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Introducción a la segunda edición

Más importante que una obra, muchas veces, es la historia que le dio origen. Por ello, queremos compartir cuál es la historia de este libro, así nos aseguraremos de que los lectores conozcan, y esperamos compartan, los deseos que nos animaron a hacerlo. En el año 2002, frente a los crecientes esfuerzos de los empresarios para mejorar la calidad ética de las empresas, que no siempre tenían los efectos deseados, nos preguntamos: ¿no será que toman todo esto como una herramienta más para el management?, ¿no será necesario, en cambio, fundamentar más las buenas conductas, para que las personas les encuentren sentido? Obviamente la respuesta que nos dimos fue afirmativa y nos movió a pensar cómo se podría abordar la cuestión. Comprendimos que no se trataba solo de describir la lucha contra la corrupción, sino de afirmar positivamente y en acción los valores personales y de la empresa. De este modo, la persona del empresario/a sería considerada no solo desde el punto de vista de su actividad laboral, sino también desde lo personal, lo familiar y lo cívico.

Lamentablemente pasaron los años y el problema no solo retrocedió, sino que recrudeció con una violencia inusitada, en Argentina en particular, y en el mundo en general. Basta solo mencionar la crisis de las hipotecas en USA, el caso Oddebrecht y lava jato en Brasil, hasta con presidentes detenidos.

La Argentina parece estar en una encrucijada vital: ¿Seremos capaces de derrotar, o al menos disminuir, la marea de corrupción que nos rodea?; ¿podremos reinstalar valores mínimos de conducta social, económica y política en un contexto en donde miles de personas se benefician de operar con dis-valores? y ¿qué futuro nos espera si esto no se logra?

Esto cobra particular relevancia cuando el contexto argentino hoy no es solo de corrupción, sino que se ha logrado instalar uno en el que impera la mega corrupción, esto es, que la confianza en las instituciones claves y fundamentales para la organización social no tienen credibilidad alguna. De ahí la urgencia de plantear una lucha frontal, que depende más de la calidad de las personas que del diseño técnico de normas o instituciones. Y es aquí en donde el planteo de la integridad cobra fuerza y le da un verdadero sentido al riesgo de asumir la lucha contra la corrupción como el mayor legado que se puede dejar a las generaciones futuras.

De aquí que este libro va dirigido a personas, a cada una en particular, a todos aquellos que comprenden la urgencia del problema y el valor que tiene ayudar a resolverlo, a pesar del riesgo y las incomodidades que puedan estar aparejadas. Karl Popper en La lección de este siglo aporta algunas ideas muy valiosas acerca de cómo encarar esto: “Tenemos que establecer nuestras metas, estas tienen que ser en realidad metas para todos, no para ningún sector en particular de la sociedad (…) El futuro está muy abierto y depende de nosotros, de todos nosotros. Depende de lo que usted y yo y mucha otra gente haga, hoy, mañana y pasado mañana. Y lo que hagamos depende de nuestras ideas y deseos, de nuestras esperanzas y temores. Depende de cómo veamos el mundo, y de cómo evaluemos las posibilidades abiertas del futuro. Esto significa que tenemos una gran responsabilidad”.

Y nos atreveríamos a decir que de no considerar estas cuestiones se puede terminar cumpliéndose el sabio axioma que dice que “si no vivo como pienso, terminaré pensando como vivo”.

Integridad como opuesto a corrupción frente a la crisis de credibilidad que hoy en día envuelve a muchas instituciones de la sociedad y a las empresas en particular. Vemos que la gente de empresa empieza a preguntarse cuál podría ser la clave para enfrentarla con fortaleza y creatividad. Y para ser leales con el lector queremos aclarar que quizá la respuesta puede encontrarse recién al final del libro y no entre sus páginas, porque la respuesta consiste en la determinación personal y grupal a actuar desde la integridad. Si bien este texto puede ser un válido aporte para el conocimiento de la integridad, no reemplaza la contundencia de la decisión personal. Sin embargo, entendemos que, para impulsar a la acción, resulta necesario y también sugerente conocer qué cosa está en juego cuando se habla de integridad.

