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ОглавлениеCapítulo 1
Emergencia educativa
“La educación es lo que sobrevive cuando todo lo aprendido se olvida”.
Burrhus Frederic Skinner
¿Qué hubiera pasado si los niños hubiesen sido los pacientes de mayor riesgo frente al covid-19 en lugar (o además) de los mayores de 65 años? ¿Qué grado de angustia hubiésemos experimentado durante 2020 como padres de saber que si nuestros hijos contraían el virus tenían altas probabilidades de sufrir complicaciones y eventualmente morir? ¿Con qué nivel de aislamiento hubiéramos tenido que mantener a nuestros hijos durante casi todo el año y hasta que llegase una vacuna efectiva si esa hubiera sido la situación? Estas preguntas son las que los historiadores llamamos contrafácticas: lo que podría haber sucedido, pero no sucedió. Por regla general, no son nuestro objeto de estudio, sino simplemente interrogantes implícitos que nos ayudan a entender mejor las distintas alternativas que se abren a los actores ante cada hecho histórico. Más allá de las preguntas contrafácticas, lo que efectivamente sucedió es que los niños han sido hasta el momento los menos afectados por el virus. Como madre de una niña pequeña, reparé enseguida en este dato, el que más me alivió desde que empezó este problema. A partir de marzo de 2020, parecía claro que los niños y adolescentes no eran pacientes de riesgo para el covid-19 y que la amplia mayoría de ellos, al contraer el virus, cursaría la enfermedad con síntomas leves o sin síntomas. Responder a las preguntas que inician este párrafo es elaborar un relato de fantasía, pero plantear esos interrogantes nos permite tener noción de la magnitud de algunas “ventajas” de esta pandemia de las que gran parte del mundo tomó nota. Al menos hasta ahora, febrero de 2021, las nuevas variantes (mal denominadas cepas) del covid-19 siguen teniendo esa “ventaja” respecto de los niños.
La pandemia del covid-19 es un evento histórico. Modificó la vida de millones de personas a nivel mundial y, en algunos aspectos, marcará un antes y un después. Sin embargo, el hecho de que se trate de un evento histórico no significa que sea la primera pandemia en la historia. La humanidad afrontó varias de ellas; las más recientes, por ejemplo, de distintas cepas del virus influenza (en 1918, 1957-1958, 1968, 2009). Si bien la gestión de una nueva pandemia implica desafíos hasta entonces desconocidos, existen experiencias previas o simultáneas de otros países que ayudan a tomar mejores decisiones. Además, en esta ocasión la ciencia mundial puso en marcha una suma de recursos y esfuerzos sin precedentes para buscar soluciones farmacéuticas al problema.
La infancia sacrificada
El mundo tomó nota con rapidez de que los niños no eran los principales afectados por el covid-19 y, salvo excepciones, nunca prohibió (ni siquiera en cuarentena estricta) que pudieran salir a la calle para recrearse. Otro dato científico que desde abril estaba claro en las guías de recomendaciones de todo el mundo fue el que se sumó para fomentar estos paseos: el nivel de contagio del virus caía significativamente en espacios al aire libre. En Argentina, sin embargo, esas recomendaciones no parecían llegar ni al gobierno, ni a sus principales asesores, ni a una porción del periodismo, ni a gran parte de la población, a pesar de vivir en la era de internet y el acceso libre a la información.
Las decisiones poco coherentes que se fueron tomando en torno a la gestión de la pandemia en Argentina me llevaron por un camino inesperado. A mi profesión de historiadora y mi rol de madre (y docente de mi hija en cuarentena), se sumó un activismo que nunca hubiera imaginado. Las salidas recreativas de los niños estaban prohibidas a partir del decreto presidencial que dictaminó el aislamiento social preventivo y obligatorio el 20 de marzo de 2020. Si bien en un inicio reinaba la incertidumbre, con el correr de los días se podía acceder a las recomendaciones sobre niños y sobre salidas recreativas al aire libre de todo el mundo. Suiza ya había autorizado incluso los abrazos entre abuelos y sus nietos menores de 10 años. Pero aquí pasaban las semanas y nada cambiaba. El periodismo científico replicaba la voz del gobierno.
