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CAPÍTULO 5

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Ayer decidí salir de mi encierro y me fui para un pub que abrió sus puertas hace poco. Invité a Catalina, pero ella me dijo que no podía ir, creo que ya me está sacando el cuerpo porque se aburrió de mi falta de acción y debe estar pensando que soy un sujeto patético. ¡Perdí mi oportunidad! Pero ni modo de contarle lo de la Mujer Comehuesos, porque podrían tomarme por loco todos mis conocidos e internarme en el manicomio. Mierda, nadie podría tener peor suerte que yo.

Por lo tanto, decidí ir solo con mi computador portátil, para despejar un poco la mente y seguir investigando sobre el tema de los sueños en internet. Ya sé que un pub no es un lugar propiamente silencioso y tranquilo para estudiar, pero estar en un ambiente de diversión me relajaba y me alejaba del hastío del encierro. Me acordé de Richard Feynman, el científico y ganador del premio Nobel de Física, que prefería estudiar en bares. Y así, mientras buscaba información en la web, anotaba en mi celular los datos más interesantes.

Pasé la noche de largo, sin dormir por temor a quedarme petrificado. Ese engendro que me atormenta no es de esos monstruos que aparecen solo en las pesadillas, que basta con despertar para evadirlos. No, este ataca también desde la parálisis, y no solo desde los sueños. Ataca en ese estado en el que no estás despierto ni dormido, sino en un limbo en el que no puedes moverte, pero eres consciente de todo lo que sucede a tu alrededor.

Para no dormirme, me quedé jugando videojuegos. Y cuando amaneció, decidí dirigirme al periódico local para averiguar acerca del Templo Gnóstico. Al llegar, la recepcionista me remitió a la sección de archivo y el encargado me entregó un ejemplar de una edición de hacía dos años atrás. Dentro, se encontraba un artículo periodístico sobre el lugar y su propietario.

—Me interesa contactar a este hombre —comenté señalando una fotografía—¿Podría ayudarme?

—La periodista que escribió el artículo se encuentra arriba, en la sala de redacción. Se encarga de la sección paranormal y de seguro tiene el contacto que buscas. Sube y pregunta por ella, se llama Abigaíl Salazar.

La chica estaba sentada en un cubículo decorado con láminas de calaveras, figurillas de monstruos y un dibujo hecho a mano de un duende. Llevaba puesto un buzo de mariposas y un pantalón negro, largo hasta los tobillos. Su piel atrajo mi atención por un lindo bronceado color canela; su cabello castaño oscuro estaba recogido en una cola de caballo baja, y sus mechones ondulados caían frente a su hombro izquierdo como una larga cascada. Sus ojos verdes (¿o acaso eran miel?) se levantaron de la pantalla del computador cuando me le acerqué para presentarme.

—Me gustó mucho este artículo y quisiera contactar al personaje que entrevistaste — no desaproveché la oportunidad de conocer mejor a la trigueña de los ojos verdes, y llevé mi propuesta un poco más allá, —¿podríamos charlar unos minutos sobre este tema? Es que me interesa mucho. ¿Te gustaría ir comer un helado y hablarme más sobre el Templo Gnóstico?

—¿Y por qué tanto interés en el tema?

—Pues...no sé si guarde alguna relación con la parálisis del sueño que sufro desde hace años.

Ella levantó las cejas, sorprendida por un par de segundos, y sonrió.

—Está bien. Nos vemos hoy a las siete de la noche. Llámame —me extendió su tarjeta de presentación y volvió a concentrarse en el texto que se encontraba redactando.

Ya casi es hora de mi cita en la heladería, me doy una ducha y enciendo el equipo de sonido para escuchar un poco de rock, mi género favorito. Me cambio y estoy listo, pero antes de salir, entro al salón de música, tomo mi guitarra y comienzo a tocar. No soy tan bueno como Matías, pero puedo interpretar algunas canciones. Me pregunto qué género le gustará a Abigaíl, ¿será que le gusta el rock, bailar salsa, o las nuevas canciones de reguetón? Dentro de poco lo sabré.

***

Ya me encuentro en la heladería con Abigaíl. Ella me dice que puedo llamarla Abby y yo le respondo que puede llamarme Fer. Lleva puesto un vestido largo hasta los tobillos de color amarillo pastel, escotado en las piernas, un collar grueso con piedras de distintos colores, y unas sandalias, también con pedrería. Sus generosas curvas alcanzan a percibirse por debajo de la tela. Sus labios están pintados de un color que no es ni naranja ni rosado, pero que es muy agradable a la vista, en contraste con su piel morena.

La forma en la que lleva maquillados los ojos hace que se vean más verdes, gracias a una línea que bordea su párpado superior. ¿Cómo harán las chicas para trazarse esas líneas?

Su cabello ondulado y oscuro está suelto y le acaricia la cintura. Abby habla rápido, se emociona, sube la voz y sonríe mucho. Se entusiasma tanto en nuestra conversación, que su helado de pistacho se está derritiendo. Me cuenta que le gusta toda la música, pero principalmente el rock. Excelente dato, de seguro se llevará excelente con Matías.

Aprovecho que Abby se levantó para ir al baño, para revisar mi celular. Tenía pensado tocar el tema del Templo Gnóstico en cuanto ella volviera, pero Matías me está avisando que su banda tocará en una fiesta de piscina en el Club Nautic, y que en una hora su conductor elegido estará en la puerta de mi casa. Me animo a invitar a Abby al evento, y ella me dice que sí, pero que la acompañe hasta su casa para buscar su vestido de baño.

Luego, nos dirigimos a mi casa para que yo también pueda cambiarme. Al llegar, veo que Matías ya se encuentra sentado en la sala, bebiendo una taza de chocolate con malvaviscos que le preparó mi abuela. Llegó más rápido de lo que creí.

Les presento a Abby, y mi abuela le sirve una taza de chocolate a ella también, mientras yo subo a mi habitación para cambiarme.

— Una vez, Fernando dijo en su colegio que quería ser pensionado para ganar dinero sin hacer nada y lo regañaron, y le dijeron que era muy flojo, pero él aclaró que la pensión la alcanzas después de años de esfuerzo y dedicación en tu carrera. Y hoy tiene tantos cartones que podría construir la casa de uno de los tres cerditos —desde mi cuarto escucho a la abuela, contando la historia en voz alta —¿O era una casa de madera, una de paja y otra de ladrillos? Mmm…ya no lo recuerdo, pero es para que vean que vale la pena el trabajo duro. “El ocio no quede impune, quien no trabaje, que ayune”. Por eso a mí me encantan los muchachos trabajadores como ustedes.

Llegamos a la fiesta de piscina. Abby invitó a Sabrina, una amiga suya. Abby luce un bikini estampado de estrellas de mar muy pequeño, que permite apreciar bastante su piel dorada y su cuerpo tonificado, se nota que es adicta al gimnasio. Sabrina lleva un bikini azul y un pareo plateado.

Es una chica alta, de ojos cafés y cabello rubio y corto hasta la nuca. Aunque no es voluptuosa como Abby, su silueta llama la atención porque es delgada y esbelta. De su cuello, cuelga un rosario de perlas tornasoles. Pertenece al departamento de mercadeo de Marius, una prestigiosa empresa de la ciudad, y canta los domingos en eventos sociales, como hobby.

Matías y yo compramos una botella para los cuatro y también compartimos varios cocteles. Las chicas bailan y ríen en la piscina y todos disfrutamos del rato de diversión hasta el amanecer. ¡Esto era lo que me hacía falta!

Duermevela

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