El tema de la corrupción —en instituciones, personas y procesos—no conoce límites de latitudes, está instalado por doquier, lo cual hace más imprescindible la toma de decisiones a la luz de la integridad, porque si cada uno no se decidiese a intervenir y a innovar sería como si se abandonara fatalmente a un destino adverso, dejando así libertad de maniobra indudablemente a los más inescrupulosos. En particular porque el dejarse llevar por la corriente no es propio ni digno de quienes se caracterizan por su capacidad de crear y emprender. La decisión de actuar con integridad en toda circunstancia no es solo una cuestión individual, sino que de ella depende la calidad de vida de muchas personas y de comunidades enteras. El trabajo empresario impacta en la vida de las personas no solo a través de los servicios y productos, que son el efecto visible de la organización, sino sobre todo por las redes de cooperación y confianza que se establecen entre quienes están involucrados en la actividad, cada uno desde su rol específico. En forma más amplia, la empresa crea cultura.1 Robert Solomon enfatiza en esta idea, afirmando que “cada uno se convertirá en la persona que la empresa desarrolle”.2

La certeza del impacto de la empresa en la vida de las personas, más allá de la opinión de los expertos del management, también empieza a ser mencionada en los trabajos conclusivos de muchos alumnos del Master en Business Administration (MBA), que perciben todo lo que está en juego en la gestión empresarial, y por eso se animan a proponer con lucidez que la función directiva tenga “a la integridad como el primer atributo base, a partir del la cual se puede plantear la responsabilidad y finalmente la cooperación hacia un bien mayor”.3

Tal vez este enfoque pueda parecer algo lejano para muchos lectores, pero vale la pena reflexionarlo, especialmente a la luz de la experiencia de cada uno. Bernardo Kliksberg es un experto del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) que ha trabajado mucho la relación entre problemas éticos-corrupción y desarrollo, y plantea que cuanto mayor es la corrupción más difícil es el desarrollo. La solución a este problema es propiciar verdaderos cambios de conducta en el seno de la sociedad, lo cual incluye y responsabiliza a la institución empresa y al empresario.

Integridad como unidad

La percepción de la centralidad de la integridad como fundamento para una buena tarea directiva marca un cambio sustancial en la concepción del management, devolviéndole plenamente su función de actividad humana libre, dotada por lo tanto de una dimensión ética y capaz de crear comunidad. Se trata de una innovación que se proyecta al futuro, porque llegará el momento en que “los funcionarios de una organización serán seleccionados, evaluados y desarrollados en función de esos conceptos”.4 El cambio de mentalidad implica un cambio de cultura, y en este proceso las personas están llamadas a ser protagonistas porque la cultura no solo se hereda, también se transforma a través de aportes genuinos.

Nos preguntamos por qué se encuentran tan desintegrados los distintos ámbitos en los que nos toca actuar. Lo personal, lo familiar, lo laboral, lo moral, etcétera, parecen estar desconectados entre sí en nombre de la eficacia. Pero también hay fragmentación de los distintos actores de la sociedad, en la cual cada uno atiende a su juego y no tiene en cuenta el resultado final de las interacciones que, necesariamente —en el corto o en el largo plazo—, lo involucra (figura 1).

Figura 1. La fragmentación como decrecimiento


Se trata entonces de resolver un rompecabezas sumamente intrincado, en el cual lo empresarial se combina con lo ético, lo familiar con lo productivo y los valores económicos con los valores morales. Situación compleja y difícil de resolver, que impulsa a algunas personas a simplificar erróneamente; tal como expresaba un presidente de empresa, quien decía que había conseguido superar los dilemas de las situaciones que le tocaba vivir dejando sus valores personales colgados en el perchero. Actitud que más que una solución parece un camino hacia la esquizofrenia.

Lo más grave del caso es que no se trata de una situación poco frecuente, sino todo lo contrario, suele ser el modo más expeditivo de salir del problema inmediato. Aquí lo que está en juego es la noción misma de vida exitosa, porque al hablar de “vida” estamos dejando de lado el corto plazo. Por eso es importante tener presente que ser auténticamente una persona exitosa consiste en poder vivir con los propios valores en todas las dimensiones en las que uno actúa, y particularmente en el ámbito de trabajo en la empresa, en el cual se emplean muchas horas del día de una persona y sus horas más lúcidas y eficaces; por eso se trata de un lugar privilegiado para probar la vigencia de esos valores.