Para mediados de abril, empecé a reclamar por el encierro injustificado de los niños por las redes sociales. En la vida real, concreté este reclamo con salidas “clandestinas” con mi hija a la plaza y al parque en las que muchas veces terminaba discutiendo con la policía, que hacía su trabajo, pero que a la vez se empoderaba con un relato del miedo y un decreto que violaba libertades fundamentales. Si bien mi experiencia no pasó de cruces de palabras, algunas “violaciones” de la cuarentena terminaron en apremios ilegales y muerte, como el caso de Luis Espinoza, un trabajador rural detenido por violar la cuarentena por la policía de Tucumán. Espinoza estuvo desaparecido, y luego se comprobó que fue asesinado por la misma policía en Simoca y que su cuerpo fue trasladado a Catamarca. Su caso no fue el único en el que en nombre de la pandemia se violaron gravemente derechos humanos.1
En cuanto a los niños, la experiencia y las recomendaciones de muchos otros países revelaban que no tenía ningún sentido ese encierro, que perjudicaba su salud mental y física y que además vulneraba sus derechos. En esta desobediencia civil de sacar a mi hija a jugar, no estaba sola en las calles (ni en las redes sociales), pero éramos muy pocos los que entonces nos animábamos a alzar la voz. Éramos fuertemente cuestionados por expresar nuestra opinión. La cantidad de casos de covid-19 era, además, bastante baja en ese momento. En la red social Twitter, nos acusaban de querer asesinar a nuestros hijos, a nuestros vecinos, a la gente mayor que podíamos cruzarnos; nos tildaban de ignorantes por no seguir “a los que sabían”, es decir, a los infectólogos que entonces asesoraban al gobierno. Como si no existiera internet, como si las recomendaciones de organismos oficiales de todo el mundo no estuvieran a nuestro alcance. Como si el mundo estuviera equivocado y Argentina estuviera en lo cierto respecto de que al aire libre se ponía en un gran riesgo a la sociedad. La información estaba disponible. Solo como un ejemplo, la científica Muge Cevik en sus redes sociales ya había citado unos quince artículos científicos publicados entre marzo y mayo que hablaban del tema.2
El 23 de abril, el gobierno de España pedía perdón a los niños por haberlos mantenido bajo estricto confinamiento durante un mes, encierro que no tuvo lugar en otros países europeos.3 La polémica allí fue enorme. Los medios del viejo continente lo reflejaban con incredulidad. A mediados de mayo, Pedro Cahn, el infectólogo líder del equipo asesor del presidente Alberto Fernández, declaró en una charla con niños a través de Instagram que los pequeños eran “las poblaciones con menor riesgo y gravedad de la infección por el coronavirus. Son los que menos pueden padecer una forma severa de la enfermedad y necesitar una internación”. Sin embargo, en la misma conversación defendió que permanecieran confinados: “Siéntanse orgullosos de que quedándose en casa están haciendo mucho. Piensen que son jugadores de fútbol y quedándose en su casa están ayudando a meterle goles al coronavirus”.4 Los niños y adolescentes de Argentina llevaban casi dos meses de encierro injustificado según la evidencia relacionada con su propio riesgo frente al covid-19 al aire libre, en detrimento de su propia salud física y mental.
Recién a mediados de mayo, en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (caba) se autorizaron salidas recreativas de los niños, por pocas horas y solo un día del fin de semana. En el conurbano, en cambio, los niños solo podían acompañar a los adultos a hacer compras, una actividad no recreativa y en espacios cerrados, mucho más propicios para el contagio. Todavía algunos comercios tenían recelos de recibir a los pequeños, y los padres que no tenían manera de hacer las compras sin llevar a sus hijos recibían miradas despectivas, cuando no recriminaciones.
