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Angélica Hoyos Guzmán Qué suerte ser Angélica
ОглавлениеPor: Lesly Carolina Pérez Usta y Yaideth Patricia Olivares
Programa de Medicina
“Qué suerte contar soledades en las gotas de la lluvia.
Qué suerte ser otro humano, con eso es suficiente.
Soy Angélica Hoyos Guzmán”.
Mujer barranquillera nacida en el Caribe colombiano en 1982. Es una mujer emprendedora con un Magíster en Lingüística Española del Instituto Caro y Cuervo y una Maestría en Literaturas Colombiana y Latinoamericana realizada en la Universidad del Valle. Tiene varias publicaciones académicas en humanidades. Actualmente es candidata a doctora en Literatura Latinoamericana en la Universidad Andina Simón Bolívar (Quito, Ecuador) donde realiza una investigación sobre poesía testimonial y estética de la sobrevivencia en Colombia (1980-2018).
Participó en varios encuentros de poesía y fue finalista del premio de ensayo Carlos Pereyra 2016 de la revista Nexos con su ensayo titulado El bramido del monstruo: cuerpos extraños de la memoria en la poesía colombiana. Sus creaciones literarias han sido difundidas a través de diversos medios y publicaciones en Colombia, Argentina, Perú, Chile, Ecuador, México y España.
Es una mujer inquieta que participa activamente de actividades culturales en Colombia. Su primer libro de poemas, Hilos sueltos, se editó en Madrid en 2014. Prepara su segundo poemario para el 2020, que lleva por título Este permanecer en la tierra.
Actualmente, Angélica trabaja como profesora del programa de Antropología enseñando Lingüística General y Antropología Lingüística, también enseña un taller de lectura y escritura de textos académicos. Es investigadora del Grupo Oraloteca, donde se encarga de la Línea de investigación en Oralidades, lenguas y literaturas diversas; a través de ella se propone la revitalización, valoración y difusión de textos y oralidades de las lenguas indígenas del Caribe, así como el estudio de las literaturas populares y al margen de los cánones de estudio, lo cual es su más profundo interés de investigación. Con diez años de experiencia en docencia, investigación universitaria, funciones profesionales, asesorías e implementación de proyectos educativos para poblaciones vulnerables y en condiciones de desplazamiento, se desempeña como docente del módulo de escrituras creativas para el diplomado en Interculturalidad, promovido por el CINEP en La Guajira y Cartagena.
Qué suerte ser Angélica: planta medicinal afrodisíaca.
Qué suerte no ser Cortázar: víctima de alguna caja china.
Qué suerte no ser Gates: icono económico de una ventana repetida.
Qué suerte no ser Dalí: en la realidad de los ojos cortados por navajas.
Qué suerte no ser Chomsky: y esa competencia sumergida en el mundo.
Qué suerte ser Angélica,
y caminar por mis calles silentes
arrastrando la música de una lata vacía.
Qué suerte ser Angélica
y vivir suspendida en el abismo minúsculo de este nombre.
Qué suerte sentir los golpes, ver los moretones y la brisa que los toca.
Qué suerte morir para renacer en las palabras no dichas.
Qué suerte contar soledades en las gotas de la lluvia.
Qué suerte ser otro humano,
con eso es suficiente. Soy Angélica Hoyos Guzmán.
Lesly Carolina Pérez Usta: Sabemos que mientras estudiaba en esta universidad, usted estuvo relacionada con la literatura, especialmente, la poesía. ¿Cómo las define?
Angélica Hoyos Guzmán: Yo estudiaba en el pregrado Lenguas Modernas y estaba en el taller literario que en su momento dirigía el profesor Martiniano Acosta, el taller se llamaba El Cuartico de la Palabra. Digamos que ese fue uno de los contactos que yo tenía con la literatura y con la poesía. Pero antes de eso y desde mis tiempos de colegio, siempre estuve en ejercicio o manifestaba esa atracción por las palabras. Con el tiempo, la definición de poesía se ha hecho más cierta para mí porque antes no sabía qué era; tenía gusto por la palabra, por la poesía, pero no sabía exactamente de qué se trataba.
Cuando empecé a estudiar lingüística, cuando empecé ya en el posgrado a investigar lo que escribían otros poetas sobre los movimientos literarios en la historia, sobre literatura universal, literatura latinoamericana, literatura colombiana y también haciendo parte de otros talleres de poesía, principalmente el taller de poesía Los Impresentables de Bogotá, empecé a hacer mi propia noción de lo que era la poesía. Entonces, para mí es un estado de atención ante el mundo, de atención ante cualquier imagen, cualquiera cosa que ves o escuchas… Si estás en este estado de atención, te lleva y te dice otras cosas.
