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Introducción

ROCÍO ENRÍQUEZ ROSAS

OLIVA LÓPEZ SÁNCHEZ

Este cuarto volumen de la Colección Emociones e Interdisciplina es resultado de un esfuerzo académico en colectivo que orienta la mirada hacia dos dimensiones centrales, en las cuales la afectividad se analiza tanto a partir de los procesos pedagógicos, como del arte y del registro de lo estético.

Es a través de una mirada que trascienda las polaridades entre el sujeto racional y el sujeto emocional, como podemos adentrarnos y detenernos en el estudio del sujeto que siente, piensa y reflexiona. Es justo en ese punto donde es posible acotar, teórica y metodológicamente, las emociones como objeto de estudio sociológico. Las emociones están socialmente normadas y, en este sentido, son juzgadas y evaluadas a través de sus diversas expresiones. De esta manera, pueden ser analizadas a partir de las reglas y principios que las sostienen y reproducen, así como de la trasgresión de esas normatividades que puede dar lugar a nuevas configuraciones del orden social. Lo social implica necesariamente el estudio de las emociones y, por tanto, la capacidad de penetrarlas críticamente sin caer en la diferenciación del sujeto entre su dimensión racional y emocional (Hochschild, 2007).

Para David Le Breton (2013), el ser humano está en conexión con su entorno social a través de las emociones y formas diversas en que los hechos sociales le afectan. Es a través de la experiencia afectiva como el sujeto construye progresivamente su interioridad, y la interpretación antropológica de los estados afectivos advierte sobre el origen socialmente construido de los mismos.

El pensamiento está ligado y, de alguna manera, condicionado por la emoción. Esta última tiene su origen en materiales y referentes que provienen del inconsciente del sujeto y que pueden registrarse, plasmarse, reflejarse en creaciones artísticas que decantan la experiencia afectiva del individuo.

Siguiendo a Le Breton (2013), es posible la expresión lectura e interpretación de una emoción por “el otro”, en la medida en que existe un mundo de sentidos compartido y es por medio de ella como los sujetos se vinculan con una comunidad sociocultural específica. Lo que Steven Gordon (1990) reconoce como cultura emocional, es formulado por Le Breton (2013) como marco emocional compartido. En este sentido, la emoción está referida necesariamente al ámbito de lo relacional y es a través de lo social como se dota de sentidos y significados al acontecer afectivo. Las expresiones en común entre los miembros de una comunidad de pertenencia van gestando, entonces, un lenguaje que da cabida a formas específicas de nombrar, mostrar y regular las emociones (Le Breton, 2013). Por su parte, Gordon (1990) se refiere específicamente a la cultura emocional y señala que para ella se aprenden diferentes vocabularios que reflejan las normas y creencias implicadas en cada una de esas experiencias, en un contexto sociocultural definido.

Como señala Hochschild (1990), la cultura emocional está aconsejada en libros, películas, actos religiosos y leyes, por tanto, si se desea estudiarla en un grupo social, es necesario adentrarse en su producción cultural a lo largo de la historia. Gordon (1990) añade que hay un lenguaje compuesto por etiquetas que se atribuyen a cada una de las diferentes emociones en tanto experiencias compartidas por muchos miembros; preocupaciones centradas en la significación de la interacción social y lo bastante diferenciables como unidades más o menos independientes. El vocabulario emocional tiene como uno de sus objetivos sensibilizar a los sujetos sobre aquello que les conmueve y que es compartido por una comunidad, y da cuenta de los contenidos afectivos que transitan en las distintas esferas de la vida cotidiana (familia, religión, educación e instituciones). Así, las sociedades concretas despliegan una densidad del lenguaje para destacar aquellas emociones culturalmente valoradas y prevenir / advertir también sobre aquellas que deben ser controladas, reguladas y posiblemente reprimidas.

Una cultura afectiva está compuesta por una red densa en la cual cada emoción está ligada con las otras y solo a través de la interpretación del conjunto podemos dar cuenta del acontecer social (Le Breton, 2013); por tanto, no es posible migrar las emociones y sus significados de un grupo sociocultural a otro, pues es al interior de cada comunidad afectiva donde se hallan los sentidos que se producen a través de la enunciación, la expresión y la socialización de las emociones; y estas se gestan en el espacio de conjunción entre el mundo íntimo y el mundo social (Le Breton, 1999).

Por otra parte, la poesía, la literatura, el teatro y las artes en general ofrecen elementos centrales para el análisis de la expresión emocional a partir de un grupo sociocultural particular (Le Breton, 1999; Gordon, 1990; Hochschild, 1990), y el estudio narrativo adquiere especial relevancia para la interpretación de su densidad (Kleres, 2010).

A partir de estas consideraciones, hemos decidido distribuir los artículos del presente volumen en dos ejes temáticos: el primero, “Procesos pedagógicos y afectividad”, coloca la discusión en las relaciones que se establecen en el campo de la educación con respecto a la formación emocional y los desafíos que estas relaciones presentan. Los procesos de socialización en las instituciones de educación tienen alta incidencia en las formas en que los sujetos contemporáneos significan, expresan y regulan socialmente sus emociones y conforman lo que algunos autores (Pedraza, 2000; López, 2018) han denominado como “educación sentimental”.

