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3. El verano de 2007 123

El año de 2007 es emblemático para la crisis global. Emblemático pero preocupante, debido a que fue el año en que la humanidad conoció tres hechos que la alertarían sobre la gravedad y la magnitud de una problemática global que había sido identificada a finales de la década de los años setenta del siglo XX, pero que no había sido suficientemente documentada por la ciencia. Los hallazgos que reveló el IPCC124 cambiaron, en el 2007, la percepción del mundo sobre esta problemática. Estos tres hechos fueron:

• La crisis global es, inequívocamente, causada por el hombre.

• En el esquema actual económico de producción y consumo de combustibles fósiles, bienes y servicios, el calentamiento global es irreversible, creciente y peligroso. Sus consecuencias pueden incluir nuevas enfermedades e, incluso, pandemias.

• El Protocolo de Kioto, que entonces llevaba diez años de promulgado y apenas dos de entrado en vigor, no parecía ser el mecanismo idóneo para enfrentar la crisis125.

Habíamos entrado en una crisis que amenazaba la continuidad de la vida. Cuando se publicó, el 17 de noviembre del año 2007 el Cuarto Informe de Evaluación sobre el Cambio Climático (Cambio Climático 2007) la humanidad constató que carecía del tiempo suficiente para una reacción efectiva. Entendió que el cambio energético global debería ser el eje de las acciones climáticas de salvamento, pero se negó a examinar a fondo la raíz del problema, y postergó la transición energética.

La realidad es que las revelaciones conocidas aquel año no hacían más que confirmar lo que ya se sospechaba desde hacía, por lo menos, cincuenta años126. En efecto, desde la década de los años sesenta algunos científicos, entre los cuales se destacan James Hansen y Stephen Schneider, habían encontrado datos significativos que indicaban una relación peligrosa entre las actividades humanas relacionadas con el desarrollo y el crecimiento, y la estabilidad del sistema climático. En 1976, Schneider demostró que el calentamiento global era una realidad, pero hubo que esperar doce años para que el sistema de las Naciones Unidas creara el Panel de Intergubernamental de Científicos ya mencionado127. En 1988, James Hansen, a la sazón científico de la nasa, dijo ante el Congreso de los Estados Unidos que el calentamiento global constituía una seria amenaza y que había llegado para quedarse128.

Hansen señaló tres cosas:

• La Tierra estaba más caliente ese año que en ningún otro momento de la historia de los registros históricos.

• El calentamiento global era ya suficientemente grande como para poder atribuir, con un alto grado de confianza, la relación causa-efecto al efecto invernadero.

• Las simulaciones climáticas por ordenador indicaban que el efecto invernadero era suficientemente grande para empezar a afectar a la probabilidad de eventos extremos tales como olas de calor veraniegas.

Su anuncio se produjo precisamente en el verano, un día particularmente caluroso de Washington: el 23 de junio de 1988. Hansen había estado estudiando el clima de Venus y el agujero de la capa de ozono, y a partir de aquellas observaciones empezó a sospechar que algo andaba mal en la estabilidad climática de la Tierra. Probablemente tuvo en cuenta que casi cien años antes, en 1895, Arrhenius había desarrollado un método para medir las concentraciones de carbono en la atmósfera, encontrando que estas eran de 290 partes por millón; y que habiéndose preguntado por los modelos de crecimiento de la población mundial concluyó que el nivel de las concentraciones de carbono en la atmósfera podría llegar a ser peligroso, dado que esto aumentaría la temperatura promedio de la Tierra. Un día después de la intervención de Hansen en el Congreso de los Estados Unidos, el periódico The New York Times destacaría la noticia el 24 de junio de 1988.

Figura 6. Facsímil de la publicación en el New York Times, 24 de junio de 1988


Fuente: tomado de Centre for Science Studies en https://cutt.ly/9tThPW5.

James Hansen regresó al Congreso de los Estados Unidos el 23 de junio del año 2007, veinte años después de su primera visita; y tomando en cuenta los avances del Cuarto Informe de Evaluación del IPCC, y el avance de sus propias investigaciones, concluyó que “la Tierra ha sido más cálida en los primeros cinco meses de este año que en cualquier periodo comparable desde que las mediciones comenzaron hace 130 años”, y agregó que “la diferencia es que hoy ya no nos queda mucho tiempo para implementar medidas que contengan la hecatombe”. Recordó su advertencia de 1988 y se preguntó por qué, pocos años después de aquella primera advertencia el presidente de los Estados Unidos, George H. W. Bush, decidió no ratificar el Protocolo de Kioto129. En ese momento el mundo ya contaba con mucha más evidencia científica sobre la amenaza global.