Yaideth Patricia Olivares: ¿Cree usted que para escribir poesía se necesita leer?
Angélica: Claro que sí, digamos que este estado de ejercicio de atención no se necesitaría más que para estar contemplando el mundo, que es una tarea que ya no nos podemos dar el lujo de hacer. Por ejemplo, en el siglo XIX, las personas salían y caminaban; actualmente, con la aparición de la modernidad, ya la gente no ve los paisajes; existe otra relación de las personas con el mundo. Por eso, considero que la lectura te permite contemplación, te permite silencio. Mi hijo, de solo 5 años, me dice que él no lee mentalmente, sino que lee en secreto y eso es muy cierto: cuando tú estás leyendo, estás en secreto contigo mismo, estás en silencio total. Entonces, yo sí creo que ese momento, esa intensidad que te permite la poesía de capturar los momentos, es una habilidad que se desarrolla cuando tú también estás acostumbrado a leer porque leer activa ese silencio y tú estás imaginando y las palabras te están diciendo cosas. Entre más lees, más estás en ejercicio de atención cuando lo vives, cuando vas caminando y escuchas algo que captura tú atención y tú sientes que hay algo porque lo has leído, porque lo puedes imaginar.
Lesly Carolina: ¿A quién considera usted el poeta más influyente en su poesía?
Angélica: Esta pregunta es difícil. Yo no tengo un solo poeta influyente en mi poesía… yo creo que tengo muchos amores en la poesía. Cuando era adolescente, me enamoré perdidamente de Neruda, y ahora ya no me gusta porque, leyendo las memorias de Neruda, Confieso que he vivido, encontré unas confesiones de violación que ya no hacen parte de mi visión del mundo, no las acepto, no las tolero por mi propia formación, por mi propia forma de estar en el mundo. Entonces, en aquel momento fue Neruda, y después pasaron por mi vida múltiples poetas; sin embargo, siempre vuelvo en esencia a Cartas de un joven poeta de Rainer María Rilke porque quizás encuentro en el existencialismo la mayor influencia que tengo para mi propio descubrir consciente de la poesía.
Antes de eso, yo leía un montón de autores sueltos, pero cuando leí a Rilke, asumí una personalidad y una manera de estar en la poesía. Desde entonces siento que, cuando leo un poeta, lo hago a partir de esa manera de estar en el mundo. También debo resaltar que admiro mucho a los poetas ingleses.
Yaideth Patricia: ¿Cómo nació el amor por la poesía, por la lectura, por la escritura?
Angélica: Yo no sé si eso nació. Mi papá dice que, cuando estaba en segundo de primaria —nosotros vivíamos en Soacha, Bogotá—, él encontró unos cuadernos en donde yo decía que cuando grande quería ser poeta, pero yo no recuerdo eso. Él dice que los cuadernos se perdieron, por lo tanto, yo creo que, si no hay evidencia, tampoco credibilidad (risas). Pero sí sé que desde niña he tenido una cercanía con las palabras y que eso ha sido inusual. Curiosamente lo que recuerdo de la primaria era que tenía una profesora que hizo aprenderme los poemas de Rafael Pombo y que perdí Español porque el día que me tocó recitarlos en público no fui capaz.
Lesly Carolina: ¿Cuáles fueron sus primeras lecturas poéticas?
Angélica: En la infancia, Rafael Pombo indudablemente, pero ya en la adolescencia, Neruda y Silva. En mi casa, donde vivía con mis abuelos aquí en Santa Marta, y resalto que mis abuelos son campesinos, pero tienen el mérito de haber aprendido a leer por su cuenta, había una gran biblioteca. Entonces, más que un poema, yo tenía una fascinación por las palabras. Y en esa biblioteca había muchas enciclopedias. Mi actividad favorita era leerlas solo por placer. Entre todas esas lecturas había un texto que aún conservo y quiero mucho que se llama Joya de la literatura de Silva y empecé a acercarme a la poesía y a darme cuenta de que había algo allí que me gustaba.
Yaideth Patricia: ¿Ha estado en el exterior? ¿Le ha servido como experiencia para investigar y para escribir?
Angélica: Indudablemente. Salir de Santa Marta hace que uno tenga otra visión más amplia de lo que puede pasar fuera de esta ciudad. Yo creo que nosotros tenemos todavía una cultura muy provincial, muy pequeñita, muy local. La primera vez que yo fui al extranjero por la poesía, para mí fue una sensación muy grata porque llevé los poemas que tenía guardados hacía cinco años y por primera vez alguien me dijo que eso servía, que podía leerse en público, y ese alguien fue el poeta Emilio Fuego, que en paz descanse. Él hacía un festival, Mujeres Poetas a través de las Nubes, y la primera vez que yo fui a ese evento, en el 2009, conocí muchas mujeres de todo el mundo; además, la gente que iba a escucharnos en los parques eran mujeres indígenas, niños y adolescentes que estaban interesados por la poesía. Uno siente el recibimiento cuando te escuchan y se interesan por lo que estás haciendo, y esa recepción es una de las cosas más bonitas del ser humano.
