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ОглавлениеEL PAPEL DE LA PRENSA COLOMBIANA Y MEXICANA ENTRE FINALES DEL SIGLO XIX Y COMIENZOS DEL XX EN EL MODELO ESTRATÉGICO DE LA OPINIÓN PÚBLICA
En América Latina, el siglo XIX fue un periodo en el que la mayoría de los países experimentaron sistemas democráticos y republicanos. En paralelo a ese proceso, la esfera pública se caracterizó por una mayor o menor autonomía de las autoridades políticas. Al final del siglo XIX, los países latinoamericanos ingresaron progresivamente al proceso de tecnificación de la producción; proceso en el que también se involucró la prensa, no solamente por las nuevas tecnologías utilizadas en la impresión y por los nuevos requerimientos de una sociedad en transformación, sino también por la capacidad que precisamente empezó a tener la prensa para generar hechos políticos, como veremos más adelante. Esa situación hizo que la novedad fuera vista con otros ojos. Reinhart Koselleck muestra lo anterior con la definición de dos conceptos: el espacio de experiencia y el horizonte de expectativa. En términos sucintos, la experiencia es definida como el pasado rememorado, y la expectativa como el futuro imaginado. De tal modo, en la medida en que se acelera, el tiempo presente se hace más cambiante, como sucedió a finales del siglo XIX; así, la experiencia se separa cada vez más de la expectativa. En esa medida, el futuro tendrá cada vez menos que ver con las consecuencias de casos similares ocurridos en el pasado. Con esta conciencia del cambio histórico, la atención que se cierne sobre la novedad y los cambios ocurridos será mayor,1 como veremos más extensamente en los capítulos tercero y cuarto del presente estudio.
Los cambios que se expusieron en el anterior capítulo, los cuales se presentaron en la opinión pública, fueron notorios en todos los ámbitos del proceso de producción de los mensajes de la prensa. Ya ha sido abordada la constitución de la opinión pública y, adentro de ella, ahora se explorará cómo la prensa se constituyó como un sistema de legitimación o de deslegitimación;2 un nuevo lugar de articulación cuya formulación permitirá estudiar los lenguajes organizados sobre el centenario de la independencia en Colombia y México. Desde inicios del siglo XIX, los periódicos de América Latina se dedicaron principalmente a difundir opiniones sobre política. Tal situación no cambió sustancialmente a lo largo del siglo y, como fue expuesto con anterioridad, se mantuvo hasta comienzos del siglo XX, tanto en Colombia como en México.3 No obstante, como ya se señaló, durante la segunda mitad del siglo XIX, la prensa sufrió un fuerte cambio en la medida en que la opinión pública pasó a tener las características del modelo estratégico, que han sido mencionadas en el capítulo anterior. De igual modo, el ambiente era distinto; en un modelo forense, se buscaba encontrar la verdad por medio de la discusión de opiniones; en el modelo estratégico, se necesitaba encontrar seguidores a las opiniones expuestas. Precisamente en un principio, las novedades que se incorporaron a la prensa se pusieron al servicio de dicho modelo como nuevas máquinas, nuevas maneras de escribir, nuevas formas de transmitir los mensajes, de buscar los temas que le empezaban a interesar a los lectores; y, además, se buscaron nuevas estrategias para mantener la solvencia económica de los periódicos. De esa manera, las nuevas tecnologías que aparecían en la época se incorporaban y quedaban a disposición de una prensa aún politizada, y no del corte empresarial que conocemos hoy en día. En tal contexto, las caricaturas que publicaba esta prensa reflejaban la inclusión de la nueva tecnología incorporada a la impresión. No obstante, el contenido principal de aquella misma prensa seguía siendo el interés político de un director.4 Con respecto a la prensa en México, sucedió algo similar a lo acontecido con la de Colombia; para hacerla más atrayente a los lectores, se incluyeron distintos instrumentos, como las imágenes. Asimismo, los periódicos se volvieron más complejos, con la distinción de secciones, lo cual le dio un carácter específico a cada información; se incluyeron editoriales, noticias extranjeras, poemas, noticias económicas y juegos de entretenimiento, como partidas de ajedrez u otros recursos. Hubo así una transición del predominio exclusivo de los editoriales políticos a la inclusión ocasional de información; cambio postulado con el propósito de ampliar el número de lectores y atraer más adeptos a sus intereses. En esa época, los periódicos ya enviaban reporteros a las calles, para buscar