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Presentación

La relevancia de Juan Genovés en nuestro país se extiende capilarmente por zonas tan diversas como el arte, la pintura, la militancia política, el asociacionismo o la gestión cultural. Las imágenes de sus cuadros pueblan innumerables portadas de libros, periódicos y revistas, e incluso son imitadas hasta el borde del plagio por la publicidad; una de ellas, El abrazo, pertenece al imaginario colectivo de varias generaciones.

Desde el aldabonazo de su exposición de 1965, en las salas de la Biblioteca Nacional, cuya dureza de fondo y forma molestó profundamente a los gerifaltes franquistas, y de su lanzamiento internacional tras su participación en la XXXIII Bienal de Venecia de 1966, hasta su actual éxito en el mercado global del arte han pasado más de cincuenta años de incansable dedicación a su trabajo –la palabra merece ser subra­yada, pues Genovés es un obrero de su oficio– como pintor.

Cincuenta años son muchos en la historia de un país como el nuestro, herido por la Guerra Civil, que el artista vivió siendo niño. Son los años en los que, primero como activísimo compañero de viaje y luego como militante del Partido Comunista, lucha contra la dictadura y vive los peligros de la Transición desde los movimientos vecinales y desde la Asociación de Artistas, que ayudó a fundar. Son los años de un país que empieza a crecer en libertad y democracia, y la responsabilidad que ellas conllevan; Genovés la asume con su intensa dedicación al proyecto de renovación cultural –comparable al de la Residencia de Estudiantes con respecto a la Generación del 27– que significó el Círculo de Bellas Artes de Madrid en los años ochenta. Su continuado compromiso continuará, como cofundador de VEGAP en los noventa, en la defensa de los derechos de propiedad intelectual de los artistas plásticos.

Para los autores de este libro, que alcanzamos la mayoría de edad en los estertores del dictador, Juan Genovés ha sido una presencia constante, como quedó patente cuando nos reunimos para decidir si escribíamos el libro y fuimos compartiendo experiencias y recuerdos personales ligados a su obra, que incluyen el reparto por las calles del cartel de El abrazo –como hizo Alicia Murría, quien militaba entonces en las Juventudes Comunistas y más tarde en el Partido Comunista– cuando era propaganda ilegal, la escritura de críticas o textos de catálogo sobre sus exposiciones, una vieja fotografía en blanco y negro de mediados de los setenta delante de uno de sus murales en el barrio de Portugalete o el recuerdo de la impresión de ver el primer Genovés en una colección de cromos, que, como descubrimos luego, el artista conserva en su archivo.

La visita en 2015 a su exposición en La Coruña –una retrospectiva realizada con los cuadros de su colección personal– nos permitió repasar esas experiencias y sensaciones desde la emoción, pero también desde el criterio y la experiencia profesional de cada uno, que abarca más de cuarenta años de dedicación al mundo de la cultura a través de la crítica de arte en prensa y televisión, la dirección de proyectos en galerías y en el mundo editorial literario y artístico, la docencia y el comisariado de exposiciones. La importancia de su obra, por encima de los lógicos altibajos de una carrera tan larga y fecunda, quedaba allí de manifiesto; también se hacían evidentes sus profundas convicciones democráticas y su conciencia de ciudadanía en los vídeos en los que se hablaba de su vida.

Aceptamos el encargo para descubrir qué libro era posible escribir. Y si era posible escribirlo a seis manos, tratando de evitar un género concreto, definido. Nos embarcamos en un ejercicio de investigación, en la escritura de un ensayo –en su sentido de prueba– fruto de tres mentes en comunicación permanente, rizomática, donde se mezclaban materiales de archivo, entrevistas, conversaciones, sugerencias y sensaciones; muchas de ellas puramente visuales. El redactor principal –escribirlo a seis manos pronto se reveló improductivo– ha trabajado como un montador de cine. Ello ha permitido, por ejemplo, reunir a distintas personas en conversaciones, montadas cinematográficamente, que no se produjeron tal cual aparecen redactadas, aunque todo lo escrito fue dicho.

El resultado es consecuencia de un trabajo de “taller” en el que cada uno de los autores ha cumplido una labor necesaria. Es un homenaje a un deseo expreso de siempre por el artista: haber trabajado a la manera de los talleres renacentistas, rodeado de colegas empeñados en un objetivo común, en el que además de pintar se debatiera y discutiese sobre el arte y la vida. Ha sido, eso sí, un taller en el que a menudo, escuchando a Juan Genovés, nos hemos sentido alumnos aplicados que, tras oír al maestro, saben más de la vida y del arte que antes de escucharle.

Este libro debe su existencia a muchas personas. A las que escribieron sobre el artista a lo largo de los años, muchos de ellos aquí citados, y a aquellas que han compartido sus recuerdos e ideas con nosotros en numerosas entrevistas. A todos ellos, gracias. Nuestro especial reconocimiento a Eduardo Arenillas, que contribuyó generosamente con sus vivencias y con valiosos materiales de la Asociación de Artistas; a Pierre Levai, por encontrar tiempo para conversar con nosotros; a Eduard Genovés, por su franqueza, modestia y simpatía, y a Leonardo Villela, que nos facilitó con afectuosa eficacia el uso de los materiales del archivo del artista. Y nuestro agradecimiento, por su permanente disponibilidad, a Ana, Silvia y Pablo Genovés –de quien surgió la propuesta de escribir este libro– y, muy especialmente, a Adela Parrondo, cuya presencia ética permea a toda la familia y al protagonista de este libro: Juan Genovés, ciudadano y pintor.

Mariano Navarro

Armando Montesinos

Alicia Murría

Juan Genovés

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