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Desborde

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Mis senos caen como dos gotas de lluvia, como las de la ventana. La habitación está inundada de silencio, absoluto, sacro y alegórico, como aquel del bosque que está en medio de dos montañas donde cualquier pájaro se posa sobre una rama y el eco se extiende, el crujido llega a tocar las hojas de los árboles más grandes. Como esas gotas de la mañana son mis pechos y reflejan tu rostro en ellos. Me miras, estamos frente a frente sobre la cama, nos reconocemos de nuevo, mucho gusto, soy Marieta y tú, Joel, así me dices, así te digo, conocimos nuestros nombres después de todo. Afuera caen los goterones, también llueve la guerra, lo sabemos, así está todo, revuelto y triste, siempre llueve cuando hay más cosas bellas para engrandecerlas con el agua, porque solo la lluvia toca las voces que traemos, porque ahora no iba a llover afuera. La cama es un lienzo ligero, aún adentro llueve silencio y sólo dos pares de ojos se miran, tu rostro se refleja en mis dos gotas translúcidas. Tu piel es danza bajo esa lluvia. Sentados así, desnudos y con el sabor del uno en el otro, la mirada no cesa, las sábanas están sobre nuestras piernas, tus manos en mis orejas, ahora en mis ojos, tus labios besan los míos y vuelven al inicio, a los ojos. La piel envuelta en humores, mucho gusto conocerte al fin, tu sonrisa, mis dientes, el pelo que suelta desordenado el humo que tatúan estas palabras. Silencio, de nuevo silencio y lluvia.

Hotel Los Andes

Siguen apareciendo los cuerpos

fecundos del deseo.

Alguien ama mientras alguien mata.

Un joven pagó la habitación para su muerte.

No tuvo que dejar hijos con hambre.

Tal vez mojó sus pantalones en clase de música

mientras un profesor autoritario lo gritaba,

pidiendo silencio.

Eligió la muerte a mano propia,

en vez del cáncer.

Ninguno de nosotros lo supo.

Perdió a su padre y a su madre,

la orfandad fue insoportable en los huesos,

ni siquiera un tatuaje contuvo el sufrimiento.

Tal vez no sabía amar a una mujer, o a un hombre.

Su cadáver no fue visto por las aseadoras del hotel,

o por los viajantes,

ni por los poetas que se hospedaron el mismo día.

El alma no pudo contener veintiséis años en el cuerpo.

Habla de una vida desapercibida,

una fuerza de luz apagada por pastillas,

por el hambre del espíritu,

la voz indómita del animal enjaulado.

Tal vez embarazó a una mujer,

Tal vez ella decidió el aborto en otra vida,

él lo recordó y se lo hace fácil,

la madre continúa rumbo al quirófano

convencida de que no hay opción,

tal vez piensa que él es el asesino,

el deseo de otro.

En este instante alguien cae en el universo,

tres días después las moscas avisan.

La poesía es el dolor que nadie aguanta, y escribimos.

Rostros de Santa Marta

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