De todas maneras, los niños ni siquiera eran protagonistas del debate, y el aire libre era demonizado principalmente contra la demanda de quienes querían ejercer su legítimo derecho a hacer ejercicio físico.5 Mientras se demonizaban las prácticas de bajo riesgo y se ignoraban los derechos de los niños y adolescentes a tener salidas recreativas, las medidas de testeo, rastreo y aislamiento recomendadas en todo el mundo como una forma efectiva de controlar mejor el virus no eran llevadas adelante en el nivel requerido para nuestro país. La sociedad civil era la que hacía presión para que se visibilizaran estos temas. Un joven economista, Iván Stambulsky, dedicaba su tiempo libre, en redes y en los medios, a reclamar por el aumento en el nivel de testeos.6 El biólogo Alejandro Alice también hacía hincapié en el tema en redes sociales. No eran los únicos, pero eran minoritarias las voces que lo hacían. Por entonces, reinaba un discurso triunfalista sobre la baja cantidad de muertos por millón. Más tarde, quedarían también expuestas las falencias en la transparencia de los datos y la demora en el conteo de fallecidos, por un trabajo voluntario de dos profesionales que no son funcionarios ni dedican su labor diaria a estos temas, el politólogo Federico Tiberti y el ingeniero Mauro Infantino. La base más completa de datos sobre el covid en Argentina es obra del tiempo libre de Infantino.7
Mientras tanto, cada vez éramos más los que decidíamos sacar clandestinamente a nuestros hijos de paseo, incluso en la caba, en donde una hora por semana de paseo resultaba una limitación absurda. De a poco, el tiempo nos fue dando la razón. Madres y padres comenzaron a sacar a sus hijos a jugar, con o sin el aval de las medidas oficiales. Sin embargo, en las conferencias de prensa se siguió apelando al miedo de manera desmedida. El 26 de junio, el presidente de la nación dijo en el anuncio de la extensión de la cuarentena: “No saben cuánto valoro la libertad. Pero quiero recordarles que la libertad se pierde siempre cuando uno muere. Para ser libres hay que vivir”.8 En el siguiente anuncio, se declaró que todos corríamos el mismo riesgo ante el virus. Con números ofrecidos en bruto y sin ninguna perspectiva de lo que significaba en el total de muertes, el gobernador de la provincia de Buenos Aires dijo el 17 de julio sobre el virus: “No es verdad que solo lo sufren los adultos mayores”, y precisó que “en Argentina 6 mil casos fueron niños, 20 de ellos estuvieron críticos y 5 fallecieron […] nadie está a salvo”.9 El gobernador no habló de las comorbilidades que tenían esos niños, muchos de ellos ya internados por otras afecciones en terapia intensiva al contraer covid-19, ni tampoco puso en contexto qué porcentaje representaban en la totalidad de muertes por covid-19 ni cuántos niños habían muerto por otras afecciones. Horacio Rodríguez Larreta participaba de estas conferencias y se mostraba en sintonía con el gobierno nacional. Pocas voces de los medios se animaban entonces a confrontar el discurso triunfalista y del miedo. Gustavo Noriega, periodista y biólogo, a través de Twitter se dedicó a mostrar datos para refutar el pánico desmedido.
A pesar de esta manera inapropiada de informar, fue cada vez más evidente para gran parte de la población que los niños y adolescentes no tenían que estar encerrados ni temer por su vida ante el covid-19, o al menos no más que por otros riesgos o afecciones. O quizás, para muchos, fue simplemente una cuestión de hartazgo: no era viable sostener el encierro de los niños por tantos meses. Para principios de agosto, las salidas recreativas para niños en el conurbano bonaerense seguían sin habilitarse. En una encuesta realizada por el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (unicef) en Argentina, el 71% de los padres del conurbano manifestó entonces que no había sacado a sus hijos a jugar al aire libre durante los últimos días. Un 14% dijo que fueron a caminar, y solo un 2%, que los llevaron a la plaza. Entre los que sacaron a sus hijos, un 96% consideró que esas salidas habían tenido un impacto positivo en los niños. Sin mediar ningún descubrimiento científico sobre el tema, e incluso con muchos más casos del virus circulando, semanas más tarde el gobierno nacional dejaría de demonizar el aire libre y a comenzar a recomendar salidas y reuniones reducidas en esos espacios. El mensaje “Quedate en casa” se había prolongado demasiado tiempo. Las personas se quedaron en su casa, pero empezaron a reunirse; un aislamiento tan estricto era insostenible. Las recomendaciones sobre ventilación y las ventajas del aire libre llegaron tarde. Se había llenado de mensajes de pánico, culpa y denuncia y había faltado información. Tiempo después, las salidas fueron permitidas de manera oficial, y el triunfalismo fue dejado de lado. El velo se corrió, aunque muchos continuaban sin aceptarlo. Argentina llegaba a los primeros puestos de muertos por millón de habitantes y a los de máxima caída del producto bruto interno (pbi) en el mundo.
