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Palabras al lector

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Heráclito, filósofo griego de la antigüedad, sostuvo: “Nadie se baña dos veces en un mismo río”, y Galileo Galilei, arrodillado frente al tribunal de la Inquisición –que lo obligaba a retractarse de sus teorías acerca del movimiento de la tierra–, en un acto osado y de extrema rebeldía habría murmurado “E pur si muove” (‘Y sin embargo se mueve’).

Hoy día sabemos del constante movimiento de todo; desde la célula que compone nuestro cuerpo hasta el movimiento de los planetas, del movimiento de las plantas hacia la luz hasta el eterno movimiento de los mares, desde los movimientos volcánicos hasta los movimientos glaciares, desde el movimiento solar y lunar, a los movimientos mentales, psíquicos, emocionales.

Los dos grandes movimientos, la contracción y la expansión, se encuentran en la evolución del ser humano y en las leyes del cosmos.

Estos movimientos de tensión y relajación implican comprender el sentido de existencia universal de estos ritmos eternos, y su alternancia en el universo.

Moverse es inherente a la naturaleza humana ya que poseemos una estructura perfecta para esto. El aparato locomotor es una obra maestra bioarquitectónica, cuya principal función es moverse para explorar y conocer el entorno. El movimiento permite al ser humano cumplir con una de las funciones esenciales: conocer. Conocer para luego actuar. “La acción sería la primera manifestación de la inteligencia.”1

Este libro es una llamada a meditar acerca de nuestro cuerpo como herramienta para el cambio, y una invitación a trabajar con él.

Nuestro cuerpo es nuestro hábitat, es el espacio donde permanecemos mientras sucede la vida; su perfecta estructura nos soporta como vertebrados bípedos y contiene lo esencial de nosotros mismos, el insondable misterio de nuestro ser .

En esta magnífica bioconstrucción evoluciona el individuo con su más variada gama de procesos, desde los biológicos-orgánicos, hasta la más elevada abstracción del pensamiento humano. Resulta vital responsabilizarnos del cuerpo, ya que es éste quien acusa recibo, y asume el desgaste normal que produce el natural proceso de envejecer. La hermosa experiencia de vivir y lo que significa tener conciencia de ello es lo que nos diferencia de otros seres vivos. Es sólo privilegio humano poder hacernos partícipes de nuestros procesos interviniendo en ellos; controlarlos, modificarlos y rediseñarlos a la medida de nuestros sueños.

Invito a atreverse a establecer lazos entre el cuerpo y la mente, ya que de la imposibilidad de conectarse consigo mismo surge un profundo sentimiento de incomunicación que invade el terreno del alma y nos invalida. El ser humano que se acerca a su verdadera esencia conecta con el sentido de su existencia y su misión de vida.

Me dirijo particularmente a las personas que no se sienten bien con y en su cuerpo, y a aquellas que no se atreven porque piensan que es demasiado tarde para empezar a moverse.

Proponemos dejar de lado los miedos, la apatía, la abulia, la timidez o la vergüenza; emociones y sentimientos negativos que inmovilizan tanto como la depresión. Es sabido cómo la actividad física modifica el estado anímico de manera positiva. El ejercicio actúa como filtro depurador del organismo; lo limpia física y psicológicamente, prepara y fertiliza el terreno para contactar consigo mismo, atrevámonos entonces.

El movimiento que proponemos es un acto consciente con resonancia interna, tanto mental como emocional. Estamos convencidos de la equivalencia directa entre la actitud, la posición y el movimiento del cuerpo con la mente.

El trabajo del cuerpo lo utilizamos conscientemente como vía de acceso para incursionar en el plano psicológico y mental, obteniendo la información que nos permitirá el cambio.


Marisol Hume Eriksson

Estocolmo

1 J.A. Marina (1993) Teoría de la inteligencia creadora.

Técnica de trabajo corporal

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