominas y Pascual explican que, ya en latín, este derivado de boé ‘voz’ había sufrido el influjo de bos ‘buey’, por etimología popular, convirtiéndose en ‘mugido, voz poderosa’, que se aplicó preferentemente, en castellano, a la voz de los predicadores, especializándose en ‘voz arrogante y enfática’, de donde pasó a designar la ampulosidad, y de ahí a la ostentación, valor con el que la empleamos habitualmente. Nuestro Sebastián de Covarrubias (1611), en un artículo bien breve explicó: «boato es el sonido de la voz fuerte y clamosa de algunos hinchados vocingleros. Del verbo griego boao, clamo, vocco, boo».

bobina Una bobina es un ‘cilindro de hilo, cordel, etc., arrollado en torno a un canuto de cartón u otra materia’, como la define la Academia en la primera de las acepciones que consigna en su diccionario. La palabra es prestada del francés bobine ‘carrete’, donde parece una creación tomando como base la forma popular babine, por alusión a los bordes del carrete. La voz bobine tiene un origen onomatopéyico, a partir del elemento bob, que quiere reproducir el movimiento de los labios (véase lo que se explica en los artículos bobo y memo), de donde pasó a significar los labios mismos y un objeto hinchado, cilíndrico, con lo que no fue difícil aplicarlo a la bobina.

bobo El diccionario de la Academia define bobo como tonto en su acepción de ‘falto de entendimiento o de razón’. Procede de la voz latina BALBUS ‘balbuciente, tartamudo’, que no es sino una onomatopeya del movimiento de los labios al hablar, similar a memo. Fr. Diego de Guadix (1593) estaba convencido del origen árabe de la voz al escribir: «bobo llaman en España a un hombre de tan mal discurso y de tan estragado juicio que más peca de ignorante que de malicioso, o más peca de simple que de loco. Consta de ba, que en arábigo significa ‘con’, y de abu, que significa ‘su padre’, así que todo junto, baabu, significa ‘con su padre’, conviene a saber, cum pater eius; significa, denota o moteja de hombre tan niñatón y tan para poco, que menos que apadrinado con su padre no es para nada ni vale cosa, y corrompido dicen bobo, y de aquí bobear». Tampoco andaba muy certero Sebastián de Covarrubias (1611): «bobo, propiamente es el hombre tardo, estúpido, de poco discurso, semejante al buey, de donde trae su etimología, porque de bos bobis se dijo bobo [...]». A lo que añade en el siguiente artículo: «bobo llaman cierto tocado hueco que echan por debajo de la barba, aludiendo a que los bobos son ampollados y carrilludos. Y así, los que tienen semejante fisionomía decimos tener carrillos de bobo [...]». Y en el Suplemento que dejó inédito: «bobo, algunos quieren que bobo se haya dicho no de la palabra buey, sino de la voz de la oveja [...], y de esta palabra repetida, be be, se pudo decir bobo [...]». De todos modos, nuestro canónigo apuntaba hacia la onomatopeya.

boca La palabra española boca tiene su origen en la latina de origen celta BUCCA, que significaba ‘mejilla’, aunque en latín ya desarrolló el sentido de ‘boca’, en un cambio de las partes de la cara fácil de imaginar.

bochorno Según el diccionario académico, bochorno es el ‘aire caliente y molesto que se levanta en el estío’, sentido del que se han derivado los otros, que son de uso habitual. La palabra procede de la latina VULTURNUS, empleada para nombrar al viento del este. Sebastián de Covarrubias (1611) quiso buscarle una motivación más específica y escribió que «es el tiempo de mucha calor, cuando corre un viento caliente que lo abrasa todo. Y díjose buchorno, cuasi boca de horno; en la boca de horno, cuando está encendido, cosa es notoria, que sale un aire calentísimo», explicación que han dado por buena algunos autores sin pararse a pensar en su verdadero origen.

bocina Véase rebuznar.