El colmo de la violación a los derechos de los niños llegó con el caso de Abigail Jiménez, una niña de 12 años con un cáncer avanzado en los huesos, que tuvo que ser llevada en andas por su padre, porque la policía de Santiago del Estero les impedía el paso desde Tucumán, adonde habían ido a tratar su dolencia. Abigail estaba recibiendo cuidados paliativos, es decir, una serie de intervenciones destinadas a menguar su dolor físico y emocional y contener a su familia. Provocarle el llanto y más dolor físico por no permitir que cruzara en el auto con su padre fue el sumun de la indignidad. Abigail falleció el 31 de enero de 2021.10 A principios de ese mes, habían llegado otras vergonzosas noticias desde Santiago del Estero: la policía había llevado a una niña de 10 años a la comisaría por no utilizar barbijo.11 La situación fue denunciada por los padres ante una fiscalía, mientras que las autoridades se defendieron aduciendo que solo llevaron detenida a una mujer de 20 años por la misma razón, y que la niña estaba acompañando.
Mientras escribo estas líneas, se está denunciando que en la provincia de Formosa los sospechosos de tener covid-19, entre ellos muchos niños, son encerrados contra su voluntad en centros de aislamiento. Lo paradójico, además, es que varios de esos centros funcionan en escuelas. Las concejalas que denunciaron la situación fueron detenidas.12 El secretario de Derechos Humanos Sergio Pietragalla viajó a la provincia y declaró que no encontró “violación sistemática de los derechos humanos”.13
La política educativa
Si el encierro se dejó paulatinamente de naturalizar, no pasó lo mismo con otro aspecto central para la vida de los niños y los adolescentes. El 15 de marzo, el gobierno nacional había resuelto la suspensión de las clases presenciales (en principio, por el plazo de catorce días), después de afirmar que no cerrarían escuelas, porque eran un lugar clave de contención social. Sin embargo, la incertidumbre mundial llevó a la mayoría de los gobiernos a tomar esa decisión. Según la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (unesco), para abril de 2020, 191 países habían tomado la medida de cerrar sus escuelas. El problema fue que, mientras la evidencia iba llegando, no hubo intención de cambiar el rumbo o al menos diferenciar políticas según espacios regionales. En algunos puntos del país había escasa o nula circulación del virus, pero igual las escuelas estuvieron cerradas durante meses. La suspensión se había prorrogado sin ofrecer ninguna certeza ni diagramar un plan alternativo de clases presenciales.
Fue necesario entonces modificar la Ley de Educación Nacional para que se otorgara una habilitación expresa a que los menores de 18 años recibieran educación virtual. Esta situación motivó una discusión sobre los problemas de acceso a la virtualidad en los que se procuró garantizar la conectividad. En mayo, el presidente Alberto Fernández declaró que pensar en un regreso a clases presenciales no era prioridad y pidió: “Que [los chicos] me manden dibujitos por Twitter”.14 Para mediados de año, el tema estaba totalmente ausente de la agenda pública y el Consejo Federal de Educación decidió eliminar las calificaciones.
El gobierno nacional resolvió oportunamente otorgar subsidios a jardines maternales, los más afectados por el cierre de la presencialidad. Sin embargo, muchos jardines maternales o espacios de primera infancia quedaron fuera, y la diputada Carla Carrizo (ucr) impulsó y logró sacar una resolución de la Cámara para nominar a todos los espacios de primera infancia como jardines y así ampliar los subsidios. Cientos de ellos tuvieron que cerrar sus puertas de todas maneras. Los transportes escolares también se vieron afectados.
