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¿Pueden prevenirse las crisis?

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–No entiendo qué me paso. ¿Qué me llevó a esto? ¿Cómo puedo hacer para no caer en lo mismo?

Así preguntaba Margarita (45 años, casada, dos hijas), todavía conmocionada por los efectos del shock vivido. Tenía el rostro crispado y lívido, con sus ojos inyectados de sangre, al extremo que los globos oculares se habían convertido en bolas oscuras, homogéneas, brillantes y móviles, que sobresalían dentro de las cavernas amoratadas que los contenían.

Esos rasgos faciales eran los efectos más visibles y claros del estallido de su crisis. Margarita, enceguecida por la deses­peración y la carga de años de agobio, se había colgado del cuello con el propósito de ahorcarse. Gracias a que su hijo la descubrió a tiempo, ahora, mientras su conciencia iba recobrando la razón, aún confundida, comprendía la locura de su conducta suicida. Su angustiosa preocupación era cómo impedir que la misma experiencia se volviese a repetir.

Si por prevenir las crisis se entiende evitar que estas ocurran, ciertamente el esfuerzo será en vano. La ilusión de una vida sin crisis es la mejor forma de predisponerse a ser sorprendido por la catástrofe. Por el contrario, cuando se considera que las desdichas o las contrariedades (por ejemplo, las separaciones, las enfermedades o las pérdidas) son inherentes a la vida y que Dios las permite con algún fin especial, se está en mejores condiciones para afrontarlas. Es decir, lo que se puede es lograr minimizar los efectos negativos, no impedirlas.

La pregunta importante es: ¿Cómo hacer para enfrentar las situaciones críticas de la mejor manera posible?

Hay quienes recurren a ansiolíticos, calmantes o hipnóticos. Es frecuente usarlos, por ejemplo, ante la muerte de un ser querido. Pasan esos momentos difíciles “entre nubes”, sin llegar a darse cuenta totalmente de lo que sucedió, como si todo fuera un sueño, sin llorar ni sufrir la pena. Son útiles para esos momentos álgidos de la crisis, pero no como solución a largo plazo; ni ayudan a elaborar el duelo.

Estrategia 2

Los ansiolíticos, calmantes e hipnóticos (medicamentos para dormir) son útiles para salir del paso, para la emergencia, pero no son la mejor estrategia a largo plazo.

Otro recurso equivocado lo descubrió Dora (treinta años, soltera) al salir de su crisis, sufrida el día en que encontró al amigo de sus sueños junto a una chica que le presentó como su novia. Se había ilusionado con que ese hombre sería el amor de su vida, debido a ciertas actitudes y expresiones de afecto que tenía para con ella, sin nunca clarificar expresamente el tipo de amistad o de vínculo que mantenían. Sus ilusiones abruptamente desechas le hicieron sentir toda la nulidad de su vida y que ya no podría esperar nada del futuro. Regresó a su casa chasqueada y profundamente decepcionada, y tomó todas las pastillas que encontró en su mesita de luz. Gracias a Dios, logró sobrevivir, y en la terapia consiguió esclarecer los afectos en juego, ponerles nombre, disminuir la incertidumbre y conseguir recuperar la paz y la esperanza.

Estrategia 3

¡Cuidado con reaccionar bajo el impacto inmediato de la crisis! ¡Es muy peligroso! Es necesario calmarse y esperar a que las emociones se aplaquen, para revisar lo sucedido y encontrar las explicaciones del caso.

Cómo superar las crisis

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