Nuestra preocupación por la integridad surge entonces de la necesidad de estructurar las distintas actividades y los valores de las personas sobre la base de una misma fundamentación. Esto ayudará al desarrollo integral de la persona y contribuirá a hacer del trabajo de cada uno dentro de la empresa una instancia de verdadero y armónico crecimiento personal, ayudando además a alcanzar una mejor calidad de vida en la sociedad. En cambio, como vimos en la figura 1, cuando la persona fragmenta sus horizontes, su crecimiento se detiene.

Para Amitai Etzioni5, construir una buena sociedad depende de cómo asumamos hasta las últimas consecuencias las responsabilidades que tenemos. Y esto implica que cada persona tenga que hacerse cargo de la responsabilidad que le toca. Los directivos de empresa explicitan dicha responsabilidad a través de su trabajo y de asumir todas las consecuencias que el mismo tiene. Responsabilidad y consecuencias que en síntesis exigen tomar una postura acerca de cómo las personas que son directivos de empresa enfocan la vida. En un artículo notable, Charles Handy6 describe lo que debería ser la postura de un directivo de empresa ante la incertidumbre: “En un trabajo anterior planteaba que el punto central era que el cambio era ahora discontinuo; el cambio no es más una proyección directa de las tendencias pasadas en el futuro. Cuando el cambio es discontinuo, las historias exitosas de ayer tienen una pequeña relevancia para los problemas de mañana; y hasta pueden ser dañinas. El mundo, en todos los niveles, debe ser reinventado. La certeza deja paso al experimento. El futuro pertenece entonces a las personas no razonables, aquellos que miran al futuro y no al pasado, que están ciertos únicamente de la incertidumbre y que tienen la habilidad y la confianza para pensar completamente diferente. Todo podría ser diferente, las organizaciones, las carreras, los colegios, las sociedades y muchas de ellas deberían ser diferentes, pero la lección real que debimos aprender es la de una nueva manera de enfocar la vida”.

Esta nueva manera de enfocar la vida deberíamos interpretarla como “complicarse la vida”, buscando cada vez con mayor profundidad poder entender las consecuencias increíblemente positivas del trabajo de las empresas y de los directivos, de manera que quienes dirigen se realicen como personas y que ayuden a los demás para que también puedan hacerlo; pero entendiendo cada vez mejor lo que pueden ser las consecuencias no deseadas de un mal trabajo directivo.

¿Por qué se ha venido produciendo este fenómeno hasta ahora? ¿Por qué la ola de corrupción parece imparable? Tal vez por una gran presión por el lado de la eficiencia, o por querer considerar algunos aspectos de la actividad humana independientes de los valores de la persona. Hoy nos preguntamos por qué vivimos en forma tan disociada y ha llegado el momento de buscar una solución. Por estas razones, la noción de integridad será analizada como elemento unificador de la persona en la toma de decisiones, pero también como clave para la confianza y la cooperación social.

No se trata, entonces, de limitarnos a comprender solo la faceta individual de la integridad, aunque seguramente es importante para la cohesión interior de la persona. Es necesario también integrar las distintas áreas de una corporación a la luz de los valores elegidos como identidad de la empresa. De hecho en la historia de la teoría de las organizaciones asistimos a un largo esfuerzo por reintegrar el cuadro complejo de este particular ámbito de la actividad humana. Los primeros intentos de comprensión de los mecanismos productivos apuntaron a simplificar la realidad, para poner en evidencia solo los aspectos directamente involucrados en el trabajo: el control de los tiempos, la eliminación de los pasos inútiles en la fabricación de un producto, el surgimiento de la especialización, etcétera. Sucesivamente comenzaron a imponerse cada uno de los aspectos humanos relevantes que habían sido dejados de lado, como la necesidad de las personas a ser motivadas adecuadamente y no solo desde la coerción o la disuasión; o la ventaja de componer los equipos de trabajo teniendo en cuenta las diferentes personalidades, para que cada uno funcione desde sus fortalezas, entendiendo las diferencias como riquezas y no como impedimentos, etcétera.