bodega Los valores que registra el diccionario académico para bodega están relacionados, unos, con el vino (‘lugar donde se guarda y cría el vino’, ‘almacén de vinos’, ‘tienda de vinos’), y, otros, con el lugar donde se guardan o almacenan cosas (la del barco, la despensa, la troje). Las del primer grupo, y en especial la primera de todas, resultan de una especialización del término, procedente del latín APOTHECA, que significaba, precisamente, ‘almacén, bodega’, a su vez tomado del griego apotheke, que también significaba ‘depósito, almacén’, relacionada con el verbo apotíthemi ‘poner aparte, guardar, depositar’, y compuesta de apó ‘aparte’ y theke ‘depósito, receptáculo’. El sentido de ‘almacén, depósito’ es, pues, el originario, de donde pasó al latín y al español, y como en los almacenes se vendían los productos almacenados, pasó a ser el establecimiento donde se vendían cosas, en especial el vino. Nuestra bodega procede del latín, no del griego, por más que apotheke nos haya dejado otra palabra, algo más tardía, como demuestra el cambio de la e en i, propio del griego bizantino, botica, que originalmente valía ‘tienda’, adonde se había llegado desde el sentido de ‘almacén’, y que entre nosotros se ha especializado para nombrar la ‘farmacia, laboratorio y despacho de medicamentos’. La palabra farmacia va desplazando a botica, considerada más popular, y tradicional, por no decir que remite a épocas pasadas del ejercicio del boticario. Dicho de otra manera, farmacia es el término moderno, prestigioso, frente a botica, que no está revestido de esa consideración social. Del mismo origen es otro galicismo de reciente introducción en la lengua, boutique, que registra el diccionario académico con dos sentidos, ‘tienda de ropa de moda’ y ‘tienda de productos selectos’, cuando en francés posee el genérico de ‘tienda’. De botica se ha hecho el diminutivo botiquín, ‘mueble, caja o maleta para guardar medicinas o transportarlas a donde convenga’, sentido del que se han derivado los otros de la palabra que registra nuestro diccionario oficial. Sebastián de Covarrubias (1611) dio cuenta de la palabra bodega refiriéndose a la del vino: «bodega, cueva donde se encierra cantidad de vino. Latine cellarium, cella vinaria. Díjose así, cuasi potheca, mudando la p en su media b, y la th en d, perdiendo la a del principio, porque había de decir apotheca, del nombre griego apotheke, es, horreum, repositorium, reconditorium, cella vinaria. Otros quieren se diga de las botas de vino, o cubas, en que le encierran, cuasi botega».

bodrio El uso habitual de la palabra bodrio es con el sentido de ‘cosa mal hecha, desordenada o de mal gusto’, la última de las acepciones recogidas en el diccionario académico. Las otras tres no parecen tener conexión con esta: ‘caldo con algunas sobras de sopa, mendrugos, verduras y legumbres que de ordinario se daba a los pobres en las porterías de algunos conventos’, ‘guiso mal aderezado’ y ‘sangre de cerdo mezclada con cebolla para embutir morcillas’, entre las que no resulta difícil hallar relaciones. La palabra es una deformación del antiguo brodio, procedente del bajo latín brodium, que a su vez parte del germánico *brod ‘caldo’. El término debió llegar con las invasiones germánicas o con los germanos de las legiones romanas. El caldo que hacían aquellos hombres no debía ser una gran cosa, como tampoco lo era el que se daba a los pobres a partir de la Edad Media en los conventos, por lo que recibió el mismo nombre, y pronto pasó a ser el guiso mal aderezado. Finalmente se llamó bodrio a lo mal hecho o desagradable a los sentidos, habiéndose desvanecido el sentido originario. La mezcla de cosas está en el origen de la acepción de la sangre con cebolla de las morcillas. Sebastián de Covarrubias (1611) explicó las cosas a su manera: «brodio, el caldo con berzas y mendrugos que se da a la portería de los monasterios de los relieves de las mesas. Díjose brodio, cuasi bromio, del nombre griego broma, atos, cibus, edulium, et quod exesum est et erosum, vel a nomine brotys, yos, cibus [broma, atos, comida, lo comestible, lo que se ha comido y lo que se va a comer, o del nombre brotys, yos, comida], que todo viene a significar una misma cosa. Puede traer origen de la palabra alemana brot, que vale pan, por los mendrugos que echan en el caldo».

