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Capítulo 2

Cómo enfrentar la adversidad

Un ejemplo histórico de afrontamiento inteligente

En una región de Oriente llamada Maón, hace tres mil años, había un hombre muy rico, de nombre Nabal, que era grosero, violento, de malas actitudes y alcohólico. Estaba casado con Abigail, una mujer hermosa e inteligente. Por ese entonces, David –futuro rey de Israel– dirigía una milicia de seiscientos hombres y vivía exiliado en ese paraje, ocupado en tareas de seguridad. Como había protegido a los obreros de Nabal y cuidado de sus rebaños, el caudillo hebreo envió una delegación a cobrar la retribución que le correspondía. Nabal respondió de mala manera a la gente de David, negándose a pagar. Cuando David supo de aquel insulto, estalló en cólera y armó parte de sus hombres con el propósito de tomar una violenta represalia por tal ignominia. Mientras tanto, un empleado de Nabal que había presenciado el agravio le comunicó a Abigail lo ocurrido. Le explicó que el esposo había tratado muy groseramente a los mensajeros de David y cometido una tremenda injusticia, ya que “esos hombres se han portado muy bien con nosotros”, dijo, “pues de día y de noche nos protegían, tanto a nosotros como a nuestros rebaños”. Agregó, además: “Como el marido de usted tiene tan mal genio que no se le puede hablar, piense usted y vea lo que debe hacer, porque con toda seguridad algo malo va a venir contra él y contra toda su familia” (1 Samuel 25:15-17, DHH).

En esas circunstancias, entra en acción Abigail. Sin decir nada a su esposo, inmediatamente preparó una cantidad importante de comestibles y los envió a David y a su gente. Asimismo, ella siguió tras los emisarios que llevaban los alimentos. Cuando la mujer se encontró con David y su escuadrón, ya habían recibido las provisiones, lo cual aplacó los ánimos. Entonces Abigail pronunció un hábil e inteligente discurso, con un notable despliegue de argumentos certeros, acompañado de la dulce delicadeza que emanaba de la bella dama. David recibió el impacto de las palabras y del suave e íntimo encanto de la personalidad de Abigail. La señora le pidió que perdonara a su “insensato” esposo –precisamente, ese era el significado del nombre Nabal–; que no perpetrara un acto vengativo de hacer justicia por su propia mano; que seguramente Dios le tenía reservado un futuro glorioso; y que aceptara ese regalo pródigo, como expresión de agradecimiento por su perdón. Incluso, aprovechó para pedirle: “Cuando el Señor le dé a usted prosperidad, acuérdese de esta servidora suya”. Esas palabras embargadas del perfume de su atractiva personalidad, apaciguaron el espíritu exaltado del líder, quien desistió de la represalia. David sintió un sutil estremecimiento hacia esa tierna y encantadora dama.

La historia concluyó con un desenlace inesperado y feliz. Abigail le informó a su esposo de lo ocurrido, aprovechando un momento de lucidez, después de una de sus habituales borracheras. El hombre quedó tan impactado por la noticia que le produjo un ataque, probablemente, un accidente cerebro vascular, quedando paralítico. Diez días después, un nuevo y fulminante ataque terminó con la vida del insensato. Al enterarse David del deceso de Nabal, agradeció a Dios por haberle hecho justicia. Entonces no dudó en ofrecer matrimonio a Abigail, concretándose la boda para felicidad de los contrayentes.

La historia es útil no tanto por lo que leemos del pasado, sino por lo que permite leer acerca del presente y del porvenir. La memoria de Nabal y de Abigail transmite lecciones que alcanzan a todos los tiempos. Una que resulta valiosa, es considerar los personajes como modelos para enfrentar las crisis, ya que ejemplifican patrones de conductas que suelen reproducirse más allá de las circunstancias históricas.

¿Cómo enfrentar las dificultades? ¿De qué manera abordar y superar la adversidad? Nabal y Abigail se vieron ante un trance complejo y peligroso; ¿cómo actuó cada uno? Esos hechos memorables presentan una semblanza respecto de sus protagonistas y de sus recursos de afrontamiento. Nabal subestimó el problema, no percibió que su actitud presuntuosa y áspera podría aparejarle la muerte. No advirtió los riesgos. Reveló una peligrosa ceguera o, por lo menos, una miopía muy grave ante la situación que tuvo que afrontar. Tomó las cosas con cierta indiferencia despectiva, evadiéndose a través del alcohol.

En contraste, Abigail demostró una notable capacidad para abordar la dificultad, poniendo de manifiesto un despliegue admirable de recursos para superarla y aun extraer beneficios de la calamidad. No evadió el conflicto ni se escondió para salvar su pellejo, sino que lo enfrentó con decisión y coraje, pero también con inteligencia y humildad. Fue sabia, cauta, diplomática; le dijo a David lo que quería escuchar, pero con respeto y dignidad. Reveló un espíritu religioso, casi profético, y una exquisita sensibilidad. Triunfó donde Nabal fracasó. Dos modelos que exhiben diferentes maneras de actuar: uno, lo que no debe hacerse y el otro, lo que se debe hacer y cómo hacerlo.

Estrategia 6

Una excelente estrategia para enfrentar las dificultades es focalizarse en el problema buscándole todas las soluciones posibles, actuando con inteligencia, tacto y objetividad.

Estrategia 7

Evadirse del problema a través del alcohol o consumiendo otras drogas, para no pensar en el asunto, no solo no lo resuelve, sino que puede agravarlo.

¿En qué consiste el afrontamiento?

