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ОглавлениеIntroducción*
María Clara Garavito**Germán Bula
¿Cómo caracterizar la sociedad del siglo XXI? Vivimos en un mundo en el que las vidas humanas giran en torno al ambiente laboral, el consumismo masivo y constante se promueve como parte de la ideología dominante y, torpemente a tientas en la oscuridad, exploramos otras formas de relacionarnos a través de los nuevos medios. Quienes habitamos hoy en día el planeta Tierra somos espectadores y partícipes de una dinámica social asfixiada por la producción acelerada de bienes de consumo y alienada por la superficialidad y el disimulo, tanto en las relaciones interpersonales como en la política. Pero lo más importante es que estamos convencidos de que todo esto encarna el progreso. Parece curioso que una civilización tan cansada y enferma (no solo a nivel social, sino psicológico y ambiental) se vea a sí misma como feliz y próspera o, por lo menos, en vías de alcanzar la felicidad y la prosperidad.
Al mismo tiempo que los voceros de la civilización afirman con vehemencia la efectividad del neoliberalismo para alcanzar el progreso, crece permanentemente el desencanto, lo que conlleva a describir críticamente los procesos socioeconómicos, psicológicos y políticos sobre los que se construye la sociedad en la actualidad. Así mismo, se busca entender cómo se constituyen las identidades y las intersubjetividades y en qué se distinguen tales experiencias de las que caracterizaron la vida humana antes del siglo XXI.
Desde esas descripciones y conocimientos, se busca comprender el ethos social y cuáles son las estrategias para expandirlo, no solamente a un grupo social determinado, sino a todos los individuos que habitan la Tierra; mientras que, desde una perspectiva más crítica, se pretende entender cómo esas estrategias sociales promueven la conservación de unas dinámicas de poder coactivo, gestadas en la ilusión de la democracia, con la que todos por igual tienen derecho a idénticas posibilidades.
Uno de los autores más relevantes en la reflexión sobre estos valores contemporáneos y sobre la sociedad en la que se enmarcan, es el coreano Byung-Chul Han, filósofo radicado en Alemania desde hace más de treinta años, a quien se le considera heredero de la filosofía política alemana en la que se inscriben pensadores como Jürgen Habermas, Peter Sloterdijk o Richard David Precht (Arroyo 2014). Los planteamientos de Han se basan en dos principios fundamentales: la negatividad y la positividad (Han 2016a). El primero, la negatividad, es tomado de Hegel (véase Han 2015) y se refiere a que, en aras de potenciar el espíritu, se debe abrazar lo otro, lo distinto. La negatividad es la pura alteridad, la cual confronta al ser y, por eso, lo hace transformar, incluso para superarse a sí mismo. También, es la confrontación con lo otro, no solo con lo otro humano, sino con la naturaleza y con el mundo del pensamiento. El segundo principio, la positividad, es un concepto que, en Foucault (véase Han 2016b), está asociado a la productividad del poder; es decir, remite al ejercicio reactivo y coercitivo que ciertas instancias ajenas al sujeto ejercen sobre la integridad (Han 2016a). Ahora bien, la novedad del concepto de positividad es que su práctica no es restrictiva, de modo que el individuo se sienta oprimido por tal poder, porque opera a través del placer (Han 2016a).
En la sociedad de consumo, el control sobre la persona ocurre sin resistencia alguna. Han explica cómo la contemporaneidad se caracteriza por desplegar formas de opresión de las que el sujeto no se percata. Bajo la bandera de la libertad, la felicidad, la transparencia y la apertura total a la información, la vida subjetiva transcurre en el agobio de la vida laboral, de las relaciones pasajeras, de los placeres fugaces. Asimismo, el poder actual logra que el cansancio y la depresión no se reconozcan como problemas del orden social; más bien, delega la culpa al sujeto (Han 2017). El exceso de positividad causa que la enfermedad se sienta como responsabilidad del individuo que la padece. El contexto social hace valioso, bueno y bello todo aquello que produce el malestar. Sobre todo, aparece como un efecto necesario del progreso: hay que trabajar para ser alguien, hay que saber de todo para ser inteligente, hay que consumir para avanzar. De este modo, el individuo se achaca a sí, a su debilidad o incapacidad, la responsabilidad de su malestar. El empresario de sí mismo y el consumidor de bienes y servicios, no se imaginan que el origen de sus males está en el orden socioeconómico y en las dinámicas de poder.
A Han no se le conoce únicamente por sus libros de divulgación; sus ideas circulan en las redes sociales con amplitud en forma de memes, citas y entrevistas. Irónicamente, se le conoce a través de los medios por los que se expresa la positividad que él mismo critica. Esa ironía sugiere que el autor no es ajeno a su tiempo, que reconoce que la academia no es el único espacio de difusión de las ideas. De alguna forma, apoderarse de los medios de la positividad para cuestionarla es atacar la estructura desde la estructura misma.