bogavante El nombre de este crustáceo poco tiene que ver con el bogavante, compuesto de bogar y avante, con que se nombraba al ‘primer remero de cada banco de la galera’, cuyo significado etimológico es ‘que rema hacia adelante’. Se trata de un cruce con esta voz a partir de lobagante, como también se le llama. El origen de este término se halla en el latín vulgar *LUCOPANTE, que parte del griego lykopántheros, compuesto de lýkos ‘lobo’ y pánther, eros ‘pantera, leopardo’, otro mamífero carnicero. Se aplicó el nombre al crustáceo por la apariencia feroz que le proporcionan sus grandes pinzas, así como por el color negruzco. Julio Casares en sus Cosas del lenguaje (págs. 15-25) proponía un origen paralelo a ese, a partir de un hipotético *lupicantharus, formado por LUPUS ‘lobo’ y CANTHARUS ‘escarabajo’ (el paso de la denominación del insecto a la del crustáceo también se produce con langosta; el escarabajo es igualmente negro, y algunas de sus especies tienen las mandíbulas ahorquilladas y ramosas, a las cuales recuerdan las pinzas del bogavante). De ese *LUCOPANTE, por metátesis, se pasaría a lobagante, la forma antigua en nuestra lengua, frente a bogavante, que es más moderna, siendo su primera aparición en la lexicografía española el diccionariodel P. Esteban de Terreros (t. I, 1786): «bogavante, llaman en Andalucía a una especie de langosta marina, bastante grande. En Galicia le llaman lubigante».

boloñesa La boloñesa o salsa boloñesa es, según la definición académica, ‘la que se hace con carne picada, tomate y especias, y se emplea especialmente como acompañamiento de la pasta’, parecida a un ragú, típica de la región de la ciudad italiana de Bolonia, de la que toma el nombre.

bomba El origen de la palabra bomba, independientemente de la acepción en que se emplee, se encuentra en el término latino BOMBUS, cuyo significado es ‘ruido’, según la etimología que facilita el diccionario de la Academia. Corominas y Pascual dicen que la nuestra es tan solo una palabra afín a la latina, similar a la griega bombos, en cualquier caso reiteración de la misma onomatopeya cuya base es bomb-, definida por Vicente García de Diego como ‘onomatopeya de un ruido retumbante y de un zumbido’. El sentido de ‘máquina o artefacto para elevar el agua u otro líquido y darle impulso en una dirección determinada’, que también tiene la forma pompa, está igualmente relacionado con el de ‘ruido’, por el que hace cuando comienza a elevar los líquidos. Es el sentido más antiguo en la lengua, ya que la llegada de los explosivos fue posterior. Sebastián de Covarrubias (1611) decía: «bomba, instrumento para sacar agua que suba de lo hondo para arriba. Díjose del verbo griego bombeo, resono, por el sonido que hace. Con esta invención sacan el agua de los pozos hondos, haciéndola subir por una cerbatana con ciertas bolas engarzadas una con otra, y con la misma desaguan los navíos. Dar a la bomba, por metáfora, trocar la comida».

bombilla La bombilla con la que nos alumbramos debe su nombre a una comparación con la forma esférica que tenían las bombas lanzadas por la artillería o de los antiguos artefactos explosivos, por más que las bombillas modernas no sean necesariamente esféricas, como tampoco lo son las explosivas.

bombo Tiene el mismo origen que bomba (véase este artículo), cuando nombramos el instrumento músico, mayor que el tambor, por su sonido fuerte y grave, y si nos referimos al bombo empleado los sorteos estamos reteniendo la idea de ‘esférico’. La explicación del uso metafórico se ve claramente en la definición académica ‘elogio exagerado y ruidoso con que se ensalza a una persona o se anuncia o publica algo’.

bombón El nombre de la pequeña pieza de chocolate tiene su origen en el francés bonbon, reiteración en el lenguaje infantil de bon ‘bueno’, con la que se denominan las golosinas, especialmente las azucaradas. En francés bonbon es el ‘caramelo’, mientras que nosotros hemos tomado la palabra para el bombón de chocolate, que no deja de ser dulce, por supuesto.

boñiga La boñiga es el ‘excremento del ganado vacuno’, o de cualquier otro animal semejante al del vacuno, de acuerdo con las dos acepciones del diccionario académico. Su origen no parece estar muy claro, pero Corominas y Pascual la ponen en relación con una base *bunnica, tal vez prerromana, seguramente relacionada con būnn- ‘bulto, protuberancia’, por la forma del excremento. Una de las variantes de esta raíz es *mūnn-, con la que hay que relacionar muñeca y moño. Una de las variantes de la palabra es moñiga, que no recoge el repertorio de la Academia, aunque se usa en amplias zonas de la lengua (la documenté en abundantes localidades en mi Tesoro léxico de las hablas andaluzas, y también la registré en mi Diccionario de madrileñismos). La voz boñiga es conocida desde antiguo en la lengua, y de ella escribió Sebastián de Covarrubias (1611): «boñiga, el estiércol del buey, de quien tomó nombre, cuasi bueíga. Son útiles las boñigas en medicina, y particularmente las del mes de mayo, que suelen destilarlas por alquitara y sacar cierta agua medicinal y olorosa. En las partes donde hay poca leña cuecen con ellas las ollas y como el fuego es suave, las hacen sabrosas».

boquerón El nombre de este pez, parecido a la sardina, pero menor, se debe a la boca tan grande que tiene en proporción con el tamaño de su cabeza, aunque habitualmente no se nos venga a la imaginación esa motivación por la forma.

borde De la forma borde encontramos dos artículos en el diccionario académico. La primera de ellas es la referente al ‘extremo u orilla de algo’, que procede del francés bord, a su vez del franco bord ‘lado de la nave’, pasando luego al sentido general, aunque en español sigue conservando el valor de ‘costado de la nave’.

La otra entrada del DRAE es la que empleamos coloquialmente como ‘esquinado, impertinente, antipático’. Nos ha llegado a través del catalán bord ‘bastardo’, procedente del latín tardío BŬRDUS ‘mulo’. De designar en latín al animal concebido del apareamiento de dos de distinta especie, en contra de lo que se tiene como natural o normal, surgió el sentido que registra el diccionario de la Academia en la primera acepción: ‘dicho de un hijo o de una hija: nacido fuera de matrimonio’. Lo engendrado fuera de los cauces habituales está en el origen de otro de los sentidos de la palabra, ‘dicho de una planta: no injertada ni cultivada’. ¿Y cómo pudo pasarse de todo esto a nombrar al esquinado, impertinente, antipático? Seguramente se debió al carácter arisco que se atribuye a los hijos ilegítimos al no verse reconocidos, y frustradas sus aspiraciones. Sebastián de Covarrubias (1611) intentó explicar el origen de esta última voz: «borde, significa algunas veces el hijo nacido de mujer no legítima, y aun más de la que ha tenido ruin fama por haber sido común a muchos. El nombre es francés, de bordeau, que nosotros llamamos burdel; vale lo que en latín lustrum, seu lupanar, pero su originaria etimología es del nombre latino burdo burdonis, por el animal hijo de caballo y del asna, que es el mulo [...]. Burdos llamaban los antiguos romanos a los cuartagos o hacas, cuasi falcas, que decían mulos curtos, y propiamente serían los machuelos [...]». Con este término está relacionado burdel (véase lo dicho en el artículo correspondiente a esta voz).

boreal La palabra boreal es un derivado del sustantivo bóreas ‘viento procedente del norte’, cuyo empleo ha quedado circunscrito al dominio literario. La voz bóreas procede de la latina BORĔAS, que a su vez parte del griego boreas ‘viento del norte’ o el ‘norte’ mismo. Aunque Sebastián de Covarrubias (1611) no dedicó una entrada a este término, la empleó en otros lugares de la obra, como en: «polos, latine poli, orum, son dos puntos inmovibles en el cielo, en los cuales, como en quicios, se vuelve todo el cielo, del verbo griego polein, vertere. De los dos, el austral es el que nunca a nosotros se nos descubre, y el boreal no es de perpetua aparición. Llamamos Estrella Polar la que está más cerca del polo».

bóreas Véase boreal.

borrego El borrego es el ‘cordero de uno a dos años’, tal y como lo define el diccionario académico. Su nombre es un derivado de la palabra borra, la ‘parte más grosera o corta de la lana’, procedente del latín tardío BǓRRA, que significaba lo mismo. El borrego fue llamado así por la borra que lo recubría. Sebastián de Covarrubias (1611) ya lo explicó: «borrego, el cordero de sobre año, con el pelo tan corto que no se saca bien del vellón sino es lana muy corta como borra. Al que es manso y bien acondicionado, especialmente al muchacho que no llora y está bien criado y gordo, decimos que es un borrego».

borrico Véase burro.

botica Véase bodega.

