Читать книгу Salir de la exposición - Martí Manen - Страница 16
Оглавление07. FORMAS Y ORÍGENES, EL VÍDEO EN LOS MÁRGENES
En el campo expositivo, el vídeo significó la auténtica revolución por su definición temporal. Sabíamos cómo la incorporación de la fotografía afectó primero a las técnicas pictóricas para, después, ir ocupando paulatinamente un lugar dentro del mercado y el contexto artístico siguiendo las reglas del juego, reglas definidas en relación a la presentación de superficies planas de carácter visual. Fue la llegada del vídeo la que modificó la percepción y la idea de la exposición, así como los tiempos de visita y los recorridos físicos que se pueden ofrecer en el marco expositivo.
El vídeo ha obligado a repensar las estrategias y los displays, ha obligado también a entender al usuario desde un nuevo punto de vista. Técnicamente, también ha supuesto una modificación y una reconfiguración de los espacios artísticos, así como ha posibilitado un cambio en la internacionalización en la presentación y distribución artística, simplemente por cargarse de cuajo problemas evidentes en el transporte internacional de objetos de arte. Mandar un vídeo puede hacerse a través de la red, con lo que las luchas con aduanas, los pagos a transportistas y seguros, los sistemas legales de países varios, las interminables esperas, los fatídicos retrasos y las cajas que toca almacenar desaparecen. Las dificultades para mostrar obras de otras latitudes son casi las mismas que las de presentar algo producido en la misma ciudad.
El simple hecho de que el vídeo incorpore el elemento temporal, marcando secuencias propias, inicios y finales, loops, elementos narrativos y comunicaciones emotivas a través de la sucesión de imágenes y sonidos, hace que la exposición deje de ser algo estático para convertirse en la presentación de distintas temporalidades. Si en la exposición clásica era el visitante el que decidía el tiempo de cada obra, la aparición del vídeo obliga a una negociación. Evidentemente, seguirá siendo el visitante quien decida su tiempo individual de contacto con la obra (aún y pensando en las distintas técnicas que encontramos con la intención de ofrecer las obras en su totalidad temporal) pero el vídeo en sí también propone –y se interrelaciona con el visitante– un modo particular: marca su propio tiempo, marca los argumentos y las tensiones emocionales. Sin estar necesariamente a la espera, sin presencia del visitante.
El usuario se mueve en el espacio expositivo siendo consciente de que no será el único en definir temporalidades, y necesitará tomar consciencia de su recorrido. Tendrá que pensar cuándo empiezan y cuándo terminan las obras, qué quiere ver, volver a ver y cuándo lo puede hacer. Tomar consciencia de que existen unos horarios de visionado, duraciones determinadas y el tiempo que pide llegar de nuevo a ese vídeo que queremos ver desde el principio. Este simple hecho obliga a plantear las exposiciones de un modo distinto, pensando en las posibilidades de visita, en el tiempo destinado a la observación, decidiendo cuál será la técnica de presentación, planteándose según el tipo de exposición qué comunicación y relación se busca, así como se deberá pensar también en las especificidades de cada trabajo artístico que participe del formato vídeo.
Monocanales, instalaciones, proyecciones, pantallas de distintos tamaños, monitores, construcciones híbridas que utilizan otros formatos, acercamientos a la sala de cine, al teatro, a la biblioteca... y también, evidentemente, encontramos distintas ideas sobre qué significa la imagen y la comunicación visual.
El vídeo ha ocupado su espacio, con sus propios registros, dentro de las salas de exposición. El white cube ha visto cómo aparecían en su interior pequeñas salas negras aisladas entre sí, pequeños cines que individualizan las obras, ofreciéndolas en condiciones de deseo cinematográfico. Los tiempos en exposición se multiplican en los distintos proyectos artísticos y lo que se pide al usuario para simplemente aproximarse a la totalidad de las obras en exposición es mayor, partiendo de la necesidad de atención que sabemos necesita una película como nos indica la tradición cinematográfica.