La accesibilidad de su obra no significa que su mensaje sea superficial. Antes bien, como filósofo de nuestro tiempo, vale la pena dialogar con él; lo que implica ponerlo en perspectiva y cuestionarlo. Por ejemplo, hay que pensar si se puede hablar realmente de la sociedad del siglo XXI y de sus síntomas; sobre todo, si ello excluye a los colectivos que luchan contra el ethos general y generalizante. Además, es necesario explorar la caracterización que hace Han sobre nuestro mundo cuando se centra en esferas particulares. En nuestro caso, la educación.
Este libro es una compilación de escritos que, desde la filosofía, la sociología y la pedagogía, refieren a nuestra cultura a partir de las ideas del pensador coreano. El foco está, por un lado, en los retos particulares de nuestro contexto y, por otro, en la problemática de la educación. La primera parte recopila disertaciones políticas, en especial sobre psicopolítica, con las que nos interrogamos hasta qué punto el modelo de sociedad del siglo XXI describe las culturas latinoamericanas. En la segunda parte, desde el marco de la pedagogía, se recogen estudios de diez autores, quienes, como educadores y teóricos de la educación, nos dan luces para entender la formación como lugar para la transformación de una sociedad del rendimiento hacia una en la que se acepte la negatividad como parte esencial de la vida.
En el capítulo inicial de la compilación, encontramos el estudio de Hernán Ferney Rodríguez García y Carlos Valerio Echavarría G., quienes hablan del sujeto de este modelo social y de las lógicas del mercado. Por ello, vinculan la propuesta de Han con la perspectiva de Heidegger para explicar que hay una crisis civilizatoria cuando se considera al Dasein un objeto de producción. A su vez, relacionan la maquinización del ser, de acuerdo con Heidegger, con el síntoma de agotamiento y fragilidad del que refiere Han.
En el último apartado de esta primera parte, nos encontramos el capítulo Depresión y formas de negatividad en la era global, en el que María Clara Garavito y Germán Bula reflexionan sobre la enfermedad del siglo XXI: la depresión. A partir del libro La expulsión de lo distinto de Han, los autores indagan sobre la relación entre la psicopatología y la pérdida de negatividad en interacciones sociales. Ambos se preguntan, desde una perspectiva crítica, si la cura a la enfermedad de nuestro tiempo pasa por demonizar la tecnología o si, en el contexto de la tecnología misma, podemos encontrar formas de conexión social que abracen la negatividad perdida. Finalmente, Garavito y Bula cuestionan si este filósofo no se reduce a pensar la sociedad del primer mundo; es decir, ellos se preguntan si lo que Han define como sociedad del siglo XXI describe culturas como la latinoamericana o si, dentro de ellas, no operan otras formas de negatividad no tomadas en cuenta por el escritor coreano.
La segunda parte inicia con un capítulo de Hernando Arturo Estévez Cuervo respecto al vínculo entre educación, sociedad y política. Su tesis se basa en que la educación no puede desarraigarse del contexto social y político en el que se encuentra inmersa y de cuya constitución es partícipe. Desde la teoría crítica, vincula las prácticas educativas y la posibilidad de pensar la civilización del futuro en colectivo, al salirse del orden establecido.
En La pedagogía de mirar, Sandra Sandoval Osorio presenta una perspectiva sobre aquello que define el deseo de saber. Tradicionalmente, se considera que el asombro es la clave del interés por el conocimiento. Al contrario, Sandoval entiende el mirar y, con eso, la contemplación, como las claves de la interrogación de la realidad. De esta manera, las prácticas pedagógicas deben fomentar el arte de demorarse, el cual, para Han, determina la vida contemplativa.
En la misma línea, Yulieth Nayive Romero Rincón aborda la distinción entre la vida activa y la contemplativa. Mientras que la primera es la experiencia de la cotidianidad, con sus afanes y sus tiempos límite en los que se organizan las actividades, la segunda se asocia al arte de demorarse, es decir, a la práctica de tomarse el tiempo para reflexionar y pensar sobre lo construido. Al tomar como punto de partida las prácticas docentes en el proceso formativo, la autora sugiere que fomentar la vida contemplativa, en el entorno de formación, es un punto de partida para el análisis permanente, el cambio, la transformación y la innovación.
Dora Manjarrés Carrizalez expone, a continuación, sus reflexiones en el ámbito de la formación, a propósito del concepto de sociedad de la transparencia de Han, en la cual todo es mercancía (incluso las relaciones entre individuos), así como todo está expuesto y disponible. El afán por la transparencia permea la educación, la cual juega un papel en el orden socioeconómico, al hacer del conocimiento una mercancía. También, antes de negar el papel de las nuevas tecnologías en el entorno educativo, la escritora resalta el papel revolucionario del docente como mediador entre el estudiante y la tecnología, de modo que esta sea abordada de forma crítica.
En Vivir juntos: retos de la educación en la era del enjambre digital, Stephanny Parra Ordóñez de Valdés analiza el paso de la cultura de control, estudiada por Foucault, al de la psicopolítica digital. Según Han, esta última se caracteriza porque el poder interviene en la psique individual a través de las redes sociales, con lo que el control no se ejerce externa sino internamente. Este nuevo paradigma cuestiona la educación tradicional, también descrita por Foucault como el lugar de vigilancia y control. En este contexto, ahora la vigilancia ocurre a través de los dispositivos electrónicos. En este orden de ideas, la autora propone repensar la escuela como el lugar de las imágenes poéticas, las narrativas y las artes, al ser espacios de reflexión, crítica y conocimiento. Con esto, se cuestiona que la escuela sea un espacio exclusivo para el cultivo de la razón en términos de adquisición de información desituada, desde modelos educativos que justifican el exceso de vigilancia en función de unos logros predeterminados.