En agosto de 2020, comenzaron a llegar datos oficiales sobre al menos un millón de alumnos con discontinuidad educativa. La diputada Brenda Austin (ucr) presentó un proyecto de ley de emergencia educativa con un plan de medidas concretas para redireccionar recursos, mejorar infraestructura, retomar nombramientos y reducir la brecha digital. Fue acompañado por otros diputados de su interbloque, y el proyecto tuvo versiones en doce provincias, entre ellas Córdoba, Santa Fe, Chubut, Mendoza, Chaco, San Luis y Tucumán. El oficialismo no dio quorum para tratar el proyecto en sesión especial. En reuniones de la Comisión de Educación, también se negaron a despacharlo. El oficialismo accedió a tratar dos iniciativas con el fin de paliar la brecha digital para garantizar la gratuidad de las plataformas edu.ar, pero no lo llevó al recinto. Algunas legisladoras del oficialismo, como Blanca Ossuna y Mara Brawer, sí se mostraron involucradas con el tema educativo, fundamentalmente con el seguimiento de las trayectorias discontinuas.
El 26 de agosto, la Fundación Alem lanzó el plan “Volver a las aulas”.15 La fundación había hecho un encuentro previo en el mes de junio con los ministros de Educación de las provincias de Mendoza, Corrientes y Jujuy para conversar sobre la continuidad pedagógica. El plan elaborado por la especialista en educación Mónica Marquina y su equipo contemplaba quince puntos prioritarios, entre los que se destacaban que se declarara a la educación como una actividad esencial, que de 2020 todavía restaba tiempo para recuperar aprendizajes, abrir las escuelas y un plan de acceso equitativo a la tecnología. El 7 de mayo, la misma fundación ya había presentado un plan para salir de la cuarentena ordenadamente, con el aval del epidemiólogo y ex ministro de Salud Adolfo Rubinstein.16
Pronóstico reservado
Para mediados de año, según informes del Observatorio Argentinos por la Educación, solo la mitad de los chicos tenía contacto diario con la escuela,17 entre un 8% y un 21% de los estudiantes no tenían interacción con sus docentes, y cuatro de cada cinco escuelas no tenían vínculo pedagógico sincrónico, es decir, recibían tareas y no clases en vivo. Según datos del Instituto para el Desarrollo Social Argentino (idesa), elaborados con base en el propio Instituto Nacional de Estadística y Censos (indec), en Argentina el 63% de los hogares con niños posee computadora. Pero la desigualdad en el acceso según la clase social es enorme: en el 40% de los hogares más pobres, solo el 49% tiene computadora, mientras que en el 40% de los hogares de mayores ingresos la cifra asciende al 94%. La brecha digital es abismal. Para más de la mitad de los estudiantes del país (un 56%), el celular es la única herramienta con la que sostiene conexión con la escuela. El 75% de los chicos estudian con dispositivos tecnológicos de uso común en el núcleo familiar. Mientras en escuelas de gestión privada aproximadamente el 90% mantiene contacto con sus estudiantes más de una vez por semana, en las escuelas estatales alcanza el 70%. Las clases por videoconferencia sincrónica, en general el famoso Zoom, se concentran en las escuelas privadas: el 73% contra el 17%. Según una encuesta del Ministerio de Educación, en Argentina el 78% de los alumnos recibe clases por WhatsApp.18 Con esta información, ya era evidente entonces que la virtualidad no estaba garantizada.
En los primeros resultados publicados en la evaluación nacional de continuidad pedagógica, se podían advertir cifras similares sobre una gran desigualdad en cuanto a los recursos disponibles en los hogares: menos de la mitad tiene acceso fijo de buena calidad en la señal a internet; 3 de cada 10 hogares directamente no poseen acceso fijo a internet; un 27% accede solo por celular, y un 3% no tiene internet de ningún tipo.19 La tercera parte de los hogares con internet fija tiene problemas en la señal. En cuanto al equipamiento, el 53% de los hogares no cuenta con una computadora exclusiva para uso educativo. El acceso a una computadora en el hogar también está marcado por desigualdades geográficas. En el Área Metropolitana de Buenos Aires (amba) y la Patagonia, ronda el 62%, mientras que en el nea y en el noa es del 41%.