Finalmente, vemos ahora cada vez más la necesidad de integrar, por un lado, la actividad laboral en la empresa con la vida personal y familiar, y por otro lado, la insoslayable integración de la actividad empresarial en la vida social y política de la comunidad, de la cual representa sin duda un decisivo factor de desarrollo.7

Figura 2. Integración como crecimiento de la persona


Estructura del libro

En esta obra proponemos hacer un recorrido hacia la integridad, que va de lo teórico a lo práctico, de manera tal que, abordando el tema tanto desde el ángulo académico como el empírico, el individual y el social, el personal y el empresarial, nos podamos poner frente a un panorama de ideas e instrumentos que favorezcan la toma de posiciones concretas (figura 3).

Figura 3. El recorrido hacia la integridad


Enfocado desde otra perspectiva, el libro apunta a ayudar a responder tres cuestiones:

• Enfoque conceptual

Parte 1: ¿Por qué es importante plantearse el problema de la integridad? (capítulos 1 y 2)

• Enfoque práctico-trabajo de campo

Parte 2: ¿La integridad es un fin o es una lucha constante? (capítulos 3 y 4)

Parte 3: ¿Cómo relacionar integridad personal-integridad de la empresa? (capítulos 5 y 6)

• Enfoque conceptual a partir de lo visto en el trabajo de campo

Parte 4: ¿Será necesario apuntar a una definición más completa de integridad?, y asociada a esta idea: ¿de qué manera las personas preocupadas por la integridad pueden plantear su formación? (capítulos 7, 8 y 9)

Partiendo de la evidente dificultad de vivir la integridad, este trabajo busca las razones para cambiar el escenario, luchando contra la corrupción. En otras palabras, que el fundamento sea el sentido que tiene la lucha por la integridad. El verdadero éxito como profesionales y, más importante aún, como personas, depende de cómo cargan de sentido el trabajo, la familia, las responsabilidades ciudadanas, etcétera.

La búsqueda de sentido es dinámica y se puede comprender a partir del planteo de Víctor Frankl que, invirtiendo los términos habituales de la cuestión, aumenta el protagonismo de la acción humana, y pone así al hombre en la posición de tener que responder a través de lo que hace: “No es el hombre que se hace la pregunta ‘¿Cuál es el sentido de la vida?’, sino que es a él a quien se le hace esta pregunta. Y el hombre tiene que contestarle a la vida con una respuesta que sea su vida misma; tiene que responder siendo responsable; en otras palabras, la respuesta es necesariamente una respuesta-en-acción”.

En el capítulo 1 se analiza la literatura especializada, para poder definir un enfoque más abarcativo de la integridad, que involucre la dimensión ética personal y social de la actividad empresarial.

En el capítulo 2 se justifica la oportunidad de tocar el tema de la integridad en el ámbito de la actividad empresarial, y se presenta el cuestionario preparado para la recopilación de datos en el trabajo de campo, explicando tanto la metodología utilizada como los cuatro ámbitos de análisis seleccionados: entorno, convicciones personales, recursos de la empresa y resultados.

Seguidamente se propone al lector el mismo cuestionario como instrumento de autoevaluación en el campo de la integridad. (Capítulo 2, Apéndice 1, en la página 92) Autoevaluación que se pretende sea una verdadera interpelación acerca de si verdaderamente se está luchando por la integridad.

En los capítulos 3 y 4, siguiendo los cuatro ámbitos seleccionados en el cuestionario —presiones, recursos, motivaciones y resultados— se analizan los testimonios de un importante número de empresarios/as, representantes de variados sectores de la actividad productiva y de los servicios, para poder recabar empíricamente ciertos patrones de conducta viables desde la integridad.

Así llegamos al momento de comprobar la experiencia de la integridad en distintas empresas, que desarrollan su actividad en el escenario global y en frentes tan dispares como la provisión de servicios y la de productos, donde lo que está en juego es, alguna vez la integridad personal de directivos y otras veces la cultura de integridad de la empresa.

En el caso CS Johnson Argentina, en el capítulo 5, se ve cómo la convicción del fundador acerca de valores humanos imprescindibles no solo es el mayor capital intangible de la empresa, sino que se convierte en fuente continua de inspiración para enfrentar las dificultades en los momentos de crisis.

En otro caso, el de General Electric, en el capítulo 6, vemos cómo el propósito explícito de actuar según la integridad se transforma en una marca registrada para la empresa en cualquiera de sus líneas de negocios. Se trata de un particular estilo de hacer las cosas, que tendrá como resultado tanto el crecimiento de la reputación de la empresa en las más diversas geografías, así como el mayor estímulo de crecimiento personal, no solo en el ámbito mismo de la compañía sino también en el entorno social.