Por su parte, Juliana León Suárez debate sobre el arte contemporáneo a partir de La salvación de lo bello de Han. El arte, como otras dimensiones de lo humano, se ve enmarcado en la era digital por lo transparente, asequible, visible y ha perdido el lugar del misterio, del secreto, del encanto. Por esta razón, ella plantea una didáctica de lo bello desde la valoración de la escucha, al ser el sentido en el que se deberían enmarcar las relaciones enseñanza-aprendizaje, en un ámbito formativo por fuera de la sociedad de la positividad. Con esto, en las prácticas pedagógicas, se privilegia el acto de escuchar sobre el ver, que parece el sentido dominante de la sociedad del consumo. La pregunta central que guía el texto es: ¿cómo formar-se en y desde la escucha para ser escuchante?
En Amor, deseo y educación: una tensión necesaria, Ángela Virginia Neira Uneme diserta sobre estos sentimientos en las prácticas pedagógicas, según el texto La agonía del Eros de Han. La educación desde el eros, es decir, desde el amor, puede superar el narcisismo individual, porque permite la apertura a lo distinto. Además, la autora contextualiza sus reflexiones en las prácticas pedagógicas latinoamericanas y colombianas, a la vez que propone pensar cómo se puede invitar a desear el deseo en el aula.
Lila Adriana Castañeda Mosquera cierra esta parte del libro con un capítulo dedicado al tiempo, la música y la educación desde diferentes enfoques y a partir del texto El aroma del tiempo de Han. Inicialmente, indaga por el tiempo en la sociedad del rendimiento, tal como es definida por el filósofo. En un segundo momento, plantea que, a través de la música, se puede lograr una sincronía con uno mismo (mientras se evade la temporalidad acelerada actual). Finalmente, explora la relación entre música y la alteridad, al entender la primera como punto de encuentro intersubjetivo, más allá del intercambio de información.
En su conjunto, esta segunda parte constituye un intento de recrear y transformar el pensamiento de Han, en el contexto educativo de Colombia y América Latina. Compartimos con él la comprensión de la cultura como un enorme palimpsesto en el que la recontextualización revitaliza los productos culturales (Han 2016c).
Desde una perspectiva alternativa a la que predomina en esta compilación, Guillermo Bustamante Zamudio concluye con un epílogo en el que hace una crítica de la obra del filósofo coreano. De acuerdo con Bustamante, como escritor de moda, Han no dice nada nuevo. Es, en sí, un producto del consumo que paradójicamente critica. Su cliente es el homo academicus , el ser humano al que le gustan los neologismos y las teorías digeribles con facilidad. Bustamante cuestiona la pertinencia de este tipo de obras en una civilización que necesita de teóricos serios para pensar problemas actuales.
¿Por qué aún este tipo de reflexiones? Una de las características de la sociedad contemporánea es que nos obnubila. Perdemos la melodía entre el ruido de mil mensajes, porque en la positividad se difumina la lucidez. ¿Por qué entablamos diálogo con un pensador del presente? Porque hay un mandamiento anterior a otro: conocer el mundo con ojos claros. De lo contrario, el cumplimiento de cualquier mandamiento no se llevaría a cabo tal como es, sino tal como lo imaginamos. Como filósofos, educadores y psicólogos, buscamos lucidez sobre el presente, al poner a Han en diálogo con nuestros contextos de acción y de reflexión.
Referencias
Arroyo, Francesc. 2014. “Aviso de derrumbe”. El País, 22 de marzo. https://elpais.com/cultura/2014/03/18/actualidad/1395166957_655811.html.
Han, Byung-Chul. 2015. El aroma del tiempo. Un ensayo filosófico sobre el arte de demorarse. Barcelona: Herder.
Han, Byung-Chul. 2016a. Sobre el poder. Barcelona: Herder.
Han, Byung-Chul. 2016b. Topología de la violencia. Barcelona: Herder.
Han, Byung-Chul. 2016c. Shanzhai: el arte de la falsificación y la deconstrucción en China. Buenos Aires: Caja Negra.
Han, Byung-Chul. 2017. La expulsión de lo distinto. Barcelona: Herder.
Notas
*Este capítulo es resultado parcial del proyecto de investigación Fundamentalismo y racionalidad autoritaria: sobre la derecha extrema en Latinoamérica, apoyado por la Vicerrectoría de Investigación y Transferencia (VRIT) de la Universidad de La Salle.
**Psicóloga y doctora en Filosofía de la Universidad Nacional de Colombia. Investigadora del grupo Filosofía y Cognición, del Departamento de Filosofía de la Universidad Nacional. Actualmente es docente de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de La Salle y de la Facultad de Ciencias Humanas de la Universidad Nacional.