Lesly Carolina: ¿Cuál es la mejor forma de terminar un poema?
Angélica: Si hablan de forma, es técnica. Pensando en la técnica, se debe trabajar en la forma y luego conectar las ideas. En la técnica yo he aprendido que los poemas deben cerrarse, no deben quedar abiertos. Pareciera que sí, que hay un suspenso, pero se empieza un poema con un verso y tienes que cerrar el sentido de lo que estás diciendo. Sin embargo, en la práctica hay poemas que te salen a ti y en un momento empiezas a escribirlos y no sabes cómo van a terminar hasta que terminan y es algo que parece caprichoso. Y con Rilke aprendí, además, que uno no empieza un poema hasta que no se entienden interiormente, y solo a medida que estás claro contigo mismo, puedes hacer mejor poesía de comienzo a fin.
Yaideth Patricia: ¿Cómo combina el trabajo académico, el de directivo, en estos momentos, y el del hogar con el oficio de escribir?
Angélica: El mundo no está hecho para las mujeres y eso es algo que he vivido y que noto con mis congéneres, a nosotras nos ha tocado conquistar espacios que históricamente nos han sido negados y nos ha tocado, además, convivir con el hecho de que todavía no están del todo conquistados. Digamos que, en este espacio histórico, uno busca su propia manera de reivindicación individual y la mía particularmente siempre ha sido muy salvaje, es decir, nunca ha estado dentro de las normas establecidas. Yo crecí dentro de una familia supremamente patriarcal con mis abuelos, pero nunca fui la niña modelo, entonces, ya en la adolescencia, obviamente uno se acentúa, y cuando crece y está viendo hacia atrás, se da cuenta de dónde viene todo eso y para dónde va.
Lo que hago académicamente es el resultado de una resistencia a simplemente quedarme en la casa y colgar los títulos, porque soy una persona pensante, estudio porque me gusta estudiar una cosa que puede parecer exótica y que no da plata, pero esta es la manera en que yo me reivindico y defiendo mi derecho de ser una mujer pensante. No por el hecho de la maternidad me voy a quedar en la casa solo haciendo cosas de mamás. Sin embargo, hay mujeres que deciden eso para su vida y lo respeto porque no dejo de ser mamá, y en todo mi proceso también tengo días en donde renuncio a lo académico por tiempo de calidad con mi familia.
Lesly Carolina: ¿Cuál considera usted que ha sido el hecho más significativo de su vida?
Angélica: La poesía no deja de darme hechos significativos. Si tomo, por ejemplo, a mi último libro con el que vengo trabajando hace cinco años, diría que hay momentos en los que me digo “este libro ya no me gusta”. Lo he mandado a montones de partes y no ha pasado nada con él y luego se lo mando a una amiga que es crítica literaria y ella lo lee y me dice que le gusta y vuelvo a tener fe. Entonces, no puedo vivir sin la poesía, es algo que tengo claro, y el mejor ejemplo de eso es que muchas veces, cuando estoy en las cosas del mundo, en la rutina, tengo que leer un poema para estabilizarme y volver a donde estaba, es mi estado de contemplación. También he sido invitada a muchas partes, he tenido la fortuna de conocer muchas personas, compartir con ellos, y justo ahí es cuando siento que todo lo que vine hacer en el mundo lo he estado logrando en la poesía.
Yaideth Patricia: ¿Qué consejos daría a los jóvenes samarios que están interesados en la poesía?
Angélica: En estos días conocí el caso de Ricardo Pabón, que es un chico que está convencido de que tiene que volver la poesía al soneto y la forma tradicional. Creo que somos pocos, pero esa rareza hace que uno descubra cosas, y si ese muchacho quiere volver al soneto, creo que debe persistir. El consejo es ser determinado; uno no se las sabe todas y todos estamos buscando nuestro propio encuentro personal, pero si nos rendimos, no aprendemos en el error, en la búsqueda y en el ser determinado. Con lo que uno quiere va ganándose a sí mismo y no solo para la poesía, para cualquier cosa que a uno le guste en general siempre debe exigirse determinación, terquedad.
Lesly Carolina: Planes, publicaciones, investigaciones…
Angélica: Tenemos un proyecto familiar. Mi esposo y yo hace unos meses empezamos a organizarnos formalmente como empresa constituida. Tenemos una editorial feminista, en plan tenemos la difusión de esta primera publicación porque para mí es importante posicionar la mujer escritora dentro del mundo editorial.
Una muestra poética: