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1. El componente simbólico

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Es uno de los factores más fuertes de la ideología, que permite lograr diferenciación sustancial entre los actores políticos. El elemento simbólico puede incluso ser un nombre alternativo del propio partido para que sea comprendido rápidamente, según cómo se lo llame o se lo conozca localmente (conservador, renovador, unionista, liberal, radical, revolucionario, federal, etc.). También es importante reconocer que, en contextos en que la política es altamente personalizada, las personas pueden comprender las categorías ideológicas a través de caracteres políticos individuales asociados a fuertes personalidades, más que a caracteres institucionales partidarios, como ocurre frecuentemente en gran parte de América Latina (Zechmeister, 2006: 153-154). Un claro ejemplo, el “chavismo”, con Hugo Chávez.

El componente simbólico puede ser medido a partir de algunos subcomponentes y sus dimensiones constitutivas, que pueden resultar operativas a partir de una serie de atributos. Se considera preferentemente la compilación propuesta por Gerring (1997: 966-979), a la que se agregan y complementan los aportes de una larga lista de autores. Debe aclararse que de ese listado son seleccionados algunos elementos que pueden ser operacionables, mientras que otros subcomponentes son desestimados porque provienen de posturas teóricas que plantean consideraciones a favor o en contra de las ideologías, desestimadas para este estudio. Lo que se busca aquí es determinar qué elemento constituye un discurso ideológico propiamente dicho y no estar a favor o en contra de la propia ideología. Por ello, un discurso ideológico, sea desde el componente simbólico o desde otros de los dos componentes complementarios, debiera manifestar algunos de los subcomponentes que lo definen, y que a continuación se presentan.

1.1. Ubicación de la ideología

1.1.1. El pensamiento político. El pensamiento político se expresa a través de ideas, creencias, valores, principios o ideales que usa frecuentemente el discurso ideológico. En este sentido, la ideología es diferente de la filosofía política, por lo que no está aislada de los dilemas políticos del mundo real.

Muchos autores entienden la ideología como un conjunto de prácticas con actores que “hacen” más que “creen”. En ese hacer, hay guías claras que definen, básicamente, valores o principios centrales. El politólogo canadiense David Easton, en su clásico libro A Systems Analysis of Political Life de 1965, sostiene que las ideologías son interpretaciones y principios éticos explícitos y elaborados que definen los objetivos, la organización y los límites de la vida política.

El pensamiento político se entiende desde lo que Sigal y Verón (2003) explican al hablar de ideología como enunciado, en su dimensión sustantiva: comprende aquellos argumentos donde se hace manifiesta la opción política, el lugar donde se explicitan los pensamientos, más allá de que después las acciones o nuevas enunciaciones desmientan esta posición –y allí es donde los autores llaman a analizar la “dimensión ideológica”, es decir, la ideología como adjetivo–.


Las ideologías tienen un función mítica, muy similar en alguna instancia a la propia definición del mito “como un sistema de creencias coherente y completo” (Girardet, 1999: 11). “Una ideología es una doctrina acerca de cuál es el modo correcto o ideal de organizar una sociedad y conducir la política, basada en consideraciones más amplias sobre la naturaleza de la vida humana y el conocimiento. El aspecto relacionado con la orientación de la acción de tales doctrinas se deriva del hecho de que éstas afirman establecer aquello que es políticamente verdadero y correcto y, de esta manera, dan lugar a imperativos que en su esencia son morales”, sostiene Barbara Goodwin (1993). Ello es muy importante si se acerca el pensamiento ideológico a los valores. La configuración de valores indica una preferencia operacional con importantes memorias y pautas de reacción emocional en los individuos que lo sostienen.

