Читать книгу Guía urgente para enseñar en aulas virtuales - Marta Libedinsky - Страница 6
ОглавлениеUNA HISTORIA EN PRIMERA PERSONA ANTES DE EMPEZAR
Déjenme que les cuente una historia antes de introducirnos en el presente y en la urgencia que nos convoca.
Hace muchos años, cuando recién nos enteramos de que había una cosa llamada Internet —aunque ni por asomo podíamos imaginar cuánto cambiaría nuestra vida— empecé a hacer mis primeras búsquedas sobre temas que me interesaban. Recuerdo la impresión de ver esa cajita blanca donde yo solo tenía que escribir algo y “el oráculo” respondería. Recuerdo también que un domingo le expliqué Internet a mi hermana y la acompañé para que ella hiciera sus búsquedas sobre temas de su interés, sin saber que así empezaba entonces a desarrollar mis capacidades de lo que hoy se denomina alfabetismo informacional.
El tema que me interesaba a mí era la educación a distancia y sus orígenes, por lo que decidí preguntarle al oráculo. Así fue como me encontré con la historia de Isaac Pitman (1813-1897), la taquigrafía y la enseñanza a distancia, que de algún modo se conectaba con la mía: siendo adolescente había tomado clases en una de las famosas Academias Pitman sobre la avenida Corrientes, a una sola cuadra de mi casa. Además, había estudiado taquigrafía en la escuela secundaria comercial aunque en realidad solo había usado la taquigrafía por entonces para mandar mensajes en clave con mis amigos de entonces. Por otro lado, estaba enamorada de la ciudad de Bath, en Inglaterra, que fue el lugar donde vivía Isaac y donde se desarrolla esta historia que me encanta contar y volver a contar cuando doy clase.
El año: 1840. El lugar: la bella ciudad de Bath. El objetivo: enseñar taquigrafía empleando tecnologías de la época y llegar a muchas personas. Isaac Pitman fue el autor de esta idea que permitía, por una parte, resolver el problema de la lentitud de la escritura y, por otra, ofrecer enseñanza a una audiencia potencialmente ilimitada, por medio de los cursos por correspondencia.
Pitman previó por entonces la necesidad de esos estudiantes de aprender o desarrollar habilidades que necesitaban para poder trabajar, pero que vivían en localidades remotas, en zonas rurales, que trabajaban y que tenían que poder aprender en sus propios tiempos. Había reconocido también la necesidad de ofrecer cursos para aquellas personas que por entonces no podían llegar a la universidad: los periodistas, las secretarias y los informantes de las cortes de justicia —según cuenta la historia— pronto fueron usuarios interesados, tanto de la metodología como del programa de educación a distancia por correspondencia que Pitman había diseñado.
El estudiante recibía sus materiales de estudio por correspondencia mediante el Penny Post, o tarifa postal uniforme prepaga, una innovación de la época que facilitó este tipo de enseñanza por correspondencia. Anteriormente, las tarifas se calculaban únicamente en función del peso del envío o en función de la distancia a recorrer, inclusive dentro de una misma ciudad. El sistema Penny Post introducía la estampilla y el sobre prepagado. El estudiante tenía que traducir pasajes seleccionados de un libro que todos tenían en casa: la Biblia, resolver sus ejercicios, enviarlos por correo y también por correo postal recibiría sus trabajos corregidos. Los materiales didácticos eran postales (como aquellas postales que muestran paisajes y se compraban y enviaban cuando alguien se iba de vacaciones a un bello lugar), en las que cabían el alfabeto Pitman y los principios del sistema de escritura rápida. El sistema se volvió internacional cuando fue traducido a quince idiomas.
Vista la iniciativa desde criterios actuales, podemos decir que Pitman “empatizó” y se puso en los zapatos de las personas, sus dificultades y sus necesidades, hizo un buen uso de los recursos con los que contaba en su tiempo, logró convertir su invento en innovación y pudo alcanzar a grupos numerosos de estudiantes dispersos que podían seguir con sus actividades cotidianas mientras aprendían. El sistema logró, sin lugar a dudas, impacto y escalabilidad.
Esta pequeña historia sirve para desmitificar un poco la idea de que las aulas virtuales vienen a “cambiarlo todo”: en realidad, bien sabemos que la educación es un campo de cambios permanentes, y en este sentido, los campus virtuales surgen de la existencia de una tecnología disponible —Internet, así como fue el sistema postal de Pitman— y de una necesidad no satisfecha —en ambos casos, la de acercar las aulas a estudiantes que no pueden llegar a ellas—. A continuación, veremos otras afirmaciones que se suelen hacer sobre las aulas virtuales, y cuán ciertas son en cada caso.