historias que contar, y en algunos casos para llegar incluso a inventar un suceso importante en el que pensar.5 De igual modo, la estrategia de obtención de ingresos implementada para subsistir ante la amplia competencia hizo que no solo se dependiera de las suscripciones y las subvenciones gubernamentales, sino que también se utilizaran otros métodos, como la venta callejera en algunos casos. En el mismo grado, los formatos y los contenidos de los diarios fueron cambiando alrededor de 1870. La prensa no dejó de ser el órgano de combate político, pero, con el paso del tiempo, los principales periódicos se hicieron gradualmente más complejos: la cobertura se amplió y, además de las editoriales y noticias de opinión, se incluyeron noticias locales y del extranjero, así como piezas literarias y avisos. Con los cambios que se dieron en la sociedad y en la opinión pública, ya no solo se buscaba atraer militantes, sino también lectores, en tanto que se dependía de ellos por temas de prestigio y de sobrevivencia económica.6 A su vez, esto hizo que el grupo de personas dedicadas a la prensa no estuviera compuesto solamente de la élite letrada, como había ocurrido a lo largo del siglo XIX, en tanto que la prensa se convirtió cada vez más en otro actor de la política; además, se generó la necesidad de ampliar los espacios de discusión, en cuyo escenario se dio más preeminencia a personajes como el redactor, el reporter, el editor y los administradores de los periódicos. Al final del siglo XIX, la modernización de la prensa hizo que el periodismo se profesionalizara cada vez más; que los procesos de producción se tecnificaran; que se diera una organización empresarial más diversificada, y que también se diera una conexión más fuerte con el mercado.7 En el año 1896, la aparición de El Imparcial cambió la estructura del periodismo como negocio y como profesión en México. Gracias a la nueva tecnología, el volumen del tiraje aumento considerablemente, y se pudo reducir el precio de cada periódico a un centavo. Los periodistas pasaron a ser empleados como cualquier otro. Con la práctica del reporter, el escritor erudito empezó a hacerse a un lado, y en su lugar se empezó a destacar el que tenía olfato para husmear en los chismes de la calle.8
Como ha sido expuesto en la ampliación de los espacios de discusión pública evidente en el caso de la prensa, por igual tuvieron injerencia factores económicos, tecnológicos, sociales, culturales y políticos. En ese sentido, es fundamental tener en cuenta que, para analizar la opinión pública de finales del siglo XIX, no solamente nos debemos internar en su forma de funcionamiento, sino también en los discursos que ella misma emitió, lo cual remite a un marco de referencia mucho más amplio, como el republicanismo y el liberalismo que circulaban a finales del siglo XIX y comienzos del XX en Colombia y en México, a la manera que será expuesta más adelante en este trabajo. Al observar estos cambios en la opinión pública, es notorio que obedecieron a la iniciativa de autoorganización de diversos sectores de la población, así como al estímulo y la acción estatal. Como se ha explorado en el apartado anterior, en el siglo XIX las asociaciones y la prensa no solamente tenían como fin la expresión de los individuos en público, sino que terminaban por constituir el lugar de legitimidad de los gobernantes, en la medida en que estos habían perdido su legitimidad divina, y esta pasaba a manos de la voluntad de los sujetos.9 En esa medida, si además se tiene en cuenta la propuesta teórica de la historia conceptual,10 tanto la prensa como las asociaciones se constituyeron en la segunda mitad del siglo XIX como actores políticos, en la medida en que el fin que buscaban alcanzar al publicar no era solamente comunicar, sino que su intención también era generar hechos políticos, tramar intrigas, generar alianzas o socavarlas, u otro extenso conjunto de posibilidades.11
Financiamiento