El afrontamiento (traducido del término inglés coping) es un proceso que pone en marcha la persona para hacer frente a situaciones estresantes. Aunque eso no garantiza el éxito, da lugar a encontrar soluciones o salidas al problema. Promueve el aprendizaje de respuestas al estrés excesivo, buscando la estrategia más adecuada. Se han realizado muchísimas investigaciones, por las que se ha comprobado que algunas estrategias de afrontamiento se asocian con el bienestar, en tanto otras, con síntomas físicos.

Los iniciadores de este tipo de estudios, Lazarus y Folkman (1986), definieron el afrontamiento como aquellos esfuerzos cognitivos y conductuales constantemente cambiantes que se desarrollan para manejar las demandas específicas, externas y/o internas, que son evaluadas como excedentes o desbordantes de los recursos del individuo. Para enfrentar las presiones, esos recursos resultan de la interpretación que el individuo haga de tales situaciones o estímulos opresivos. Lo importante es que esos comportamientos que adopte ante las dificultades sean útiles o efectivos, que den buenos resultados. Veamos un ejemplo.

Hay que saber que las desgracias y adversidades son inherentes a la vida misma, y ocurren porque Dios las permite por alguna razón. Podemos minimizar sus efectos negativos, pero no impedir que los infortunios nos alcancen.

Hace muchos años, conocí al Sr. Fontán. Un miércoles de noche, salía de la Iglesia Adventista Central de la ciudad de Montevideo, Uruguay, junto con unos amigos, después de haber asistido a una reunión religiosa. Bajamos las escalinatas del templo, y vimos a Don Fontán sentado en una banqueta, en un estado deplorable. Con la cabeza sostenida por sus manos, que apoyaban sobre las rodillas, miraba hacia el suelo, completamente abatido. Nos acercamos y le preguntamos si necesitaba ayuda. Al mirarnos, percibimos que estaba alcoholizado, con su mirada perdida, como atontado, y la nariz granulosa, colorada e hinchada. Movidos por el entusiasmo juvenil, comenzamos a predicarle que no era bueno tomar alcohol, que debería cambiar, que concurriera a la iglesia, que todos los problemas podían solucionarse con Dios, y muchas cosas más. Lo invitamos a que fuera a la iglesia el sábado siguiente, que vería cómo Dios lo iba a ayudar. No sabíamos cuánto de lo que dijéramos lograría ser entendido por su mente embotada por el alcohol, pero fue grande nuestra sorpresa cuando al sábado siguiente lo vimos llegar a la iglesia, aseado, peinado y bien vestido. Desde esa ocasión, nunca dejó de asistir. El cambio que se produjo fue asombroso: dejó de beber, se convirtió en un miembro asiduo, activo e, incluso, llegó a ser un dirigente militante. Luego aparecieron su esposa e hijos; y fue un hombre de conducta intachable y ejemplar.

Estrategia 8

La asistencia a una congregación religiosa, cultivar la fe y la creencia en Dios puede ser una estrategia excelente de afrontamiento a diferentes situaciones críticas.

Diferentes tipos de afrontamiento

Los estilos o las estrategias de afrontamiento suelen clasificarse según se centran en resolver el problema o en la emoción que se experimenta. Al orientarse al problema, las acciones se dirigen a manipular o alterar las condiciones responsables por la crisis. En cambio, las estrategias encaminadas a las respuestas emocionales se orientan a reducir o eliminar la angustia, la ansiedad, el temor u otros tipos de emociones generadas por la calamidad que se experimenta. Esos esfuerzos, en uno u otro sentido, pueden darse de manera activa o pasiva, es decir, resignándose a padecer estáticamente el problema o movilizando conductas ante las crisis.

Un ejemplo ilustrativo de una estrategia focalizada en la emoción, de tipo pasiva, fue lo que hizo Marta (46 años, casada, 2 hijos adolescentes). Después de casi 25 años de matrimonio, descubrió que su esposo la engañaba con su mejor amiga. Desde ese momento, cayó en un estado de profunda depresión, recriminando a su marido y, especialmente, a sí misma. “¿Qué hice mal?” “¿Qué te daba ella que yo no supe darte?” “Dime, ¿en qué fracasé?” El esposo se cansó de decirle que no era problema de ella, sino un desliz suyo; que ella siempre fue una muy buena esposa; que el único culpable era él. Sin embargo, Marta no se conformaba con esas explicaciones; evaluaba su comportamiento como esposa en forma negativa y consideraba el futuro del matrimonio con mucho pesimismo. Por supuesto, su depresión se agravó y se extendió considerablemente.

Estrategia 9

La culpabilización, o la autoevaluación negativa, es una estrategia centrada en la emoción que suele intensificar el malestar y agravar la crisis. Lo recomendable es evitar esas actitudes negativas.

Algo parecido le ocurrió a Raquel (38 años), quien también tuvo que padecer el desengaño por adulterio. Pero, a diferencia de Marta, quien se recriminaba a sí misma por lo sucedido, hizo un escándalo de novela. Lloró, gritó, rompió platos y otros utensilios de su casa; no había forma de calmarla. Tuvieron que darle una medicación fuerte para tranquilizarla y ayudarla a descansar. Sin embargo, después de ese estallido de violencia emocional pudo razonar, aceptar tener una terapia matrimonial y discutir con su esposo la posibilidad de restaurar el vínculo de pareja. La estrategia de expulsar las emociones le hizo bien y la alivió considerablemente. En cambio, al reprimirse y autoculpabilizarse, a Marta le llevó más de dos años de terapia recuperarse de su malestar.

Estrategia 10

La expresión emocional es beneficiosa al principio, para liberarse del malestar. El peligro es estancarse en el berrinche o utilizar esos accesos emocionales para manipular a los demás.

Cómo superar las crisis

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