Читать книгу Por tierras de Antequera - María Antonia López-Burgos del Barrio - Страница 11
De Loja a Archidona
ОглавлениеDespués de una breve estancia en Granada, salió rumbo a Gibraltar. Pasó la primera noche de manera bastante desagradable en la posada de Loja, por lo que se alegró cuando se puso en camino antes del amanecer atravesando altas y escarpadas montañas.
Villanueva de Tapia
A una hora de camino, nos metimos entre unas espesas nubes y después de otra hora ya las habíamos remontado, con lo que las vistas se hicieron sorprendentes y bastante singulares; las nubes tenían el aspecto del mar mientras que algunos de los picos más elevados que sobresalían parecían islas. Seguimos subiendo y bajando hasta el mediodía, a veces por encima de las nubes, otras por debajo y con frecuencia tan envueltos por ellas que no podíamos ver ningún objeto a una distancia de sólo unas cuantas yardas. Durante estos cambios de altura también íbamos experimentando iguales cambios en el clima y sentimos cada grado de temperatura, desde la cortante helada de una mañana de invierno al calor de un mediodía de mayo. Aunque nos encontrábamos a unas cincuenta millas de Sierra Nevada, sentíamos que cuando las montañas no detenían el viento de la sierra, la temperatura de la atmósfera sufría un apreciable cambio que variaba en los distintos puntos de 48 a 68 grados Fahrenheit. Yo calculé que la parte más baja de nuestro viaje matutino estaba a unas mil yardas sobre el nivel del mar, y la más alta a unas dos mil quinientas ya que en ningún momento llegamos a alcanzar la nieve aunque había en las cumbres de algunas de las montañas que nos rodeaban.
Después de viajar cinco horas, llegamos a una montaña que tenía una altura de unas seiscientas yardas casi perpendicular y que en apariencia termina en un sólo punto; pero al rodearla su aspecto se convirtió en algo como las puntas piramidales que tenían las coronas de nuestros viejos reyes. En uno de esos puntos hay una fortaleza árabe, que como los fortines de montaña en la India, debe ser inexpugnable, pudiendo ser reducida sólo por hambre. A los pies de esta colina encontramos el pueblo de Chiuma****15, un lugar que tiene unos siete u ocho mil habitantes. El paisaje que se extiende alrededor consiste principalmente en campos de maíz pero entremezclados con olivares. Hay muy poca agua en las cercanías y, como consecuencia de la escasez de este bien necesario, durante algunos años los campos han sido tan poco productivos que los habitantes, al no tener exceso de mercancías para mandar a zonas más fructíferas a cambio de artículos de primera necesidad, están pasando hambre.
Desde Chiuma bajamos a una llanura en cuyo extremo alcanzamos el río Guadalhorce, que va serpenteando por entre las montañas hasta que desemboca en el mar en Málaga; en este punto es simplemente un pequeño, aunque bello arroyuelo que baña la base de una elevadísima roca perpendicular, muy célebre en el período en que los árabes gobernaban Granada. Mariana el historiador relata una trágica historia de dos amantes, los cuales huyeron de Granada y que al ser perseguidos por los árabes se lanzaron desde esta roca para evitar el cautiverio. Mr. Southey****16 se la ha ofrecido al lector inglés en su balada:
La doncella, por la oscuridad de la noche favorecida, desde Granada se dio a la fuga.
Dijo adiós a la casa de su padre,
y con Manuel comenzó su huída.
Ninguna doncella mora podía rivalizar
Con las mejillas o la mirada de Laila.
No hubo muchacha que amase con más pura verdad,
o que hubiese amado a un apuesto joven con más lealtad.
Temiendo por sus vidas cruzando la Vega en su huida,
La cólera del padre, la cadena del cautivo. Llenos de esperanza hacia Murcia en su partida,
hacia la paz, el amor y la libertad.
Etc., etc.
Desconozco la razón del poeta para aprovecharse de la licentia poetica y haber colocado esta roca en el camino de Murcia, cuando se encuentra en el sentido opuesto, y cuando el nombre de Sevilla, el lugar al que se dirigían en su huida, podría haber convenido para su propósito justo tan bien como el de Murcia.
Una hora de camino desde la Peña de los Enamorados nos llevó a través de un fértil valle hasta esta ciudad****17. Como otras muchas en esta parte de España, se encuentra bellamente situada, está rodeada de bonitos jardines y ricos campos, y está adornada por las magníficas montañas que se levantan al fondo; aunque una inspección desde más cerca creó el disgusto habitual. Estamos, sin embargo, en una cómoda posada, donde podemos disfrutar nuestras comidas y nuestras camas de paja cuando volvemos de ver las curiosidades que nos llaman la atención. Debo señalar que en todo el camino desde Loja hasta este lugar, una distancia de unas veinticinco millas, no nos cruzamos con ni un sólo viajero; y, a excepción del pueblo de Chiuma, no vimos ni una sola casa.