Hasta tanto se ha sostenido que, durante el siglo XIX, la opinión pública se centró en el tema político y que, en esa medida, como principal difusor de tal opinión, la prensa escrita se enfocó de igual modo en el tema político. Por tanto, en su gran mayoría las fuentes de financiamiento correspondían a los dueños de los medios y a lo que se lograba de sus ventas. Con el objetivo de superar disputas ocasionadas por los intereses políticos que dirigían los editoriales, los directores de los periódicos se vieron en la necesidad de incorporar nuevos recursos, y así buscar el aumento de los recursos por medio de la venta de información, la publicación de fotografías, el entretenimiento y las propagandas. Los casos de El Tiempo (1911), en Colombia, y El Imparcial (1896), en México, fueron claros ejemplos de la etapa en la que se incorporaron novedades en los periódicos, en cuyos casos estos comenzaron a adquirir un perfil de empresa; no obstante, todo estuvo direccionado hacia la política. Una de las estrategias más utilizada por Porfirio Díaz para controlar la prensa fue apoyar económicamente a algunos periódicos, en especial a El Imparcial, para que su régimen obtuviera un respaldo significativo. Cabe señalar que El Imparcial no fue el único periódico de Rafael Reyes Spíndola; también contó con El Mundo Diario, que circulaba en la tarde, el diario vespertino el Heraldo, al igual que El debate y El Mundo Ilustrado, el cual fundó en Puebla, pero que trasladó a Ciudad de México. En la época, también contó con las revistas El Mundo Cómico, Actualidades y la Revista Universal. Y así como en los anteriores casos tuvo como fin apoyar a Porfirio Díaz, con El Ahuizote, fundado en 1911, buscó atacar a Francisco I. Madero.12 Pero, mientras estos periódicos se organizaban cada vez más como empresas lucrativas al servicio de intereses políticos, a su lado permanecían publicaciones que mantenían las características de los periódicos políticos del XIX; efímeros, contaban con muy pocos recursos, y solo permanecían mientras se prolongara un periodo electoral. Aquellos fueron los casos de Gil Blas o El Liberal, que solo se mantuvo para proponer la candidatura de Rafael Uribe Uribe a la Asamblea Nacional Constituyente de 1909.
Tecnología
En sí mismo, el uso de tecnología no significó que la prensa hubiera dejado de ser política y que estuviera centrada únicamente en intereses económicos. Tampoco es conveniente endilgar el uso de la tecnología únicamente a determinada corriente política, ni en Colombia ni en México. En la mayoría de los casos, hasta donde lo permitieron los recursos económicos, los periódicos de todas las corrientes incorporaban adelantos tecnológicos. De tal modo, la discusión de dicha incorporación no se centraba en ese hecho como tal, sino a disposición de quién se ponía. Mientras que en Colombia los conservadores consideraban que estaba al servicio de la ley divina,13 los periódicos de tendencia republicana, como El Tiempo, La Fusión y Gaceta Republicana, entre otros, consideraban que el mismo pueblo, y el servicio a este, garantizaban que la prensa no se convirtiera en el un medio lacónico, arrogante e irresponsable; disposición que excluiría así a la ley divina.
Entre los nuevos adelantos técnicos que se incluyeron en la prensa a principios del siglo XX, se encuentra la fotografía como un nuevo elemento que permitía atraer nuevos sectores, dentro de los que se podían incluir analfabetos o personas con ciertas limitaciones para la lectura exhaustiva. Además, la fotografía reforzaba los conceptos de verdad, objetividad y comprobación.14 De igual modo, la fotografía instantánea encarnaba la nueva propuesta de representación relacionada con el concepto de noticia recientemente desarrollado, y permitía que el reportero desarrollara una forma de narración que buscaba recrear la realidad de manera exacta.15 En el caso colombiano, precisamente el 24 de julio de 1910 apareció el semanario El Gráfico, de tendencia republicana; publicación fundada por Abraham Cortés y el cronista Alberto Sánchez de Iriarte —conocido como el Dr. Mirabel— la cual tuvo como tema principal en su primer número la celebración del centenario de la independencia. Aquella publicación tenía como género principal la fotografía, con imágenes de ese tipo en todos sus números, en la mayoría de sus páginas. Con respecto al caso mexicano, al final del siglo XIX y comienzos del XX, en su mayoría, los autores que proveían de fotografías a la prensa eran alumnos de artes plásticas que encontraban en la comercialización de sus obras la fuente de sustento. En ese escenario, el dibujante de origen catalán Rafael Lillo fue el primero que introdujo en México la historieta moderna, tal como se la conoce, con sus personajes constantes, sus globos y líneas de fuerza, entre otros aspectos. Aquellas creaciones se llamaron “Las aventuras de Adonis” y, luego, “Las desventuras de Adonis”, desde 1908.16 Cabe señalar que, en medio de su importancia, El Imparcial se caracterizó por la profusa utilización del recurso gráfico; tanto así que, desde el año 1902, en aquel periódico se publicaba el jueves una línea de suplementos gráficos que pasó a circular los domingos en 1910.17 De igual modo, El Nuevo Tiempo contenía un elemento fotográfico notorio en sus páginas.
