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Pero, ¿quién diablos soy?

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Durante años quería ser como los demás. Sin embargo, cuando me decían tú y yo somos iguales, yo me ofendía. Pero ¿cómo pueden decir eso, si mis ideas son tan radicales?, pensaba… Pues porque durante años yo era un camaleón. Vivía de incógnito. Hasta que me di cuenta de que si seguía así explotaría. Sería un camaleón en llamas. Dentro de mí albergaba ideas muy específicas sobre lo que me gustaba y lo que no, ideas radicales sobre cómo vivir y pasiones muy encendidas, y no podía ignorarlas.

Por eso tuve que rebobinar y ver de dónde venía para entenderme.

Pero, ¿quién diablos soy?

Nací en Barcelona, los últimos años de la dictadura de Franco.

En una España gris todavía impregnada de represiones, fui a una escuela progresista y mixta hasta los 9 años (Les Escoles Betlem). Allí íbamos a cantar al Palau de la Música, bailábamos, y me explicaban la religión como una historia.

A los 9 años, ese mundo idílico fue arrancado de mi vida y llegaron las imposiciones, en un colegio religioso de chicas y uniforme marrón. Entonces pasé a llamarme ¨Salvador¨ y la frase que escuché más a menudo fue:

¨Salvador, fuera de clase¨ o,

¨Salvador, deja de hacer de abogada del diablo¨.

Mi madre me obligaba a llevar el pelo a lo chico; porque parecía Mafalda.

Pero yo sólo recuerdo a las niñas con melena, porque en mis entrañas me imaginaba que era una gitana de cabellos por la cintura, rizados y largos, que luchaba por salvar al resto de las niñas de la opresión de mi escuela católica.

Años después estudié Derecho para comprender lo que era la justicia.

Ejercí durante diez años, pero la abogacía no me permitió expresar todas las contradicciones que había acumulado en mis venas.

Conocí a Alberto, el amor de mi vida. Nos casamos por todo lo alto y luego lo dejamos todo atrás porque todo lo material que conseguíamos no compensaba nuestras contradicciones. Nos marcharnos juntos a vivir a los EEUU, con dos niños en el regazo.

Siempre escribí en un diario, y comencé a publicar en revistas progresistas en los USA. Este es un resumen de un artículo que apareció en The Journal of Family Life, en el 2002:

¨Alberto y yo hicimos todo lo que nuestra sociedad consideraba importante. Éramos unos buenos hijos y ciudadanos…. Trabajar doce horas al día nos compró una buena vida: decorar nuestra casa por interioristas, vestir a la moda, masajes, ir a la ópera o a los mejores restaurantes y viajar a lugares exóticos. Todavía recuerdo con nostalgia nuestros viajes a Nepal, Brasil, India, Tailandia, la Polinesia y otros lugares de Europa. Pero todo aquello sabía más a una carrera por hacer más y tener más, que no parecía tener fin, que a una verdadera vida¨.

Nos fuimos para un año o dos y se han convertido en 13. Vivimos en comunidades progresistas, hippies y escuelas en libertad en California, Albany, NY, Virginia y Nueva Jersey. La mejor parte del viaje fue participar y estudiar en Universidades y centros muy avanzados pedagógicamente, como el Goddard college, en Vermont.

Allí conocí a otros espíritus libres, con aspiraciones similares, entre los alumnos y la facultad, como Mariana, que me ayudaron a cambiar el concepto de mí misma, de lo que podía hacer con mi vida y con mi voz.

Hoy en día, de todas esas experiencias he creado una forma de vida. Mi formación es tan variada como mis aspiraciones.

Entre otras, me considero escritora, madre, profesora, aprendiz y defensora del derecho a la libertad, sobre todo la libertad de ser quien te dé la gana.

(Y ése es el diablillo que soy).

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