Es imposible comprender la función de un valor aislado, salvo en función del conjunto de valores que forman un todo pertinente. Para ello es importante no confundir las imágenes de los valores con los valores mismos, es decir no confundir lo que la gente dice que prefiere, con lo que efectivamente prefiere en los hechos. La otra confusión que debe evitarse es la de caer en la falacia mecanicista, en la que el comportamiento de un sistema puede pronosticarse sobre la base del comportamiento o la pauta de valores de algunas de sus partes (Deutsch, 1993). Los valores no pueden imponerse fácilmente por el predominio de una parte por sobre el todo.

La identificación de valores en el trasfondo de las creencias o en los propios enunciados nos lleva a la ideología. Expresiones preñadas de un profundo sentido axiológico permiten encontrar el sentido de la creencia que mueve la acción, y esto ocurre en referencias morales y religiosas, pero no sólo en ellas. Este aspecto admite un desarrollo especial, útil para la identificación de la valencia de un discurso, y por ende, de ideología.

Valores e ideología

Los valores políticos suelen impregnar las ideologías, en la medida en que éstas expresan un sistema de pensamiento sobre la realidad, posicionándose sobre ella. Así, los valores pueden surgir del interior mismo de una ideología o, viceversa, una ideología se puede desarrollar a partir de ciertos valores, aunque no debe buscarse una necesaria correspondencia entre estos elementos.

Las actitudes son un reflejo de los valores, consisten en “un estado mental de preparación, organizado mediante la experiencia que ofrece un influjo directivo o dinámico sobre las respuestas del individuo a cada uno de los objetos y situaciones con los que se relaciona” (Allport, citado por Gerardo Pastor Ramos, 1986: 40). El conocimiento del valor se capta por medio de la experiencia subjetiva y para que sea aceptado se requiere la atención dirigida al valor y una disposición favorable. El proceso de apropiación e internalización de los valores tiene múltiples influencias que van desde la exposición selectiva al cambio en la conducta.

Según Luis Villorio (1997: 71-74), los valores políticos tienen cuatro características:

1) Se corresponden al ámbito público. Mientras los valores personales (individuales) pertenecen al ámbito privado, los colectivos (de carácter social) pertenecen al ámbito público.

2) No son individuales sino comunes. Los valores políticos se corresponden con las relaciones sociales en las que las personas están inmersas.

3) Están relacionados con el poder. Los valores exaltados en una sociedad en determinado tiempo tienen que ver directamente con el sistema de poder o grupo que sustenta el poder.

4) Son realizables. Deben poder cumplirse, por lo que debe existir una relación entre los valores colectivos elegidos y los hechos sociales.

Por lo general las ideologías texturan valores religiosos, morales, sociales y políticos de tradición e historia previa. Este proceso de sincretismo genera que muchos valores sean compartidos por distintas ideologías. Por eso, pueden reconocerse distintos tipos de valores según el ámbito de realización, más allá de una ideología política:

a) Los valores morales son “principios respecto a los cuales las personas sienten un fuerte compromiso de conciencia y los emplean para juzgar lo adecuado de las conductas propias y ajenas” (Resendiz, 1997: 53). Cada cultura y cada período histórico “ensalzan una serie de valores morales que están por encima de otros y que son considerados como los valores últimos y supremos en distintas culturas. Se corresponden a distintas manifestaciones de un ideal de perfección” (Villorio, 1997: 47).

b) Los valores sociales son creencias compartidas por una comunidad que dinamizan el proceso de mantenimiento y cambio social. El proceso de socialización al que estamos sometidos desde la infancia en la familia y en la escuela nos hace tomar aquellos valores de la comunidad o grupo social como propios. Estas valoraciones comunes son inculcadas por la cultura y el sistema educativo, de modo que la persona las acepta y las internaliza de forma inconsciente:

No hay sociedad que pueda prosperar sin creencias semejantes porque sin ideas comunes no hay acción común, y sin acción común existen todavía hombres, pero no un cuerpo social, era el pensamiento de Tocqueville (1971).