Sin embargo, la ilustración no solo buscaba impregnar de certeza las publicaciones, o atraer compradores, como fue el caso de la fotografía; la caricatura tenía como función caldear la discusión y la oposición política, como se había hecho a lo largo de la segunda mitad del siglo XIX. De igual modo, es notorio que las caricaturas colombianas del periodo eran directas y explícitas (figura 1), mientras que en México dichas caricaturas no volvieron a aparecer en el periodo de Porfirio Díaz, ante la persecución que padeció la prensa. La persecución que sufrieron los periodistas llegó a ser tan fuerte que en la cárcel de Belén había una celda llamada especialmente “Celda de los periodistas”,18 y en su reemplazo aparecieron hojas volantes de personajes que representaban una fuerte crítica a la clase dirigente del momento, como las calaveras.19 En tal contexto, el genio de las calaveras fue José Guadalupe Posada, quien publicó en noviembre de 1889 la primera en la portada de La Patria Ilustrada. En la actualidad, Guadalupe Posada es muy conocido por la calavera llamada La Catrina.
Géneros
En Colombia son notorios algunos ejemplos aislados de periodismo de denuncia a lo largo del siglo XIX, los cuales según Maryluz Vallejo pueden ser rastreados en sus inicios hasta Antonio Nariño y su papel en La Bagatela. Después de ese antecedente, comenzaron a aparecer autores que utilizaban sus publicaciones para denunciar temas específicos; entre ellos, se encuentran Alfredo Greñas, con El Zancudo, y Santiago Pérez, con La Defensa, publicación que le valió el destierro del país; por último, el caso más conocido fue el de Carlos Martínez Silva, quien denunció la emisión clandestina de dinero que ejecutó el Banco Nacional, ordenada por Miguel Antonio Caro. Por tal motivo, El Correo Nacional fue cerrado en 1894.20
FIGURA 1. Un panorama nacional
Fuente: El Ciclón n.o 27 (6 de agosto de 1909).
Cuando un periódico o revista de gran éxito implementaba una nueva estrategia, tal esquema no demoraba en ser replicado por otros. Con el boom de la publicidad periodística, lo comercial dejó de estar relegado a las últimas páginas de la publicación. Tanto en Colombia como en México, muchas de ellas empezaron a incluir la publicidad en otras páginas, e incluso empezó a ocupar las primeras; además, se utilizaron cada vez más graficas novedosas, con la finalidad de atraer más clientes y anunciantes. Si bien es claro que la publicidad periodística no nació en el siglo XX, la nueva forma de concebir el periodismo y el objetivo de un periódico hizo que la propaganda ocupara un nuevo lugar mucho más privilegiado, y que se integrara al cuerpo de la publicación.21
La nueva práctica se configura
El mundo de los publicistas del siglo XIX, que eran simultáneamente testigos y protagonistas de los hechos, estaba cediendo su espacio al de los periodistas de profesión, que buscaban la información por medio de testigos que presenciaban los hechos. Es posible ilustrar lo anterior con la noticia publicada tanto en La Fusión como en el semanario El Gráfico. En los dos, se narró cómo el 26 de agosto de 1910, en la chichería El Aerolito, el voceador de prensa Antonio Rodríguez mató con una navaja a Castell, un gamín, porque lo agredió verbalmente. En ambos escritos, la información respondía claramente al quiénes, el cuándo, el dónde y el porqué del hecho.22 Por otro lado, la labor de los reporteros no solo era vista en la época de forma peyorativa. Esta también fue contemplada como un quehacer necesario para calmar los temores populares, como fue el caso del choque del cometa Halley contra la tierra. Para calmar los ánimos, se envió a un reportero, Abraham Ledesma, a buscar las opiniones del director del observatorio de Bogotá, Julio Garavito.23 Luego de una pequeña nota introductoria sobre la sentencia de Garavito, en la que explica que no habría peligro de choque, se transcriben preguntas y respuestas caracterizadas con las letras R y G, con lo que se hacía alusión al reportero y a Garavito, respectivamente.24
