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Construcción de la relación entre códigos sociolingüísticos y prácticas dialógicas

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Ambos conceptos, códigos sociolingüísticos y prácticas dialógicas, se enmarcan en los campos de las ciencias sociales, la sociolingüística y las prácticas psicosociales; contienen perspectivas de abordajes epistemológicos, teóricos y metodológicos desde trabajos investigativos, reflexivos y terapéuticos que integran el enfoque sistémico, el construccionismo social y la filosofía del lenguaje. Tanto los códigos como las prácticas son construcciones complejas cuyos focos de atención son lo dialógico y lo relacional, es decir que constituyen un lugar interactivo desde donde las personas producen acciones creativas para afrontar situaciones difíciles en sus vidas, tal como puede verse en aquello que comúnmente es denominado “momento de crisis”.

Las prácticas dialógicas se basan en conocimientos previos, desarrollan propósitos, contextos y diseños originales, distinguen un conocimiento que parte de las experiencias de vida en situaciones diversas y generan procesos de aprendizaje (Fried Schnitman, 2015ª, 2015b). Mediante los códigos sociolingüísticos, entendidos como pautas que conectan las relaciones, se reconoce la forma como las personas valoran sus experiencias relacionales, lo que cada quien percibe de sí mismo, de los demás y las situaciones que lo rodean. También, mediante los códigos pueden identificarse los contextos creados por las personas mientras transitan desde el lugar del problema hacia el lugar de cambio y la creación de nuevas formas de aprendizaje (Sánchez, 2016).

La relación de estos dos conceptos, códigos sociolingüísticos y prácticas dialógicas, fue la entrada al terreno de la investigación que respalda este libro y que detallo a continuación porque fue un recorrido epistemológico-teó-rico-metodológico desde donde emerge este texto. Centrarme en aspectos comunes me permitió identificar una carta de navegación para explorar las realidades que presentaban las voces de algunos integrantes de las familias; igualmente, me ayudó a dejar de lado el detalle de la manera como operan estos conceptos, por ejemplo, en las prácticas terapéuticas y de la intervención2. Es decir, con este estudios se logró pasar de ver el cambio co-construido en los contexto terapéuticos bajo el protagonismo del profesional a ver el cambio como un proceso en el que las personas y sus familias toman el lugar central, capaces de lograr transformaciones ante situaciones de conflicto.

Lo anterior permite mostrar que en el campo de la investigación todo marco de referencia y de conocimiento guía las acciones del investigador cuando entra en conversación o en diálogo con los otros. En el caso de la investigación que motivó el presente libro, por ser investigación cualitativa, los marcos de referencia aquí planteados me proporcionaron mayores niveles de flexibilidad para ser creativa en las conversaciones, para seguir los caminos a los que invitaba el despertar de múltiples intereses provenientes de las voces de los hablantes. Esta visión me llevó a una nueva curiosidad investigativa para ir tras las huellas o el paso a paso de las construcciones narrativas que se dan a través de las voces de cada persona, cuando narra la trayectoria entre el evento de crisis y lo que concibe como la superación de esta.

Estos planteamientos responden a una creación inductiva, para lo cual fue necesario tomar los lineamientos de la teoría fundamentada. Bajo este método, las categorías y subcategorías creadas emergieron de la información brindada por cada una de las personas que ofrecieron sus voces para narrar, desde el recuerdo, una situación de crisis familiar. En la mayoría de estas voces se expresa una tragedia reflejada en el dolor, el sufrimiento, la angustia, la lucha y la manera como las personas y sus familias se movieron y relacionaron para salir de estas formas de vida.

En este sentido, resalto las narraciones de los recuerdos, los testimonios que traen a la memoria algunas frases y descripciones en las que la mirada se pierde en el vacío de aquella situación sobre la que cada familia dio vueltas. Las personas recuerdan las formas de girar sin encontrar salidas, que en el transcurrir del tiempo dejaron muchas heridas, pérdidas o sinsabores que no quisieran volver a vivir, los recuerdos se configuran en un laberinto de acciones, interacciones y emociones, que para muchos ha dejado marcas en el cuerpo, en su piel y en su mirada, pues la descripción de lo vivido deja entrever la tristeza, el temblor y las expresiones de llanto de lo que ha pasado y hoy es un recuerdo y una huella. “Piensa en cuantas cosas heterogéneas se llaman ‘descripción’: descripción de la posición de un cuerpo por medio de sus coordenadas; descripción de una expresión facial; descripción de una sensación táctil; de un estado de ánimo” (Wittgenstein, 2008, p. 41).

Finalmente, en cada voz está el reconocimiento del valor, de la fuerza y de la capacidad para salir adelante y seguir con sus proyectos de vida personal y familiar. Como también señala Wittgenstein, las sensaciones tienen un tiempo, se expresan y se ubican en el cuerpo, lo cual permite definir una diferencia conforme al sentido afectado a partir de en donde se localiza la experiencia de la sensación en el cuerpo, como sucede con la sensación del gusto y del dolor (Wittgenstein, 2007). Con esto quiero decir que, en cada momento de la narración, el recuerdo y la descripción sobre lo que se traía al presente de la entrevista, las expresiones y contenidos de la narración variaban. Ejemplo de ello son las miradas de miedo, de tristeza o melancolía por lo que no se pudo decir y hacer en dichos momentos, así como también las sonrisas por la decisión percibida como el inicio de un momento de cambio y superación de la crisis.

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