La relación entre pedagogía, arte y emociones es una veta metodológica para construir estrategias analíticas en la identificación de la educación sentimental y los productos culturales constituyen, no el resultado de esa educación sino el motor que la orienta, regula e inscribe en sentido subjetivo y material.

En el primer artículo de este eje, “Clima emocional en una muestra de habitantes del estado de México”, Gabriela Rodríguez Hernández, Olga Margarita Rodríguez Cruz y Brenda Yuriko Gómez Martínez nos comparten los resultados de un estudio de corte cuantitativo, cuyo objetivo fue conocer la percepción del clima emocional y la existencia de diferencias significativas por sexo, nivel educativo y estado civil en una muestra de habitantes del estado de México. Los resultados revelan que las emociones colectivas predominantes en un contexto social, generadas a través de la interacción social de los miembros de un grupo en un entorno particular, son vividas de manera diferente por sexo: las mujeres perciben un clima emocional más negativo que los hombres, enmarcado por un contexto de inseguridad y violencia. El nivel educativo también estableció diferencia, pues los participantes con mayor escolaridad señalan un clima más negativo y, en oposición, los casados uno mejor que los solteros.

La interrelación entre afectividad, cognición y aprendizaje en el ámbito educativo es el tema de “La enseñanza de habilidades socioemocionales en un grupo de primaria”, estudio realizado por Melisa Gutiérrez, Citlalli Rojas y Marquina Terán. Este análisis se encuadra en la perspectiva vygotskyana que concibe las emociones como resultado de la interacción con otros en un contexto sociocultural. A partir de la aplicación de un programa de educación emocional en un ambiente considerado de alto riesgo, las autoras nos ofrecen una sugerente estrategia de las emociones en el contexto educativo.

José Carlos Cervantes Ríos y Silvia Chávez García plantean en el tercer artículo, “Coeducar las emociones de los niños”, una propuesta pedagógica conceptual y práctica denominada coeducación emocional con niños de seis años. A partir de la concepción histórico–cultural de la psicología y la perspectiva de género, implementan una propuesta para modificar los modelos sexistas en una escuela primaria en Puerto Vallarta, Jalisco. Tomando en cuenta dos escenarios de intervención, uno planeado y otro espontáneo, examinan y promueven una comunicación que reconoce la función social de las emociones y pondera su papel en una mejor convivencia. Los hallazgos principales son las actividades intencionadas como las situacionales, en los cuales se detectaron indicios entre los niños de una mayor sensibilización respecto a la identidad de género; así como ciertos cambios en sus discursos y prácticas, sobre todo en cuanto a la resolución de conflictos.

Problematizar y profundizar desde un marco filosófico el ámbito de la discapacidad y las formas contemporáneas de inclusión, así como las que prevalecen de exclusión, es el objetivo del artículo “La discapacidad: pre–juicio históricamente constituido y sus efectos paradojales de discri-minación, exclusión e indiferencia”, de Blanca Estela Zardel Jacobo. De manera paralela a la discusión conceptual de la discapacidad en tanto condición bio–psico–social, se argumenta sobre esta como una forma de discriminación que toma forma principalmente en la modernidad. La dis-capacidad situada sociohistóricamente ofrece coordenadas de lectura específicas para su interpretación, propone deconstruir las representaciones múltiples de marginación y exclusión, y trabajar desde los postulados de pluralidad, diferencia, alteridad que favorecen las posibilidades de inclusión y convivencia. La ética de la fraternidad es, finalmente, el horizonte deseado que promueve nuevas formas de relación en las cuales se privilegian los discursos y las prácticas de inclusión social.

El segundo eje, “El registro de los afectos en la creación artística”, está compuesto por trabajos que buscan establecer relaciones complejas entre el mundo de las emociones y el arte en sus distintas maneras de expresión. Interesan especialmente el vínculo entre la música y la comunicación emocional, así como la problematización de la relación estrecha y fértil entre la locura y el arte desde una perspectiva psicoanalítica. El análisis de las emociones en obras literarias y el acercamiento a temas como la esperanza y la solidaridad a través del análisis del sujeto migrante en la fotografía y el cine son también componentes esenciales de este apartado.

Ximena A. González Grandón, en su texto “La comunicación emocional en la interacción musical social”, realiza un recorrido reflexivo sobre los argumentos de las neurociencias acerca de la interacción musical como una forma de comunicación, en la que emergen emociones humanas, constreñidas biológica y culturalmente, como experiencias subjetivadas y corporizadas que se desarrollan a partir de consensos y normativas sociales. El artículo resalta la discusión entre lo innato y lo adquirido, con ensayos experimentales que corroboran la presencia de particularidades biológicas en la interacción emocional, gestual, corporal y motriz con la música. Se suman a la discusión las evidencias empíricas e históricas que corroboran la diversidad cultural presente en las experiencias emotivas musicales y en sus formas de comunicación y significación.