Los valores sociales son un campo de constante confrontación entre distintos grupos por imponer sus escalas de valoraciones y desvaloraciones. Aquellos que tengan más recursos de poder estarán en mejores condiciones de imponer un discurso hegemónico en torno a los discursos socialmente admitidos y aquellos que deben ser sancionados públicamente. Es un campo de publicidad, en el sentido habbermasiano de publicitado, y de tensión, en el sentido bourdieuano de conflicto.

Existen valores sociales de distinto tipo, pero se destacan los valores materialistas y los posmaterialistas. Los primeros priorizan la búsqueda de objetivos sociales como luchar contra la delincuencia, la subida de precios y por mantener una alta tasa de crecimiento económico, aparte de procurar que el país tenga unas fuerzas armadas poderosas. Los posmaterialistas se concentran en estas acciones: dar a la gente más oportunidades de participar en las decisiones comunitarias y políticas importantes; proteger la libertad de expresión; mejorar la urbanización; lograr una sociedad menos impersonal y más humana, sólo por citar algunos ejemplos.

c) Los valores religiosos se refieren al campo de las distintas confesiones y de la divinidad en general. Pueden ser fuente de legitimación de los valores morales, sociales y políticos. En un extremo, el integrismo religioso propone subsumir las autonomías valorativas de los otros campos al de la religiosidad. La centralidad que ocuparon como articuladores del campo ha dado paso, desde la modernidad, a una cultura multicultural y por lo tanto de pluralismo religioso. Actualmente los valores religiosos siguen impregnando muchas de las valoraciones sociales, morales y políticas, pero no encuentran en ellos su fundamento. Desde aquí, se pueden clasificar los valores religiosos en integrismo, pluralismo o laicismo.

d) Los valores políticos son los valores morales que están en relación con un sistema de poder (sistema político, sistema de partidos, sistema electoral, sistema de distribución territorial del poder, etc.). Se corresponden con la totalidad de la asociación y constituyen la condición del bien de grupos e individuos que la componen en cuanto sujeto político. Los valores políticos están en constante cambio y evolución, pues sus significados son construidos socialmente en un tiempo y lugar determinado. Como señalan Raymond Boudon y François Bourricaud (1993, citados por Javier Velilla, 2007) los valores no son sino preferencias colectivas que aparecen en un contexto institucional, y que por la manera en que se forman contribuyen a su vez a la regulación de este contexto.

1.1.2. Lenguaje ideológico. El pensamiento ideológico es inseparable del lenguaje ideológico determinado y característico. El set lingüístico de los diferentes sectores está dado por una evaluación del mundo a través de un determinado set de palabras y conceptos que los diferencia de otras ideologías. Hay un propio constructo lingüístico, autónomo, que se diferencia de otros lenguajes ideológicos.

Mucho de la transmisión ideológica se produce en el escuchar, leer y hablar entre miembros de un grupo, o bien a través de ver publicidades, entre otros actos (van Dijk, 2003).

Respecto del lenguaje característico, en este estudio también se ha abierto la consideración hacia elementos propios del discurso audiovisual. Así, analizamos la pertinencia y eficacia de ciertos rasgos semióticos del sonido y la imagen para conformar un lenguaje propio y característico de un candidato y partido ideológico. Lo mismo, y de modo más especial, sucede con el aspecto siguiente, que fue subsumido en la matriz dentro del mismo apartado, “lenguaje”.

Reconocer el lenguaje es reconocer el discurso dominante que permite realizar un proceso de abordaje científico del concepto de ideología en tanto muestra signos ideológicos como conjunto. Los signos ideológicos constituyen un lexema o conjunto de lexemas que, en su contexto de ocurrencia, definen como tal a toda la producción y le otorga una significación determinada (Raiter, 1999).

1.1.3. Signos o íconos ideológicos. Del mismo modo que ocurre con el lenguaje de partido, la ideología se acompaña con símbolos e íconos característicos y representativos de ésta, que contribuyen a identificarla rápidamente. Suelen tener un efecto represivo de la connotación, pues determinan el significado y cierran otras opciones. Producen, además, un efecto rápido, imperativo, a través de la propaganda.