Otro tema que no solo contribuyó a la unión de los periódicos colombianos, sino que reunió con un solo fin a periódicos de diferentes tendencias, perfilándose como símbolo de tolerancia en la época del republicanismo, fue el homenaje que la prensa bogotana quiso rendirle a Miguel Antonio Caro tras un año de su muerte. Fueron el R. M. Carrasquilla, director de la Revista del Colegio de Nuestra Señora del Rosario, Ismael Enrique Arciniega, director de El Nuevo Tiempo, Enrique Olaya Herrera, director de la Gaceta Republicana y E. Rodríguez Triana, secretario del comité redactor de La Revolución, miembros de una comisión nombrada para realizar tal evento, quienes publicaron una carta para promover aún más su realización.25 A ese suceso también se sumaron La Fusión, El Centro y La Renovación, con apoyo monetario y objetivos: “A la memoria de quién supo dar tanto brillo a nuestra literatura”, convocatoria así programada para el 2 de febrero en la Sociedad Arboleda.26 Cabe señalar que dicho evento tenía un fuerte componente político. Como se ha mencionado, la intención de dicho evento, el cual fue promovido y publicado por la prensa, consistía en expresar la conciliación con el conservatismo representado mediante la figura de don Miguel Antonio Caro, antiguo contendiente de los republicanos.27
Las nuevas características que empezaron a notarse, tanto en la prensa colombiana como en la mexicana, pueden ser expresadas en la admiración que periódicos como los de oposición de México y El Gráfico en Colombia expresaban por La Prensa, de Buenos Aires. Además de realzar el poder que aquel medio tenía para influenciar la sociedad con secciones como las dedicadas a la biblioteca y el consultorio médico, enfatizaban su carácter filantrópico: “No es un diario de información sino un trabajador práctico y un espíritu propulsor de vida nacional en sus más altos fines”. De igual modo, destacaban su independencia con respecto al poder político, y su carácter informador sin prejuicios. Asimismo, daban gran importancia a la rapidez con la que trabajaban, y a la calidad que mantenían.28
La acción política de la prensa y su papel en el modelo estratégico
En el modelo estratégico de la opinión pública, la prensa jugó un papel fundamental. Durante el siglo XIX y comienzos del XX, aquella prensa fue un espacio de discusión política, como ya se expuso. De igual modo, los diarios eran los difusores de los discursos políticos y de las discusiones que surgían entre partidos y facciones. Cada diario creaba su comunidad de lectores, con lo que reforzaba o creaba una identidad política. No obstante, al mismo tiempo, los periódicos eran actores políticos en tanto que su actividad estaba destinada a la generación de hechos políticos; rasgo que es evidenciado por los mismos periódicos en sus primeras páginas, en las que exponían sus líneas editoriales y motivos de constitución. A principios del siglo XX, en algunos casos, aún afirmaban que su interés era apoyar a determinado candidato en unas elecciones. Tal fue el caso del General Rafael Uribe Uribe, quien recibió el apoyo de El Eco Liberal y de Gil Blas como candidato a la Asamblea Nacional Constituyente de Colombia en el año 1910.29 Igualmente, cuando dichas elecciones pasaban, anunciaban a sus lectores la terminación de la continuidad de la publicación.30 Es posible encontrar ejemplos similares en otros periódicos: La correspondencia31 apoyaba la candidatura de Marco Fidel Suarez, La Actualidad32 respaldaba a Carlos E. Restrepo, y 13 de Marzo33 proponía a Guillermo Quintero Calderón como candidato a la presidencia del país. Dichos ejemplos muestran cómo la intención era buscar el apoyo del candidato, y así alcanzar una mayor influencia política. Por medio de la prensa, se buscaba lograr encuentros entre los políticos en torno de algún candidato o conjunto de propuestas discutidas entre las distintas publicaciones periodísticas. Incluso, el periódico El Hogar Católico reconocía al periodismo como un cuarto poder organizado
más para destruir, que para edificar. Más que antorcha es volcán para los poderes públicos. Y en vez de ser escuela educadora es cátedra de partido para levantar a sus afiliados en el odio y la anarquía. Hay que ver ese periodismo en 100 años para ver si responde a las legítimas aspiraciones del pueblo.34