Para comprender qué hay detrás de la lucha por la integridad, tanto en los individuos como en las compañías, en el capítulo 7 se plantea la Integridad como una respuesta superadora para muchas situaciones que, mal abordadas, son verdaderos dilemas; los cuales plantean trade-offs falsos como comparar impactos morales con resultados económicos. Para ello proponemos mirar desde la persona a través de un análisis de tres características humanas relevantes para la actividad laboral y empresarial: la libertad, la sociabilidad y la capacidad para el trabajo.

En la preocupación por formar adecuadamente a los futuros empresarios y empresarias, en el capítulo 8 se analizan críticamente tanto las ideas vigentes en nuestra cultura como las distintas teorías del management, con la intención de superar, a la luz de una concepción más amplia de la persona y sus valores, los escollos teóricos y prácticos que impiden el compromiso por la integridad, que en el fondo es un acto de sensatez además de ser un acto de libertad y valentía. La economía y la política necesitan una referencia de humanidad para no romper las conexiones con la sociedad y convertirse en campos de batalla donde las personas van a morir y a agotarse por necesidad. También en la sociedad competitiva hace falta algo más, que no está inventado del todo, para hacer posible la felicidad en un mundo que necesita de competencia para vivir bien8. Y mucho de ese algo más son personas íntegras, modelos que ayudan a complicarse la vida.

Como conclusión del recorrido, en el capítulo 9 se le devuelve al lector el protagonismo y la responsabilidad de asumir personalmente la lucha por la integridad, habiendo comprendido cuánto está en juego y cuánto puede ser mejorado en la persona, en la empresa y en el mundo, si el que tiene el don de emprender algo nuevo lo hace desde la confianza y la creatividad de la persona íntegra. La síntesis de estas ideas fue planteada claramente por quien había dirigido una importante y muy complicada privatización en el sector del vino. La pregunta habitual de los participantes de programas MBA era: ¿cómo había hecho para no caer en las innumerables “tentaciones” que tuvo a lo largo del proceso? Con mucha calma explicaba que “(...) todo es negociable, menos los valores. El día que los negocias dejás de ser vos mismo”. Seguramente cuando el lector repase los capítulos 2 y 4, en donde numerosos dirigentes explican sus experiencias, comprenderá lo profundo de esa afirmación.

De ahí la importancia del llamado a la integridad, tan necesaria en un mundo fragmentado por circuitos de corrupción y actitudes ausentes. Sin embargo, conocer con claridad qué es la integridad y cuánto depende de ella cuando es asumida desde la persona y desde la empresa es un estímulo y una respuesta para un cambio de actitud, que incluye fijar límites concretos para la decisión y la acción, y que le dé mayor sentido al trabajo y a la vida de hombre de empresa.

En síntesis, se espera del directivo de empresa sea cada vez más virtuoso, para ser más persona y más libre. Ya que los valores éticos son aquellas realidades cuya posesión perfecciona al ser humano en lo más profundo de su ser; mejora su capacidad de autogobierno, es decir, nada más ni nada menos que el uso de su libertad.

1. Paladino, M. y C. Álvarez Teijeiro (2006), Comunicación empresarial responsable, Buenos Aires, Editorial Temas, abril de 2006.

2. Cfr. conferencia “Quality, Innovation and Trust: the essencial role of the virtue in manufacturing, marketing and services”, pronunciada el 9/11/2000 en el IESE, Barcelona, en el 10º International Colloquium on Business and Economic Ethics.

3. Del reporte final de alumnos del MBA, IAE, 2005.

4. Alles, Martha, “La ética como eje del liderazgo”, Mercado, versión electrónica, noviembre de 2002.

5. Cfr. Etzioni, Amitai; “The Moral Dimension” (1988); The Free Press, Nueva York.

6. Cfr. Handy, Charles; “Beyond Certainty”, 1996.

7. Shafritz, Jay M. y J. Steven Ott (1992), Classics of Organization Theory, Brooks/Co le Pub Co, California, Pacific Grove.

8. Cfr. Calleja, Tomás; “El Humanismo en la Empresa”

Integridad

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