Hansen también sabía (supongo) que muchos años atrás, en 1939, el ingeniero británico Guy Stewart Callendar había sido más exacto, más explícito y aún más contundente que todos los de su época. Callendar, que no era formalmente un científico sino un investigador empírico, formuló en 1939 en la revista Metereological Magazine la teoría del cambio climático antropogénico, y su dependencia del dióxido de carbono, tal y como la entendemos hoy:

A medida que el hombre cambia hoy en día la composición de la atmósfera a una velocidad excepcional a escala geológica, resulta apropiado investigar el efecto probable de tal cambio. De las mejores observaciones de laboratorio, parece ser que el efecto principal del incremento del dióxido de carbono de la atmósfera, aparte de una pequeña aceleración de la erosión de las rocas y el crecimiento de las plantas, sería un incremento gradual de la temperatura media de las regiones más frías de la Tierra130.

Pero Hansen, tal vez recordaría otro dato más: en 1953, otra vez en The New York Times, había aparecido un artículo de información general que explicaba bastante bien este fenómeno, que afirmaba que:

Como el cristal de un invernadero, el dióxido de carbono en el aire previene el desalojo de la radiación de onda larga (calor) procedente del suelo, aunque permite que la radiación de onda corta procedente del Sol pase a su través. Cuando la cantidad de ese gas se eleva, la cubierta atmosférica retiene más calor cerca de la superficie terrestre. Al mismo tiempo, la parte alta de la atmósfera no pierde tanto calor al espacio como antes […] Este efecto puede llevar a una disminución de las precipitaciones y de la cubierta de nubes, por lo que una mayor cantidad de luz solar podría alcanzar la superficie terrestre. De esta manera, el hombre tiende a hacer su clima más cálido y seco; de producirse una disminución del dióxido de carbono, resultaría un clima más frío y húmedo131.

Y la revista Mecánica Popular, tan popular en aquellos tiempos, tal vez haciendo eco del artículo mencionado, publicó esto en su número de agosto de 1953:

Figura 7. Facsímil de la publicación de Mecánica Popular (Popular Mechanics) de agosto de 1953


Y, después, en 1955, el científico John von Neumann publicó en la revista Fortune:


Testimonio sobre James Hansen, 30 años después.

Desde el comienzo de la revolución industrial, la humanidad ha estado quemando combustibles fósiles (carbón, petróleo, etc.) y añadiendo carbono a la atmósfera en forma de dióxido de carbono. En 50 años o así, este proceso puede llevar a un efecto violento en el clima de La Tierra132.

El panel de científicos

Pues bien, en 1988 (como ya he dicho) se creó el Panel Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC), con el fin de que facilitara evaluaciones integrales acerca del estado de los conocimientos científicos, técnicos y socioeconómicos sobre el tema, sus causas, posibles repercusiones y estrategias de respuesta. Desde entonces, el IPCC ha preparado cinco informes de evaluación de varios volúmenes. El IPCC también prepara metodologías y directrices para los inventarios nacionales de gases de efecto invernadero mediante el Grupo de Trabajo tfi, y cuenta con el Grupo de Trabajo sobre Escenarios para la Evaluación del Impacto y el Clima (TGICA) que facilita una amplia disponibilidad de los datos relacionados para permitir la investigación y el intercambio de información entre los tres grupos de trabajo. Es de anotar que este grupo no elabora escenarios de emisiones, ni escenarios climáticos o de otro tipo para el IPCC, ni toma decisiones en cuanto a la elección de esos escenarios para su uso en las evaluaciones; tampoco realiza actividades de modelización o investigación.

El Cuarto Informe de Evaluación (CIE, 2007), publicado con el título Cambio climático 2007 en Valencia (España) en cuatro volúmenes y en sucesivas entregas a lo largo del año, ofrece una síntesis que aborda específicamente los aspectos de interés para los responsables de las políticas, en el cual confirma que el cambio climático es ya una realidad, fundamentalmente por efecto de las actividades humanas; ilustra los impactos del calentamiento mundial que está ya acaeciendo y el potencial de adaptación de la sociedad para reducir su vulnerabilidad, y ofrece un análisis de los costos, políticas y tecnologías que traerá aparejada una limitación de la magnitud de los cambios futuros.