botillo El botillo es un embutido español no demasiado conocido, pues es propio del dominio asturleonés. La Academia considera la palabra propia de Asturias, Cantabria, León, Palencia y Zamora, definiéndola como ‘embutido grueso, redondeado, hecho principalmente con carne de cerdo no desprovista de huesos’; en su elaboración se emplea el ciego del cerdo, y frecuentemente es ahumado. Procede del latín BOTELLUM, diminutivo de BOTŬLUS ‘embutido, salchicha, morcilla o chorizo’. No tiene nada que ver con la primera entrada botillo del repertorio académico, que significa ‘pellejo pequeño que sirve para llevar vino’ según su definición, por más que podamos imaginar alguna semejanza por su forma abultada. Este otro botillo es un derivado de boto, el ‘cuero pequeño para echar vino, aceite u otro líquido’, que parte del latín BUTTIS ‘odre, tonel’.

botiquín Véase bodega.

boutique Véase bodega.

bóveda Esta palabra es propia de la arquitectura, aunque ha salido de ese ámbito específico. El diccionario de la Academia la define como ‘obra de fábrica curvada, que sirve para cubrir el espacio comprendido entre dos muros o varios pilares’. Según la Institución, procede de una hipotética forma latina VŎLVĬTA, derivada del verbo VOLVĔRE ‘rodar, girar’, pues la forma curvada de la bóveda contiene la idea de giro, de vuelta. No olvidemos que la bóveda no pudo existir sin la invención del arco, cuyo desarrollo y perfeccionamiento se debe a los romanos. Sin embargo, Corominas y Pascual rechazan esa etimología por las muchas dificultades que presenta su justificación, y hacen derivar la voz de un hipotético germánico BUWITHA, seguramente gótico, derivado participial del germánico común BÛAN ‘habitar, construir’. La palabra es antigua en nuestra lengua, y aparece documentada desde los primeros repertorios que recogieron su léxico. Sebastián de Covarrubias (1611) era partidario del origen latino de la voz: «bóveda, díjose cuasi bólveda, a bolvendo, porque es el techo de piedra o ladrillo, sin madera, que va volviendo y haciendo arco. El italiano la llama arcovolta, y el francés voulte. Latine testudo. Hablar en bóveda, hablar hueco y con arrogancia. La habitación debajo de tierra es ordinariamente de bóveda, y los entierros, huecos, por estar hechos en esta forma se llaman bóvedas».

brabant El brabant, palabra que no registra el diccionario de la Academia, es un tipo de arado de vertedera de dos rejas que giran sobre un eje. Su origen está en la región del Brabante (entre Bélgica y los Países Bajos), y la forma con la que se le conoce es la de la lengua originaria. También se llama brabante.

brabante El brabante es un ‘lienzo fabricado en el territorio de este nombre, en Bélgica y los Países Bajos’ como lo define la Academia en su diccionario. También se llama brabante el arado brabant, aunque el repertorio académico no da cuenta de ninguna de las dos palabras. No debe confundirse con bramante, que es otra cosa, aunque del mismo origen.

braga Véase calza.

bragueta Véase calza.

bramante El bramante es un ‘hilo gordo o cordel muy delgado hecho de cáñamo’, cuyo origen es el mismo que el de brabante, con el que no debe confundirse.

brebaje El brebaje es la ‘bebida, y en especial la compuesta de ingredientes desagradables al paladar’ tal y como define la palabra el diccionario académico en su primera acepción. Procede de la palabra del francés antiguo bevrage, derivada del latín BĬBĔRE ‘beber’. En la voz española se produce una metátesis, cambiando la r de sílaba, probablemente influida por un término autóctono, brebajo. Decía Sebastián de Covarrubias (1611): «brebaje, está corrompido el vocablo de bebraje, que es la bebida que dan a las bestias, o para curarlas o para engordarlas, con harina, aceite y otras cosas». Y en el artículo beber se lee: «[...]. Brebajo, la bebida que se da a la bestia, mezclada con harina y aceite y otras cosas, o para purgarla o para que engorde. Está interpuesta la r, como en otras muchas dicciones castellanas, por ser letra de que usamos con que hacer fuerte y áspera la pronunciación, y declara el brío del ánimo español».