La prensa política tuvo mucha relevancia a lo largo de aquel periodo ya que, además de seguir siendo vehículo de ideas, fue articuladora del sistema político en lo concerniente a argumentos y elementos persuasivos. Como se ha expuesto, la prensa tuvo la capacidad de generar hechos políticos con base en el ejercicio de la negociación, en la medida en que servía como medio para la articulación de redes políticas. Por eso, a finales del siglo XIX y comienzos del XX, la prensa no era concebida por la clase política como la mera representación de una opinión pública ya preconstituida, sino como la entidad que se encargaba de conformar la misma opinión pública y, en esa medida, tenía mucha importancia en las actividades proselitistas de la política.35 Por eso, el género al que se echó mano fue el epidíctico de la oratoria.36 Tal género buscaba movilizar a la audiencia, de modo que despertaba sus instintos y emociones; antes que dirigirse a la racionalidad o la intelectualidad del público lector, se dedicaba a despertar emociones como pena, tristeza u orgullo.37 De esa manera, para finales del siglo XIX y comienzos del XX —al igual que las demás expresiones de la política nacional y del lenguaje por medio del cual se manifestaba lo político—, como una de las actividades proselitistas, la prensa política se caracterizaba por un funcionamiento basado en la lógica de la oposición binaria compuesta del amigo y el enemigo.38 Lo anterior es claro durante la época del centenario, pues en los periódicos colombianos y mexicanos es posible encontrar ejemplos que lo evidencian. Tal es el caso de los escritos publicados por Laureano Gómez en su periódico La Unidad, el cual incluso traía a colación supuestas enemistades entre los héroes de la patria, como sería el caso de Bolívar y Santander, arguyendo así que era imposible que se convocara a un evento para honrar la memoria de Santander, y que este tuviera lugar a la misma hora que la coronación de la estatua de Bolívar.39
A continuación, se explorará cómo a finales del siglo XIX la prensa mexicana seguiría siendo utilizada como un elemento estratégico en la política. Entre 1874 y 1876, desde la oposición, la prensa porfirista logró apoyar el derrocamiento de Lerdo, y el triunfo de la Revolución de Tuxtepec. Pero dos años luego de Tuxtepec, la violencia se levantó de nuevo por inconformismo. Dicha situación empezó a verse reflejada en la prensa, y comenzó a aparecer una leve oposición que criticaba a Porfirio por su incumplimiento de promesas y porque incurría en los mismos desmanes que Lerdo.40 Dichas críticas provendrían de periodistas como Vicente Riva Palacio, Ireneo Paz, Juan Nepomuceno Mirafuentes, José María Villasana, Filomeno Mata; y, asimismo, se originarían en otros con medios como El Monitor Republicano, La Chispa Eléctrica, El Ahuizote, El Combate, El Cascabel y El Padre Cobos.41
Obviamente ante ello, los contendientes de Díaz, considerados derrotados, no se habrían de quedar tranquilos. Lerdo usaría la prensa como medio de oposición durante el primer periodo del porfiriato, así como lo hizo Díaz en su momento, en su intento por recuperar la presidencia. Cabe señalar que un sector de la opinión pública quedó escandalizado con el levantamiento y la toma del poder que hizo Porfirio. Por eso, la prensa lerdista denunciaba al nuevo Gobierno como la más ignominiosa dictadura. Para los intelectuales afines a Lerdo, el triunfo de Palo Blanco fue un error histórico que, según señalaban, pronto desaparecería. Otros periodistas independientes también vaticinaron la pronta caída de Porfirio. En tanto, durante su primer periodo, Porfirio fue tratado con saña por los periodistas de oposición. Los caricaturistas pintaban a Porfirio Díaz como un tonto, y los escritores lo apodaban el Llorón de Icamole.42 Pero, por más que lo intentara, para finales de 1878, Lerdo estaba totalmente derrotado en los aspectos de las armas, la política, la diplomacia y la opinión pública. Así, los temas que aparecían en la prensa empezaron a ser triviales, e incluso se trataban temas tendientes a limar viejas asperezas.43
Es preciso sostener que las críticas dirigidas en contra de Porfirio no tuvieron en principio mucha recepción en la opinión pública. Durante los primeros meses de Gobierno, esta situó a Díaz en un momento de adecuación con su nuevo cargo. Por otro lado, es posible argüir que para su régimen parecía normal la existencia de la prensa de oposición lerdista e iglesista.44
En lo que concierne a la prensa de caricatura satírica, la revista más famosa en los inicios del Gobierno de Díaz fue La orquesta. Periódico Omniscio, de Buen Humor y con Caricaturas. Muy temprano, en marzo de 1877, la publicación se declaró en contra el triunfo de Tuxtepec. Con todo, la señalada fue una revista que se esforzó por hacer un periodismo crítico e independiente, y que atacó a Lerdo y a Díaz por igual. En ese mismo año, aparecieron periódicos de oposición satíricos de filiación lerdista: La Linterna, Don Quixote y La Mosca.45 Con el tiempo, la prensa de oposición comenzó a convertirse en una fuerte plataforma de apoyo para los movimientos de revuelta surgidos ante la difícil situación que atravesaban el país y el Gobierno.46 Sin embargo: “Poco a poco, ante vastos sectores de la opinión pública y de la misma prensa, los periódicos de combate faccionales terminan siendo vistos como algo nocivo y pierden fuerza, prestigio y autoridad, aunque no dejan de existir”.47
