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PRÓLOGO

Sagunto, Sagunto. Tu nombre no deja de escribirse en las páginas de nuestra historia valenciana. En el año 219 a. C. fue tu epopeya contra las fuerzas cartaginenses de Aníbal, que preferistes [sic] morir antes que ser tomada. Defendistes [sic] y participastes [sic] en las Germanías, estuviste por la Constitución de Cádiz y contra el invasor francés. Y en este siglo xx continuamos estando en lucha contra los tiranos y opresores […]. Sagunto, Sagunto [… ] De tu suerte depende en gran parte la suerte y la lucha de toda Valencia. Tus luchas en estos «25 años de paz» no nos son indiferentes […]. Sagunto, Sagunto. Tú nos marcas hoy el camino de lucha en ese potente movimiento de 7.000 huelguísticas de la Oposición Sindical.

Carta manuscrita firmada con el pseudónimo Joan de l'Horta, enviada a Radio Pirenaica a raíz de las huelgas en Puerto de Sagunto de 1965, junio de 1965.1

Junio de 1965, en el vigésimo sexto «Año de Paz» tras el final de una guerra civil rebautizada por Franco como «Cruzada de Liberación», a las 14 horas de un caluroso mediodía del inicio del verano en Puerto de Sagunto. Con el sonido de la sirena de fábrica que marcaba el fin del primer turno de la planta siderúrgica el joven trabajador auxiliar J.2 abandonó su puesto de trabajo en la calderería, una de las numerosas secciones en las que trabajaban los 5.000 empleados de los Altos Hornos de Vizcaya (AHV) de Sagunto. La fábrica, situada a veinticinco kilómetros al norte de Valencia, en la llanura costera ante el antiguo castillo de Sagunto, era la filial mediterránea de la mayor empresa siderúrgica privada de la España de Franco, la vasca AHV. En aquella época representaba una de las empresas más importantes de la Región y con sus barrios obreros uno de los puntos socialmente conflictivos en el entorno mayoritariamente agrario del Camp de Morvedre. Aquel día el obrero J., cuya sección había sido a principios de aquel mes el foco inicial de un conflicto laboral de diez días de duración, que se había transformado en una huelga general extendida a toda la localidad industrial, no había llegado, como de costumbre al trabajo a pie, sino en bicicleta. Tenía prisa puesto que, como había relatado en casa y en el trabajo, quería visitar a unos parientes en Sagunto, a cinco kilómetros de distancia. En su bolsa de cuero, escondida en el interior del forro, llevaba una carta sin remitente, doblemente sellada y dirigida a una prima lejana que vivía exiliada con su marido, un antiguo anarcosindicalista, en el sur de Francia. Camuflada en la tarjeta de felicitación por el cumpleaños de la prima se hallaba un sobre para Radio Española Independiente, la emisora comunista clandestina, más conocida como «la Pirenaica», por ser los Pirineos el lugar donde generalmente se suponía el origen de sus emisiones. J. esperaba que sus parientes franceses harían llegar la carta a una de las direcciones de contacto en Praga o en París.

Radio Pirenaica, sita en Bucarest y dependiente directamente del Partido Comunista Español (PCE) en el exilio, radiaba diariamente desde los años cincuenta con ayuda de la Unión Soviética sus emisiones antifranquistas. Suponía una de las fuentes de información más importantes de la resistencia interior española y contribuyó persistentemente a conformar la conciencia política sobre todo de las clases obreras. Al contrario que Mundo Obrero, la publicación escrita igualmente comunista, la radio alcanzaba gracias a su variada programación, a su autenticidad y a sus actuales comentarios políticos una amplia audiencia que iba mucho más allá de los militantes del PCE. Desde principios de los años sesenta la emisora instaba activamente a sus oyentes a que, a través de canales de comunicación especialmente creados al efecto, le enviaran informes sobre la situación en el interior de España y sobre los progresos de la lucha opositora; cartas que, una vez recibidas, eran leídas en el marco de un programa específico.3

Pese a no ser tampoco él miembro del Partido Comunista J. era, como la mayoría de sus compañeros de trabajo, un entusiasta oyente de Radio Pirenaica. Por su extremado sentido de justicia y su valiente comportamiento ante sus superiores en algunos conflictos en su lugar de trabajo, J. había llamado la atención de un viejo compañero y activista clandestino de su sección y había sido integrado paulatinamente en la organización de la protesta laboral colectiva. Ahora, a consecuencia de la gran resonancia de las fuertes oleadas huelguísticas de 1965, un compañero había animado a J., que tenía un cierto talento como escritor y todavía no resultaba sospechoso a la policía, a escribir una carta a Radio Pirenaica que transmitiera a los redactores y oyentes una imagen del ambiente de lucha que imperaba entre los habitantes de la ciudad obrera. El escrito, lanzado por J. finalmente a un buzón de la estación de Sagunto, dando múltiples rodeos, acabó llegando a la redacción en Bucarest y se encuentra actualmente en el Archivo del PCE en Madrid, en el cual puede consultarse su original manuscrito.4 La carta destaca por su estilo, de inusual exuberancia y rebosante heroicidad. Bajo el pseudónimo Joan de l'Horta, supara nosotrosdesconocido autor compuso un canto heroico a las luchas obreras sin parangón de los años precedentes que remontaba en una línea de tradición directa hasta los hechos heroicos de la resistencia saguntina a través de la historia: desde el legendario sitio que los cartagineses de Aníbal habían sometido a la ciudad durante ocho meses, pasando por la participación en la rebelión de las Germanies en el siglo XVI hasta llegar a la propugnación de la Constitución de Cádiz de 1812 y la lucha contra la ocupación napoleónica. Las fórmulas utilizadas presentan inconfundibles paralelos estilísticos con la primera gran obra de la historia antigua de Sagunto, escrita por el cronista Antonio Chabret y publicada por primera vez en 1888. En el prólogo de esta crónica, situada totalmente en el ambiente de exaltación nacional y de entusiasmo por la historia antigua propio de la época de su aparición,5 se afirma:

¡Sagunto! No hay nombre más ilustre en la historia de España, ni que haya tenido mayor resonancia en todas las edades. Más de veinte siglos han pasado desde que cayó la ciudad heroica, envuelta en las llamas de incendio, anonadada, pero no rendida; y aún está presente y viva en nuestra imaginación aquella catástrofe gloriosa.6

El ejemplar comportamiento de los habitantes de Sagunto, que prefirieron morir antes que entregarse a los invasores, había recibido, con el apoyo de la arqueología y de la historiografía, una interpretación simbólica que veía en la resistencia contra Aníbal un primer paso esencial en la formación de la identidad nacional española; un discurso del que posteriormente harían uso también la República y la dictadura franquista.7 Sin embargo, el mito nacionalizador del valiente saguntino, cuya ejemplaridad y amor por la libertad trazaban una línea de continuidad a través de los siglos, resultaba también apropiado para una reinterpretación en el sentido del movimiento de oposición contra la dictadura. Como símbolo de la lucha contra los «tiranos y opresores» no se erguían ya los muros defensivos del antiguo castillo, sino los altos hornos de la planta siderúrgica. Con su referencia a la gloriosa historia de la ciudad el informante de Puerto de Sagunto esbozaba una línea de continuidad con las protestas obreras, las cuales como las históricas luchas de liberación tendrían un efecto ejemplarizante para otros centros industriales y que debían otorgar a la ciudad una funciónen el plano ideal pero también en el prácticodirectriz en la resistencia organizada de la región. A la vista de los grandes éxitos alcanzados por el movimiento obrero saguntino en la organización de las huelgas intensivas durante el periodo 1961-1965, dichas expectativas se encontraban entonces muy extendidas entre los activistas antifranquistas de Valencia pero, como será expuesto a lo largo del presente trabajo, no podrían llevarse a término en el plano real. Pese a los numerosos intentos por parte de los partidos clandestinos, especialmente del PCE, de estrechar los lazos organizativos entre los movimientos de resistencia de Puerto de Sagunto y sus estructuras regionales y nacionales, y de convertirlo en el motor de la oposición valenciana, ello sólo fue posible de forma muy limitada. La razón radicó en la singularidad del movimiento obrero en el microcosmos de una localidad industrial dominada por la omnipresente fábrica. Sin embargo, o precisamente quizá por ello, se desarrolló de forma paralela, como sería también el caso de la España del final de la década de 1960, una serie de grupos de resistencia alternativos que incluirían grupos de población más allá de los trabajadores.

Notes

1 AHPCE Madrid, Correo de la Pirenaica, 190/14, Rf. 43, 1965.

2 No conocemos al obrero por su nombre real y tampoco sabemos nada más sobre la vida. Los acontecimientos aquí descritos son una reconstrucción a partir de los informes de testimonios de la época así como del contenido de la carta conservada en el Archivo del PCE

3 Luis zaragoza Fernández, Radio Pirenaica, La voz de la esperanza antifranquista, Madrid, Marcial Pons, 2008, pp. 338 y ss.

4 AHPCE, Madrid, Correo de la Pirenaica, 190/14, Rf. 43, 1965.

5 La instrumentalización del mito «Sagunto» para la formación de la identidad nacional española había llevado ya dos décadas antes, en 1868, a la decisión oficial de sustituir el nombre medieval de la ciudad, Murviedro (literalmente «Muro viejo»), por el de Sagunto.

6 (Teodoro Llorente, 1888), Antonio Chabret, Sagunto. Su historia y sus monumentos, tomo 1, 1ª edición, Tipografía de los Sucesores de N. Ramírez y C. barcelona, 1888, p. Vii.

7 El discurso de la heroica resistencia sería posteriormente recogido por el filólogo español Menéndez Pidal, quien designaría Sagunto como «cuna de la Hispanidad». Para la discusión sobre la instrumentalización de la historia saguntina en la historiografía, véase Carmen Aranegui Gascó, Saguntum, Oppidum, emporio y municipio romano, barcelona, Ediciones bellaterra, 2004, pp. 28-32.

La oposición al franquismo en el Puerto de Sagunto (1958-1977)

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