brete El empleo habitual de la palabra brete es con el primer sentido de los que registra el diccionario académico, ‘aprieto sin efugio o evasiva’. La voz procede del provenzal bret ‘trampa de coger pájaros’, que, a su vez, viene del gótico *brid ‘tabla’. En nuestra lengua muy pronto pasó a significar ‘cepo o prisión estrecha de hierro que se ponía a los reos en los pies para que no pudieran huir’, si tomamos la definición que todavía mantiene el repertorio de la Academia, en una traslación que es fácil de comprender. De ahí, en un nuevo cambio, surgió el sentido de ‘calabozo’, que también está en el DRAE, aunque con la marca de poco uso. Como del calabozo no puede escapar el preso se derivó el sentido del aprieto sin evasiva. Sebastián de Covarrubias (1611) dejó constancia del valor como cepo: «brete, vocablo español antiguo, vale lo mismo que potro. Latine equuleus». Es este sentido el que consignan los diccionarios antiguos, mientras que el de mayor uso en la actualidad no se recoge hasta el Diccionario de Autoridades (t. I, 1726) de la Institución.

breva En el uso habitual breva es el ‘primer fruto que anualmente da la higuera breval, y que es mayor que el higo’. Procede del latín BIFĔRA, compuesto de BIS ‘dos veces’ y el verbo FERO ‘producir’, lo cual quiere decir que se trata de un fruto producido dos veces al año, o del árbol que lo da. El segundo fruto que produce la higuera breval es el higo, de ahí la frase para expresar una larga duración de tiempo de higos a brevas, esto es, desde que la higuera da su segundo fruto hasta el primero del año siguiente. Sebastián de Covarrubias (1611) escribió: «breva, higo temprano, ficus praecox. Graece prodromos, praecursor, porque las brevas se adelantan a los higos o porque la higuera cuando echa anuncia el estío [...]».

bribón, -bona Un bribón es, fundamentalmente, el ‘pícaro, bellaco’ como define en su segunda acepción el diccionario académico la palabra, que se usa tanto como adjetivo y como sustantivo. La otra acepción, la primera, es ‘haragán, dado a la briba’, ante cuya lectura nos preguntamos qué es la briba. El DRAE dice que es la ‘holgazanería picaresca’, voz procedente de bribia (que también consigna el repertorio, como anticuada en una de sus acepciones y germanesca la otra), deformación de la antigua blibia, que lo es de biblia. Y ahora casi estamos peor que al principio, pues ¿qué tiene que ver la Biblia con los bribones? Corominas y Pascual explican que bribia se tomó, por comparación, de biblia en el sentido de ‘sabiduría, gramática parda’, pues el pícaro se las sabe todas y una biblia, nombre común del propio Biblia, es una ‘obra que reúne los conocimientos o ideas relativos a una materia y que es considerada por sus seguidores modelo ideal’, tal y como figura en el diccionario de la Academia. De briba surgió el derivado aumentativo bribón. Francisco del Rosal (1601) propuso un origen un tanto peregrino: «bribia y bribón, como bibia y bibón, de vivir, en la significación latina, que es ‘darse buena vida comiendo y holgando’ [...]». Sebastián de Covarrubias (1611) recogió bajo otra forma la voz: «bribión, el hombre perdido que no quiere trabajar, sino andarse de lugar en lugar y de casa en casa, a la gallofa y la sopa. Es nombre francés, bribeur, mendicus; briver, mendicare; de allí se dijo echar la bribia ‘hacer arenga de pobre, representando su necesidad y miseria’».

bronce El bronce es la aleación que se hace con cobre y estaño, añadiéndole a veces cinc (el cobre y el cinc es el latón) u otros elementos. La palabra nos viene del italiano bronzo, a partir de la forma latina [AES] BRUNDŬSI, esto es, el bronce de Brindisi, ciudad italiana donde se fabricaba el más famoso. Sebastián de Covarrubias (1611) explicaba, en otra de sus etimologías peregrinas, que es «una masa de diversos metales de gran fortaleza, de la cual se hunden las piezas de artillería. Si no se dijo de bronco, por ser cosa ella en sí áspera, si no la bruñen, será el nombre alemán, como lo es la invención de las piezas de artillería de bronce. Para dar a entender que un hombre no puede sufrir el demasiado trabajo o dejar de sentir los que padece, suelen decir no ser de bronce».

bujía La bujía es la ‘vela de cera blanca, de esperma de ballena o estearina’, según la primera acepción del diccionario académico. El nombre es el de la ciudad argelina de Bujía, fundada hacia el año 26 a. C. por el emperador Augusto (63 a. C. – 14 d. C.), donde durante la Edad Media se fabricaban unas famosas velas de cera de abeja, cuya calidad era tal que tomaron el nombre de la ciudad. La explicación que dio Sebastián de Covarrubias (1611) era otra, aunque conoce la población: «bujía, cierto género de velas de cera delgadas, que por pasarse, al hacerse, por unos agujeros para que salgan apretadas e iguales, se llamaron bujías, cuasi buquicas, a buco, que (como tenemos dicho) vale agujero. Bujía, pueblo de África».