Algunas de las principales conclusiones del Informe CIE (2007) fueron:

• El calentamiento del sistema climático es inequívoco, como evidencian ya los aumentos observados del promedio mundial de la temperatura del aire y del océano, el deshielo generalizado de nieves y hielos, y el aumento del promedio mundial del nivel del mar.

• De los doce últimos años (1995-2006), once figuran entre los doce más cálidos en los registros instrumentales de la temperatura de la superficie mundial desde 1850. La tendencia lineal a 100 años (1906-2005), cifrada en 0,74 °C [entre 0,56 °C y 0,92 °C] es superior a la tendencia correspondiente de 0,6 °C [entre 0,4 °C y 0,8 °C] (1901-2000) indicada en el Tercer Informe de Evaluación (TIE). Este aumento de temperatura está distribuido por todo el planeta y es más acentuado en las latitudes septentrionales superiores. Las regiones terrestres se han calentado más rápido que los océanos.

• El aumento del nivel del mar concuerda con este calentamiento. En promedio, el nivel de los océanos ha aumentado, desde 1961, en promedio 1,8 [entre 1,3 y 2,3] mm/año, y desde 1993, 3,1 [entre 2,4 y 3,8] mm/año, en parte por efecto de la dilatación térmica y del deshielo de los glaciares, de los casquetes de hielo y de los mantos de hielo polares.

• La disminución observada de las extensiones de nieve y de hielo concuerda también con el calentamiento. Datos satelitales obtenidos desde 1978 indican que el promedio anual de la extensión de los hielos marinos árticos disminuyó en un 2,7 % por decenio, con disminuciones estivales aún más acentuadas, de 7,4%; por su parte, los glaciares de montaña y la cubierta de nieve disminuyeron en ambos hemisferios.

• Entre 1900 y 2005 la precipitación aumentó notablemente en las partes orientales del norte de América del Norte y del Sur, en Europa septentrional y en Asia septentrional y central, aunque disminuyó en el Sahel, en el Mediterráneo, en el sur de África y en ciertas partes del sur de Asia. Es probable que en todo el mundo la superficie afectada por las sequías haya aumentado desde el decenio de 1970. Y es muy probable que en los últimos 50 años los días y noches fríos y las escarchas, hayan sido menos frecuentes en la mayoría de las áreas terrestres; y que los días y noches cálidos hayan sido más frecuentes.

• En promedio, las temperaturas del hemisferio norte durante la segunda mitad del siglo XX fueron, muy probablemente, superiores a las de cualquier otro periodo de los últimos 500 años, y probablemente las más altas a lo largo de, como mínimo, los últimos 1300 años.

El informe daba cuenta de las afectaciones que ya se podían observar en los ecosistemas terrestres, marinos y costeros, señalando, por ejemplo, que:

• Los cambios experimentados por la nieve, el hielo y el terreno congelado habían incrementado el número y extensión de los lagos glaciales, acrecentado la inestabilidad del terreno en regiones montañosas y otras regiones de permafrost, e inducido cambios en ciertos ecosistemas árticos y antárticos.

• Algunos sistemas hidrológicos también se veían afectados, tanto en un aumento de la escorrentía y en la anticipación de los caudales máximos primaverales, en numerosos ríos alimentados por glaciares y por nieve, como en sus efectos sobre la estructura térmica y la calidad del agua de ríos y lagos cuya temperatura aumentó.

• En los ecosistemas terrestres la anticipación de las primaveras y el desplazamiento hacia los polos y hacia mayores alturas del ámbito geográfico de la flora y de la fauna estaban vinculados, con un grado de confianza muy alto, al reciente calentamiento.

El CIE 2007, elaborado por un grupo grande de científicos, reunía profusión de datos sobre la nueva amenaza y señalaba que de las más de 29 000 series de datos observacionales, recogidos en 75 estudios que arrojaban cambios importantes en numerosos sistemas físicos y biológicos, más de un 89 % resultaban coherentes con la dirección del cambio esperado en respuesta al calentamiento.