Como se explorará más adelante, durante el porfiriato la opinión pública se vio afectada por las interferencias recurrentes de la autoridad civil en las publicaciones periódicas. No obstante, tales intervenciones se hicieron cada vez más directas después de la Conferencia Diaz-Creelman,48 conforme además se acercaban las elecciones de 1910. Como ya se expuso, periódicos como El Diario del Hogar fueron fieles testigos de lo anterior, cuando su director Filomeno Mata fue encarcelado durante cinco meses,49 y El México Nuevo fue cerrado tras un sinnúmero de persecuciones y saboteos, por apoyar la candidatura de Francisco I. Madero y mantener polémicas abiertas con los periódicos El País y El Imparcial.50
Libertad de prensa, honor y asociaciones
Como se expuso en el capítulo anterior, el honor de los periodistas fue muy importante al final del siglo XIX. Por eso, en México se creó una junta general de periodistas, con el objetivo de evitar las muertes de los comunicadores; tal agrupación estuvo integrada por los liberales veteranos José María Vigil e Ignacio Altamirano.51 Aquellos intentos de arbitraje buscaban mantener al periodismo afuera de la influencia de los intereses políticos; aunque poco de eso se logró, ya que en 1884 se reformó el artículo 7 de la Constitución, y los procesos relacionados con escritos difamatorios fueron otorgados a jueces no dedicados especialmente a esos temas, y además se estipuló que tales asuntos no serían juzgados por dos jurados, sino por uno; en consecuencia, los juicios fueron más proclives a la influencia de las diversas facciones políticas.52 Lo anterior ocasionó que dichos enfrentamientos no lograran escapar a la esfera política. Tal fue el caso de José de la Luz Reyes Spíndola, hermano de Rafael; juez que precisamente falló causas contra varios opositores de Rafael Reyes Spíndola.53 Pero la confrontación política era tan fuerte que incluso se veía reflejada en la publicidad, lo cual evidencian los anuncios de la Cerveza Moctezuma o los cigarrillos El Buen Gusto: según anunciaban, con ellos, los feos se vuelven guapos; los malos, buenos; los enemigos se reconcilian, y todas las contradicciones se resuelven.54
En los inicios del porfiriato, muchos de los periódicos no fueron antiporfiristas. No obstante, con el paso del tiempo las cosas cambiaron. Cabe señalar que El Monitor Republicano y El Siglo eran los dos periódicos de más renombre en la época, y en un comienzo apoyaron a Díaz, pero después de las elecciones del Congreso en las que los partidarios de Díaz obtuvieron el respaldo de la gran mayoría, se arrepintieron de apoyarlo. Por esa actitud, la reacción del poder se centró en controlar a la prensa. El Manco, como era llamado el general Manuel González,55 recrudeció desde el inicio de su Gobierno la represión contra la prensa de oposición, y planeó la coacción de la libertad de prensa. Por iniciativa del periódico subvencionado La República, el 10 de octubre de 1861, se presentó ante el Congreso una reforma al artículo 7 de la Constitución, que consagraba la libre expresión.56 Con esa reforma, se puso a la prensa independiente afuera de la jurisdicción de los jurados de imprenta, y esta pasó a estar bajo el control de una instancia jurídica manejada por la presidencia.57 Aunque Porfirio Díaz no estaba en la presidencia al momento de la expedición de esa norma, la apoyó y usó desde el 1 de diciembre de 1884 hasta el 11 de mayo de 1911.58 Cuando se acabó el jurado de imprenta, la injuria se convirtió en un arma política muy apreciada, que se supeditó a la valoración subjetiva de los jueces.
Para Pablo Piccato, a finales del siglo XIX el honor definía quién podía intervenir en política, quién podía hablar y qué se podía decir: aquel orden fue clave en las exclusiones, ocasionadas por la falta de educación o de reputación.59 Este tipo de opinión pública, basada en el honor y la reputación de las personas, hizo que se originara una lógica compleja afuera del partidismo político;60 aquella fue precisamente la época en que proliferaron las facciones, como el reyismo en México, y el republicanismo en Colombia.
Luego de la promulgación de la Ley Mordaza,61 como se la conoció, no se permitió que los periodistas de combate siguieran adelante con sus labores con vitalidad. Muchos periodistas que terminaron en la cárcel de Belén durante el porfiriato, y hasta en la penitenciaría de San Juan de Ulúa, localizada en el puerto de Veracruz. Uno de esos periodistas fue Adolfo Carrillo. Aquel reporter tenía una profunda enemistad con Porfirio Díaz lo cual, particularmente por su actividad periodística, le valió el exilio (1886); no obstante, Carrillo trascendió además por ser el autor de las Memorias de Don Sebastián Lerdo de Tejada.62 A pesar de eso, la libertad de imprenta siguió siendo defendida por periódicos como El Diario del Hogar y El Hijo del Ahuizote.63 Con la primera reelección de Porfirio, apareció una fuerte oposición, y con ella llegó la represión. Cuando sintió que la libertad de imprenta amenazaba su Gobierno, Díaz no se detuvo para restringirla. Practicó constantemente la confiscación de materiales de imprenta, y dio prisión tanto a editores como a periodistas.64 Resulta curioso que quien defendía un Estado liberal reformista no dejara de ir contra un principio liberal fundamental, como lo era la libertad de imprenta.65 Desde la oposición liberal es posible encontrar los casos de periódicos como El Hijo del Ahuizote, El Diario del Hogar, El Monitor Republicano y El Nuevo Tiempo, mientras que en la oposición conservadora se destacan El Tiempo, La Voz de México y El Nacional. En paralelo a esa represión, el Gobierno continuaba usando subvenciones con el objetivo de financiar periódicos que lo apoyaran incondicionalmente, para así contrarrestar los posibles efectos de la prensa de oposición.66 Si bien El Diario del Hogar fue fundado en 1881 por Filomeno Mata como un periódico apolítico, desde la reelección de Díaz, en 1888, pasó a la oposición y, por supuesto, el centro de su publicación fue la política. De tal modo, El Diario del Hogar fue un diario que, como muchos otros de la oposición, resultó siendo perseguido, de modo que Mata estuvo por lo menos treinta veces en la cárcel. Cabe entonces considerar que los liberales de aquel momento se veían a sí mismos como los verdaderos herederos de los ideales del movimiento de la reforma, y se manifestaron en contra del movimiento de reconciliación con la Iglesia; así, incluso El Diario del Hogar se declaró antirreligioso.67 Por su parte, México Nuevo fue un diario fundado en 1908 por el liberal Francisco P. Sentíes. En su primera época, los números eran escritos por Juan Sánchez Ascona y Francisco de P. Sentíes, mientras que su gerente era Luis G. Mata. Luego, se constituyó como una sociedad anónima. En tal caso, Luis G. Mata fue nombrado administrador gerente, y Sánchez Ascona ocupó el lugar de gerente y director. Aquel periódico inició con un tiraje de 4000 ejemplares diarios, que luego fueron en aumento. A los cuatro meses, ya había llegado a 15 000.68 Apoyaba además al Partido Democrático, y por tanto en sus páginas salía publicidad sobre el libro de Francisco I. Madero llamado La sucesión presidencial, que se vendía a 1,75 pesos.
Como acabamos de observar, uno de los temas más relevantes al final del siglo XIX y comienzos del XX fue el equilibrio entre la defensa del honor de los ciudadanos, y la tan prometida libertad de prensa.69 En la época, el honor era algo a lo que todos tenían derecho; no dependía de la riqueza o de la cuna. En tal escenario, la situación de los hombres públicos era que sus vidas privadas se veían expuesta al escrutinio público; un tema que fue sensible, tanto en México como en Colombia. En el caso colombiano, durante la segunda mitad del siglo XIX se vivió la libertad de prensa absoluta durante el periodo del Olimpo Radical. A pesar de eso, no dejaron de aparecer episodios de persecución a periódicos, como lo ejemplifica el hecho de que El Tradicionalista fuera obligado a tomar un préstamo del Gobierno en 1876, según el mismo Miguel Antonio Caro; asimismo, como vimos, en México eran más frecuentes las denuncias de abusos hechas por la prensa, que las denuncias del Gobierno o de las autoridades del Gobierno en contra de la prensa. Pero, con la Constitución de 1886, esa situación cambió. El argumento de los constituyentes para implementar dichos cambios fue que la libertad absoluta de prensa dejaba la posibilidad de que se presentaran abusos que, en palabras de Miguel Antonio Caro, podían terminar en el pasquín, la pintura obscena, la caricatura ultrajante y el insulto a la autoridad.70