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No hay cielos sin historias... ni historias sin cielos

El desafío de la astronomía es intelectualmente irresistible: explicar los más profundos enigmas de la existencia. Las cuestiones de espacio, tiempo, funcionamiento, origen, destino y –si realmente lo hubiese– el sentido último de ese todo que nos desborda e intimida cada vez que dirigimos una mirada al cielo. O cada vez que nos ponemos a pensar en nuestra propia existencia, buscando marcos de referencia físicos y comprobables que den alivio a cierta angustia vivencial.

No es raro entonces que, al igual que la filosofía, la ciencia que estudia el Universo haya sido uno de los primeros y más extraordinarios frutos de la mente humana. Nacida hace varios milenios, la astronomía es hoy en día una ciencia elegante, madura y absolutamente fascinante. Resulta muy difícil resistirse a sus encantos: sus objetos de estudio (los astros, en toda su rica vastedad), leyes, mecanismos, grandes números, y –no menos importante– su belleza total.

De la mano de la astronomía, la humanidad ha logrado entender una parte más que apreciable de la intrincada maquinaria del cosmos. Esa misma maquinaria que, entre otras cosas, permitió nuestra (fortuita) aparición. Hoy sabemos que vivimos en un minúsculo mundo de roca y metal, salpicado de agua líquida, que forma parte de una familia de cuerpos variopintos encabezada por una modesta estrella. Y que esa familia está perdida en los arrabales de una colosal “isla” espiralada, formada por cientos de miles de millones de estrellas y nubes de gas y polvo: nuestra galaxia, la Vía Láctea. Una galaxia más entre miles y miles de millones dispersas en un mar de espacio mayormente vacío. También sabemos que, aparentemente, todo, pero absolutamente todo, incluso el propio tiempo, comenzó hace casi 14 mil millones de años, con el “estallido” de “algo” (casi) infinitamente denso y caliente. Desde entonces, el Universo no ha hecho otra cosa que crecer sin parar.

Como toda ciencia, la astronomía es un producto social, cultural e histórico. No salió de la nada, ni tampoco fue el resultado del trabajo de una sola mente especialmente iluminada. Su sólida construcción actual –y sus extraordinarios alcances conceptuales– son el producto de experiencias, aprendizajes, logros y conocimientos compartidos y transmitidos de generación en generación, a lo largo de siglos y milenios. Incluso, hasta de errores sabiamente corregidos. De allí que su comunicación, divulgación y enseñanza sean esenciales para garantizar su propia prosperidad y supervivencia. En suma: a la ciencia hay que contarla.

Dicho todo lo anterior, no resulta extraño que la astronomía, lejos de ser una disciplina distante y ajena a la mayoría de los seres humanos, esté cargada de episodios absolutamente terrenales. Y justamente hacia allí vamos: este libro explora más de dos mil años de historia, rescatando una rica y variada colección de episodios, especialmente curiosos y significativos, en los que la astronomía y sus fenómenos alteraron –de un modo u otro, pero siempre de manera real y no del modo ingenuo y falaz que pretenden algunas supersticiones– el devenir de grandes civilizaciones, imperios y pueblos del pasado. Fenómenos celestiales que coquetearon, directa o indirectamente, con algunos de los personajes más relevantes de la ciencia, el arte y la cultura en general. Y hasta llegaron a entremezclarse con el terreno de la fantasía, o incluso con resonantes catástrofes.

Parte importante de este libro está basada en algunos de mis más preciados artículos publicados, entre 1997 y 2014, en Futuro, el legendario suplemento científico del diario Página/12 que dirigiera el recordado Leonardo Moledo. Aquellos textos originales fueron rescatados, agrupados, adaptados, actualizados y enriquecidos para esta especial ocasión. Junto a nuevas historias, curiosidades, apartados temáticos específicos y abundantes ilustraciones y astrofotografías (mayormente propias), dan forma y vida a estas Crónicas del cielo y la Tierra.

Los invito, pues, a un recorrido que nos llevará desde la posible identidad de la estrella de Belén, la relación entre la actividad solar y los asentamientos vikingos en América o el cometa que “anunció” la caída del imperio azteca; hasta el catastrófico caso Tunguska, el eclipse que probó la Teoría de la Relatividad General de Einstein o las variables astronómicas que incidieron en el hundimiento del Titanic. Por su propia naturaleza, este libro puede leerse de modo tradicional o bien eligiendo historias sueltas, de a ratitos en casa, en una sala de espera o en un largo viaje en tren o en colectivo.

Cualquiera sea el camino elegido, confío en que esta colección de hechos, personajes, curiosidades científicas, obras de arte y hasta famosos desastres nos conducirán, inexorablemente, a aquella idea inicial: no hay cielos sin historias... ni historias sin cielos.

Lic. Mariano Ribas

Periodista, escritor y divulgador especializado en astronomía

Crónicas del cielo y la Tierra

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