Por su parte, “Las emociones y su lugar entre la locura y el arte: una mirada psicoanalítica”, de Pablo Pérez Castillo, profundiza en la centralidad del afecto y la derivación de los sentimientos y las emociones para la explicación de la dinámica psíquica desde el marco de interpretación psicoanalítico. El autor se interesa en la melancolía y aquellos sentimientos implicados en lo que se entiende como locura, así como la relación de estos con distintas expresiones artísticas. Asimismo, se busca dilucidar sobre los mecanismos afectivos e inconscientes presentes en estas dinámicas relacionales. El abor-daje de la expresión artística pretende establecer conexiones tanto en el quehacer creativo como en el receptivo–activo y su relación con la escucha analítica. Las reflexiones del autor ahondan sobre la dinámica psíquica específica del arte y la problematización de la noción de locura.

En “El vivir infausto y los humores del mundo en la percepción narrativa de Guadalupe Nettel”, María Esther Castillo García analiza la obra de esta escritora para mostrar cómo se escenifica y trasmite una experiencia afectiva en la literatura. La línea argumentativa nos lleva al reconocimiento de la pasión como un elemento fundamental de la memoria y, por lo tanto, del sentido de la vida del ser humano. En palabras de la autora, el texto presenta las premisas deudoras de la filosofía, del psicoanálisis, del estatuto de lo fantástico, así como también una suerte de redención histórico–cultural al inquirir el malestar de las sociedades contemporáneas que requiere abrir el texto literario hacia algunas iniciativas provenientes de las ciencias sociales en la pesquisa sobre la pasión y las emociones.

A través del análisis de dos obras artísticas, Alma Delia Zamorano Rojas y Óscar Colorado Nates, en su trabajo “Esperanza y solidaridad: análisis de imágenes de migrantes en la fotografía y el cine”, muestran cómo las imágenes se trasforman en representaciones que dan cuenta de un mundo de significados, en este caso de los migrantes y las problemáticas que enfrentan cotidianamente en su tránsito por circuitos cada vez más complejos y de mayor riesgo. La migración es un fenómeno social situado con coordenadas espacio temporales específicas que a través de las narrativas visuales busca dar cuenta de la visión del mundo de quienes viven esta experiencia, así como de las emociones implicadas en ella. Así, las obras percibidas despiertan en los sujetos sentimientos que provocan interés en un fenómeno particular y sus posibles implicaciones: “[...] ante este panorama (de la migración), los productos visuales y audiovisuales aquí expuestos manifiestan una resignificación de la migración”, concluyen los autores.

El noveno y último texto, “La emoción como representación social amorosa en conceptos de pareja y dramaturgias de géneros juveniles”, de María Adriana Ulloa Hernández, tiene como objetivo estudiar desde la teoría de la comunicación y con una perspectiva de género las representaciones amorosas de 30 mujeres y hombres jóvenes, de entre 19 y 31 años, residentes de la Ciudad de México. La investigación se centró en desentrañar, a través de relatos biográficos, las representaciones que tienen sobre sí mismos y sobre sus parejas las y los jóvenes a partir de cuatro dimensiones: las ficciones de género, los capitales personales, los contratos sociosexuales de pareja y las actitudes comunicativas. La autora concluye sobre la existencia de relaciones que reproducen asimetrías y la presencia de vínculos vanguardistas agrupados en torno a la equidad y la democratización de los lazos emocionales.

REFERENCIAS

Gordon, S. (1990). Social Structural Effects on Emotions. En T. Kemper (Ed.), Research Agenda in the Sociology of Emotions (pp. 149–154). Nueva York: State University of New York Press.

Hochschild, A. (1990). Ideology and emotion management: a perspective and path for future research. En T. Kemper (Ed.), Research Agenda in the Sociology of Emotions (pp. 117–148). Nueva York: State University of New York Press.

Hochschild, A. (2007). The sociology of feeling and emotion. Sociological Inquiry, 45(2), 280–307.

Kleres, J. (2010). Emotions and narratives analysis: a methodological approach. Journal of Theory and Social Behaviour, 41(2), 182–202.

Le Breton, D. (1999). Las pasiones ordinarias: antropología de las emociones. Buenos Aires: Nueva Visión.

Le Breton, D. (2013). Por una antropología de las emociones. Revista Latinoamericana de Estudios sobre Cuerpos, Emociones y Sociedad, 10(4), 69–79, diciembre de 2012–marzo de 2013. Recuperado de http://www.relaces.com.ar/index.php/relaces/article/view/208/145

López Sánchez, O. (2018). Las cartas amorosas de la imprenta de Vanegas Arroyo en la educación sentimental en México entre 1900 y 1930. Ponencia presentada en el Coloquio: Las pasiones en la prensa. Cambios en la empresa periodística: la estrategia del sensacionalismo. Su emergencia histórica en España y América (Argentina, México y Costa Rica). Proyecto I+D+I CSO2015-66667-R.

Pedraza, Z. (2000). La educación sentimental y el descubrimiento de sí mismo. En S. Castro Gómez (Ed.), La reestructuración de las ciencias sociales en América Latina (pp. 311–325). Bogotá: CEJA.

Las emociones en los procesos pedagógicos y artísticos

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