El factor del aumento de la temperatura global fue, sin duda, el más preocupante para los científicos. Entonces consignaron en el informe las afectaciones que este aumento traería para la vida, pero relacionaron esta anomalía con la producción creciente de dióxido de carbono (CO2) para señalar que este factor era el GEI antropógeno (o más bien, socioantropógeno) más importante, señalando que sus emisiones anuales aumentaron cerca del 80 % entre 1970 y 2004, y que la disminución a largo plazo de sus emisiones por unidad de energía suministrada invirtió su tendencia a partir del año 2000. A nivel global, se conoció que el calentamiento antropógeno de los tres últimos decenios había ejercido probablemente una influencia discernible a escala mundial sobre los cambios observados en numerosos sistemas físicos y biológicos.

La experiencia de la población global en el año 2007 también indicaba que se había producido un aumento de la temperatura global. El informe del IPCC lo confirmaba, pero iba más allá:

• Muy probablemente (el calentamiento) había contribuido al aumento del nivel del mar durante la segunda mitad del siglo XX.

• Probablemente había contribuido a alterar las pautas eólicas, afectando el recorrido de las tempestades extratropicales y las pautas de temperatura.

• Probablemente había elevado la temperatura de las noches extremadamente cálidas, de las noches frías y de los días fríos; y, más probable que improbable, había intensificado el riesgo de olas de calor y había incrementado la superficie afectada por la sequía desde los años setenta, y la frecuencia de las precipitaciones intensas.

Estábamos, evidentemente, ante un fenómeno causado por la actividad humana del último medio siglo. ‘Actividad humana’ que —ya lo dije— debe entenderse siempre como la actividad social y económica de los individuos agrupados en sociedades cada vez más urbanas e industrializadas. El informe anotó que la concordancia espacial entre las regiones del mundo que habían experimentado un calentamiento apreciable y los lugares en los que se observaron cambios apreciables en numerosos sistemas indicaban que era muy improbable que se debiera únicamente a la variabilidad natural (se insiste en separar al Hombre de la naturaleza). Varios estudios de modelización vincularon ciertas respuestas específicas de los sistemas físicos y biológicos al calentamiento antropógeno; sin embargo, una atribución más completa de causas de las respuestas observadas en los sistemas naturales al calentamiento antropógeno no era todavía posible (antes de 2007) debido a la cortedad de las escalas temporales contempladas en los estudios de impacto.

¿Qué escenarios nos esperan?

El Informe Especial del IPCC sobre escenarios de emisiones (IEEE, 2000) proyectaba un aumento de las emisiones mundiales de GEI de entre 25 % y 90 % (CO2-eq) entre 2000 y 2030, suponiendo que los combustibles de origen fósil mantuvieran su posición dominante en el conjunto mundial de fuentes de energías hasta 2030, como mínimo. De proseguir las emisiones de GEI a una tasa igual o superior a la actual, el calentamiento aumentaría y el sistema climático mundial experimentaría durante el siglo XXI numerosos cambios, muy probablemente mayores que los observados durante el siglo XX.

Los cambios a escala regional abarcaban un calentamiento máximo sobre tierra firme y en la mayoría de las latitudes septentrionales altas, y mínimo sobre el océano austral y partes del Atlántico norte, como continuación de recientes tendencias observadas, y la contracción de la superficie de las cubiertas de nieve, en la mayor profundidad de deshielo en la mayoría de las regiones de permafrost, y en la menor extensión de los hielos marinos; en algunas proyecciones los hielos marinos de la región ártica desaparecerían casi completamente al final de los veranos en los últimos años del siglo XXI.

Para los próximos dos decenios, anotaba el informe, las proyecciones indicaban un calentamiento de aproximadamente 0,2ºC por decenio para toda una serie de escenarios de emisiones. Aunque se hubieran mantenido constantes las concentraciones de todos los gases de efecto invernadero y aerosoles en los niveles del año 2000, cabría esperar un ulterior calentamiento de aproximadamente 0,1ºC por decenio. A partir de ese punto, las proyecciones de temperatura dependían cada vez más de los escenarios de emisión.

Pues bien, estos pronósticos del año 2000 parecen haber sido superados por el informe de 2019: Riesgo de seguridad existencial relacionado con el clima: una propuesta de escenario futuro133, publicado por el Breakthrough - National Centre for Climate Restoration (NCCR), centro privado independiente fundado en 2014, en Melbourne (Australia) con el objetivo de desarrollar un liderazgo de pensamiento crítico para influir en el debate nacional sobre el clima y la formulación de políticas134.