1.2. Sujetos ideológicosÉstos se refieren tanto a los responsables de enunciados como a sus destinatarios. Los mensajes ideológicos que se detecten pueden relacionarse con diversos aspectos, como clases o grupos sociales identificados, por ejemplo, a una estructura socioeconómica, o cualquier grupo o individuos guiados por liderazgos.

Los sujetos participantes del discurso son, así, enunciador y destinatario, y se reconocen en ellos distintas categorías según el modo de construcción discursiva (Verón, 1987).

1.2.1. El enunciador es la imagen del yo, del que habla, del responsable del enunciado y su sentido. Independientemente de que emplee el pronombre “yo”, es reconocible por las marcas en el discurso: tienen que ver con aquellas decisiones que realiza, los términos que elige, los modos de presentarse ante el público. El enunciador es el origen del texto, es quien afirma, niega, ironiza, cita; es el que también determina la finalidad de su discurso.

Dentro de la figura de enunciador, pueden encontrarse menciones de primera persona en singular (“yo”, “el partido”) o en plural (“nosotros”, “todos queremos…”, etc.). En el primer caso el que habla se presenta como identificado con una corriente de pensamiento; será, así, un uso más ideologizado. En el segundo caso, el “nosotros” (cuando es inclusivo del destinatario), el candidato se diluye en la masa homogénea, buscando ser más abarcador, no diferenciarse.

La anterior distinción permite analizar las tendencias de los candidatos políticos en América Latina, respecto de la personalización de su discurso y, por ende, de su campaña. A modo de hipótesis, se sugiere que un mayor énfasis en las cualidades personales y los atributos propios del enunciador, irían en desmedro de su identificación con una corriente partidaria, una ideología tal como se entiende en sentido fuerte, explícito. Aunque no es algo que esta investigación busque medir, sí puede inferirse este rasgo, y obtener datos para ulteriores indagaciones.

1.2.2. El segundo sujeto considerado, el destinatario, se abre a tres posibles modos de aparecer en el discurso: el prodestinatario, que es el partidario (“liberal vota liberal”, por ejemplo); el paradestinatario, que es la masa anónima, todos, los indecisos; y el contradestinatario, que es el oponente o rival. El primero y el tercero serán presencias más ideológicas. Detectar estos casos permite conocer, entre otras cuestiones, el nivel de discurso polémico que se entabla (y ver si se da en coincidencia con discursos más ideologizados).

1.3. Función ideológica

Se distinguen las siguientes funciones:

1.3.1. Descriptiva-explicativa. Pertenece al ámbito del saber, y lleva el sentido o propósito de hacer comprensibles determinadas situaciones sociales. El enunciador presenta como verdad las afirmaciones que realiza (sabe) y hace pedagogía (hace saber), con un lenguaje comprensible que se constituye en una plataforma didáctica desde donde actúa. Ofrece una explicación del presente (Easton, 1979). Enseñar es un objetivo explícito de la ideología, a los miembros y a los nuevos adeptos (van Dijk, 2003).

1.3.2. Programático-motivante. La ideología está motivada a la acción para influir en la opinión pública y no formada en abstracto. Es del ámbito del hacer (y del poder hacer), por eso esta función se centra en presentar un programa de acción, con el intento de abrazar, rechazar o buscar elementos para regular el curso de la historia. La ideología es un nexo entre las ideas y la acción. Registra una intensa carga emotiva como valor diferencial, lo que convierte el enunciado en algo motivante, que vale la pena.

1.3.3. Imperativo-prescriptiva. Del ámbito del deber (lo que se debe hacer), es la función de los enunciados en los que se exige la obediencia en el pensamiento y en la conducta de los individuos que se le adhieren. Establece un nexo con cualquier forma de asociación colectiva, dirigida a mantener la disciplina entre los simpatizantes y a traducir en realidad al sistema ideológico (Shils, 1979). No se trata de un imperativo explícito, sino de una condición para acceder a las verdades y al bien que se enuncian. Si se desea esto, hay que hacer lo que se propone: votar al candidato, elegir la opción que se presenta.

