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PRÓLOGO
Las nueve marcas de la iglesia sana
ОглавлениеDavid Platt
Para mi vergüenza, solía dormirme al escuchar discusiones acerca de eclesiología (la doctrina de la iglesia). Yo pensaba: «¿De verdad es importante?». Desafortunadamente, creo que no era el único. En nuestra cultura y alrededor del mundo, los cristianos somos propensos a devaluar la iglesia de diferentes maneras.
En nuestra independencia, ignoramos a la iglesia. Somos personas autosuficientes y autónomas, y pensar en la sumisión, en rendir cuentas y en la interdependencia nos parece algo extraño, si es que no aterrador. En ocasiones nos enorgullecemos de ser independientes de la iglesia, y algunos cristianos profesantes dicen: «Puedo crecer en Cristo e incluso lograr más para Cristo solo, apartado de la iglesia».
Además, en nuestro pragmatismo, contaminamos la iglesia. Estamos obsesionados con lo que funciona, y si algo parece no funcionar de acuerdo con nuestros estándares de éxito, entonces debe ser incorrecto. A menudo, con las mejores intenciones, hacemos lo que sea para atraer a la mayor cantidad de personas a la iglesia. Casi sin darnos cuenta, no obstante, comprometemos sutilmente la Palabra de Dios en nuestros supuestos esfuerzos por alcanzar al mundo. A medida que atraemos personas a la iglesia, terminamos contaminando la misma iglesia a la cual les atraemos.
Aun en las misiones minimizamos a la iglesia. En nuestra sociedad han surgido muchas organizaciones paraeclesiásticas que se enfocan en varias facetas del ministerio, pero muchas de ellas prácticamente ignoran a la iglesia local, o la diluyen de maneras peligrosas. Muchas organizaciones misioneras se llenan de orgullo por haber plantado miles de iglesias en diferentes países, pero sus definiciones de «iglesia» son francamente falsas. Bíblicamente, la construcción de un edificio o la reunión de dos o tres creyentes no constituye una iglesia. Si verdaderamente deseamos llevar a cabo la Gran Comisión, seremos sabios al no minimizar al agente que Dios ha prometido bendecir para la propagación del evangelio en el mundo: la iglesia local.
También devaluamos la iglesia cuando ponemos nuestras tradiciones por encima de la verdad de Dios. Demasiado de nuestro modelo de iglesia actual está basado en lo que hemos hecho antes, en lugar de estar basado en la Palabra que Dios ha hablado para siempre. Valoramos nuestras preferencias más que las prioridades de Dios, organizando la iglesia según lo que nos agrada a nosotros en lugar de organizarla para ser más fieles a Cristo. Al final, prácticamente definimos la iglesia de acuerdo con nuestras comodidades personales. Una iglesia es una buena iglesia si nos hace sentir bien, de manera que saltamos de iglesia en iglesia, buscando el lugar y los programas que más se adapten a nuestras necesidades.
Por todas estas razones, necesitamos urgentemente oír lo que Dios dice acerca de Su iglesia en nuestra época. En lugar de devaluar la iglesia, necesitamos recobrar el aprecio por la iglesia. Más allá de las corrientes culturales y las tradiciones que dominan nuestro pensamiento contemporáneo, necesitamos preguntarle a Dios: «¿Qué valoras Tú en Tu iglesia?».
Necesitamos hacernos esta pregunta en la iglesia porque deseamos la gloria de Dios en el mundo. De acuerdo con Jesús en Juan 17, la unidad de la iglesia tiene el propósito de ser un reflejo del Dios Trino. El mundo que nos ve sabrá que Jesús ha sido enviado por Dios cuando vea Su gloria desplegada en Su pueblo (Juan 17:20–23).
Necesitamos preguntarle a Dios qué valora en Su iglesia no solo porque deseamos Su gloria, sino también porque adoramos a Su Hijo y atesoramos a Su Espíritu. Jesús es Quien establece la iglesia, y le corresponde a Él hacerla crecer, no a nosotros manipularla. Jesús es Quien compró la Iglesia; en palabras de Hechos 20:28, Él la «ganó por su propia sangre». Y la iglesia es el lugar en el cual el Espíritu Santo de Dios ha escogido habitar (1 Corintios 3:16–17; Efesios 2:19–22).
Necesitamos preguntarle a Dios qué valora en Su iglesia porque amamos Su evangelio en nuestras vidas y deseamos llevar a cabo Su misión en el mundo. La iglesia es el medio que Dios ha establecido para defender, desplegar y declarar el evangelio. Dios ha diseñado esta comunidad específica llamada iglesia para satisfacer y gratificar a Su pueblo a medida que difundimos Su gracia entre todos los pueblos.
Como resultado de todas estas cosas, necesitamos, deseamos y anhelamos escuchar la Palabra de Dios con respecto a la voluntad de Dios para Su iglesia. Por esta razón, agradezco a Dios por este libro. Como un pastor que navega en un mar de principios y prácticas para la salud y el crecimiento de la iglesia, este libro en particular ha impactado e influenciado mi compresión de la iglesia más que cualquier otro. Tal impacto e influencia se deben al hecho de que este libro se basa en la Palabra de Dios. Las nueve marcas descritas aquí tal vez no sean las marcas que identificarías inmediatamente como esenciales para la iglesia. Tal vez pienses que algunas son cuestionables y otras controversiales. Pero, hermano o hermana, estas nueve marcas son bíblicas, y por esa razón son tan valiosas.
Mark Dever no ha escrito este libro con la intención de apelar a tendencias populares en nuestros días. Él ha escrito este libro con el propósito de ser fiel a la verdad divina que supera el paso del tiempo. Estoy encantado de ver una edición más de esta obra, lo cual estoy seguro da testimonio de la atemporalidad de la Palabra que aquí se refleja. Además, este libro es el testimonio de un pastor y una congregación en Capitol Hill Baptist Church en Washington, D. C. Ellos admitirían humildemente que no son una iglesia perfecta. Pero después de pasar muchas horas frente a multitudes y muchos días detrás de cámaras con este pastor, y después de adorar, orar y servir junto a esta congregación, puedo recomendarte confiadamente no solo este libro, sino también a este pastor y esta congregación. En pocas palabras, ellos son un retrato claro, compasivo, conmovedor, poderoso, hermoso, y sobre todo bíblico de la esposa de Cristo.
A su vez, mi esperanza y oración es que estas nueve marcas estén cada vez más presentes en la iglesia que pastoreo, en las iglesias de Estados Unidos y en las iglesias alrededor del mundo. Anhelo que dejemos atrás toda devaluación de la iglesia para apreciarla de formas que reflejen la gracia de Dios y desplieguen la gloria de Dios a través de nosotros. «Y a Aquel que es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos, según el poder que actúa en nosotros, a él sea gloria en la iglesia en Cristo Jesús por todas las edades, por los siglos de los siglos. Amén» (Efesios 3:20–21).