Los directivos también señalaron problemas en las condiciones de acceso a recursos tecnológicos: el 79% indicó que los directores y docentes tenían limitaciones de conectividad, y un 66% señaló problemas con el equipamiento.20 La situación educativa en Argentina ya venía complicada antes de la pandemia. Se estima que, desde el regreso de la democracia hasta 2019, las provincias han perdido entre 1 y 3 años de clase por paros.21
Según datos oficiales del propio Ministerio de Educación, el abandono escolar ya era uno de los puntos más críticos en agosto. En la provincia de Buenos Aires y caba, los niveles de abandono ya habían superado la media anual. Datos oficiales indicaban que el 10% de los 10.360.700 estudiantes que asistían a comienzos de 2020 al nivel inicial, primario y secundario no iba a volver a la escuela o dudaba de hacerlo. Las más altas esferas del poder político ya conocían esta realidad, pero en las redes sociales muchas personas afines al gobierno se mostraban satisfechas porque sus hijos tenían Zoom todos los días y destacaban las bondades de un año sin escolaridad presencial para disfrutar juntos en familia.
Mientras tanto, en diferentes dependencias de los ministerios de Educación varios funcionarios y técnicos estaban trabajando en armar protocolos para un regreso presencial seguro, pero la voluntad política de quienes tienen el poder de tomar decisiones seguía ausente. Reformar la Justicia, crear juzgados, expropiar empresas y participar de una disputa familiar por una herencia parecían ser los temas más urgentes del país, para la política y para los medios de comunicación. Eran los que se llevaban tiempo y recursos. Y el Ministerio de Educación, con estos alarmantes datos en mano, solo repetía el discurso de los gremios docentes.
1 Osvaldo Bazán, “Persiguiendo idiotas”, en El Sol, 7 de junio de 2020, disponible en línea: <https://www.elsol.com.ar/persiguiendo-idiotas>; y Nicolás Lucca, “¿Cuántos derechos humanos hay que violar para poder hablar de violación a los derechos humanos?”, en Relato del Presente, 1° de febrero de 2021, disponible en línea: <https://relatodelpresente.com.ar/cuantos-derechos-humanos-hay-que-violar-para-poder-hablar-de-violacion-a-los-derechos-humanos/>.
2 Véanse el Twitter de Muge Cevik, disponible en línea: <https://twitter.com/mugecevik/status/1257392347010215947>, y Kai Kupferschmidt, “Case Clustering Emerges as Key Pandemic Puzzle”, en Science, 22 de mayo de 2020, vol. 368, núm. 6493, 22 de mayo de 2020, disponible en línea: <https://science.sciencemag.org/content/368/6493/808.full>.
3 “España pide perdón a sus niños por el confinamiento por el coronavirus”, en Ámbito, 23 de abril de 2020, disponible en línea: <https://www.ambito.com/mundo/espana/pide-perdon-sus-ninos- el-confinamiento-coronavirus-n5097717>.
4 Véase el Facebook de la Fundación Huésped, disponible en línea: <https://www.facebook.com/watch/?v=3028739347207294>
5 Gustavo Noriega, “Polémica en las redes. El sufrimiento de los runners en la megacuarentena”, en La Nación, 4 de junio de 2020, disponible en línea: <https://www.lanacion.com.ar/lifestyle/polemica-redes- el-sufrimiento-runners-megacuarentena-nid2373513/>.
6 Iván Stambuslky, “Salgamos a buscar el virus antes de que sea tarde de nuevo”, en El Economista, 24 de mayo de 2020, disponible en línea: <https://eleconomista.com.ar/2020-05-salgamos-a-buscar-el-virus-antes-de-que-sea-tarde-de-nuevo/>.
7 José María Costa, “Coronavirus en Argentina. La historia de Federico Tiberti y Mauro Infantino, los nuevos ‘gurús’ de los datos de la pandemia”, en La Nación, 27 de septiembre de 2020, disponible en línea: <https://www.lanacion.com.ar/sociedad/coronavirus-argentina-la-historia-federico-tiberti-mauro-nid2462702/>.
8 “El presidente habló en conferencia de prensa y extendió nuevamente la cuarentena”, en Clarín, 26 de junio de 2020, disponible en línea: <https://www.clarin.com/politica/video-alberto-fernandez-saben-valoro-libertad-pierde-siempre-muere-libres-vivir_3_2laE4-0JM.html>.