1.4. Estructura cognitiva de las ideologías

Este subcomponente se refiere a los enunciados que sostienen las ideologías, es decir, la expresión de su contenido. Aquí se exponen las variables que construyen los rasgos cognitivos en un discurso ideológico, aunque no se tomarán todos en cuenta dentro de la matriz. Esos rasgos son:

a) Coherencia interna. La estructura de creencia y los valores debe ser coherente para que la ideología sea considerada como tal. Desde este punto de vista, la coherencia adquiere sinónimos como: consistencia, estructura, interrelación lógica, sistema, entre otros. Cuanta más coherencia interna manifieste el discurso, es decir, cuanto más explícita sea la relación entre sus ideas, más ideológico. Lo contrario sería un discurso cambiante en la forma y en el contenido, que no resuelve temas presentados o no retoma problemas o íconos.

A pesar de ser un rasgo fundamental para determinar el alcance de una ideología, en este estudio hemos dejado de lado el subcomponente de coherencia interna, pues éste remite a la comparación entre múltiples discursos a lo largo del tiempo, para conformar un sistema político. En nuestro caso, la matriz se aplica a textos concretos, en un tiempo y un lugar determinados (por ejemplo, discurso de apertura de Lula en Brasil), y su coherencia interna se da por supuesta siempre, en tanto es un texto aislado, no comparado. Por eso esta variable no está incorporada en la matriz.

b) Contraste externo. La existencia de la ideología se da siempre en contraste con alguna creencia o valor que no representa tal o cual ideología. Este elemento es crucial para la generación de modelos espaciales o mentales. Prima, como elemento consustancial a las interacciones políticas, la legitimación del yo y del nosotros y la deslegitimación del otro, siendo éste un rasgo distintivo de la pregnancia ideológica de un discurso político (van Dijk, 1999; Brito, 2007: 791). Claramente destaca la función de diferenciar lo bueno y lo malo y presupone una democracy adversary con ciudadanos con conflictos de intereses (Mansbridge, 1983). Visión dicotómica entre amigo-enemigo: cuanto más busque diferenciarse, más ideológico se volverá el discurso.

c) Facticidad, en el sentido de que una ideología realiza proclamas o reclamos veraces, o evaluaciones sobre hechos existentes. Michel Pêcheux (2003), igualmente, afirma que las ideologías no están hechas de ideas sino de prácticas, es decir están asociadas a hechos. Por la misma razón, la ideología es una realidad ahistórica, siempre está.

d) Sofisticación refiere en general al carácter de razonamiento del proceso ideológico, es decir al grado de elaboración conceptual para presentarse a sí misma. En todo caso, es una función de pedagogía comunicativa, que hace más comprensible el uso de las etiquetas ideológicas para mejorar y aumentar la capacidad de capturar ideas comúnmente asignadas a la izquierda o la derecha (Zechmeister, 2006: 157).

Por la misma razón que dejamos de lado la coherencia interna como variable en la matriz, la sofisticación también fue dejada de lado, por no aplicar de modo fehaciente a un texto único.

1.5. Posición

Se clasifica como sigue:

1.5.1. Dominante. Muchas ideologías avanzan en patrones que tienen que ver con una estructura de dominación para desintegrar una actual estructura de dominación. Destaca la función que señala lo viejo como lo malo. Especialmente referidas al sostenimiento del régimen político y a apoyar la persistencia de la comunidad política en su conjunto (Easton, 1965). Reinterpreta los hechos históricos desde esa posición.

1.5.2. Subordinada. Son los modos en que se expresa la ideología para denunciar alienaciones protestando por un statu quo y por sus beneficiarios. Destaca la función que señala lo existente (lo nuevo) como lo malo. Especialmente referidas a la derogación del régimen político y a apoyar la transformación de la comunidad política en su conjunto (Easton, 196579).

¡Ey, las ideologías existen!

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