Читать книгу Cuerpo - María Eugenia Restrepo Ramírez - Страница 7
ОглавлениеEn estas páginas se dibuja la ética relacional, propuesta fundamentada en la idea de hacer confluir dos momentos teóricos en la obra de Guilles Deleuze que Zourabichvili (2004) describe como comentarios, por un lado, y los escritos a nombre propio, por otro. En específico, se habla de la visión de los cuerpos que elabora Deleuze a partir del rastreo de los conceptos de potencia y géneros de conocimiento en Spinoza, y de líneas y rizoma manejados por Deleuze y Guattari (2010) en Mil mesetas. Capitalismo y esquizofrenia. De modo que, si bien se hace un trazo que pretende abordar la ética como un ámbito específico de la filosofía, la propuesta cobra consistencia en la multiplicidad que agencia una apuesta ontológica y epistémica con el devenir de la vida. A propósito de la ética relacional, se dibuja un individuo en el que confluyen tres géneros de conocimiento y tres tipos de líneas; el resultado de esa coincidencia no puede ser más que un cuerpo (persona o grupo)1 que hace rizoma con el mundo.
Para Deleuze y Parnet (2004), el cuerpo es una multiplicidad, lo cual quiere decir que comporta muchos términos heterogéneos y establece uniones, relaciones entre ellos como una totalidad significante más que un conjunto de partes. De allí que el individuo-hombre, objeto de la propuesta ética, deberá entenderse como multiplicidad y, por ello, compuesto por una multitud de líneas que se cruzan en él y, a la vez, lo conectan con otros cuerpos (hace rizoma con el mundo). Aquí, las líneas son posibilidades de ser dentro de un conjunto de posibles modos en los que se expresa la potencia que es el ser humano. Así, establecen las conexiones que pueden crear los términos heterogéneos que conforman al hombre como multiplicidad, bien entre ellas o con los términos que componen otros cuerpos. En este sentido, pretende mostrarse cómo la ética relacional se configura a nivel del rizoma al conectar los géneros de conocimiento y las líneas, y cómo esta cobra consistencia en el instante en el cual el incremento en la potencia de actuar coincide con la conciencia sobre lo que puede ser y hacer el cuerpo. Con su flujo impredecible en múltiples direcciones, la vida exige hacer conciencia de lo que se es y cómo es posible relacionarse con el mundo para capear las circunstancias que obstaculizan la expresión de todo lo que se puede ser.
Se parte de recrear el rastreo de los conceptos que hace Deleuze en Spinoza, con énfasis en los géneros de conocimiento y las dimensiones del individuo. Cabe resaltar que, cuando Deleuze los rastrea, imprime en ellos un matiz diferencial que los aparta de Spinoza y los convierte en referentes propios. Entonces, no conviene asociar estos conceptos a la manera como los describe Deleuze con Spinoza sin caer en imprecisiones. Menos en este texto, en el cual los términos se enlazan al horizonte rizomático. A cambio, se propone ver allí un contínuum, es decir, observar en el individuo, visto como cruce de líneas, una prolongación del individuo que construye Deleuze al comentar a Spinoza. Así, no se busca realizar algún contraste con la obra de Spinoza, sino ahondar en la totalidad que constituye la obra de Deleuze.
En un segundo momento, se propone conectar los géneros de conocimiento y las líneas. Unir la conciencia de lo que puede el cuerpo con ese continuo “siendo” de las partes que lo componen, de aquellos términos heterogéneos que configuran la totalidad significante que es cada hombre; como capturar en un instante por qué es posible expresar un determinado modo de ser en circunstancias específicas mientras deviene otro. Esta conexión permite configurar al individuo tridimensional (potencia, modo y relación) en el rizoma, porque es allí donde se esboza la ética relacional.
Deleuze (2005) plantea los géneros de conocimiento como maneras de vivir, dado que implican cierto grado de conciencia sobre lo que el cuerpo puede. Es posible vivir sin saber por qué nos afectan otros cuerpos de una manera y no de otra; así, se reacciona al devenir de la vida sin comprender las razones por las que surgen resultados determinados de los encuentros, ubicados en el primer género: el conocimiento de los efectos que otros cuerpos producen en el propio cuerpo.
Un segundo género de conocimiento permite hacer conciencia sobre las causas de los efectos que producen otros cuerpos en el propio y ello ofrece un conocimiento sobre la potencia, es decir, lo que efectivamente puede hacer y padecer el cuerpo en circunstancias específicas. El tercer género de conocimiento permite conocer en un instante todo lo que se es capaz de ser, la expresión plena de la potencia. Cada género implica una manera de afrontar la vida; por su parte, las líneas tienen que ver con las seguridades que nos sustentan (líneas duras) y las inseguridades con las que estas líneas duras se cruzan a cada instante (líneas moleculares), deviniendo unas en otras como un flujo de intensidades; además de los cambios sin vuelta atrás (líneas de fuga) que sacan a relucir toda la potencia.
