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ОглавлениеPuer sacer, o la doble destrucción
de la educación
Pola Oloixarac
El Estado Maternal
Hace un año, el covid-19 hacía su debut viral en las vidas humanas. Mientras las ciudades cerraban y el remedio medieval de la cuarentena parecía el único antídoto, muchos intelectuales celebraron lo que veían como la derrota del orden neoliberal. Leían en el virus la capacidad de hacer “lo que no pudieron los hombres” (derrocar el sistema, en palabras de “Bifo” Berardi), dando un golpe “a la Kill Bill al capitalismo” (Žižek). Para muchos, había tronado “la hora del Estado”, como unos cien años antes Leopoldo Lugones había cantado, entusiasta, el arribo auspicioso de “la hora de la espada” ante la ruina de la democracia liberal.
En Argentina, la Jefatura de Gabinete publicó El futuro después del covid, donde la antropóloga Rita Segato ponderaba el “Estado Maternal” de Alberto Fernández, que había dictado la cuarentena temprana en marzo y puesto el cuidado de las familias como prioridad.1 Aunque buscaba oponer maternal a patriarcal, elevándolo a un nuevo orden feminista, sin advertirlo Segato proponía un esquema psicológico que explicaría muchas acciones y perversiones posteriores del gobierno. En efecto, el Estado Maternal se verificó en la infantilización de la sociedad propulsada desde el Poder Ejecutivo y sus voceros, un manejo del biopoder que a la vez borró de su consideración a los niños verdaderos. Con el dictado de la cuarentena inicial, se cerraron las escuelas; a un año del cierre, cientos de miles de niños argentinos aún siguen sin clases, mientras otros asisten con protocolos absurdos. Este es el núcleo de No esenciales, de María Victoria Baratta: la crónica de un año desquiciado donde ese Estado Maternal arrasó con los derechos elementales de la infancia.
Uno de los efectos más interesantes de No esenciales es que parece una impresión 3d de la cultura actual. Toma forma por capas: es la voz de una intelectual disidente y una crónica de guerra en las trincheras contemporáneas (Twitter) por la educación, el bastión último del progresismo. Otra capa del libro es la desesperación sorda que lo recorre: las madres reales que, como María Victoria, debieron dejar de lado sus vidas profesionales para hacerse cargo de la educación de sus hijos,2 y el surgimiento de una comunidad civil de familias que interpela al poder político, Padres Organizados.
No esenciales es, también, un retrato de familia del campo intelectual argentino y dos estilos de supervivencia en el Estado Maternal: los que viven entre extasiados y temerosos del castigo de esa Madre Estatal fantasmática implícita, ante la cual solo se puede obedecer o callar, y las hijas e hijos pródigos rebeldes, disidentes, que buscaron defender, uno a uno, sus derechos y los de sus hijos.
María Victoria es una rebelde con causa: aunque forma parte del sistema científico local, el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y técnicas (conicet), su libro es el testimonio de que tener discusión racional en torno a evidencia científica se ha convertido en una tarea imposible incluso dentro del sistema científico. La aventura de perseguir una idea hasta su conclusión lógica por medio de argumentos y evidencia se encuentra vedada a menos que se profese la misma ideología. Es decir, según qué relación se establezca con el Estado Maternal, que solo tolera la obediencia total al poder del Ejecutivo, o el murmullo bajo, disciplinado y discreto, a puertas cerradas, si es que llegan a surgir diferencias entre lo que piensa el individuo y lo que el Estado desea que piense.
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Corre agosto, o repta. Es la sexta o séptima prolongación de la cuarentena, el Día de las Infancias. El parte de muertos por covid-19 va por cadena nacional: junto a Carla Vizzotti, entonces número dos del Ministerio de Salud, está sentada una payasa profesional. El reporte del ministerio es el preludio para el show de la payasa Filomena: canta una canción que los dos funcionarios imitan. Sería un error creer que el mensaje estaba dirigido a los niños (ningún niño vería eso). Por el contrario, el target eran los adultos infantilizados por la cuarentena eterna. Los hijos del discurso paternalista de Alberto, que deben aceptar su palabra sin chistar, porque en su figura convergen el poder de la Ciencia y el Estado.
¿Qué clase de madre despliega el Estado Maternal de Alberto Fernández? ¿Cómo es su relación con sus hijos? El Poder Ejecutivo nunca se cansó de caracterizar a los “buenos ciudadanos” como “sus” votantes, una cohorte que los incluía además como empleados (del Estado, entre ellos docentes). Las conductas que escapan del espectro de silencio y obediencia son penadas, multadas, u objeto de bullying por parte de los “hijos buenos” del Estado Maternal, devenidos en policías vocacionales y empleados de vigilancia. El sistema científico desplegó una cartera de militantes como hermanos mayores iluminados por su pertenencia a la Ciencia Argentina, entendida como espejo de las medidas del Poder Ejecutivo nacional.