9 “Kicillof: ‘Vamos a pasar una cuarentena intermitente’”, en Télam, 17 de julio de 2020, disponible en línea: <https://www.telam.com.ar/notas/202007/490863-kicillof-buenos-aires-coronavirus-anuncio-cuarentena-aislamiento.html>.
10 “El papá de Abigail Jiménez relató cómo tomó la decisión de cargar en brazos por 5 kilómetros a su hija enferma”, en Infobae, 23 de noviembre de 2020, disponible en línea: <https://www.infobae.com/sociedad/2020/11/23/el-papa-de-abigail-jimenez-relato-como-tomo-la-decision-de-cargar-en-brazos-por-5-kilometros-a-su-hija-enferma/>.
11 “Santiago del Estero: detuvieron a una niña de 20 años y a una joven de 20 por no usar barbijo”, en Clarín, 8 de enero de 2021, disponible en línea: <https://www.clarin.com/provincias/santiago-estero-detuvieron-nena-10-anos-usar-barbijo_0_JnVSl477n.html>.
12 Gabriela Origlia, “‘Los centros de aislamiento son centros de detención, cerrados con candado’, dice la concejala detenida en Formosa”, en La Nación, 22 de enero de 2021, disponible en línea: <https://www.lanacion.com.ar/politica/concejala-formosena-neme-fernandez-no-puede-seguir-nid2579052>.
13 “Horacio Pietragalla: ‘No hay violación sistemática de los derechos humanos en Formosa, es casi un chiste’”, en Clarín, 28 de enero de 2021, disponible en línea: <https://www.clarin.com/politica/horacio-pietragalla-violan-derechos-humanos-formosa-chiste-_0_W5f9gF0yS.html>.
14 “Fernández dijo que el regreso de clases ‘no es prioridad’ y expresó: ‘Que me manden dibujitos por Twitter’”, en El Litoral, 8 de mayo de 2020, disponible en línea: <https://www.ellitoral.com/index.php/id_um/238755-fernandez-dijo-que-el-regreso-de-clases-no-es-prioridad-y-expreso-que-me-manden-dibujitos-por-twitter-sigue-la-cuarentena-hasta-el-24-de-mayo-educacion.html>.
15 “Volver a las aulas”, en Fundación Alem, 26 de agosto de 2020, disponible en línea: <http://www.fundacionalem.org.ar/actividades/62-volver-a-las-aulas>.
16 “Cuarentena: salir pronto y de manera ordenada”, en Fundación Alem, 7 de mayo de 2020, disponible en línea: <http://fundacionalem.org.ar/actividades/43-cuarentena-salir-pronto-y-de-manera-ordenada>.
17 “El 90% de las escuelas se comunican con los alumnos, pero solo la mitad lo hace a diario”, en Observatorio Argentinos por la Educación, 22 de julio de 2020, disponible en línea: <https://prensa.argentinosporlaeducacion.org/el-90-de-las-escuelas-se-comunican-con-los-alumnos-pero-solo-la-mitad-lo-hace-a-diario>.
18 “Evaluación Nacional del Proceso de Continuidad Pedagógica. Informe preliminar. Encuesta a hogares. Continuidad pedagógica en el marco del covid-19”, Ministerio de Educación, Secretaría de Evaluación e Información Educativa, unicef Argentina, julio de 2020, disponible en línea: <https://www.argentina.gob.ar/sites/default/files/informe_preliminar_encuesta_a_hogares.pdf>.
19 “Evaluación Nacional del Proceso de Continuidad Pedagógica”, disponible en línea: <https://www.argentina.gob.ar/educacion/evaluacion-informacion-educativa/evaluacion-nacional-del-proceso-de-continuidad-pedagogica>.
20 Juan Matín Beylis, “Breves apuntes para pensar el escenario educativo”, en Abro Hilo, 11 de septiembre de 2020, disponible en línea: <https://www.abrohilo.org/post/breves-apuntes-para-pensar-el-escenario-educativo>.
21 “Los paros docentes ¿afectan a todas las provincias por igual?”, en Observatorio Argentinos por la Educación, marzo de 2020, disponible en línea: <https://cms.argentinosporlaeducacion.org/media/reports/Paros_docentes.pdf>.