Los autores del informe, el director de investigación del instituto australiano, David Spratt, e Ian Dunlop, exejecutivo de Shell y la Asociación Australiana del Carbón, advierten que si no se toman medidas para revertir la situación, en 2050 la humanidad se podría enfrentar a “un mundo en el colapso social y el caos absoluto”, y afirman que al ritmo actual los sistemas ecológicos y la sociedad humana llegarán a un punto de “no retorno” a mediados de siglo XXI, la Tierra ya será “en gran medida inhabitable” y conducirá a la “desintegración de las naciones y del orden internacional”. Estos escenarios, aparentemente catastróficos, son mucho más probables de lo que se supone convencionalmente, sostiene el documento, pero casi imposibles de cuantificar porque “no corresponden a la experiencia humana de los últimos mil años”, debido al carácter emergente y a la complejidad de la crisis que vivimos.

El escenario del clima en el año 2050 que se presenta en este estudio señala que si no cambian los modelos de negocio de las industrias altamente carbonizadas la Tierra probablemente sufrirá al menos 3ºC más de calentamiento global, lo cual causaría la destrucción de ecosistemas claves, incluyendo “los sistemas de arrecifes de coral, la selva amazónica y el Ártico”, lo cual coincide con el Informe Especial del IPCC de 2018. Alrededor de 1000 millones de personas se verían obligadas a reubicarse, y 2000 millones se enfrentarían a la escasez de suministros de agua. La agricultura colapsará en los países subtropicales y la producción de alimentos se verá dramáticamente afectada en todo el mundo. El informe también cuestiona los objetivos del Acuerdo de París:

Incluso con un calentamiento de menos de 2°C, más de mil millones de personas tendrían que ser reubicadas. La escala de la destrucción está más allá de nuestra capacidad de modelar, con una alta probabilidad de que la civilización humana llegue a su fin135.

A pesar de que en el año 2007 se constató que el cambio energético debería ser el eje de las acciones climáticas globales, y de que el Panel de Científicos recomendó a la energía nuclear de fusión como una de las tecnologías clave para la mitigación del calentamiento global (en su Cuarto Informe), el Protocolo de Kioto no solo decidió excluir esta forma de energía, sino descartarla, incluso, como una opción de transición hacia un esquema futuro conformado por una mezcla de energías renovables y energía nuclear de fusión. Esto determinó el panorama energético global, especialmente en Estados Unidos y Europa, entre 2007 y 2020, los años que han debido considerarse decisivos para hacer la transición energética136.

En el año de 2007 nos aproximábamos, sin duda, a un mundo más vulnerable. A un mundo nuevo y a un peligro creciente para las condiciones de la vida.

Cuando el hombre cambia el entorno a una velocidad demasiado rápida, digamos, por ejemplo, convirtiendo los inmensos océanos de petróleo que hay en la corteza terrestre en un gas en la atmósfera de la Tierra, crea una situación en que el entorno cambia mucho más de prisa que su propia velocidad de adaptación [escribió el Dalai Lama].

Las vulnerabilidades claves estarían asociadas a gran número de sistemas climáticos sensibles, como el abastecimiento de alimentos, la infraestructura, la salud, los recursos hídricos, los sistemas costeros, los ecosistemas, los ciclos biogeoquímicos mundiales, los mantos de hielo, o los modos de circulación oceánica y atmosférica. Y, en aquel informe, se advertían —con toda claridad— los riesgos: amenazas a sistemas únicos, riesgos de fenómenos meteorológicos extremos, distribución de impactos y de vulnerabilidades, riesgos de singularidades de gran escala.

Ya estamos en ese mundo: amenazado, incierto, peligroso. Si pudiéramos hacer una analogía entre el avance de la crisis del clima y el recorrido de los meses del año (aquellos puntos críticos que no debimos haber superado, ciertos hitos peligrosos), podríamos decir que estamos en octubre y que el punto de no retorno es diciembre, como (ya dije) afirmó perentoriamente James Lovelock.

¿Once años?, ¿once de la noche?, ¿octubre o noviembre? Tenemos poco tiempo, en todo caso, bien sea en términos de horas, semanas, meses o días. Pero asumamos, para ser algo optimistas, que es en octubre (2020-2030) que debemos actuar. Y pensemos, en grande, sobre un programa global para esta década realmente decisiva.

La armonía que perdimos

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