Recuerdo que, desde que empezó la pandemia, me llamó la atención que no se hablara mucho de los efectos del encierro en los niños y del cierre de las escuelas. En España, donde pasé 2020, los medios bullían de artículos indignados de pediatras, psicólogos infantiles, médicos e incluso filósofos que encontraban que dos meses de cuarentena habían sido una crueldad extrema para los niños, especialmente cuando ya había evidencia de que tenían muy escasa carga viral y el virus no era mortal para ellos. En el artículo “La asombrosa desaparición de 7 millones de niños españoles”, un filósofo marcaba cómo incluso los perros habían recibido más respeto a sus derechos que los niños. Daba en la tecla: ¿qué viene a ser un niño para el Estado? ¿Qué viene a ser un niño visto a través de sus normativas? “Personal no esencial”, como marca el título de este libro valiente de María Victoria Baratta. O un monstruo.3
Pero en Argentina, que ostenta —junto al dulce de leche y la birome Bic— el formidable récord de tener más psicoanalistas por cabeza del planeta, fueron los discípulos de Freud los que desaparecieron. La jerga lacaniana se utiliza habitualmente para analizar actualidad y medidas económicas en Página/12, así como para discutir temáticas de feminismo y literatura por doquier; sin embargo, esa lengua lacaniana se había vuelto repentinamente muda. La salud mental de la infancia no llegó a inspirar comunicados, observaciones, reportes ni juntada de firmas (una de las grandes aptitudes del mundo psi y de la intelectualidad argentina en general). ¿Debemos entender que la influencia de Lacan es solo una mera pasión de la progresía argentina por el mal estilo? Una psicoanalista de la prestigiosa Asociación Psicoanalítica Argentina me comentó, off the record, que si nadie hablaba era, fundamentalmente, por miedo. Miedo a ser señalados como contrarios al gobierno.
El tema de las escuelas cerradas echa luz sobre un problema más amplio: la doble destrucción de la educación en Argentina. La tragedia educativa que hizo que millones de niños se cayeran del sistema educativo, en un precipicio del que muchos no podrán salir para regresar a la escuela, puso en evidencia asimismo el estado decrépito de la educación superior. Doctores formados en la Universidad de Buenos Aires (uba), becarios del conicet y demás miembros del sistema científico se han visto reducidos, junto con sus paupérrimos salarios, al estatus de una corporación de planeros sobreescolarizados, en tanto su voz solo puede funcionar como médium de las medidas del gobierno. Muchos entienden que su misión es callar todo lo que puede llegar a incomodar al gobierno, o a cierto universo de ideas supuestamente progresistas sobre las que él se apoya, que en apariencia constituyen su estructura sentimental, pero que tienen más que ver con maneras de posicionarse ante temas de actualidad. Al parecer, para hacer ciencia en Argentina primero hay que leer el diario: ponerse al tanto de lo que el gobierno quiere que se diga, lo que quiere que se tome como sentido común, porque cualquier posición diferente, por un lado, me puede traer problemas en el trabajo (mi superior es un “hijo bueno” del Estado Maternal, la universidad donde trabajo vive de plata del Estado Maternal), y por otro, implicaría posicionarme como un “hijo malo” ante el gobierno de Científicos, pasible de castigo, aislamiento y cancelación. Creer que los miembros del sistema de universidades públicas tienen como rol sumo ser los cheerleaders del gobierno es haber perdido totalmente el rumbo de la educación como formación de espíritu crítico, además de una devaluación ruin del rol de investigador.
Puer Sacer
Mientras los intelectuales celebraban la inminente caída del neoliberalismo gracias al covid, Giorgio Agamben observaba solitario y horrorizado el despliegue del Estado. Agamben escribió que los Estados habían encontrado, vía covid, la excusa para acelerar un estado de excepción: una nueva “hora de la espada” hacia adentro de la sociedad, donde el biopoder avanzara como nunca sobre los seres. Estas democracias aparentes son, según Agamben, estados totalitarios disfrazados de democracias, porque tu derecho te puede ser quitado y reducido al estatus de “pura vida”, o torturado, o muerto. La cuestión del homo sacer fue analizada por Agamben: el homo sacer es un emblema del poder soberano sobre la vida y la muerte, el poder de decir qué vidas se salvan y cuáles no; cuáles vidas son esenciales y cuáles no.
Lo podemos analizar como una paradoja: homo sacer es aquel que no puede ser sacrificado y sobre el que, sin embargo, se puede avanzar con impunidad y matar sin tabú. El homo sacer se constituye haciendo una excepción precisamente de la gente en cuyo nombre se crea el estado de excepción. El homo sacer, o puer sacer, niño sagrado, es la vida expuesta a la muerte, según lo decide el soberano. Son pura vida despojada de derechos, declarada “no esencial”. La pura vida en nombre de la cual se labra una nación, y la pura vida que queda rehén de esa nación por ser considerada no esencial. Va a pasar tiempo hasta que podamos justipreciar y entender la envergadura del daño hecho a los niños, especialmente a los desposeídos y más vulnerables. Y esto es lo que el libro de María Victoria Baratta se anima a decir, pensar y probar con evidencia. Como señala Diana Maffia, María Victoria Baratta rompió el pacto de silencio.
1 “Alberto nos pide aunarnos, genera una experiencia infrecuente en nuestro país. Genera comunidad, nos pide que depongamos la discordia e intentemos reinicializar para enfrentar lo desconocido, dice que nos va a proteger y que va considerar las necesidades materiales en su desigualdad. Es por eso que he dicho que parece encarnar un estado maternal, una gestión doméstica, como una innovación.” Rita Segato, “Coronavirus: todos somos mortales. Del significante vacío a la naturaleza abierta de la historia”, en El futuro después del COVID-19, Buenos Aires, Argentina Unida, 2020.
2 “Durante el período sin clases presenciales 9 de cada 10 adultos/as que cumplieron la función de acompañamiento fueron mujeres”, publicó el Ministerio de Educación un año después.
3 “Mi respeto y admiración por los docentes que hoy fueron empujados a esta odisea llena de monstruos que ponen en riesgo su vida” fue un comentario viral en Twitter: su autora protestaba contra el regreso de las clases presenciales.