La ética relacional evidencia la cercanía entre estas líneas y las dimensiones del individuo (potencia, modo y relación) de la misma manera en que Deleuze vincula los géneros de conocimiento con estas dimensiones. Esta cercanía será clara al comprender las dimensiones que confluyen simultáneamente en el individuo. La potencia de ser y hacer implica un flujo inversamente proporcional entre la potencia de actuar y la de padecer, de modo que la potencia es siempre la misma, pero, en ocasiones, las circunstancias permiten que se exprese, que actúe afectando a otros cuerpos, o que se inhiba para padecer el efecto de ellos. El modo tiene que ver con la manera en que es posible expresar esa potencia; hay infinidad de posibilidades que varían entre la expresión plena de la potencia, evidenciada en una línea de fuga, y la inhibición plena de la misma, la cual podría implicar la destrucción del cuerpo. Esta variación se observa en los diferentes ámbitos en los cuales puede expresarse la potencia. La relación tiene que ver con la manera en que se consolidan esos términos heterogéneos para componer la totalidad significante que configura al individuo, de forma tal que es la relación que aglutina las partes de un modo particular la que marca la diferencia entre cuerpos, igual que un hombre se diferencia de otro.
La ética relacional pone en juego las dimensiones del individuo, su potencia de ser y hacer, la relación que lo compone y el modo en que puede expresarse en un momento dado. En consecuencia, la conducta ética se orienta a comprender cómo incrementar la potencia de actuar, lo cual solo es posible a nivel del segundo género de conocimiento. Este nivel de comprensión de la potencia deberá alcanzarse en la experimentación de la vida, allí donde fluye el deseo2 en pleno devenir, esto es, en el flujo de intensidades, de posibilidades que se cruzan en el rizoma. Al respecto, Mengue (2008) expone una ética con fundamento en Deleuze ubicada fuera de las propuestas trascendentes y abierta a generar posibilidades:
Nos parece que la filosofía de Deleuze, en lo que tiene de propio, culmina en la invención de una nueva ética que se calificará por su objeto de diversas maneras, ética del deseo, de las multiplicidades, del acontecimiento, de los devenires, del nomadismo, etc., pero lo importante es alcanzar el hilo que mantiene juntos estos diferentes aspectos y sobre todo comprender que ella se sitúa al costado de lo político y de la historia. (p. 139)
Situarse al costado de la política y la historia significa, según Mengue (2008), una plena ética de la creación contra el poder de la opinión y de los diferentes consensos, contra las opiniones mayoritarias. En ello concuerda la ética relacional, en cuanto creativa, porque no se conforma con lo establecido. No podría hacerlo porque toda ética construida a partir del sistema deleuziano será para el hombre el pleno devenir, un hombre que es cada vez siempre otro y cuya posibilidad de expresión de su potencia depende del contexto, de su naturaleza y de las circunstancias en las cuales deviene a cada instante. Este hombre requiere una ética creativa y, como propone Mengue con base en Deleuze, “una ética de la vida viviente e inventiva, de la vida liberada y múltiple, de la liberación de la vida” (p. 139).
¿Por qué partir de Deleuze? Porque ofrece un replanteamiento filosófico del mundo que aventura a un horizonte particular en el cual la tradición deviene “otra cosa” al hacer rizoma con el mundo. Para Deleuze: “Pensar no tiene otro sentido que inventar nuevas posibilidades de vida, es decir, nuevas formas de pensar y sentir” (Mengue, 2008, p. 40). Por ello, su sistema filosófico crea conceptos que oponen resistencia; traza mapas que dibujan nuevas formas de pensar, sentir y vivir. Y esa comunidad entre la filosofía y la vida conduce hasta Deleuze. De su mano se alcanza una noción de cuerpo que se ocupa de presentarse a otros cuerpos de manera compositiva. Con Deleuze, el cuerpo comprende lo que puede para relacionarse con otros cuerpos de maneras que fomenten la expresión de todo lo que puede ser y hacer. Un hombre enfocado en incrementar su potencia de actuar no se enfrasca en competencias inútiles, comprende que al potenciar su propio cuerpo se potencia la sociedad y todos ganan. Por tanto, usa el mapa que revela el modo en que le afectan otros cuerpos como guía hacia una “vida afortunada”.
1 Los cuerpos son multiplicidades, flujos de intensidades que se individualizan, por eso se habla sin distinción de cuerpos o individuos. Como indican Deleuze y Parnet (2004), los cuerpos hacen relación a un grupo o a una persona. En cualquier caso, constituyen un agenciamiento de sus partes, una multiplicidad que se relaciona en el rizoma con otras multiplicidades.
2 En Dos regímenes de locos. Textos y entrevistas (1975-1995), Deleuze (2007) aclara que el deseo es un proceso, no una estructura; un afecto, no un sentimiento. El proceso por el cual una cosa deviene otra. Como un hombre y su mascota, el deseo hace devenir mascota al hombre y hombre a la mascota, de modo que se configura una línea hombre-mascota, una relación que les hace posible, por ejemplo, expresar el modo de ser mascota de la mascota.