Bujía es también ‘en los motores de explosión, pieza que produce la chispa eléctrica para inflamar la mezcla gaseosa’, según la definición académica. En este caso parece proceder del francés bougie, del mismo origen, por analogía con la de cera. En el caso de las velas, la voz debió llegarnos muy pronto, a través del árabe hispánico.

buñuelo El buñuelo es la ‘fruta de sartén que se hace de masa de harina bien batida y frita en aceite. Cuando se fríe se esponja y sale de varias formas y tamaños’, según lo define el diccionario académico en su primera acepción, donde se considera derivado de un antiguo *boño, procedente del gótico *buggjo ‘grumo’, a la vez que remite al catalán bony ‘bulto’. Corominas y Pascual se remontan a la misma forma catalana, de origen desconocido, probablemente prerromana. De bony deriva otra voz catalana bunyol, pero no parece que nuestro buñuelo sea catalanismo, y piensan que es de la misma familia que boñiga. Con esta pista, y teniendo en cuenta la forma que pueden adoptar los buñuelos al ser fritos, no me parece descabellado poner en relación el nombre con la base expresiva muñ-, con la equivalencia acústica b / m, y con la cual no solamente se relaciona boñiga, sino también moño, muñeca y muñón (véase lo expuesto en el artículo muñeca).

burbuja El primer sentido que registra el diccionario académico para esta voz es ‘glóbulo de aire u otro gas que se forma en el interior de algún líquido y sale a la superficie’, a la que siguen otras formadas metafóricamente: ‘habitáculo hermético y aislado del exterior’, ‘u[sado] en aposición para indicar que la persona o personas designadas por el sustantivo al que se pospone están sometidas a terapia con aislamiento absoluto’, y en economía ‘proceso de fuerte subida en el precio de un activo, que genera expectativas de subidas futuras no exentas de riesgo’. Se trata de una voz onomatopéyica formada con la base burb que Vicente García de Diego define como ‘onomatopeya de la ebullición y el chapoteo’. Corominas y Pascual la hacen derivar «de un verbo *burbujar ‘burbujear’ (portugués borbulhar, catalán borbollar ídem, italiano borbogliare ‘roncar los intestinos’) y este del latín vulgar *BULBULLIARE, derivado por reduplicación del latín BǓLLA ‘burbuja’». Sea como fuere, antes o después, terminamos en alguna de las bases onomatopéyicas del hervor.

burdel Un burdel es una ‘casa de prostitución’, tal como se define la palabra en el diccionario académico. Parece que la voz llegó a nuestra lengua desde el catalán bordell o del provenzal bordel, ambos derivados de bord ‘bastardo’, procedente del latín tardío BŬRDUS ‘mulo’ (véase lo dicho en el artículo borde). El nombre del burdel se le aplicó porque es lugar al que acude gente descastada, y donde se engendran bastardos, como eufemismo en lugar de otros que tiene tal tipo de establecimientos. La palabra ya figura en nuestros más antiguos repertorios léxicos, y de ella dijo Sebastián de Covarrubias (1611): «burdel, la casa pública de las malas mujeres. En francés se llama bordeau, pero viene del nombre latino burdus, que vale ‘mulo’, el cual es engendrado de padres de diferentes especies, conviene a saber, del caballo y de la borrica o asna. Y porque los ayuntamientos que en tal lugar se hacen son ilegítimos, se llamó burdel, y el engendrado en ellos, burdo o borde. Vide supra verbo borde».

burro Uno de los animales más conocidos ha sido el burro, o asno, por la gran ayuda que prestaba en las faenas agrícolas y otras actividades, debido a su gran resistencia. La palabra burro es un derivado regresivo de borrico, al haber sido interpretada esta última como un diminutivo, aunque no lo es, ya que procede del latín BǓRRICUS, BǓRICUS, que significaba ‘caballo pequeño’, denominación que aparece en época tardía en latín. Esto es, el borrico no era sino un animal parecido al caballo, aunque de tamaño menor, denominación en la que intervendría, sin duda, la forma del animal, y probablemente también la posibilidad de aparearlo con el caballo.

Lo que callan las palabras

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